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Día 4

El hombre mayor me dejó subir, pero antes me amenazó con un castigo severo si lo desobedezco una vez que esté arriba. Me agarró de la mano para subir las escaleras. Nos dirigimos hacía la cocina.

—¿Sabes cocinar?.

—No muy bien.

—Ahora vas a aprender —dijo completamente serio.

Steve me alcanzó una cazuela y me indicó que es lo que debía hacer.

—¡Ah! Ya sé que es, macarrones con queso —comenté alegre.

—Sí, genio, macarrones —responde tosco.

El señor me dejó solo en la cocina con las instrucciones de la receta, para que no fallé. Él se puso a barrer la sala y cada tanto vigilaba de reojo. Recordé a mi Madre, también me vigilaba, cuando cocinabamos juntos por si causaba un accidente. Hervi los macarrones y preparé la salsa.

—¡Listo! —avise.

—¡Shh! No es necesario que levantes la voz ¿Entiendes? ¿Qué no debes hacer?.

—¡Am! Levantar la voz —susurre.

—Buen niño. Yo lo pondré en el horno, cómo estás siendo obediente podrás comer conmigo. ¿Te agrada la idea?.

—Sí —respondí sin dudar.

Steve se puso feliz, no lo demostró, pero me di cuenta solito.
Ambos fuimos al comedor y tomamos asiento. El señor colocó ambos platos en la mesa.

—¿Sabes rezar? —inquirió.

—¡Eeem! No, no sé que es eso.

—Hay que corregir tal atrocidad. No rezaremos, pero sólo por hoy, mañana debes aprender una oración.

—Bueno. —Sujete la cuchara con macarrones para introducirlo en mi boca.

Dia 6

Hoy el hombre no me permitió desayunar, porque le dije que extrañaba a mi Mamá. Desde ahora debo tener cuidado de mis palabras, pero si soy sincero, quiero salir de esta casa.

Dia 15

Parece que mi Mamá no vendrá. ¿Debe seguir enojada?. Pero me he comportado todo este tiempo incluso hago caso a Steve.
Mamá solía decir que si aprendía a ser paciente obtendría todo lo que quiero... Y yo sólo quiero a mi Mamá.

La puerta se abrió dejándome ver a Steve, trae sábanas limpias para cambiar las ya usadas.

—Hola —salude y quite las sábanas para que él pusiera las nuevas.

—¡Mmm! Hablé con tu Mamá —dijo mientas acomoda el colchón.

—¿Va a venir? —sonreí eufórico.

—Ella quiere que te quedes conmigo.

—¿Por qué?. —La sonrisa en mi rostro desapareció.

—Se dio cuenta que bajó mi cuidado estás mejor. Va a estar ocupada muchos días y no tendrá tiempo para cuidarte.

—Cuando mi Mamá no me cuida lo hace el Abuelo ¿No te dijo eso?.

—No podrá tampoco, ella me eligió a mí para que te cuide, es mejor hacerle caso.

—Esta bien.

Mi abuelo falleció hace dos años, Steve miente, no hablá con mi Mamá.

Día 50

He recibido una paliza por intentar abrir la puerta de la sala. Steve ya no me deja comer arriba, me deja en el sótano.
Mis ojos duelen por llorar, mi espalda arde de dolor por los golpes con el cinturón, mi mejilla está adormecida por la cachetada. Sé que Mamá no vendrá, porque no sabe dónde estoy, pero me da miedo salir.

Día 72

Le comenté a Steve que hoy es mi cumpleaños ya que, no he hecho nada que lo moleste, me prometió pastel y un regaló.
Lo festejamos en la sala. El señor compró adornos y ambos nos pusimos a decorar.

—¿Cuántos años cumples? —preguntá. Tiene varias velas en la mano para colocarlos sobre la torta.

—Once. ¿Cuántos años tiene Steve?.

—Veintisiete. —Enciende las velas una por una.

—¿Vamos a festejar tu cumpleaños también? —pregunte mientras sacaba un poco de crema del pastel con mi dedo.

—No sé... ¿Quieres qué lo festejemos?. —Terminó de encender las velas y se sentó junto a mí.

—Sí. Adoró el pastel de cumpleaños.

—Pide un deseó.

—Deseo, deseo, deseo, ya sé. —Inhale y bote el aire por la boca apagando todas las velas.

—¿Qué deseaste? —inquirió con una pequeña sonrisa.

—El hada de los deseos no cumple lo que pides si lo cuentas. —Le di una mordida al pastel y disfrute el sabor a chocolate con dulce de leche.

—No sé si será lo que deseaste, pero te compré esto. —Se levantó para dirigirse a la cocina y volvió con una caja mediana envuelta con papel de regalo con dibujitos de perritos.

—¡Wooo! ¿Qué es? ¿Qué es?. —Me lo entregó y de inmediato le quite la envoltura para encontrarme con un auto de bomberos a control remoto—. ¡GRACIAS PAPÁ!. —Me tomó unos segundos darme cuenta de lo que dije, baje la cabeza desanimado, creí que Steve se enojaría.

—No soy tu Papá. A diferencia de él, yo nunca te voy a abandonar.

—¿Lo sabes?.

—Tu Mamá me contó.

—¡Ah!. —Me limité a responder. Eso quiere decir que me equivoqué, si habla con mi Mamá.

—Escucha, corazón. Si te quedas conmigo serás muy feliz, me refiero, si tú escoges quedarte a mi lado.

—¿Yo? Pero... Mi Mamá vendrá por mí, ¿Cierto?. —Steve se quedó pensativo.

—Ella a veces no contesta las llamadas y me pide que me quedé contigo... Pero yo quiero saber si tú quieres aceptar la decisión de tu Madre.

—¿Le puedes preguntar si ella en algún momento vendrá por mí?.

—Esta bien.

Me levanté de la silla y abracé a Steve agradeciendo el regaló. Él beso mi mejilla con cariño. Me sentí afortunado. Mi Padre nunca estuvo en mi cumpleaños, ni en el día del Padre, no me dió un abrazo, un regaló, un beso.

Día 95

Steve se pone estricto cuando estudiamos literatura, su paciencia se acaba, pero no me golpea. Hizo la promesa de no volver a herirme si yo no me acercaba a la puerta de salida. Lo estoy cumpliendo. Tal vez si Mamá sabe que estoy siendo bueno venga por mí y volveremos a ser felices; juro que si eso pasa no volveré a comportarme mal nunca.

Día 130

Hoy estamos limpiando la casa. El señor me dio un trapo y me ordenó desempolvar todas las habitaciones, lo cual no me parece difícil ya que, no son muchas. La primera habitación es donde Steve se encierra para terminar sus trabajos. Sólo tenía que limpiar los cuadros en esa. En la siguiente está llena de objetos viejos y creo que algunas cosas coleccionables, costó un poco más de trabajo limpiar. La última habitación es donde duerme Steve, no hay mucho que desempolvar. En la mesita de noche se encuentra un portaretratos, lo agarró para ver la foto. Hay dos niños abrazándose y sonriendo, por el color de los ojos y cabello intuyó que uno de los niños es Steve, mientras que el otro es castaño...como yo.

—¿Qué haces?.

Giró mi cabeza y me encontré a Steve apoyado en la puerta, observando.

—Limpiando la foto, ¿Eres tú? —cuestionó señalando al niño rubio de la imagen.

—Sí. —Se sienta en la cama y me arrebata el portaretrato—. ¿Qué te pareció mi yo de niño?.

—No cambiaste mucho. ¿El otro niño quién es? —pregunté con curiosidad. Pude darme cuenta que Steve se entristeció—. Lo siento si mi pregunta te hizo sentir triste, Steve.

—Un poco.

—Mi Abuela me decía que los abrazos sanan el alma. ¿Quieres un abrazo?.

Steve sonrió de lado y yo lo abracé aunque no había dado una respuesta, pero también devolvió el abrazo. Este es mi tercer abrazó con él, los estoy contando, porque siempre quise un abrazo de Papá.

Continuará

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