Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

3. Stalker

Paso por el puente a San Diego, de ahí abordo el avión que me llevará directo a Chicago. Me pongo los audífonos mientras escucho Vienna de Billy Joel. Me parece ideal para el momento.

Abordo el avión sin ningún otro imprevisto, el pasajero guapetón del vuelo anterior se esfumó cuál humo en el viento. Si algo padezco es que le doy mucha rienda suelta a mi imaginación con los Crush. No puedo admitir que él sea uno, pero ¡Dios santo, que no soy ciega y se me ha caído la baba! Divago entre mis pensamientos creyendo que de nuevo viaja a mi lado, pero que esta vez lo conquisto y terminamos cansándonos.

—No seas ilusa, Karina —murmuro para mí misma—. No empieces de nuevo...

El vuelo dura dos horas, mi subconsciente me regaña por hacerlo de nuevo. No es sano imaginarse situaciones imposibles, pues hacen de la realidad una dolorosa verdad.

«Apégate a lo tangible, apégate a lo real» repito las palabras de mi terapeuta como un mantra.

Mi gran problema con la relación que tuve con él, fue que todo era idealizado. Estaba enamorada de la idea de un "para siempre" con mi primer novio, enamorada de entregarme en cuerpo y alma a la persona que sería mi marido. Dar el sí a quien yo elegí como el futuro padre de mis hijos. El error: sus planes no eran los míos y por lo visto nunca nos pusimos de acuerdo con ellos.

Es cierto, me dolió su engaño más que nada porque destruyó mis ilusiones y por qué fue nada más y nada menos que con una de las personas que creí, era una gran amiga.

Saco uno de mis libros de superación personal que recién he comenzado y me pongo a leer; debo despejar mi mente de pensamientos que no me llevan a nada bueno.

Pasan casi tres horas cuando bajamos del avión. Salgo del aeropuerto y tomo un taxi que me lleve a la dirección de mi nuevo departamento en South Loop. Gracias a la tecnología y Google Maps, he recorrido virtualmente los alrededores para darme una idea de lo que me espera, y de los lugares que puedo encontrar, como restaurantes y tiendas de autoservicio.

El taxi me deja frente al edificio con todo y maletas. Esto se vuelve emocionante y me supone un nuevo reto. Mientras recorría la ciudad me sentía maravillada de todo su esplendor, de los grandes edificios y de lo enorme que es. Mi pueblo es una cosita pequeña en comparación.

Tomo mis maletas y entro al edificio, reviso en mi teléfono una vez más las indicaciones que me mandaron a mi correo, y en donde me avisan que una tal Cindy Quiñón estaría esperándome en recepción, pero no hay nadie.

Decido seguir avanzando hasta el que se supone es mi departamento, quizás ella esté esperándome ahí. Tomo el ascensor y subo hasta el piso ocho que parece ser el último. Al salir de este noto que en el piso hay tres puertas, una de ellas con el número 28. Camino hasta ella y toco, quizás la chica está dentro.

Escucho cómo alguien camina dentro, y luego se quitan unos cerrojos. El traqueteo de la puerta me pone ansiosa. ¡Qué nervios, un nuevo lugar para vivir! Entonces la puerta se abre y oh sorpresa.

—¿Tú? —preguntamos ambos al mismo tiempo.

—¡Bienvenida, Karina Rivera! —dice en un perfecto español la chica que mis empleadores enviaron—. Pasa, pasa...

El desconocido abre la puerta ante la invitación de Cindy, así que entro. Quizás él también está aquí para darme la bienvenida, ¿o no? Noto que sus maletas yacen en la entrada tal como ahora dejo las mías.

—Gracias... —respondo extendiendo mi mano para saludarla.

Veo el sitio rápidamente y es tal como venía en las fotos, incluso se ve más espacioso.

—Qué alegría que ambos estén aquí, creí que llegarían juntos —su comentario nos deja al desconocido y a mí extrañados—. Estaba por preguntarte Kenneth, por tu esposa.

