NUESTRO PRIMER BAILE Ron, 7º año
Eran las tres de la tarde del día más estresante de mi vida: la boda de mi hermano Bill.
En el interior de La Madriguera no cabía nadie más. Fleur estaba terminando de arreglarse en el cuarto de mamá acompañada de madame y monsieur Delacour mientras que mi madre regañaba a Ginny, quien estaba un poco descontenta con su vestido de dama de honor. Por otro lado papá revisaba que la carpa estuviera bien colocada por todos lados, en especial es pasillo que la conectaba con mi casa, y los estropicios que Hagrid hacía sin querer. Bill era el único que no hacía nada salvo frotarse las manos nerviosamente sentado en el sofá. De Hermione y Charlie no sabía nada desde por la mañana temprano.
Así que, como según mamá (que estaba un pelín insoportable) había varias personas que perdían el tiempo, nos había ordenado a Fred, George, Harry (quien se había transformado en un chico pelirrojo con la poción multijugos por seguridad) y a mí que nos quedásemos a la entrada de la enorme capa blanca que ocupaba casi todo nuestro jardín para acompañar a los invitados a sus asientos, una tarea bastante agotadora.
Después de un rato los gemelos consiguieron escaquearse y se fueron a babear detrás de unas primas veelas de Fleur (que, la verdad, estaban bastante bien) y yo dejé a Harry solo hablando con Xenophilius Lovegood, el padre de Luna, un tipo más raro si cabe que su hija. Pero cuando parecía que por fin iba a comenzar a tranquilizarse la cosa...
-¡Ronald Bilius Weasley!- gritó una voz chillona inconfundible.
Cerré los ojos y apreté los puños. Era ella. Respirando un poco para tranquilizarme me di la vuelta lentamente y compuse una sonrisa falsa en mi cara.
-Hola tía Muriel- dije sonriendo exageradamente, como si me estuviesen tirando demasiado de las mejillas.
Y sin más mi tía abuela, una mujer insoportable con olor a vieja, cara de enfado constante y aspecto de flamenco, se enganchó a mi brazo con mucha fuerza.
-Ya sabes que tienes que buscarme un sitio en primera fila, Ronald- ordenó.
Gruñí. Odio que me llamen Ronald. Aun así asentí porque no era conveniente llevarle la contraria.
-La carpa es demasiado blanca, no me gusta. Debería de ser naranja, como corresponde a los Weasley. Pero, ¡bah!, cómo no, debe tener motivos franceses...- se quejó para variar.
Yo no le hacía caso, simplemente tiraba de ella hacia dentro, pero ella no paró.
-Y tienes que cortarte el pelo, Ronald, lo tienes demasiado largo; al principio te he confundido con Ginevra. ¡Por las barbas de Merlín!- exclamó parándose de golpe-. ¿Cómo se ha vestido Xenophilius Lovegood? Parece una tortilla. ¿Y tú quién eres?- le espetó a Harry, que se acercaba a nosotros.
-¡Ah, sí! Tía Muriel, te presento a nuestro primo Barny.
Todos habíamos acordado que lo mejor para proteger a Harry era conferirle el aspecto de un Weasley y presentarlo como a un primo más, cosa que a nadie le extrañaría porque somos una familia muy numerosa.
-¿Otro Weasley? Vaya, os reproducís como gnomos- dijo, y entonces se puso a mirar a su alrededor moviendo la boca como si estuviera rumiando-. ¿Y Harry Potter? ¿No ha venido? Esperaba conocerlo. Creía que era amigo tuyo, Ronald. ¿O solo alardeabas?
-No, es que... no ha podido venir- mentí.
-Mmm. Habrá dado alguna excusa, ¿no? Eso significa que no es tan idiota como aparenta en las fotografías de los periódicos. ¡He estado enseñándole a la novia cómo tiene que llevar mi diadema!- le gritó a Harry, haciendo que se sobresaltara-. Es una pieza de artesanía de los duendes, ¿sabes?, y pertenece a mi familia desde hace siglos. Esa chica es muy mona pero... francesa- refunfuñó, y entonces me zarandeó del brazo-. Bueno, búscame un buen asiento, Ronald; tengo ciento siete años y no me conviene estar mucho rato de pie.
107 años y aquí sigue todavía, uf... Puse los ojos en blanco y Harry sonrió. Entonces entramos en la carpa, llena de gente a rebosar, y me encargué de abrirle paso hasta los asientos de la primera fila.
"Como tenga que aguantarla un segundo más me voy a mi cuarto y paso de la boda", pensé deprimido. Este no era el ideal de fiesta que yo tenía en mi cabeza.
-¿Pero qué demonios es eso? ¡Qué espanto!- chilló señalando algo, no sé qué era-. ¿Y qué te parece ese vestido? Tiene demasiado escote, ¿a dónde se cree que va?
Por un momento me sentí tentado de mirar, pero me contuve.
Gracias a Merlín, al final llegamos a la primera fila. Agarré a mi tía por ambos brazos y la senté bruscamente en la primera silla que pillé.
