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Día 202
Estoy aceptando que la mujer que solía llamar Mamá, me abandonó. Steve me dice que ya no le contesta las llamadas, no ha podido contactarla desde hace dos semanas. Lo que me consuela es tener a Steve como compañía.
Día 357
Esta habitación lóbrega me hace desear cada noche que llegue la mañana junto con Steve para sacarme. Gracias a la tele me pude enterar que faltan unos días para Navidad. No estoy seguro de si Papá Noel me va a traer un regalo, ya que no estoy en la casa de mi Mamá y él no sabe que ahora estoy con Steve.
Un golpe proveniente de arriba me alerta y me pongo de pie. La cerradura con códigos hace un ligero sonido, entonces se abre la puerta y veo al Señor Steve. Mi mirada se queda clavada en el arma que trae en la mano.
—Nada de lo que está sucediendo es justo. Él se olvida de mí y actúa como si no hubiese pasado nada. Creí que al arrebatarle algo importante, él se desmoronaría. —Se balancea, un poco torpe intenta sentarse en el suelo.
—¿Steve? —exclamó con cautela. Se ve mal, pero no sé que hacer. No puedo moverme debido al miedo.
—Tony. Tus Padres son lo peor del mundo. Estoy seguro que tú serás igual a ellos o peor. —Levanta el arma en mi dirección.
—Mi Mamá es una buena persona, te lo juro.
—Ninguno de los dos se preocupa por tí ni por nadie que no sea ellos mismos.
Steve tiene los ojos llorosos y un olor fuerte a bebida. Lo reconozco porque mi Mamá solía tenerlo también.
El hombre se va sin decirme nada más.
Día 365
Steve y yo celebramos Navidad y Año nuevo. No mencionó nada de esa noche, tampoco pregunté, preferí seguir como si nada hubiese ocurrido.
Creo que se sentía culpable, porque empezó a leerme por las noches, no era literatura o historia sino cuentos fantásticos. Cuando terminaba de leer me daba un beso en la frente.
Aún extraño a Mamá. Que no me haya recogido de este lugar me pone triste, pero tampoco quiero dejar solo a Steve. Nadie viene a visitarlo. Tal vez pueda convencer a Mamá de que se mudé con nosotros.
Día 400
Le comenté a Steve sobre mi plan de vivir juntos en mi casa y que mi Mamá lo aceptaría. Se lo tomó con gracia, pero no me dio una respuesta. No me gusta volver a preguntar, a veces, Steve se enoja.
Hoy aprendimos sobre como tener una buena alimentación, fue horrible. Resulta que todo lo que sabe rico hace daño. Steve, empezó a llenar el refrigerador de verduras y frutas.
—¿Ya no vas a comprar dulces, papitas, gomitas?. —En mi boca podía sentir los sabores con tan sólo mencionarlo.
—Es bueno para ambos. Mi condición física no puede empeorar.
—No estás gordo.
—Que no esté gordo no quiere decir que estoy bien.
—¿Y yo lo estoy?.
—Estuvimos comiendo pasta casi varios días, no es bueno. Puro carbohidratos.
—¿Y qué días podemos comer dulces?.
—Los Domingos, si es que apruebas los exámenes. He preparado varias pruebas para evaluar tu conocimiento.
Steve, si cumplió lo de los dulces por buenas calificaciones. Los exámenes eran sencillos, pero no se lo comenté al hombre, ya que podría complicarlo y no obtendria mi recompensa.
Día 430
Me quedé mirando la ventana que hay arriba del lavado en la cocina. Sólo tenía que lavar dos platos y dos cubiertos, pero lo hice lo más lento que pude. Quería ver un poco más la luz del sol. Parece que hay una ligera brisa que mueve las hojas.
—¿Tony?.
Tuve un golpe de realidad al escuchar la voz de Steve llamándome.
—¿Sí?.
—Te estás tardando.
—Lo enjuagó y ya.
Rápidamente abrí el grifo y dejé que el agua quitará la espuma, guarde los platos y seque mis manos en un trapo. Steve no se movió, su mirada seguía en mí.
—Parece que afuera está fresco.
—¡Mmm!.
No responde. Mi corazón está latiendo rápido, tengo miedo, pero quiero preguntar.
—¿Podemos salir? —susurre.
—Asi que es eso. Quieres irte con tu Mamá, ¿No es cierto? Eres un malagradecido. Tu Mamá no te quiere y yo te salve de ella.
Me arrepentí. Trate de morder mi labio para evitar llorar, sin embargo, unas cuantas gotas se escaparon de mis ojos.
—Lo siento.
—Deja de llorar.
Día 500
El señor Steve sigue algo distante, tampoco quiero acercarme. Lo intente unas cuantas veces, pero pude sentir su rechazo. Me duele la garganta y temo decirle a Steve eso... He estado escupiendo algo verde.
—¿Steve? —dije casi en un susurro.
El se encuentra en el sofá con un libro en sus manos. Quita la vista del libro para mirarme.
—Ya es algo tarde. Tienes que ir a tu habitación.
—Steve...—Trate de respirar lento para tranquilizarme, no funcionó—. Mi... Mi... Garganta...—Mi voz se quebró y empecé a llorar.
—¿Qué sucede?.
Steve se puso de pie y llegó a mí preocupado. Tocó mis mejillas.
—Tienes fiebre. ¿Te duele algo? ¿Qué sientes?.
Él me hacía preguntas; sin embargo, no podía responder porque seguía llorando.
Steve me abrazó y masajeo mi espalda.
—Mi garganta. —Por fin pude decir.
—¿Algo más?. Dime todo lo que sientas.
Le expliqué como pude. Detener mi llanto era más difícil de lo que pensé. No sólo es por mi dolor de garganta, también tenía que ver la actitud reacia hacia mí que había tenido Steve.
El hombre saco una libreta y agarro el teléfono marcando el número con prisa. Intercambio unas cuantas palabras para después colgar y volver conmigo.
—Tony, vamos a tener que ir con un médico. Vas a decir que soy tu Tío. Ni se te ocurra hablar más de la cuenta, porque si lo haces van a herirme. ¿Quieres que me hagan daño?.
—No.
—Gracias, Corazón.
Steve me envolvió en un abrazo. Paso sus dedos por mi cabello. Él me está tratando bien. Me tomo de la mano y nos dirigimos a la puerta para salir. Después de tanto tiempo pude sentir el viento frío y ver las estrellas con su gran brillo. Sonreí todo el camino, fuimos en la camioneta, no pude abrir la ventana por completo. Steve dijo que era peligroso.
Llegamos a una casa de dos pisos. Steve, tocó el timbre y salió un hombre algo mayor. Nos dejó pasar, era como un mini consultorio.
—Buenas noches, pequeño. ¿Cuál es tu nombre?.
Iba a responder, pero Steve lo hizo antes. Le dijo que mi nombre era Tom.
—Tom, que bonito nombre, ¿Qué sucede, Tom? ¿Qué te duele?.
Mire a mi lado, donde estaba Steve. Él me dedicó una sonrisa, entonces recién hablé.
—Me duele la garganta.
—No te preocupes. Lo vamos a solucionar. Súbete a la camilla que vamos a revisar esa garganta.
El Doctor hablaba con alegría y me sacaba risas mientras me revisaba.
—Muy bien. Te voy a recetar unas pastillas, a menos que quieras un pinchazo.
—¡No! Sin pinchazos.
—¡Haha! Como tú digas, Capitán. Mientras lo escribo puedes ir a jugar en el columpio que está en el patio.
Dirigí mis ojos a Steve y él movió su cabeza en afirmación. Salí casi corriendo, hace mucho no juego en un columpio. Cerré la puerta de vidrio detrás de mí y fui a subirme al resbaladin.
Pov Steve
Tony se fue a jugar. Me acomodé mejor en el asiento. Sé lo que va a decir.
—¿Ese es tu hijo?. No lo creo, no se parece en nada a ti.
—Es de mi hermano.
—Perdí contacto contigo, no con tu hermano. Él ni siquiera se ha casado.
—No necesitas casarte para que aparezca un niño.
—Steve. Cuando estabas en la Universidad y te conocí, ví a un chico totalmente diferente. Hasta que Bucky entro a tu vida. Él saco lo peor de ti. Tu hermano y yo nos preocupamos por ti, no podíamos hacer nada, era nuestro último año y tú recién comenzabas.
—¿Cuál es el punto?.
—Quiero saber si estás bien. No me llamas en años y la única vez que lo haces es para atender a este niño... ¿De quién es?.
—Ya te lo dije, Bruce.
—Bueno. Llamaré a tu hermano para que lo recoja, ya que es su hijo.
—Sigues siendo un entrometido. Estos últimos meses he tratado de mejorar sin ayuda de nadie.
—Ese es el punto, Steve. Tratas de hacerlo sin ayuda y la última vez que te vi actuaste como un idiota, incluso golpeaste a tu hermano... ¿De quién es el niño?.
—¿!Por qué sigues preguntando eso!? —reclame elevando la voz.
—Porque no estás en condición de cuidar un niño.
—¡Tch! Son un par de días. —Me levanté y abrí la puerta corrediza—. Gracias, Doctor.
Bruce me siguió afuera del consultorio. Tony se mecía en el columpio, pero al verme se detuvo. Le hice señas para que se acerque, se desánimo. Bruce se dirigió hacia el niño para entregarle un chupete.
Pov Tony
El Doctor coloco algo en mi bolsillo. Me dio un abrazo y me susurro que lo llame por si sucedía algo grave.
Steve condujo hasta una farmacia, se bajó del auto, pero no me dejo ir con él. Puedo salir fácilmente... Sólo tengo que abrir la puerta... No... No puedo.
Una mujer estacionó al lado del auto, al bajarse me vio y me dedicó una sonrisa. Tal vez si le habló... No... Si salgo y le digo a alguien que busque a mi Mamá.
Mis ideas se desvanecieron cuando escuché la puerta abrirse y Steve entrando con una bolsa.
—¿En qué piensas?.
—Nada. Me gustó ese lugar, es la primera vez que un Doctor tiene columpios. Conocí varios que no me trataban tan bien.
—Si... Es una buena persona.
Steve se veía decaído durante el viaje a casa. Me dio una pastilla, me arropó, dejó que durmiera en su cama.
—¿Dormiremos juntos?.
—Si. Tengo que controlar que sigas bien toda la noche. Si vuelves a sentir una molestia debes despertarme.
—Lo que usted diga, Capitán.
Steve sonrió con lo que dije.
Continuará...
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