La cara del hombre a mi lado pasa de confusión a gracia en un segundo.

—¿Ella, mi esposa? ¡Jamás! —suelta la risa—. Apenas la conocí en un vuelo —explica entre risas y eso me molesta, ¿tan mal partido podría ser?

—Él tiene razón, no nos conocemos —explico de una manera más civilizada—. Solo nos encontramos en un vuelo acá.

Cindy se nota contrariada y va hacia la mesa por lo que parece una bitácora.

—Imposible, aquí —señala la hoja y lee en voz baja—. Ambos esposos, contratados, mismo departamento, alquiler pagado por un año. Traslado: vía aérea, salida de Culiacán a Tijuana, de ahí a San Diego en vuelo a Chicago, Karina Rivera y Kenneth Rexroth.

La risa del nombrado Kenneth se borra y prácticamente le arrebata la bitácora para leer.

—¿Pero de dónde diablos han sacado tal información? —pregunta ahora sí, molesto—. Sí, por lo visto, nos compraron boletos en la misma aerolínea, pero no somos esposos.

La chica le arrebata de nuevo la bitácora y busca unos documentos más adelante.

—Aquí —señala una solicitud de trabajo—. Dice que Karina Herrera viajaría acá con su marido. Y en tu solicitud dice que tu estado es casado. Ambos la enviaron el mismo día, y quizás hubo una confusión, pero ambos la mandaron casi a la misma hora.

Veo a Kenneth, y él me ve a mí.

—Esto es un error —destaco molesta—. Yo puse que estaba próxima a casarme; aun así, no me casé, menos con él —señalo "al ya no tan desconocido", de la misma forma en que él lo hizo hace un par de minutos—. ¿Habrá una manera de solucionar esto?

Cindy nos ve sumamente apenada y niega con la cabeza.

—El edificio lo rentamos para todos los empleados de la compañía —señala una imagen en su bitácora—. Como ven, les dejamos el más espacioso a ambos, dado que creímos eran recién casados, además la renta ya fue pagada por todo un año de su contrato.

—¿Y no hay la posibilidad de intercambiar con algún otro empleado del lugar? —pregunta Kenneth a la mujer de ya casi poca paciencia ante nosotros—. Digo, más de uno querrá compartir más espacio conmigo.

—¿Contigo?, ¿y por qué conmigo no? —pregunto contraatacando—. Mejor yo que tú, seguro la pasarán mejor conmigo que con un cascarrabias como tú.

—¿Eso piensas? —se ríe burlándose—. Seguro que cuando te conozcan deciden ir a buscarme para pasar un buen rato.

No me conoce y se atreve a juzgarme...

—¡Paren ya! —exige Cindy separándonos, no me había dado cuenta de que nos habíamos acercado tanto, bueno sí, pero estoy enojada—. El contrato ya está firmado, ambos se quedarán a compartir departamento por un año, bien pude haberles ayudado, pero me lo han puesto fácil.

—¿A qué te refieres? —pregunto, pues, me ha llamado la atención lo último que ha dicho.

—Es difícil poner compañeros en un mismo departamento dado que las relaciones amorosas entre empleados está prohibido, buscarlos a una o un compañero es sumamente difícil, ya que todos están emparejados con personas de su mismo sexo o sexo contrario, según sea sus preferencias sexuales —explica dejándonos boquiabiertos—. El que según nosotros ustedes estuvieran casados, era una forma de experimentar esta nueva política, pero bueno, dado que no lo están hubiera tenido que buscarles otros compañeros de habitación. Sin embargo, me acaban de demostrar que no se pueden ni ver, así que suerte —ella deja un par de llaves sobre la encimera de la cocina y se aleja, justo cuando abre la puerta para salir se detiene—. Solo no se maten, ah y bienvenidos a su nuevo hogar.

Ella cierra la puerta tras de sí, dejándonos molestos, confundidos y sin decir más... hasta que recuerdo las habitaciones, recuerdo las imágenes que me mandaron y sé a qué habitación correr.

