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2. ¡Bienvenida a Gringolandia!

Un año después...

Sufrir mi primera decepción amorosa consideraba que sería llegar a lo que se supone es el fin del mundo, sin embargo, no fue así. ¿Por qué? No lo sé, mis amigas dicen que es porque no amaba al cucaracho tanto como pensaba, que era más bien la idealización del amor o de lo que yo esperaba daría como resultado la institución del matrimonio. Llegar virgen a mi noche de bodas era algo que yo me había propuesto, no porque alguien me lo impusiera sino porque era algo que yo así había decidido. Al igual que envejecer con el hombre al que yo le diera mi tesorito

Como dije, fui ilusa. Desde aquel día me he enfocado en mí, en los planes y sueños que tengo a futuro, pero principalmente largarme del pueblo. Soy la comidilla de la gente, el mitote de las doñas que salen a platicar en las tardes de calor y los murmullos de los señores cuando me ven pasar.

Nunca antes me había importado que hablasen de mí porque sabía que no había un fundamento para sus chismorreos. Hasta hoy.

Nací en un pequeño pueblo al sur de Sinaloa, siempre fui inteligente, lo que me aseguró unas becas para estudiar fuera del estado en una de las mejores universidades de Monterrey. Mis vacaciones eran un ir y venir, en uno de esos viajes conocí a Ramón, originario de un pueblo cercano al mío. Tres años de noviazgo, tres años invertidos en nada, salvo en el aprendizaje de no confiar fácilmente en quienes te dicen «Te amo, o Te quiero».

Desde el día de mí no boda, no he vuelto a ver a Ramón o Míriam. Lo último que supe es que ella quedó embarazada de él y que este se peló al otro lado con un primo. Solo puedo decir que el karma its a bitch.

Yo por mi lado he preparado todo para irme a Chicago, había perdido mi oportunidad de irme después de aquel desastre y perdí la oferta de trabajo. Sin embargo, después de meses de tocar puertas y mandar currículos, logré conseguir trabajo en una agrícola como gerente de recursos humanos. Uno de mis más grandes sueños es conocer «la ciudad de los vientos» y camuflajearme con la ciudad.

El día tan anhelado llega, y mi familia me acompaña a tomar mi vuelo a la ciudad de Culiacán.

—Hija, ¿llevas tu cargador? —pregunta por milésima vez mi madre.

—Sí, mamá... ¿Sigues nerviosa? —inquiero cuando veo que una vez más abre mi bolso para ver que no me falte nada.

—Un poco, sí —Me abraza fuerte—. Te voy a extrañar, retiharto, mi niña.

—Yo a ustedes, mamá —digo estrechándola entre mis brazos—. No te preocupes, yo les estaré llamando siempre.

—Ta weno, mija —dice alejándose de mí y dejando que mi padre y hermana me abracen también—. Dale la bendición, Pancho.

Mi padre asiente con la cabeza y me persigna.

—Emiliano y Patricio no alcanzaron a venir porque algo pasó en Durango, pero dicen que cuando llegues les mandes mensaje y ellos se comunican —informa Karla a mis padres y a mí.

Yo asiento con la cabeza y me dispongo a irme.

—Bueno, familia hermosa, es hora de partir —digo tomando mi bolso y poniéndolo en mi hombro para luego tomar mis maletas—. Tengo que documentar las maletas...

Por nuestro lado pasa un hombre que no nos deja indiferentes a mi madre, Karla y a mí. Se puede decir que es un Cavill reencarnado en México.

—Podrían dejar de ser tan obvias —nos regaña mi padre haciendo que las tres giremos nuestros rostros verlos—. Ten hija, babeas un poco.

Su burla nos hace reír, mi madre algo le dice, pero yo de nuevo me volteo para seguirlo viendo. Cuando está por cruzar las puertas de la entrada mueve su rostro donde nosotros y me guiña un ojo.

¿Guapo? Sí. ¿Pretencioso? Ni se diga.

Pongo los ojos en blanco y regreso mi atención a mis padres. Después de volver a despedirme, tomo las maletas y me dirijo a documentar mis maletas en la terminal. Mientras espero a que nos llamen a embarcar, saco mi móvil y envío mensajes a mis amigas despidiéndome y prometiendo volver para Navidad, que eso será justo en diez meses.

Siento una mirada, eso hace que alce la vista y lo veo. Es el hombre atractivo que llamó nuestra atención en la entrada. Vestido de Jeans, una cazadora y botas que parecen muy caras, me observa atento, sentado al frente de mí.

Su mirada escudriñadora hace que regrese mi atención al móvil. Siento cómo mis mejillas se ruborizan, no sé si sentirme incómoda o alagada... o mejor con miedo. Al cabo de unos segundos me percato que se levanta y es cuando me doy cuenta, nos llaman a abordar.

