13. ¡Ella es mi prometida!
Karina está radiante al tener a sus padres cerca, sé que son ellos porque los vi en el aeropuerto junto a ella.
—Por supuesto, son tus padres. Buenas noches, señores Rivera —saludo en español y ellos me ven con curiosidad. Extiendo mi mano para saludarlos y ellos responden a mi saludo—. Mucho gusto, soy Kenneth Rexroth.
—¿No es?... —musita la señora cerca del oído de su esposo y él asiente con la cabeza.
—Mucho gusto, Francisco Rivera, para servirle.
—El gusto es mío, Karina me ha hablado muy bien de ustedes —miento con la única intención de que se sientan en confianza—. Me da gusto que hayan venido, ¿recordaste su número? —le pregunto a ella.
Es lógico, si no, de que otra manera ellos pudieron contactarla. Pero Karina me ve aterrada y niega con la cabeza.
—La enfermera los pudo contactar —comenta ella—. Al parecer mi amiga Micaela publicó en redes mi foto y sus datos. Ya les conté por qué no pudimos contactarlos antes —aclara.
—Señor Kenneth, ¿usted sabe que va a pasar con mi hija?, ¿va a recuperar la memoria? —pregunta Martina con una clara preocupación en su voz.
Tomo aire y para afrontar lo que viene. Ni Karina sabe su futuro en la empresa.
—Lo más seguro es que ella deba volver a México. Los doctores no creen que pueda recuperar la memoria de esos dos años...
Los señores Francisco y Martina se ven asustados. También me imagino que es difícil para ellos.
—¿Podemos hablar fuera? —pregunta Martina mirando a su esposo.
Estos le dicen a su hija que en un momento vuelven y salen.
—Me imagino que estás feliz porque llegaron tus padres —comento y Karina sonríe.
—Sí, pero me han dicho que Ramón no pudo venir que por la visa... según mis recuerdos, ya la tenía.
Me da una rabia cada que pregunta por ese inútil. Durante estos días he pensado en decirle la verdad, buscar su video en internet y mostrárselo. Pero no tengo corazón para eso.
—Es injusto, él debería estar aquí, no mis padres —dice ella ignorando el hecho de que la engañó—. A ellos apenas les agrada, estoy segura de que no le dejaron venir, es más, creo que ni sabe lo que me pasó. En cuanto le avise vendrá por mí.
Escucharla hablar de ese pendejo me enloquece. Está clarísimo que está ciega de amor por él, por eso nunca se dio cuenta de que la engañaba con esa amiga suya.
—Karina... —digo ofuscado, ella me observa intentando escudriñar mi estado de ánimo—. Él no vendrá, tú y él terminaron hace poco más de un año.
Su rostro refleja tristeza y decepción. Escucho como su madre está detrás de mí y reacciona a mi confesión.
—Mamá, ¿es cierto? —pregunta Karina y su madre se acerca a ella para abrazarla.
—Sí, hija, ustedes terminaron —asegura Martina de Rivera.
—¿Pero cómo?
—No importa ahora el cómo —interrumpo a su madre antes de que se suelte diciendo lo que pasó.
Karina me ve con tristeza, está dolida por ese pendejo inservible.
—Señor... Kenneth, me puedes dejar sola con mis padres —pide ella y temo por lo que puedan decirle respecto a lo que debe hacer. Pero les doy su espacio.
Salgo de ahí un poco molesto, porque tal vez ella se regrese a México con ellos. Vuelva a buscar a Ramón y vuelva a sufrir por lo que él le hizo cuando se entere. O quizás no... quizás se reconcilien.
¿Pero qué me preocupo? Apenas si la conozco... físicamente. Aunque virtual, siento que la conozco de toda una vida, aunque haya sido por ese video tonto.
Me dispongo a marcharme del hospital, no obstante en ese momento veo que entran los abogados y Cindy.
—¿Qué hacen acá? —pregunto.
—Vamos a rescindir el contrato con Karina Rivera —informa Walter, el más bravo de los tres.
—Lo prohíbo —anuncio.
—Tú no me puedes prohibir nada —contradice este mirándome feroz.
—Sí que puedo, ¿no te has enterado?
La puerta de la habitación se abre y salen Francisco y su esposa Martina.
—Queríamos hablar contigo —dicen ambos.
Todos se observan entre sí.
—Señores Rivera, ellos son los abogados de la compañía, ella es Cindy, nuestro enlace en la contratación de Karina —explico brevemente a los Rivera en español—. Señores, ellos son los padres de Karina, el señor y señora Rivera —digo a ellos en inglés y puedo notar como esto es una situación ventajosa para Walter.
—Mucho gusto, señores Rivera —saluda Arthur Walter, el abogado principal en español, debe de saberlo, ya que gran parte de los empleados son latinos y esto facilita la comunicación—. Me da gusto conocerlos, es bueno saber que Karina no volverá sola a México.
Los padres de Karina me observan preocupados. Si yo no supiera las intenciones de ellos, me sentiría sorprendido también. Pero Cindy me puso sobre aviso.
—Permítannos —digo y aparto a los padres de Karina.
—¿Van a despedir a Karina? —pregunta su madre preocupada—. Ella no puede volver a México.
—¿De qué querían hablar? —inquiero sin contestar su pregunta.
—Ella no recuerda lo que ese maldito desgraciado le hizo —expresa su padre entre dientes—. No queremos que regrese, y vaya a buscarlo. Es obvio que ella no recuerda lo malo, y que en su cabeza sigue enamorada. Además, no puede perder su trabajo... no ahora.
—¿Por qué no puede perder su trabajo? —pregunto ante la creciente preocupación que expresan.
—Por esto —la señora Martina saca una hoja de una resolución de demanda.
La leo y no me lo creo... Ese maldito de Ramón y la ex amiga la demandaron por difusión ilícita de su intimidad...
—Pero qué carajos —expreso al leer eso—. Lo siento, solo veo una forma de que ella no se marche y retenerla. La empresa la quiere correr, ella no firmó el contrato, estaban solucionando eso y con el accidente se quieren desligar del problema. Por eso ellos están aquí —explico y los Rivera ven de mala gana a los abogados—, pero el dueño es mi... familiar. No estamos muy ligados, pero si le miento... quizás no la saquen del país.
—No obstante, su visa de trabajo es de seis meses —informa su madre.
—Seis meses, condicionada a esta compañía. El permiso es para esta empresa, por seis meses inicial y así se van aprobando cada semestre —explico y ella palidece.
—¿Qué tienes pensado? —pregunta el señor Francisco
—Decir que ella y yo estamos juntos —declaro.
—Se acabó el tiempo, tenemos que hablar con la señorita Rivera —informa Walter entrando a la habitación de ella.
Todos entramos detrás de él.
—Señorita Rivera, esta es la rescisión de su contrato —dice el abogado sin presentación previa y con tono desdeñoso—. Tendrá que abandonar el país inmediatamente.
—Dame eso —tomo la rescisión del contrato y lo rompo dejando al abogado y a sus secuaces atónitos—. Ella no se irá a ninguna parte.
—¡Qué carajos, Rexroth! ¿Qué te hace creer eso?
Cindy se acerca para intentar calmar todo pero la detengo.
—Una, a la señorita Rivera le hablas con respeto —digo tajante—. ¡Ella es mi prometida!
Un silencio se instala en la habitación, al mismo tiempo que Karina hace su cabeza a un lado y me observa sorprendida. También lo estoy, no planeaba nada con nadie, no después de Lilia y Mandy.
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