17. Mariposas
No podía creer lo que veía.
—¡Karina, él no te merece! —decía Micaela.
—¡Es un patán! —dijo Natalia.
Le arrebaté el teléfono a Kenneth y reproduje el video de nuevo.
—Hija, no te hagas más daño —pide mi madre preocupada—. No lo veas de nuevo. Eso te pondrá mal como aquella vez.
La veo de repente, pues ha captado mi atención al decir que como aquella vez.
—¿Por qué? ¿Qué hice? —inquiero preocupada.
Todos se miran, pero nadie dice nada. Mis amigas de pronto guardan silencio.
—Tienes que llegar al final el video —menciona Kenneth.
—Lo que vi fue más que suficiente —aclaro con dolor.
—No lo es, míralo, confía en mí —pide de nuevo.
Así que hago lo que me sugiere. Veo cómo grabo la entrada a la habitación y como es que encuentro a Míriam y Ramón diciendo obscenidades mientras se la coge. Aparto la mirada con asco.
—Tienes que mirar, si no, no sabrás lo que te perdiste —declara Kenneth riéndose.
La forma en que actúa y el cómo lo dice me dan curiosidad, así que vuelvo la vista al video. Le grito que es un maldito desgraciado, él se pone de pie y entonces lo veo.
Recuerdo que me presionaba para tener sexo. El guardarme para el matrimonio era algo que yo quería por convicción propia. Muchas veces me presionaba para que cediera a su "gran encanto"... pero oh dios mío. Ahora entiendo por qué comencé a reírme como loca. Y lo que vino después...
Santo cielo. Todo fue una locura.
El video se corta y con algunas lágrimas amenazando por salir de mis ojos le regreso el teléfono a Kenneth. Escucho el murmullo de mis amigas preguntando qué digo. Pero no tengo palabras.
Aprieto los labios mirando al hombre frente a mí. Guapo, caucásico, pelo negro, mirada color zafiro, mentón partido y mandíbula cuadrada, con una sonrisa que puede lograr que me saque la tanga en este mismo momento, lo que me hace replantearme el motivo por el cual no debo llorar por Ramón.
Me limpio las lágrimas muy dignamente y suelto una risa.
—Ese hombre fue un hocicón, hablador, pendejo, bueno para nada y ella... —camino de un lado a otro, encabronada con ella—. Es una...
—No vale la pena que te desquicies por esas personas —dice mi padre interrumpiéndome—. Ellos pasaron a la historia hace un año. Deberías seguir con tu vida y vivir feliz.
—Tiene razón, papá, no valen la pena —me siento y me llevo las manos a la cabeza—. Quiero cenar.
En ese momento el timbre del departamento suena y Kenneth camina a la puerta para recibir el pedido, me deja su teléfono y me despido de mis amigas prometiendo volver a hablar con ellas. Aprovechando que me quedo sola con mis padres, los interrogo.
—¿Me pueden decir si ese hombre es confiable? —pregunto a mis padres. Estos se miran sin saber qué decir—. ¿No lo conocían?
—Sí, un poco —responde mi madre sin ahondar en el tema—. Vayamos a cenar.
Se aparta de donde estamos y me quedo sola con mi padre.
—¿Lo amo? —pregunto con muchas ideas yendo y viniendo en mi cabeza.
—No lo sé, pero creo que podrías descubrirlo —fórmula él dándome una palmada en mi hombro—. Vayamos a cenar. Anda.
Sigo a mi padre y me siento con ellos a la mesa.
Todo es tan raro, tan bizarro.
—Aprovechando que por fin les veo de nuevo —dice Kenneth—. Me gustaría que me contasen un poco sobre la infancia de Karina ¿Siempre ha sido así de terca? —inquiere rompiendo el hielo.
—Yo no soy terca —difiero con seriedad.
Mi madre y mi madre comienzan a reírse.
—Entonces ya la conociste realmente como es —dice mi padre.
—Nunca ha sido diferente conmigo —responde él.
Me pregunto cómo fue que nos conocimos. Y porque es que dice que soy terca.
—Siempre ha sido ella misma, tiene emociones muy fuertes. Si está enojada, lo expresa sin problema, si está interesada, también. Si quiere algo lo pide sin dudarlo. No le gusta perder el tiempo y le gusta ordenar —sigue contando él mirándome fijamente—. Creo que, hasta ahora, es la mujer más auténtica que conozco.
Siento que mi rostro arde. Tengo poco de conocerlo, pero él parece que me conoce de toda la vida.
—Wow... en verdad ha sido ella misma —revela mi madre—. Eso es algo nuevo. Con Ramón siempre fue sumisa... por así decirlo.
—¡Mamá! —la regaño y ella se ríe.
—Cuando era niña, ella solía dar clases a los demás niños del pueblo luego de la escuela. Los sentaba fuera en el jardín, debajo de un árbol y les ordenaba que hacer y como hacerlo. Mientras fue creciendo nunca cambio hasta que conoció a Ramón —cuenta ella—. Él siempre supo cómo manipularla, por eso, es que no queremos que vuelvas a México —dice finalmente sus intenciones—. No queremos que los viejos sentimientos por él afloren de nuevo y termines creyéndole y de nuevo te encuentres destrozada.
«¿Por qué querría volver a arriesgarme teniendo a un prometido de este calibre frente a mí?» Me pregunto mentalmente, pero no digo más.
—No sabía que había cambiado tanto —confieso con un poco de tristeza cuando noto que todos se quedan callados—. Pensé que seguía siendo yo misma.
—El amor nos hace idiotas —suelta, Kenneth de repente.
Pero su mirada está perdida, piensa en algo mientras lo dice.
—Así es —confirma mi padre—. Bueno, la cena estuvo muy rica, pero ya estoy cansado. ¿Cómo vamos a dormir? —inquiere poniéndose de pie.
—Supongo que lo más conveniente es que nosotros durmamos en la cama de Karina —dice mi madre sorprendiéndome—. Ya sabes que tu papá está lastimado de la espalda.
—No hay problema—dice Kenneth—. Ustedes tomen la cama de ella, Karina, tu toma la mía, yo puedo dormir en el sofá.
—¡Por supuesto que no! —niega mi madre de repente—. Tienen que dormir juntos, si no ¿Cuándo me darán un nieto?
—¡Mamá!
—¡Martina!
—¡Suegra!
Expresamos todos al mismo tiempo haciendo que mi madre se ría.
—Buenas noches a todos —dice caminando de vuelta a mi recámara.
—Bueno, ya dijo la mujer, buenas noches —se despide mi padre siguiéndola.
Nos quedamos Kenneth y yo parados en el comedor solos, mirándonos sin saber qué hacer.
—Entonces... durmamos juntos —declaro y él sonríe—. Ah, es lo que esperabas oír —afirmo y él solo mueve los hombros.
—Para qué te digo que no, si sí.
Tomo su mano y él se sorprende.
—Perdón —pido con timidez.
—No lo hagas, somos prometidos... esto es normal.
Me guía hasta su recámara y entonces noto que las mariposas están revoltosas en mi interior.
Maldita sea... me gusta este hombre.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro