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10. ¡Papucho!

Kenneth me miró pensativo. Primero reía y luego ya no.

—¿Sabes cuál es el problema? —inquiere.

—¿Cuál? —pregunto.

—El problema es que creo que te atraigo. ¿No es así? Por eso te pones nerviosa como hoy —sugiere y me borra la risa del rostro.

Pongo los ojos en blanco y camino de nuevo subiendo las escaleras.

—Como creí, eres un pendejo —analizo en voz alta.

—No lo niegues. Te vi comiéndome con la mirada en el aeropuerto —recuerda en voz alta.

—¡Dios! Mi madre, hermana y hasta mi padre giraron a verte. Deja de ser tan malditamente engreído. Así no le caes bien a la gente.

Sigo caminando. Tomo aire, pero siento que este me falta y comienzo a respirar cada vez con más dificultad.

—No soy un engreído, pero no se puede negar lo innegable —dice con soberbia.

Cuando llegamos al siguiente rellano lo acorralo contra la pared.

—¡Mira maldito enfermo! Apenas si te conozco, es cierto, feo, no eres, pero de eso a que me atraigas hay un mundo de diferencia. Eres novedad, solo eso. Sin embargo, no me pones nerviosa —señalo con el dedo—. Si estaba ansiosa era por algo que pasó en la reunión. No por ti. ¡Pendejo!

Comienzo a subir las escaleras casi de dos en dos. Voy furiosa camino arriba. Quiero salir de ese maldito lugar y tomar aire. De pronto siento cómo todo gira y empiezo a ver cómo las cosas a mi alrededor se comienzan a desvanecer.

No tengo las fuerzas necesarias que se necesitan para seguir avanzando y cuando menos pienso caigo.

—¡Karina!...

Es lo último que alcanzo a escuchar.

Cuando despierto, estoy rodeada de personas en lo que parece un consultorio.

—¡Despertó! —dicen todos.

—¡Mi cabeza! —señalo ante el dolor inminente—. Maldita sea. ¿Dónde estoy? —pregunto al mirar a mi alrededor.

—Señorita Rivera, ¿recuerda usted lo que pasó? —pregunta un apuesto doctor frente a mí en un perfecto inglés.

Entrecierro los ojos e intento recordar, pero nada que lo hago.

—No... no sé qué pasó... —explico también en inglés.

—Te caíste de las escaleras y te golpeaste la cabeza —comenta otro hombre guapo a mi lado—. ¿Lo recuerdas?

—No... ¿Quién eres?, ¿dónde están mis padres? —pregunto mirando a mi alrededor.

Pero girar la cabeza demasiado rápido, me marea.

—Señorita Rivera. ¿Sabe en qué país está? —pregunta el doctor.

—¿México? En algún hospital fregón, porque hablan inglés...

De nuevo ellos se voltean a ver y el hombre creado por los dioses, el adonis perfecto, padre del olimpo, con el rostro tallado por los dioses, sigue a mi lado. Como cuidándome.

—¿Quién eres? —pregunto de nuevo.

En eso una pelirroja interrumpe y pide hablar con el doctor.

Todos salen del lugar y me dejan solamente con la enfermera. Al cabo de unos veinte minutos entra solo el doctor y el guapetón.

—Señorita Rivera, le haré una serie de preguntas y usted debe responder lo más asertiva que se pueda ¿de acuerdo? —pregunta el doctor.

—De acuerdo... —musito sin saber de qué diablos hablan.

—¿Qué edad tiene? —pregunta con una carpeta de archivo en sus manos.

—Veintitrés... —el doctor mira de reojo al adonis junto a él que permanece de brazos cruzados.

—¿Ha estudiado la universidad?

—Sí... me gradúo en dos semanas y me caso el próximo año, ¿y mi novio? —pregunto recordándolo.

El médico sigue hablando inglés. Quizás me trajeron de la uni acá. Alzo mi mano y no veo mi anillo de compromiso.

—¿Recuerda haber solicitado un lugar de trabajo en Chicago?

La pregunta en sí me parece boba.

—A ver... si lo que quieren es información mía, la diré. Soy de Sinaloa, vivo con mis padres, mi novio es Ramón, tengo veintitrés y soy sagitario... ¿Algo más?

El doctor se disculpa prometiendo volver más tarde y sale de inmediato. Yo me quedo enfurruñada en mi sitio. El hombre bajado del cielo me observa con cara de preocupación.

—¿Te conozco? ¿Por qué me miras así? —pregunto en español.

—¿En verdad no me recuerdas?

Niego con la cabeza cuando de pronto entra mi médico junto a otros dos.

—Señorita Rivera, soy el neurólogo, Abraham Smith, él es mi colega, el doctor Green y él es el psiquiatra James Philips.

—Mucho gusto —respondo en un perfecto inglés—. ¿Ya me dirán lo que sucede, me están asustando?

—Para comenzar, le informo que haremos más estudios y que no hay nada de que preocuparse —informa Smith—. Por el momento debe estar consciente de que sufre una pérdida de memoria. Esto lo ocasiono el golpe en la cabeza, solo quiero realizar una pruebas más.

Estoy en shock.

—¿O sea que nada de lo que creo es real? —pregunto.

—¿Qué año es? —pregunta el psiquiatra.

—Estamos en el 2020... estamos en pandemia, por eso me casaré hasta dentro de un año —explico rápidamente—. ¿Cuándo podré irme?

—Lo siento, Karina —dice Green—. Estamos en 2022, a finales. Actualmente, vives en Chicago y trabajas para la compañía M&S Harvesting Co.

Siento que me juegan una broma, pero entonces vuelvo a ver mi mano y no veo mi anillo de compromiso.

—¿Y Ramón? —inquiero.

Ninguno de los presentes sabe de qué hablo.

—Él es tu compañero, Kenneth Rexroth, él te pondrá al día con lo que debes saber —explica Green—. Y el doctor Philips te dará seguimiento en caso de que lo necesites. Volveremos más tarde para los siguientes estudios.

Los doctores le dan instrucciones a la enfermera y luego salen todos. La enfermera en cuestión me pone un medicamento para el dolor y sale tras ellos.

Me recuesto completamente en la cama sin dejar de pensar en lo loco que esto es.

—Así que tú eres Kenneth... —comento asegurando tal cosa—. Kenneth Rexroth... —saboreo el nombre en mis labios—. Tienes nombre de telenovela.

Él ríe.

—Bueno, Kenneth Rexroth —repito su nombre de nuevo que suena muy bien—. Cuéntame todo lo que sepas de mí. Literalmente no me conozco.

—¿Quieres la verdad? —pregunta con una sonrisa coqueta y un hoyuelo hermoso en sus mejillas.

¡Dios, es mucho más guapo que Ramón!

Pero amo a Ramón, así que alejo mis pensamientos de este perfecto espécimen masculino.

—Kenneth ¿Podemos hablar? —pregunta la misma mujer de hace rato.

—En un momento salgo —anuncia él.

—¡Ya!, los abogados de la empresa están aquí. Quieren hablarte, igual tu padre —aclara y el adonis sale.

¡Adiós, papucho! Pienso en mi mente, pero luego pienso en Ramón. No me gustaría que él ande pensando en otras chicas, así que mejor me sosiego. 

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