Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

19. Devorar con la mirada

El cuerpo de Kenneth es cálido; su temperatura y su abrazo me calman. Sentirlo es algo familiar, o no sé qué es esto. Siento todas las emociones a flor de piel, mezcladas y a veces un poco confundidas.

No tardé mucho en conciliar el sueño. Caigo rendida en los brazos de Morfeo, que me abraza y me siento a gusto. Es como si hubiéramos hecho esto cientos de veces. Sin embargo, pienso y me parece curioso que, a pesar de que salimos, solo hemos dormido juntos dos veces y nunca hemos tenido sexo. No sé si eso sea un punto extra, tal vez soy demasiado recatada.

La verdad, ahora que lo pienso, no me perdí mucho con Ramón. Aun así, en mi mente y en mi corazón, aún siento algo por él.

El sueño me vence, pero es el calor de Kenneth lo que me despierta. Me remuevo entre sus brazos, intentando liberarme, pero es en este momento cuando lo siento: la dureza del miembro entre sus piernas.

¡Santo cielo, si así está dormido, ahora imagínense activo! Me sonrojo de solo pensarlo y a la vez me regaño mentalmente por andar pensando en esas cosas.

Él es algo nuevo para mí, bueno, recientemente. Me preocupa no poder controlar mis instintos con él, como lo hice con Ramón. Me aparto solo un poco de su abrazo y giro para mirarlo de frente. Su nariz recta y afilada, sus labios ligeramente carnosos y su mentón cuadrado, sus pestañas espesas y hoyuelos coquetos, no dejan nada a la imaginación.

Es el maldito hombre perfecto que toda mujer desearía tener.

Me pregunto con cuántas mujeres estuvo antes de mí. No debería importarme, pero siento una punzada de celos al pensar en ello. Al fin y al cabo, es mi prometido, del cual por cierto no siento nada más que una admiración física. ¿Y cómo no hacerlo si es un papacito?

Escucho ruido fuera de la habitación. Me imagino que ya debe de ser de día porque mis papás están haciendo algo. Ahora intento nuevamente salir de su abrazo y, por fin, cuando pienso que lo he logrado, Kenneth se despierta.

—Buenos días, dormilona —dice con una sonrisa.

—Buenos días a ti también —digo con una sonrisa en mis labios.

—¿Qué haces? ¿A dónde vas? —pregunta.

No le respondo de inmediato. Tenerlo tan cerca y mirándome fijamente con esos ojos azules tan penetrantes, me desconcentra por un momento.

—Creo que mis padres ya se han despertado y no quiero que entren aquí —explico brevemente.

—No te preocupes, la puerta tiene seguro, ellos no vendrán —no encuentro qué responder, así que solo balbuceo un poco.

—Está bien —murmuro.

Estamos tan cerca, él no ha dejado de abrazarme. Esta situación es tan íntima que me pongo nerviosa.

—¿Pudiste descansar? —me pregunta, y tardo un poco en responder. Ciertamente lo hice, pude dormir finalmente, ya que en los días anteriores no había podido.

—Sí, gracias. Pude descansar un poco. Creo que es el efecto de la cama, es muy cómoda —miento, porque la verdad es que no es la cama, fue Kenneth.

Él me mira con humor.

—El efecto de la cama... De acuerdo, me alegra no tener que ser responsable de tu buen descanso —musita sonriendo. Su mirada y su sonrisa son coquetas.

Dios santo, tengo que salir de aquí. Me levanto de la cama y me pongo de pie junto a ella.

—Bueno, iré a ver cómo están mis padres. Te veo afuera —explico, me quito la liga de mi muñeca y levanto los brazos para hacerme un moño improvisado. Kenneth me queda mirando fijamente. Me doy cuenta de que sus ojos recorren mi cuerpo, noto que mis pezones están erectos y que, al levantar los brazos, la playera de él ha quedado exponiendo parte de mi ropa interior.

—No seas bobo, deja de mirarme —lo regaño—. Sé que soy exquisitamente apetecible, pero cierra esa boca —Kenneth se sonroja cuando señalo eso con amor—. Eres todo un don Juan, Kenneth Rexroth.

—No piensas salir así, ¿verdad? —inquiere con un poco de molestia en su tono de voz.

—Pero, ¿qué tiene de malo? —son solo mis padres.

Kenneth se toma un momento para responder y luego se rasca un poco la cabeza.

—La verdad es que se transparenta casi todo —confiesa con una sonrisa pícara.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? Te digo, eres todo un don Juan.

Kenneth comienza a reír y, poniéndose de pie, camina hacia su armario.

—No tengo la culpa, tú fuiste la que tomó mi playera.

—Tú no piensas salir así, ¿verdad? —le pregunto cuando noto que se dirige hacia la puerta de la habitación.

—¿Por qué lo dices? —voltea a verme de forma extraña, ya que le pregunté lo mismo que él a mí hace un momento.

—Te lo digo porque tienes una protuberancia ahí abajo —confieso, y suelta una carcajada.

Kenneth mira hacia abajo entre sus piernas y se da cuenta de lo que estoy señalando.

¡Santo cielo, que diosito me agarre confesada!, porque este hombre me va a terminar matando de las ganas.

Kenneth se cubre y me mira, no sé qué está pensando, pero verlo de esa manera solo provoca que mi mente divague.

—Mejor me voy a la ducha antes de que sigas devorándome con la mirada.

—Si ni siquiera te estoy devorando con la mirada —aclaro, fingiendo molestia.

—Sí, sí lo estás haciendo —dice mientras toma su ropa—. Pero no te preocupes, no me molesta. Después de todo, eres mi prometida.

Escuchar eso de sus labios enciende mis mejillas. Él sale de la habitación dejándome con un torbellino de emociones y un caos de pensamientos. Kenneth es todo lo que una mujer quisiera tener, al menos en apariencia.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho y salgo directamente hacia mi habitación. Como imaginé, mis padres no están ahí. Busco entre mi ropa algo para ponerme.

Encuentro una playera que me resulta familiar, una blusa de color aguamarina que ya he usado antes. La recuerdo, la compré en Cancún.

Un dolor de cabeza me atraviesa y un mareo repentino me golpea. Me siento en la cama y me quedo ahí durante un largo tiempo hasta que Kenneth entra, visiblemente preocupado.

—¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? —pregunta con preocupación.

—Nada... solo que vine por ropa y encontré esta playera... quisiera recordar más, pero lo único que sé es que la vi y la compré en una tienda en Cancún. Después de eso, me empezó un dolor de cabeza —explico con las ideas entrecortadas—. Me gustaría poder recordar más, pero no puedo. He intentado hacerlo, pero es malo, no logro recordar nada más.

Kenneth me observa con evidente preocupación.

—Tranquila, no te preocupes. Poco a poco irás recordando todo lo demás, solo es cuestión de tiempo —asegura, sentándose a mi lado y abrazándome.

Me recuesto en su hombro y noto su preocupación.

—Mejor ven, vamos para que te duches.

Él toma la ropa que ya he sacado y se da cuenta de que falta ropa interior. Se acerca a mi armario y saca un par de prendas, lo cual me hace reflexionar sobre lo íntimo que es eso. Parece conocerme muy bien, sabe más de mis cosas incluso que yo misma.

Después de tomar lo que me falta, Kenneth toma mi mano y camina junto a mí. Nos dirigimos por el pasillo, pero nos encontramos con mis padres.

—Buenos días, tórtolos —saluda mi mamá.

—Buenos días, madre —respondo—. Buenos días, papá.

—¿Qué tienes? —pregunta mi padre al ver mi semblante decaído.

Considero si contarles todo o solo decirles algo, no quiero darles falsas esperanzas de que he recordado todo.

—Nada grave, solo he tenido dolor de cabeza y me he mareado un poco, pero ya estoy mejor —explico sin dar más detalles.

Siento la mirada de Kenneth, me observa e inmediatamente comprende lo que estoy haciendo.

—Me daré un baño, si no les importa.

—Ay, hija, esperamos que todo mejore. Ya verás que sí. Dinos qué quieres desayunar para ir preparando algo —dice mi madre.

—Lo mejor es que salgamos a desayunar —dice Kenneth—. La verdad es que no hay nada en casa y necesitamos comprar algo de despensa. Solo déjennos que Karina se bañe y nos ponemos de acuerdo.

—Claro, hijo, claro —comenta mi padre.

Escuchar a mi papá llamar hijo a Kenneth me sorprende. Nunca, que yo recuerde, le llamó así a Ramón.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro