12. Por metiche
Han pasado cinco días desde el accidente. No habíamos podido contactar a los familiares de Karina. Los datos que se tenían en la empresa eran principalmente de su ex. Y obviamente no quería decirle nada al respecto sobre él. Ella no dejaba que nadie se le acercase, excepto a mí, me mantuve a su lado todo el tiempo. Solo iba a casa a ducharme y volver enseguida. Los doctores la mantenían el mayor tiempo sedada, para ayudar a su cerebro a que se desinflame.
Hoy será dada de alta y la llevaré al departamento. Espero que con eso ella pueda empezar a recordar algo.
Dejo mis cosas en mi habitación y regreso por ella al hospital. Me da tremenda bronca tener que dejarla sola. Aunque se ha hecho muy amiga del personal médico, es carismática, innata. Por primera vez entro a su habitación y busco entre sus cosas una muda de ropa. En el hospital no había tenido nada de que preocuparme, pero ahora que debe volver tengo que llevarle un cambio para que tenga con qué salir.
De lo contrario sería dada de alta desnuda o en bata de hospital.
Al revisar su closet me doy cuenta de lo meticulosa que es, es extrañamente ordenada.
Toda su ropa está acomodada por colores y bien doblada. Rebusco entre su ropa interior, me da vergüenza hacerlo, pero no tengo otra opción. Saco un sostén que parece deportivo y una pantaleta. Al parecer toda su ropa interior es así... diría que es extraño, pero creo que es más bien porque no tiene planeado una relación física con nadie ni a corto ni largo plazo.
«¿Será que sigue amando a su ex?» Me pregunto mientras saco unos jeans ajustados y un top con sudadera.
Dios, las mujeres tienen una gran fascinación por la ropa.
Meto todo en una de las bolsas que nos dieron de las compras y me dispongo a salir cuando veo sobre su mesita de noche un desodorante y perfume, los echo también y recuerdo los zapatos. Reviso las cajas de zapatos que no son muchas, solo cuatro. Una está vacía, otra parecen ser sandalias y otra son unos tenis. Los saco y me da curiosidad la caja que queda.
La tomo y al abrirla no son zapatos, lo que encuentro son un montón de fotografías que parecen ser de Karina y Ramón. Son demasiadas, seguro si veo un poco de ellas no se molestará. Meto la mano para sacar unas pocas, pero en eso toco algo gomoso y duro, me asusto y tiro la caja.
Al piso caen un montón de fotos y un consolador. ¡Un maldito consolador! Tamaño abismal. ¡Karina Rivera, eres una golosa!
Me río solo.
Obviamente, no pienso tomar tal cosa con las manos. Así que lo tomo con una blusa de ella y lo dejo de nuevo en su caja, comienzo a recoger las fotos que tiré mientras me regañó a mí mismo, porque esto solo me pasa a mí por curioso.
¡Para que se me quite andar de metiche! Sin embargo, como ya estamos en eso, no es imposible no ver algunas fotos. Parecían felices... muy felices. Hasta que encuentro una en dónde están en un restaurante, ella yace junto a su novio, ella sonríe feliz a la cámara, pero su ex está mirando a la amiga de Karina, con la que le puso el cuerno.
Que triste que te engañen así... reflexiono en mi pasado, en lo que tuve, amé y dejé ir. Pienso en la única persona que perdí realmente, porque la otra nunca me perteneció y me duele el alma de pensarlo, pero es la verdad.
Dejo todo en su lugar y salgo de su recámara camino al hospital.
Cuando subo al taxi, Cindy me llama.
—¿Estás ya con ella? —pregunta.
—No, apenas voy en camino. ¿Han decidido algo? —inquiero preocupado.
Los últimos días, iban a deliberar el futuro de Karina en la compañía. Desgraciadamente, no había ningún nexo entre ellos y ella demasiado fuerte. Era cierto que la contrataron. Le ayudaron con el trámite de visa de trabajo, pero la mexicana nunca terminó de firmar el contrato. Eso les hacía fácil «especialmente para mi padre», el rescindir el contrato.
Cindy estaba preocupada por Karina, o al menos eso me demostraba a mí. Llamaba constantemente y la visitaba casi diario.
—La van a devolver a México —confiesa Cindy—. No les conviene que ella quiera demandar a la compañía, por lo que quieren finiquitar todo de una vez.
—Cindy, dime la verdad, ¿por qué hay temor de que ella los demande? —pregunto con eso en mi mente.
Es la segunda vez que lo mencionan, pero no tengo idea de a qué se refieran.
—No les digas que te lo dije, pero las escaleras de emergencia no cumplían con el protocolo estándar, esa puede haber sido una de las causas del porqué Karina tuvo el accidente —explica ella.
Yo recuerdo perfectamente cómo es que ella se desvaneció, sé que estaba sofocada, pero ni idea de que las escaleras no eran aptas para ser transitadas.
—¿Hay alguna forma de impedir que la regresen a México? —pregunto con la esperanza de que no sea así.
Te preguntarás querido lector, ¿por qué es que me importa? Y la verdad es que no tengo una respuesta correcta. Será que me conmueve que esté pasando por esto sola, o que ella vino para alejarse de la humillación nacional o buscando un nuevo futuro, como yo... no lo sé. Sin embargo, me gustaría ayudarla.
—En la compañía, le podrían dar un puesto más bajo, dado que olvidó todo lo referente a la experiencia que tenía y por la cual fue contratada. Esto se lo planteé al Señor Platt, pero no hay un puesto para ella en la empresa, no ahora con la recesión... a menos que se case con un estadounidense mañana mismo, porque de lo contrario no veo como —explica riéndose.
—Casarse con un estadounidense... qué locura —comento, pues es una idea descabellada—. Bien, te dejo. Te pongo al tanto más tarde, ¿vale?
—De acuerdo, hasta entonces —se despide animada aún y cuelga.
Llego al hospital, pago al taxista y subo a ver a Karina. Al entrar a la habitación hay una pareja de ropas humildes y ojos hinchados junto a ella.
—Kenneth, ¿los conoces? —pregunta Karina, nada más verme.
Los recuerdo, ellos estaban junto a una joven en el aeropuerto despidiéndola. Además, encontré entre sus fotografías, algunas de ellos con ella y sus hermanos.
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