RONDA DE PREFECTOS NOCTURNA Hermione, 5º año
-Bueno... Por fin he acabado- exclamó Harry dando un profundo bostezo.
Era de noche, pero la Sala Común estaba llena de alumnos mayores que estudiaban para los T.I.M.O.S. y los ÉXTASIS o que terminaban sus numerosos deberes. Por supuesto que yo ya había acabado los míos hacía rato, pero como siempre mis amigos lo habían dejado todo para el último momento. Harry se levantó del suelo (estaba escribiendo tumbado sobre la alfombra delante de la chimenea) y me pasó un largo rollo de pergamino que contenía la redacción de Astronomía para que lo corrigiera. Lo cogí y comencé a leerla mientras Harry me miraba con cara de pena.
-Bueno, mediocre pero pasable- contesté con ironía mientras le devolvía el trozo de pergamino.
-Gracias- Harry inclinó un poco la cabeza entre risas.
-A ver la tuya, Ron- dije volviéndome para mirar a mi amigo, sentado en el sillón de mi izquierda.
Pero, cómo no, Ron se había quedado dormido allí sentado con la pluma en una mano, el rollo de pergamino a medio escribir en el suelo y goterones de tinta cayéndole sobre la túnica.
Harry comenzó a descojonarse, mojó su pluma en el tintero y se acercó con ella a la cara de Ron amenazadoramente.
-Ah, no, Harry. ¡De eso nada!- ordené mientras me levantaba y le quitaba la pluma de la mano.
-Jo...- protestó él dejándose caer en el sofá.
Entonces me acerqué a Ron, puse los brazos en jarra y grité:
-¡Ronald Weasley, despiértate ahora mismo!
Ron se sobresaltó y abrió los ojos. Miró a su alrededor algo confundido y luego a mí con cara de terror. Tras él Seamus y Dean se meaban de risa.
-Ya, ya... Estoy acabando- se apresuró a decir Ron, y comenzó a mover la pluma como si estuviera escribiendo.
Levanté una ceja divertida y entonces él se dio cuenta de que el pergamino se le había caído. Puse los ojos en blanco, pero finalmente tuve que resignarme y reírme mientras alborotaba cariñosamente su pelirroja cabellera.
-Anda, prepárate que nos toca ronda de Prefectos- le recordé.
Saqué mi reluciente insignia de prefecta de un bolsillo y me la coloqué en la túnica.
Ron hizo otro tanto y se la puso también.
-Vale, ¿y ahora cuándo se supone que acabo los deberes?- se quejó Ron entre bufidos.
-Si los hubieras hecho cuando tenías que hacerlos...- le reproché mientras me dirigía a la puerta.
-Tranquilo, tío, luego yo te los dejo- oí que Harry le susurraba a Ron.
Me giré y ambos me sonrieron nerviosamente como si no hubiera pasado nada. Qué iba a hacer yo con estos dos... Si es que me ponían esas caritas infantiles y me ganaban.
Finalmente Ron y yo salimos de la Sala Común. Ronda nocturna de prefectos para vigilar el colegio: una tarea que en otra ocasión hubiera considerado como importante y estaría orgullosa de hacerla yo pero que en aquel momento lo más interesante que tenía era que pasaría varias horas a solas con Ron. La verdad es que me sorprendí mucho cuando me enteré de que él sería Prefecto, porque estaba convencida de que Dumbledore escogería a Harry, pero no me iba a quejar, ¿no? No pude evitar esbozar una pequeña sonrisa cuando atravesé el retrato de la Señora Gorda seguida de mi amigo. Comenzamos a caminar en silencio por los desiertos pasillos. La luz de la Luna entraba por las ventanas, aunque había algunos rincones oscuros. Quién pudiera perderse en ellos con el pelirrojo que tenía a mi lado... ¡Por Merlín, Hermione!, ¿qué acabas de pensar? Uf... En fin, que nos dirigimos al pasillo del tercer piso (teníamos que vigilar los pisos tres, cuatro y cinco) y patrullamos por allí. Sólo se oían nuestras respiraciones y el eco de nuestros pasos.
-¿Te acuerdas de Fluffy?- preguntó de repente Ron señalando una puerta.
Aquella era la puerta que hace años teníamos prohibido abrir y que nosotros, obviamente, abrimos.
-Sí- contesté entre risas acordándome del susto que nos llevamos.
-Creo que entonces todavía nos llevábamos mal, ¿no?- preguntó mi amigo haciendo memoria.
-Todavía nos llevamos mal...- contesté con ironía, y ambos nos miramos sonrientes.
Seguimos caminando durante no sé cuánto tiempo y subimos al cuarto piso. Todo estaba muy tranquilo; esta noche nadie quería infligir las normas.
La verdad es que no hablábamos mucho, pero el simple hecho de tener a Ron a mi lado me gustaba...
-Puf, esto es un coñazo- protestó tras una hora, y se apoyó en la pared junto a una ventana abierta.
Entraba un aire fresco delicioso. Me puse frente a él con los brazos cruzados. ¿Es que no era capaz de asumir la responsabilidad que le había tocado?
-¡Bueno, Ron, y yo que quieres que le haga!- exclamé enfadada. Discutir con él no era para nada lo que yo quería hacer, pero es que cuando me tocaba las narices de aquella manera...- ¡Es tu obligación y punto!
Pero por una vez Ron no me reprochó nada; de hecho es que no parecía escucharme.
-Me gustan estas vistas...- dijo señalando la ventana.
Aún con el ceño fruncido me asomé para contemplar el paisaje. Desde ahí se podía ver el Lago Negro y parte de los jardines del colegio.
-Siempre me ha gustado contemplar el lago. Es... relajante, ¿no crees?- preguntó como si pensase en voz alta.
Aquello me dejó con la boca abierta. Jamás había visto a Ron de aquella manera. Estaba tan... tierno, y eso era extraño. Eso sí, la luz de la Luna hacía que el azul de sus ojos estuviese más bonito que nunca. De repente Ron movió la cabeza y soltó una risotada.
-Bah, qué tontería. Olvida lo que he dicho- dijo haciendo un movimiento despectivo con la mano.
Suspiré y me apoyé en la pared junto a él. A pesar de que no quería que se me notara, no pude evitar quedarme embobada mirando su perfil. Por suerte él no se dio cuenta, pues seguía con la vista clavada en el paisaje. "¿En qué piensas, Ron...?".
-Qué fuerte lo de Harry, ¿no?- dijo tras unos minutos.
Yo me había quedado tan embelesada mirándolo que me sobresalté.
-¿Qué?- pregunté.
-Lo de Harry y Cho...- repitió mi amigo, y sonrió-. El tío ya se ha morreado con alguien. Se nos ha adelantado, ha sido el primero de los tres.
Entonces noté cómo mi corazón se paraba. No, no había sido el primero... La primera había sido yo el año pasado con Viktor, en los jardines del colegio tras el Baile de Navidad... y no lo había contado. De repente me sentí mal por no haber compartido un momento tan importante con mis amigos cuando Harry sí que lo había hecho. ¡Pero es que tenía miedo de la reacción de Ron! No, lo mejor era que siguieran creyendo que Harry había sido el primero en besar a alguien...
-Hermione, ¿estás bien?- me preguntó una voz haciéndome volver en mí misma-. Te has quedado muy... pálida.
-¡Ah, sí! Sí, estoy bien- contesté precipitadamente, tal vez con una voz demasiado chillona-. Sólo pensaba que... qué suerte tiene, ¿no?- mentí.
Ron volvió a dirigir su mirada a los jardines.
-Sí...- susurró mientras asentía-. A ver cuándo nos toca a nosotros.
Lo contemplé con los ojos como platos, sorprendida. ¿Había oído bien? Entonces Ron me miró con cara de horror y totalmente colorado.
-Por separado, quiero decir- se corrigió atropelladamente.
Nos quedamos unos segundos mirándonos, yo con la ceja levantada y algo confusa, hasta que Ron se puso en marcha de nuevo.
-Anda, sigamos patrullando- dijo mientras me daba la espalda y se alejaba por el pasillo con las manos hundidas en los bolsillos y aire despreocupado.
Tardé unos segundos en ponerme en marcha, y cuando lo hice lo seguí en silencio y con las mejillas coloradas.
"Sí, Ron, a ver cuándo nos toca...".
Seguimos andando durante un buen rato, de nuevo sumidos en un incómodo silencio. Yo caminaba un poco detrás de él, aun pensando en qué pasaría si nosotros nos besásemos. La verdad es que sería raro...
De repente Ron se paró bruscamente en una esquina y casi tropecé con él.
-¿Qué pasa?- pregunté extrañada.
Se oyó un maullido.
-La señora Norris- contestó Ron señalando a la gata del conserje.
La vieja y grisácea gata nos miraba de manera amenazadora mientras maullaba llamando al señor Filch.
-No pasa nada, Ron, somos Prefectos, tenemos permiso para...- dije mientras le mostraba mi insignia a la gata, cuyos pelos del lomo dejaron de estar erizados, pero de repente Ron me agarró de la muñeca-. ¡Ah!
Mi amigo comenzó a correr en dirección opuesta al animal tirando de mí.
-¡Da igual, tú corre!- exclamó entre risas.
Entonces lo comprendí. Era un juego, una broma para hacer más entretenida esta noche... Y así, corriendo por los oscuros pasillos mientras él me cogía de la muñeca (ojalá hubiera sido de la mano), llegamos riéndonos como dos niños chicos ante el retrato de la Señora Gorda.
Ésta, que estaba dormitando en su cuadro, se despertó sobresaltada.
-¿Pero qué horas son estas? ¿Cómo se os ocurre formar tanto escándalo?- protestó enfadada, pero ni Ron ni yo le hacíamos caso.
Los dos estábamos apoyados en la pared riéndonos a carcajadas e intentando coger aire.
-Lágrimas de fénix- dije entrecortadamente al tiempo que me secaba las lágrimas de los ojos.
-Correcto- contestó la Señora Gorda, y el cuadro se abrió-. ¡Pero que conste que no debería dejaros entrar! ¡Me habéis despertado y...!- no pude seguir oyendo sus quejas porque la puerta se cerró tras nosotros.
La Sala Común estaba totalmente vacía porque ya era muy tarde, aunque el fuego seguía crepitando en la chimenea.
De repente noté algo alrededor de mi muñeca. Miré y vi que la mano de Ron seguía ahí. Mi amigo también se dio cuenta y la apartó rápidamente carraspeando y mirando hacia el techo.
-Creo que me voy a ir a dormir ya- comentó bostezando exageradamente.
-Yo también. Hasta mañana.
Dicho esto me dirigí hacia las escaleras que conducían al dormitorio de las chicas.
-¡Hermione!- me llamó la voz de Ron.
Mi corazón se aceleró y bajé rápidamente los pocos escalones que había subido para volver a la Sala Común.
-Nunca pensé que una ronda de Prefectos pudiera ser tan divertida...- dijo mi amigo tímidamente.
Noté mis mejillas enrojecer; tan sólo esperaba que no se notase mucho con el color rojizo que las llamas le daban a la habitación. Sin saber qué contestar, sólo pude dedicarle una cálida sonrisa y subir a mi dormitorio deseando que llegase ya la próxima ronda de prefectos...
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