16. Amigas viejas
Ayer, estaba tomando café en la cafetería de la universidad, recuerdo perfectamente el momento en el que le mandé mensaje a Ramón para saber si nos veríamos el fin de semana y él dijo que no, pero que vendría entre semana a visitarme.
Eso me emocionó. La boda era algo que estaba esperando con muchas ganas. El vestido que había elegido, era parecido al de la princesa Diana. Excepto por las mangas. Las mías eran más simples. Quería algo clásico y sencillo.
Me pregunto por qué es qué no me casé. Realmente tengo muchas preguntas en mi mente. Una es que me gustaría recordar al bombón con el que dicen que estoy prometida. No puedo negar que es guapísimo. Si ponemos en una escala del uno al diez a Ramón y Kenneth, Ramón es un -3 y Kenneth y un 24.
Escucho como mis padres se susurran pero los ignoro. Yo estoy conociendo mi alrededor, lo que hay en esta habitación.
—Mamá, ¿Y las chicas?, ¿aún somos amigas? —pregunto refiriéndome a mis mejores amigas. El aquelarre de brujas, nos hacemos llamar—. ¿Ya saben lo que me pasó?
Mi papá la mira de reojo, pero no dice nada.
—Si —afirma mi madre—. Ya les dijimos y esperan que les avisemos como evolucionas. Te mandan decir que esperan que pronto recuperes la memoria.
—¿Me podrías pasar el número de Myriam? —inquiero buscando entre mis cosas mi teléfono.
Por laguna razón la reacción de mi mamá no es la mejor.
—Ella ya no es tu amiga —aclara tajantemente—. Por favor, no quiero hablar de ella.
Me molesta un poco la actitud de mi mamá, ella no es así. Pero me sorprende que sea tan esquiva.
—Está bien, pásame el de Natalia, al menos —sugiero, pero ella hace una mueca—.¿Por qué haces esa cara? ¿Paso algo de lo que no quieras que me entere?
—Sí... y hasta que no sepamos cómo decírtelo, agradecería mucho que nos dejes hablarlo antes —pide ella saliendo de la habitación.
—Hablaré con tu mamá —dice mi padre saliendo tras ella para que yo no lo interrogue.
Como si no supiera que está huyendo de mí.
Este cierra la puerta y va en busca de mi madre. Mientras tanto yo me quedo revisando mis pertenencias.
La mayoría de la ropa es desconocida para mí, así como mi habitación. Me percato que tengo una laptop así que la abro y veo qué hay en ella. Desgraciadamente, tiene contraseña, la cual obviamente no recuerdo... maldición.
Yo quisiera que me dijesen toda la verdad, pero a cambio de eso solo escucho murmullos. Después se abre una puerta y se cierra, dejo de escucharlos hablar.
Sea como sea, parece ser que se han encerrado en la habitación de Kenneth. Me tiro a la cama y me doy cuenta de que tengo hambre. Busco en mi bolso y me doy cuenta de que solo tengo unos pocos dólares. Recuerdo que había una cafetería en la esquina cuando llegamos, así que salgo con mis pocos dólares en busca de algo para comer.
Atravieso el pasillo y llego a la sala, pero entonces me mareo. Apenas alcanzo a recostarme en el sillón cuando el mareo se hace más fuerte. Siento que todo a mi alrededor da vueltas.
—¿Hija? —pregunta mi madre sacudiéndome—. ¿Cómo estás?
—Bien, solo caminé muy rápido y me mareé —explico rápidamente—. Tengo mucha hambre.
—De acuerdo, buscaré qué hacerte de comer —declara poniéndose de pie.
—Lo siento, aquí no tenemos nada... —confiesa Kenneth parado frente a mi junto ami padre—. Puedo pedir algo para comer ¿Qué les gustaría?
Mi subconsciente me grita tacos, pero estoy en estados unidos y este país no es precisamente el más rico en gastronomía. Así que lo que sea, me viene bien.
—No importa, pide algo que sea rico —informo al espécimen de adonis frente a mí.
—¿Les parece comida china? —pregunta él y todos afirmamos.
—De acuerdo, ya vuelvo —anuncia y camina rumbo a su recámara.
Este lugar es tan escueto. No tiene vida, le falta vida, color... alegría.
—Creo que estos sofás son cómodos —dice mi padre sentándose junto a mí.
—¿Qué tal mis hermanos?, ¿ya se casaron? —pregunto pensando en ellos.
Son dos años de los que perdí la memoria, dos años de mi vida de los cuales no tengo ni la menor idea sobre lo que ha pasado.
—No, ellos están de infiltrados en un cartel, junto a tus primos —explica mi padre con un ligero titubeo en su voz.
—Dios, eso debe ser muy peligroso —resuelvo en voz alta—. ¿Por qué los dejaron ir?
Mis padres se ven el uno al otro y es mi padre quien niega con la cabeza.
—Nosotros no los queríamos dejar ir a esa misión, pero tú nos convenciste...
—¿Yo?
Ellos afirman con la cabeza y me siento mal por un momento.
—Lo siento...
—No lo sientas, tenías razón, teníamos que dejar que ellos forjaran su propio destino.
—Listo —anuncia Kenneth entrando a la sala de estar y sentándose frente a mí.
—Karina, hay algo que debes saber, quizás eso te ayude a recuperar la memoria, o quizás no... pero tanto tus padres como tus amigas y yo, creemos que es justo y necesario para tu recuperación.
—Entiendo —digo con ansiedad—. Díganme, ¿qué pasa?
Todos se miran, pero es Kenneth quien saca su móvil y enlaza una videollamada.
—¡Brujitas! —saludo a mis amigas.
Todas sonríen emocionadas.
—Están más viejas —confieso haciéndolas reír—. Las extraño.
—Imposible si hablamos diario. Explica Diana.
—Ya, dejen que el novio hable —regaña laura.
—Gracias por hacer esto, chicas —dice Kenneth y no me entero de a que se refiere.
—Querías saber sobre Ramón —explica inicialmente Kenneth con la pantalla del móvil hacia mí.
¿Apoco? Llevo preguntándoles un montón, pero ninguno dice nada.
—Bien, esta es la verdad, tú te ibas a casar con él, sin embargo, descubriste que tenía un amorío con tu amiga, Míriam.
Siento como mis oídos se taponean al oír tal cosa.
—No les creo, estábamos por casarnos...
—Enséñale el video —dice Micaela a través de la pantalla—. De otra forma, ella no nos creerá.
Mi prometido toma su móvil y minimizando la llamada me presta su móvil para que pueda ver un video.
Todo es tan claro, pero me parece tan ilógico... Las lágrimas comienzan a correr por mi rostro. Ramón me ha engañado el día de nuestra boda.
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