Aun con mi bolso en mano corro hasta la habitación del fondo.

—¡La mía es la más grande! —grito mientras avanzo a ella.

—¡No te vayas a caer, no más! —dice riéndose.

Entro a la alcoba y me percato de que es tal y como en las imágenes, solo que unas colchas distintas.

Cierro la puerta y me recuesto en la cama dejando mi bolso a un lado, saco mi móvil y mando un mensaje al aquelarre de brujas que tengo como amigas.

Kari_3:36 p.m.

He llegado a Gringolandia. Ya estoy en mi nueva habitación. Por cierto, según la empresa estoy casada.

Diana_2:36 p.m.

¿Del maldito del cucaracho?

Natalia_2:37 p.m.

Ah, no juegues ¿Cómo qué casada?

Manda fotos del viaje.

Kari_3:37 p.m.

Casada nada más y nada menos que con mi Roomie.

Laura_2:37 p.m.

Espera... ¿Qué?, ¿quién es el Roomie?

¡Manda fotos mujer!

Kari_3:37 p.m.

Hay... no tengo fotos de él... aún.

Pero se llama Kenneth Rexroth.

Micaela_2:38 p.m.

Aquí el FBI buscando... gracias por su espera.

La forma en que se comportan me da una tremenda alegría, aligeran estos nervios que me cargo. Aprovecho el momento para ir por mis maletas y dejo mi teléfono sobre la cama, mientras el aquelarre busca información del roomie.

Camino por el pasillo percatándome que el baño yace cerrado y la habitación del machito está abierta. Llego a la entrada y cuando tomo las maletas y regreso me doy cuenta de que la puerta del baño ahora está abierta al igual que la de mi habitación.

¡Maldita sea! Ando lo más rápido que puedo arrastrando las maletas hasta abrir por completo la puerta de mi cuarto.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto al verlo parado frente a la ventana.

—Solo quería comprobar que si fuera más grande —dice sin mirarme.

—¿Y? —inquiero acomodando mis maletas sobre la cama.

—Lo es, pero yo tengo mejor vista —presume girándose a mí, luego señala mi teléfono—. Si querías fotos mías, podrías haberlas pedido.

No, no abro los ojos como platos, pero sí algo parecido. ¡Merde!

—Este... no te estoy stalkeando —me defiendo—. Solo les dije quien era mi insufrible compañero de departamento... ¿Y tú que haces revisando mi teléfono?

—Era imposible no verlo si lo primero que encuentro al entrar, es tu teléfono encendido con una de mis fotos en la pantalla, pero no te preocupes. No lo leí, solo me causó curiosidad —dice sin más y sale de mi habitación y luego grita de afuera—. Te dejaré mi número anotado en la pizarra, saldré y no sé a qué hora volveré.

—Vale —digo, que considerado avisar que saldrá. Como si me importara.

Al cabo de unos minutos escucho movimiento fuera del cuarto y luego que cierra la puerta, una vez que todo queda escueto salgo a recorrer la casa. En efecto, hay una pizarra en la heladera, ni me había percatado de ella, me acerco y leo lo que ha puesto.

Para la Stalker:  +01 312 4589 56358

Agendo su número y luego tomo una foto de ello con mi móvil. Voy a WhatsApp y le mando la foto con un emoji de un dedo medio y la frase "que no te stalkee". Aviso a mis padres que ya llegué, así como a mi hermana, les mando fotos del viaje al aquelarre, a mi grupo de chat con la familia y luego apago el teléfono para cargarlo. Lo sé, mala costumbre, pero creo que así carga más rápido.

Es de noche cuando me da hambre, el roomie no ha vuelto y ni sé si me respondió o no. Pero eso da igual, mañana es mi primer día de trabajo, así que no me puedo poner a turistear.

