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PASTA DE DIENTES Hermione, 6º año

-Bueno, ¿y cómo fue?

-La verdad, no lo sé... Estábamos hablando de lo del Ministerio y de repente... me besó, así sin más.

La redonda cara de Ginny se puso colorada y yo me reí. Llevaba un par de días en La Madriguera, pero hasta ahora no había encontrado ningún momento para hablar con Ginny a solas. A final de curso había empezado a salir con Dean Thomas, pero no quería contarme nada por carta, así que ahora que por fin estábamos cara a cara sentadas sobre la cama de su cuarto y lejos de Ron me estaba poniendo al día.

-¿Y te gustó?- pregunté pícaramente.

Mi amiga se quedó pensativa unos segundos.

-Sí, no estuvo mal- contestó burlonamente encogiéndose de hombros, y se echó a reír.

La verdad es que me alegraba ver que Ginny estaba feliz, aunque sé (y creo que ella también) que en el fondo de su corazón aún hay una parte reservada a Harry. "Bueno, un poco de aire fresco no le viene nada mal, y a Harry no le va a importar", pensé. Y sin saber por qué me vino el presentimiento de que este iba a ser un año muy diferente...

-Bueno, cambiando de tema- continuó Ginny interrumpiendo mis pensamientos-. ¿Sabes que pienso presentarme a las pruebas de quidditch?

-¡Qué bien!- exclamé.

Aunque ella había participado el año pasado en algunos partidos, aún no tenía el puesto asegurado.

-Voy a hacer las pruebas de cazadora. Me gustaría mucho ser buscadora, pero voy a ser buena y le voy a dejar ese puesto a Harry- comentó risueña.

-Vaya, que detalle, señorita Weasley.

Ambas nos echamos a reír, y después nos quedamos en silencio.

-Ron también va a presentarse...- dijo mi amiga súbitamente seria, y puse toda mi atención en sus palabras-. Él siempre ha querido formar parte de un equipo de quidditch, pero no se cree capaz...

Se me encogió el corazón. ¡Ron tenía tan poca confianza en sí mismo! Aunque intentaba ocultarlo, él siempre se consideraba poca cosa y tenía asumido que era el peor de toda su familia, y eso no era para nada cierto.

-Tendrías que verlo jugar en casa con nosotros- continuó Ginny con la mirada perdida en el paisaje que se veía a través de su ventana-. Hasta Fred y George se sorprenden muchas veces con las paradas que hace, pero luego llega a Hogwarts y no sé qué le pasa que no juega tan bien... Parece que le traicionan los nervios.

Suspiré. Por Merlín me prometí a mí misma que haría lo que fuera por hacer que Ron consiguiera el puesto de guardián este año.

-Tranquila, Ginny, lo hará bien- dije con seguridad mientras asentía con la cabeza-. Los dos lo haréis bien.

Pasados unos segundos me levanté y me dirigí al escritorio, donde estaba mi neceser. Tras rebuscar entre las cosas cogí mi cepillo de dientes y un coletero.

-Me voy a lavar los dientes. Ahora vuelvo- dije al tiempo que salía por la puerta.

-Vale- contestó Ginny.

Comencé a subir los escalones lentamente pensando en Ron. No sabía qué hacer con sus nervios. Lo único que podía hacer era darle todo el ánimo posible el día de las pruebas... Llegué al baño, que se encontraba en la cuarta planta, y entré cerrando la puerta tras de mí.

Hasta aquella destartalada habitación tenía cierto encanto mágico que concordaba con el resto de la casa. En un mueble estaban colgadas varias toallas de color naranja con las iniciales de cada miembro Weasley en el centro bordadas a mano por la señora Weasley, y desde hace unos días había otra con las iniciales "HG" que me regaló para cuando viniera.

Junto a la bañera, en una esquina, se encontraba el albornoz rosa de Ginny perfectamente doblado, listo para cuando ella se duchase más tarde, y en la otra esquina la ropa sucia de Ron tirada en el suelo de cualquier manera, lo que indicaba que ya se había puesto el pijama. "Hombres...", pensé al ver aquel montón de ropa al tiempo que negaba con la cabeza.

-¿Pero qué...?- exclamé de repente sorprendida.

Los calcetines de Ron se movían solos por la habitación dando saltos y vueltas. A saber qué había hecho para que acabasen así.

Al final aparté la mirada, contemplé mi reflejo en el espejo y suspiré tristemente. Ojos marrones sin más, normales y corrientes, pelo enmarañado (aunque por suerte no tanto como hace unos años) y algunas imperceptibles pecas dispersas por mis mejillas. ¿Podría llegar a gustarle al pelirrojo que descansaba en su cuarto varios pisos más arriba? Llevaba todo el verano planteándome si debía hacer algo al respecto, pero había llegado a la conclusión de que lo mejor era callarse y seguir como siempre. No podía ni imaginar la expresión de asco que pondría Ron si le dijese que le quería. Seguramente dejaría de hablarme. Nuestra amistad era tan inestable... A veces creo que está conmigo sólo porque me junto con Harry. Sé que suena absurdo después de tantos años, pero somos tan diferentes... Y aun así lo quiero.

En aquel momento me di cuenta de que me había quedado extasiada y moví la cabeza para espabilarme.

"Oh, cállate", le dije a la voz de mi cabeza. "Compórtate, Hermione. Al fin y al cabo es solo Ron, puedes con él". Aparté todos mis pensamientos de la cabeza y respiré profundamente cerrando los ojos. Entonces me recogí el pelo en una cola de caballo y comencé a lavarme los dientes con una pasta con olor a menta.

De repente comencé a oír mucho jaleo y pasos por toda la casa. Estando en La Madriguera aquello no debería sorprenderme, pero ahora que los gemelos no vivían aquí y el señor Weasley estaba trabajando hasta muy tarde la casa solía estar más tranquila. Lo que me pareció el graznido de una lechuza llegó a mis oídos y se me aceleró el corazón. Aquel no era el graznido de Pig ni de la vieja Errol, estaba segura.

-Harry...

Escupí la pasta de dientes, me enjuagué rápidamente y salí corriendo con el cepillo en la mano. Cuando llegué a la barandilla me asomé y miré hacia abajo. Ginny hablaba a voces desde el salón, y la cabeza de la señora Weasley y la de Ron asomaba por las escaleras varios pisos más abajo.

-¿Es una lechuza eso que he oído?- pregunté emocionada.

-Sí. ¿Tú no le has visto, no? Al parecer está por la casa- preguntó Ginny.

No hacía falta que dijera que se trataba de Harry. Aunque ahora tenía novio aún podía ver (incluso desde esa altura) cómo le brillaban los ojos.

-¿En serio?

-En serio- contestó la voz de Harry desde algún lugar de la planta baja.

Ginny se giró rápidamente y salió corriendo hacia la cocina.

-¡Harry!- exclamamos Ron y yo al mismo tiempo.

Comencé a bajar los escalones a toda prisa. ¡No sabía que venía! Llevaba casi tres meses sin verlo y lo echaba mucho de menos. Alcancé a Ron por las escaleras y ambos llegamos al mismo tiempo a la cocina, donde Harry y Ginny se estaban abrazando. Sonreí, pero se sobresaltaron con el ruido que hicimos al bajar y ambos se separaron.

"¿Soy yo o Harry... se ha puesto rojo?". Intenté inspeccionar la cara de mi amigo pero al final no pude más. En cuanto Ginny se alejó de él yo me abalancé sobre mi amigo y lo abracé fuertemente. Cuando me separé me eché a un lado para dejarle paso a Ron para que lo saludara con otro abrazo. Al apartarse se puso junto a mí y la señora Weasley le dio también un fortísimo y cariñoso abrazo.

-¡Harry, querido! ¿Por qué no nos avisaste de que venías?

-Dumbledore...- contestó Harry entrecortadamente, aunque la señora Weasley no lo decía con enfado, sino con alegría.

-¡Oh, ese hombre!- exclamó ella felizmente, y le dio unas palmaditas cariñosas en la mejilla.