«¡Dios santo! Va en el mismo vuelvo que yo»

Aprovecho que camina delante de mí y le tomo una foto de espaldas para enviársela a mis amigas antes de que tenga que apagar el teléfono. Meto el móvil a mi bolso y de inmediato siento cómo este vibra con la entrada de cada mensaje.

Ya me imagino lo que estas pervertidas han de estar escribiendo en el chat. Una vez pasado el proceso de abordaje subo al avión buscando mi asiento en la clase económica, ya que será un vuelo corto de Culiacán—Tijuana. De ahí pasaré por el puente CBX a Estados Unidos.

—Fila quince a —murmuro observando mi boleto y las guías encima de los asientos—. Doce... trece... catorce... maldición.

El espécimen clon de Cavill yace en mi fila en el asiento junto al mío. No sé si decir "bendita casualidad" o un "trágame tierra". Él alza la vista de sea lo que fuera que veía en su teléfono y me ve queriendo pasar y entonces sonríe.

—¡Hola! —saluda en un español mocho, es gringo, claro. ¡Tenía que ser!

Entonces me quedo muda, cuál campesina ante un papucho como este.

—Este, ese es mi asiento —logro articular.

Él reprime una sonrisa y se mueve para que yo pase. Dejo mi maleta pequeña en el portamaletas y espero que se mueva hasta que por fin entiende y se levanta para que yo pase. Cuando sale del asiento pasa por mi lado y me llega su aroma.

—Gracias —digo pasando y acomodándome en mi lugar.

Él se sienta a mi lado y de nuevo siento cómo es que se ríe. ¿Qué tanto le causa gracia?

—¿Se puede saber que le provoca tanta sonrisita? —inquiero confrontándolo.

Tenerlo de frente no hace más que provocarme más nervios. Definitivamente, la belleza puede llegar a ser tan intimidante. Noto como se da cuenta de su actitud y frunce el ceño para luego girarse a mí teniéndome ahora frente a frente. Sus ojos son grises.

—Me recordaba a algo que presencié hace tiempo y primero sospechaba que usted era esa persona, pero luego cuando la vi de nuevo no pude, sino comprobar que si es usted. Recordé su risa y bueno, digamos que me río con usted, aunque unos cuantos meses después —confiesa en su no tan bien pronunciado inglés y comprendo a lo que se refiere.

«Maldito sea el momento en que comencé a transmitir ese en vivo» No puedo culpar a nadie más de mi humillación pública, cuando fui yo la que le dio a transmitir en vivo en el maldito Facebook.

Hasta el día de hoy tuve que cerrar esa cuenta y hacerme otra para mantener mi anonimato en redes.

—Me alegra saber que le causa tanta risa como a mí, en ese momento —digo con sarcasmo—. Y en efecto, ha llegado tarde a la diversión, de eso hace mucho.

—No la culpo, con ese chiste de miembro hasta yo me reiría —menciona divertido, pero no me causa gracia—. Considérese afortunada, puede disfrutar de su vida sexual con mejores miem... con mejores personas que su ex.

Discutir mi vida sexual con un desconocido «aunque demasiado guapo», en un avión, no es algo que me interese.

—No se confunda... ¿Señor? —me burlo—. El tamaño es lo de menos, mientras lo sepan usar.

Mi ceja alzada no hace más que poner énfasis en que realmente soy una experta en el tema, aunque no sea así.

—Algo de razón hay en eso —admite pensativo—. Pero no hay peor vergüenza para un hombre que se rían del tamaño de su "amigo", creo que lo merecía. Solo eso.

Asiento con la cabeza y mientras escucho que nos dan instrucciones por el altavoz me abrocho el cinturón y apago el móvil. No digo más y solo me dedico a ver por la ventana. El desconocido a mi lado de igual manera permanece en silencio y se pone a leer un libro que me parece conocido.

Mientras estamos en el cielo me permito imaginar todas las posibilidades que puedo tener al vivir en EUA. Incluso mentalmente me hago cuentas pensando en la cantidad que puedo mandar a mi madre con el sueldo que la compañía me ha prometido. Al menos no debo preocuparme por dónde he de vivir, la empresa me ha alquilado una habitación en un departamento que tienen para empleados. La renta es baja comparada con otros lugares de la ciudad y el lugar queda relativamente cerca de mi nuevo empleo.

Luego de reflexionar un poco más en eso, me permito observar al hombre junto a mí, ha de andar en sus treinta y tantos años. No se ve muy mayor, pero tampoco se ve de veinticinco como yo. Su barba yace recortada y aunque es muy guapo, resalta a la vista que portaba un anillo de matrimonio. Aún tiene la marca en su dedo anular.

Puede ser un infiel, un divorciado o solo tengo ideas en mi cabeza. Me dejo ir con ellas cuando caigo dormida, es la azafata quien me despierta cuando aterrizamos en Tijuana. No sé cómo es que me he dormido, no me quise quitar el cinturón por miedo, pero cuando despierto, el desconocido ya no está.

Ahora sí, estoy lista para mi aventura en Gringolandia. 

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