Enciendo mi teléfono e ignoro los mensajes de todos. Voy a la app de Uber eats y pido una hamburguesa para cenar. Me doy una ducha en lo que espero cuando escucho que abren la puerta, cuando salgo encuentro al roomie sentado en la sala común con una botella en mano. Está borracho.

—¿Estás bien? —pregunto con precaución. Capaz es un loco y yo ni enterada.

—Lo estaré cuando me vaya a dormir —dice poniéndose de pie. Cuando camina trastabilla y se le cae la botella al piso—. Perdón, yo, yo limpio mañana.

Kenneth arrastra las palabras, pero no se me acerca, mantiene su distancia y va derecho hasta su habitación, en cuanto cierra la puerta suelto el aire que no sabía contenía. Espero que estas escenas no se repitan, si no, tendré pedir un cambio de roomie. Aunque este guapo y todo lo que quieran, no me quiero exponer a un alcohólico y loco.

En la app suena que mi pedido está en la puerta, así que abro, en efecto, el repartidor ya lo ha dejado ahí, lo que hace todo más fácil. Pagando con la tarjeta me evito la pena de interactuar.

Tomo mi comida y luego de recoger los vidrios y limpiar, me pongo a cenar en mi habitación. Cuando termino me lavo los dientes y vuelvo a la cama, pongo la alarma y me pongo a ver una peli. No sé en qué momento me he quedado dormida, pero es un llanto triste y lejano el que me despierta.

—Por qué, Mandy... por qué tú —escucho el lamento y un gemido... no sé quién sea Mandy, pero sí reconozco la voz de Kenneth.

Quisiera ir a consolarle, pero me parece algo muy íntimo y no nos conocemos. Me pongo mis audífonos que saco de la maleta y no sé a qué hora me quedo dormida, pero son sus manos moviéndome del hombro los que me despiertan.

—¡Te quedaste dormida, Stalker! —grita y me percato que sigo con mis audífonos puestos, me los quito entre que despierto y no—. Llegas tarde...

No termina de hablar cuando me pongo de pie, maldita sea. Tomo mi teléfono y veo que faltan quince minutos para las ocho. No alcanzaré a llegar, ni aunque me maquille en el camino.

—¡Me hubieras levantado antes! —exclamo tomando mi ropa que aliste un día anterior, él muy maldito solo se ríe—. ¡Salte!

—¿Cómo dicen en México? —piensa por un momento—. Ah, sí, limosnera y con garrote. Todavía que te despierto me regañas.

Le tiro con mi pantufla y este la esquiva para levantar ambos brazos.

—Vale, te veo abajo en cinco —dice y cierra la puerta. Estoy por decirle que se largue, pero me detengo—. ¡Ya viene el taxi, apúrate!

—¡Voy, voy, no presiones! —grito para que me escuche y luego bajo la voz—. Luego que me hace desvelarme con sus llantos...

Me cambio rápido y me pongo mis mejores ropas. Me aliso el pelo lo más rápido que puedo y me hago una coleta. Tomo mi bolso de maquillaje, mi móvil y mi maletín de trabajo con mi portátil dentro. Estoy por salir de la habitación cuando recuerdo el maldito cargador, debo comprar otro móvil o me quedaré varada un día de estos.

—¡Apúrate! —grita Kenneth desde la entrada.

Se puede decir que casi corro, pero con personalidad.

—Te hubieras peinado, al menos —sugiere haciendo que dude de mi presentación, cuando estoy por regresarme me detiene—. Es broma, vámonos...

Abre la puerta y salgo con él siguiéndome los pasos, no sé si puso llave o no a la puerta, pero entonces recuerdo... no tengo mis llaves, ni mi cartera. Maldita sea.

—¡Espera, dejé las llaves y cartera! —digo alarmada y frenética.

—Vamos... de todas formas hoy iremos y regresaremos juntos, y por dinero no te preocupes, yo te presto —dice apurándome—. Solo no quiero llegar tarde hoy.

—Ni yo —concuerdo al menos en eso con él.

¡Milagro!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro