14. ¡Diablos, señorita!
—¡Kenneth, afuera ahora! —exige Cindy mirándome encabronada.
Camino con ella hacia el pasillo con total calma. Los abogados me siguen detrás, pero les cierro la puerta antes de que lleguen a nosotros.
—¿Qué carajos te pasa?, ¿en qué estás pensando al decir tal mentira? —inquiere ella con dudas en su cabeza.
Cindy nos conoció el día que coincidimos, sabe que nos conocimos ese día. Al menos eso le puedo hacer creer...
—Ciertamente, el departamento es para que casados vivan ahí, no para solteros. Si permanecemos solteros, estamos violando las reglas de la empresa —explico la lógica de mi argumento—. Mira, ella me gusta, yo le gusto. No hay nada más de que hablar al respecto. Además, esto no te concierne —expreso tajante y brevemente.
—Pero estás mintiendo, apenas si la conoces. ¿Cómo es que supones que ella puede aceptar tal cosa? —reclama Cindy.
—Bueno, eso ya es mi problema. Tú métete en tus asuntos y yo en los míos. Esto no tiene nada que ver con la empresa, esto tiene que ver con Karina y su recuperación. Si tengo que mentir y decirle que es mi prometida, casarme con ella para que no se vaya y pueda tener un servicio médico, lo haré —defiendo a toda costa mi postura dejando a Cindy anonadada.
La verdad es que yo estoy igual, en un mundo muy lejano yo no haría tal cosa. Podría decirse que me desconozco en este momento de mi vida. Sin embargo, la situación de Karina no es fácil, y no sé si sea porque conozco su historia, o parte de ella, pero me conmueve mucho y no deseo que vuelva a los brazos de un patán que no la merece.
—Vale, no diré nada, pero que sepas que no estoy de acuerdo. No porque seas el hijo de Michael Platt, significa que yo tenga que estar de acuerdo en todo lo que hagas —señala ella sin piedad.
—No tienes que decírmelo. Lo sé, conozco tu posición, pero también conozco a la mía. Ahorita podré llegar a ser el jefe de recursos humanos; sin embargo, dentro de poco o mucho, puedo llegar a ser el máximo accionario de la empresa o el dueño. Así que por favor, trata con respeto esta situación —demando con un poco de arrogancia pero a la vez dejando clara mi posición dentro de la empresa.
No quiero que se hagan ideas respecto a mí. Es cierto que Michael es mi padrastro. No obstante, solo es eso. Quiero forjar mi ascenso de ser necesario. Maldición, mi idea de quedarme solo un tiempo creo que se ha visto bloqueada por la situación, pero en cuanto ella se recupere podré volver a mi plan original e irme.
Al entrar a la recámara, me percato del rostro pálido de Karina. Puedo notar que está aguantándose las ganas de llorar, quisiera decirle la verdad pero no puedo. Al contrario, me acerco a ella y me siento a un lado de su cama, los abogados debaten entre ellos en un momento para luego unírsenos.
—De acuerdo, si la señorita Rivera es su prometida, entonces suponemos que ya han de tener fecha de boda, ¿no es así? —inquiere el maldito desdeñoso de Walter.
Los padres de Karina, Francisco y Martina, me ven desesperados, no entienden un comino de lo que estamos hablando. Walter ha dejado de hablar en español y me confronta en inglés.
—Bien, tendrás razón. La verdad es que no es algo que ya hayamos tenido planeado, dado que vivimos juntos. Tú sabes, queríamos ver cómo iba funcionando la relación, pero si tanta es tu insistencia, mejor dime tú cuando necesitas que sea la boda —declaro con un toque de sarcasmo, me molesta las personas petulantes.
—Tienes un mes para casarte con Karina; de lo contrario, esta será deportada a México y no habrá vuelta atrás —declara Walter.
Un mes es pan comido, pienso para mí. Sin embargo, Karina es la que va a sufrir más, sin su familia e intentando recuperar la memoria.
No sé qué cojones estoy suponiendo, en verdad no sé si puedo con el paquete. Pero esto es por ella. Por algo se vino de México, por algo ella cerró sus redes y no la encuentras en ellas. No quiere tener nada que ver con su pasado y estoy dándole esa oportunidad.
Una vez que los abogados se van, Cindy se despide de nosotros poniéndose a la orden y se marcha. Les informo a los padres de Karina dónde está nuestro departamento, ellos nos van a acompañar y nos alcanzarán allá. Tienen que ir a recoger sus cosas al hotel, quieren pasar unos días con nosotros. Lo cual agradezco enormemente.
Cuando por fin le dan el alta, Karina me pregunta si Cindy es su amiga y le digo que no. Lo que me recuerda a las locas de sus amigas Stalker, igual que ella.
—Espera, deja te ayudo a cambiar —me ofrezco cuando veo que se marea al bajar de la camilla.
—Yo puedo sola —dice ella un poco seria—. Mejor voltéate, no quiero que me veas.
Le hago caso, me giro a la pared y le doy espacio para que se cambie.
—¿Cómo nos conocimos? —Pregunta tomándome por sorpresa... maldición
—En un avión, en México —respondo. Es la verdad.
—Ah...
El silencio se hace presente, no pregunta nada y yo no digo más. Escucho cómo es que comienza a cambiarse. Así que espero pacientemente.
—Ya estoy lista —dice finalmente y me giro a verla—. Una pregunta más... espero que no te incomode mi pregunta, pero es que realmente no recuerdo nada y no sé cómo es que tú y yo...
Noto como se sonroja.
—No tienes nada de que avergonzarte, la verdad es que no tenemos mucho en esta relación, nos estamos conociendo. Pero todo ha sido épico desde el inicio —explico sin mentir.
Eso haré, diré la verdad a medias, así no me meto en problemas en dado caso que llegue a recuperar la memoria. Por lo poco que la conozco, es capaz de tirarme con lo primero que tenga a la mano.
—¿Mágico? —pregunta ella con curiosidad.
Aprieto los labios ahogando una sonrisa.
—La verdad es que no, yo dije una broma y te molestaste... prácticamente eso. Pero oye, los opuestos se atraen —declaro con una sonrisa que noto la hace sonrojar.
—¿Hemos tenido sexo? —inquiere con un tono de inseguridad y nerviosismo en su voz.
«¿Debo mentir?», me pregunto dudando por un momento.
—No... aún no —aclaro.
—Oh... —ella toma su bolso y se lo pone en el hombro—. Estoy segura de que me encantaría.
«¡Diablos, señorita!», pienso sonriendo ampliamente.
Corro por la mochila con sus cosas y veo cómo esta camina por enfrente de mí. Por primera vez me permito verla con otros ojos. Es mi prometida, de mentiras... pero diablos... ese maldito cuerpo me estremece hasta los más íntimos pensamientos.
La alcanzo y abro la puerta para ella.
—Lo mismo opino —confieso y entonces, por primera vez en días, ella sonríe.
Una maldita sonrisa de verdad.
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