-¡Oh, no! Aquí no, Ronald, está demasiado cerca del pasillo.
Tuve que respirar profundamente y morderme la lengua para no soltarle una grosería. Entonces la volví a coger y la senté dos sillas más a la derecha.
-¡Demasiado céntrica!- se quejó de nuevo, y juro que quise lanzarle un conjuro.
-Tranquilo, Ron, ya la ayudo yo- dijo la esperanzadora voz de Charlie, que se acercaba a nosotros mirándome con pena-. Tú vete a seguir atendiendo a los invitados. ¡Hola, tía Muriel!
En aquel momento quise abrazar a mi hermano. No solo era bueno, sino que tenía mucha paciencia, así que la cuidaría bien hasta que llegasen nuestros padres. Sin embargo solo pude darle las gracias con la mirada, y antes de que pudiera arrepentirse, salí corriendo de la carpa.
Cuando llegué afuera apenas había gente. La enorme cola que había esta mañana había desaparecido, y solo estaba Harry, apoyado en el respaldo de una silla con aspecto cansado.
-Tía Muriel es una pesadilla- farfullé enjugándome la frente con la manga de mi túnica, una nueva, por cierto-. Antes venía todos los años por Navidad, pero afortunadamente se ofendió porque Fred y George le pusieron una bomba fétida en la silla nada más sentarnos a cenar- le expliqué a Harry-. Mi padre siempre dice que debe de haberlos desheredado. ¡Como si a ellos les importara eso! Al ritmo que van, se harán más ricos que cualquier otro miembro de la familia y... ¡Atiza!- exclamé abriendo la boca y parpadeando como un idiota.
Hermione se acercaba corriendo a nosotros con las mejillas sonrosadas, un precioso vestido rojo y unos tacones a juego. Estaba... Bueno, no os podéis imaginar cómo estaba. Con tanto estrés apenas me acordaba de ella, y verla así... Noté cómo mis mejillas enrojecieron de golpe.
-¡Estás espectacular!- se me escapó mirándola embobado de arriba abajo.
Pero Hermione frunció el ceño y yo me temí lo peor. "Mierda, Ron, ¿pero qué has dicho? ¿Cómo se te ocurre decirle eso mirándola así? Qué corte...".
-Siempre ese tonito de sorpresa- se quejó, y mi corazón se paró de golpe, pero entonces ella me sonrió y yo hice lo mismo-. Pues tu tía abuela Muriel no opina como tú. Me la he encontrado en la casa cuando fue a darle la diadema a Fleur, y ha dicho: <<¡Cielos! ¿Ésta es la hija de muggles?>>, y añadió que tengo <<mala postura y los tobillos flacuchos>>- explicó.
Gruñí. Nadie, repito, NADIE, se mete con Hermione, y menos alguien de mi familia. -No te lo tomes como algo personal. Es grosera con todo el mundo- me excusé rascándome la cabeza un poco avergonzado.
-¿Estáis hablando de Muriel?- preguntó George, que en ese momento salía de la carpa con Fred-. A mí acaba de decirme que tengo las orejas asimétricas. ¡Menuda arpía!- dijo mientras todos nos reíamos-. Ojalá viviera todavía el viejo tío Bilius; te tronchabas con él en las bodas.
Suspiré. El tío Bilius... Ese sí que era cachondo; de hecho, ha sido como un maestro para los gemelos en muchos sentidos, el rey de las bromas. Mi segundo nombre se lo pusieron en honor a él.
-¿No fue vuestro tío Bilius el que vio un Grim y murió veinticuatro horas más tarde?- preguntó Hermione.
-Bueno, sí. Al final de su vida se volvió un poco raro- concedió George.
-Pero antes de que se le fuera la olla siempre era el alma de las fiestas- observó Fred-. Se bebía de un trago una botella entera de whisky de fuego, iba corriendo a la pista de baile, se recogía la túnica y se sacaba ramilletes de flores del...
En ese momento Harry comenzó a reír a carcajadas, pero Hermione arrugó la nariz.
-Sí, por lo que dices debió de ser un verdadero encanto- ironizó cruzando los brazos.
-Nunca se casó, no sé por qué- comenté.
-Eres increíble- contestó mi amiga mirándome al tiempo que negaba con la cabeza, y entonces todos nos echamos a reír.
Cuando conseguí calmarme un poco no pude evitar mirarla. Verla reírse mientras se secaba las lágrimas, esos ojos color miel entrecerrados... Tenía casi la misma cara que el día en que la conocí, una cara de niña pequeña e inocente que nunca ha roto un plato. Pero entonces miraba ese vestido rojo tan sexy que llevaba puesto y que marcaba las curvas de su cuerpo indicando que ya era toda una mujer y mi mente se nublaba. "Hermione, si supieras lo que desearía que este día nos llegase a nosotros...". De repente me avergoncé por pensar eso. ¡Por favor, Ron, eso nunca ocurrirá! No importa que Ginny me dijera que me lanzara, que quizás me llevara alguna sorpresa, que ella me quiere más de lo que yo pienso... Aunque todo eso fuera cierto, si consiguiera salir con Hermione, ¿cómo íbamos a durar como pareja con lo mal que nos llevábamos como amigos? Pero yo le había hecho una promesa a mi hermana, y si bien hace cuatro años Hermione me demostró en el Baile de Navidad que tenía que aprender a ganármela, esta vez no la iba a dejar escapar.