Yo me reía contemplando esa escena. Los saludos de la señora Weasley eran tan... especiales. Es como una madre, y creo que ella nos considera como sus hijos.

De repente noté un leve movimiento a mi lado y miré de reojo. Me sobresalté al ver el dedo de Ron casi rozando la comisura de mis labios, y el corazón comenzó a latir fuertemente, tanto que creo que todos podrían escucharlo. Lo miré con asombro y él se puso nervioso.

-Tienes... pasta de dientes- dijo entrecortadamente señalándose la comisura de la boca.

Ahora todos nos miraban. ¿Por qué? ¿Por qué tuve que ponerme colorada? Sin saber qué hacer comencé a reír tontamente. Harry parecía estar conteniéndose por no hacer o decir algo. Me limpié rápidamente con la manga y me quedé contemplando el suelo. Tras unos incómodos segundos la señora Weasley volvió a hablar.

-Bueno... Harry, querido, acomódate en el cuarto de Ron. La cena está casi lista- dijo sonriente-. Ginny, a la ducha. ¡Mira qué tarde es!, ¿y aún sin el pijama?

Ginny bufó y puso los ojos en blanco. Ron y Harry se encargaron de coger el baúl de Hogwarts y la jaula de Hedwig y se dirigieron a las escaleras, pero yo seguí en el sitio sin moverme, como si estuviera bajo un Petrificus Totalus.

Aquel breve roce de la mano de Ron sobre la comisura de mis labios...

No pude evitarlo y giré la cabeza para ver cómo Ron comenzaba a subir los escalones arrastrando el pesado baúl con sus delgados pero fuertes brazos. Pero al mismo tiempo que me volví para mirarlo él hizo lo mismo. Nos quedamos contemplándonos unos instantes que me parecieron eternos y sonreímos al mismo tiempo. ¡No podía creerlo! Pero no, Hermione, piensa. Seguramente sólo estaba intentando contener la risa por haber tenido la cara manchada con pasta de dientes, nada más...

-¿Eh, Ron?- se oyó la voz de Harry a lo lejos.

En ese momento mi amigo pelirrojo desvió la mirada rápidamente y se perdió escaleras arriba.

-¿Qué dices, Harry?

Finalmente la señora Weasley se fue a la cocina murmurando conjuros y agitando su varita y Ginny y yo nos quedamos solas en el salón, yo aun contemplando el hueco de la escalera. Sin apenas darme cuenta mi cepillo de dientes se calló de mi mano haciendo un ruido contra el suelo.

-¿Lo digo o no lo digo?- preguntó Ginny sarcásticamente. No contesté, pero a ella no le hizo falta-. Vale, lo digo. ¡Díselo!

Entonces me giré y miré a mi amiga aterrorizada.

-¿Qué?

-Que se lo digas- repitió felizmente-. Mira, te perdono que no me lo confieses a mí a pesar de que soy tu mejor amiga, pero te conozco perfectamente y conozco esa expresión de tu cara.

Lista, astuta, tal vez algo cotilla e indiscreta a veces pero buena persona y buena dando consejos... Ginny lo tenía todo para ser mi mejor amiga, pero ella no lo entendía. Esto no era para nada fácil. Ron jamás querría estar con una insufrible sabelotodo como yo.

-Anda, vete a la ducha- fue lo único que conseguí decir.

-¡Oye! ¡Que no eres mi madre!- protestó en voz baja.

-¡Ginny!- gritó la señora Weasley desde la cocina-. ¿Todavía estás ahí?

Ginny frunció el ceño y me miró con una mezcla de enfado y diversión.

-¡No, mamá! ¡Ya estoy en la ducha!

Dicho esto salió corriendo escaleras arriba mientras yo sonreía satisfecha. Había ganado este asalto, pero no la guerra. Sabía que esta noche me tocaría una sesión de preguntas por parte de la pequeña Weasley, pero de momento me quedaba un buen rato para disfrutar con mis dos mejores amigos hablando del verano. Recogí el cepillo de dientes y subí al dormitorio de Ron.

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