"¡La próxima vez que haya un baile ten el valor de pedírmelo antes de que lo ha otro, y no como último recurso!". No, esta vez iba a ser valiente. Además, ahora no había ningún pelón búlgaro para impedírmelo...
-Estás prreciosa.
Palidecí. Todo mi cuerpo se puso en tensión y mis orejas enrojecieron indicando peligro. No podía ser, no podía ser...
-¡Viktor!- exclamó Hermione con un gritito exagerado dejando caer el bolsito de cuentas que llevaba en la mano y respirando entrecortadamente.
Pero no, no era posible, eso no... Viktor, Viktor hay muchos, no tiene que ser él... NO PUEDE ser él...
Entonces "Viktor" me entregó la invitación sin mirarme apenas, pues no apartaba los ojos de mi amiga. Entre ellos se había formado un espacio en el que parecía que el Sol relucía más brillante, y ella se había puesto colorada.
-No sabía que... Vaya, me alegro de verte. ¿Cómo estás?- balbuceó ella.
Mis orejas se pusieron totalmente coloradas, y en ese momento sentí una furia enorme crecer en mi interior. ¿Cómo puede ponerse así por ese cabeza hueca? ¿Desde cuándo es tan superficial? Unos musculitos más marcados, unos cuantos centímetros más alto y una ridícula perilla... ¡Pero si estaba peor que antes!
Cuando miré la tarjetita que el idiota ese me había entregado tuve que leerla varias veces hasta asumirlo, pues aún me resistía a creerlo.
Estimado Viktor Krum,
Tenemos el placer de invitarlo al enlace matrimonial de William Arthur Weasley y Fleur Isabelle Delacour que tendrá lugar el próximo 24 de agosto en La Madriguera.
Mis ojos se volvieron dos finas rendijas.
Estimado Viktor Krum. Viktor Krum... ¡Viktor Krum! ¿Por qué? ¿Qué había hecho yo para merecer esto?
-¿Cómo es que has venido?- le pregunté desafiante con la voz demasiado alta antes de que pudiese contestar a Hermione y entablar una conversación.
-Me ha invitado Fleurr- contestó arqueando las cejas. Acababa de reparar en mi presencia.
Harry, que contemplaba la escena sin decir nada, se acercó a él y le estrechó la mano.
-Creo que es mejor que te acompañe a tu asiento, ya va a empezar la ceremonia- dijo intentando romper la tensión del ambiente.
-Vale- contestó el pelón con su típica cara de mal humor-. Hasta luego, entonces- se despidió de Hermione.
-Sí... Luego nos vemos- dijo mi amiga parpadeando sin parar y abrazando el bolsito contra su pecho.
¡Y una mierda! No iba a permitir que Krum me la quitase de nuevo.
Finalmente Harry se lo llevó dentro de la carpa, y menos mal porque juro que iba a... ¡Argg! Entonces contemplé a Hermione con el ceño fruncido, pero ella tardó unos segundos en darse cuenta.
-¿Qué?- me espetó molesta.
-No sé, dime tú.
-¿Que te diga qué?- cada vez parecía más enfadada.
-Te alegras de verle, ¿eh?- gruñí.
-¡Sí!, ¿algún problema?
Entonces me quedé callado. Si le decía que no me preguntaría que entonces por qué me mosqueaba y no tendría excusa, y si le decía que sí tendría que explicarle que estaba celoso. Al final me di la vuelta y hundí las manos en los bolsillos de mi túnica mientras me dirigía al interior de la carpa. Casi todo el mundo estaba ya sentado.
-Eh, ¡eh! ¡No me des la espalda, Ronald Weasley!- me gritó Hermione corriendo detrás de mí-. ¿Se puede saber qué diablos te pasa?
Me paré y me giré de golpe.
-¡¡Si no lo sabes no te lo voy a decir!!- le solté tan fuerte que algunos giraron la cabeza para mirarnos.
Inmediatamente me puse colorado y reanudé la marcha. Lo que acababa de decir podía equivaler prácticamente a una confesión de mis celos. Mierda, la había cagado...
Esperaba oír más gritos de Hermione a los que, ahora tenía claro, ignoraría, pero sorprendentemente ella no dijo nada más. Al contrario, se colocó a mi lado en silencio, aunque aún con las mejillas coloradas.
Cuando llegamos a la segunda fila Harry ya estaba sentado. Hermione y yo ocupamos nuestros asientos, el uno al lado del otro, y Harry nos miró con una extraña expresión en la cara, primero a ella y luego a mí.
-¿Qué os pasa?
-Nada- murmuré aún enfadado.
No era el momento de ponerme a dar explicaciones, de decirle que habíamos discutido otra vez y por mi culpa, y que en ese momento quería cargarme a Krum. Pero no sé por qué me dio la sensación de que Harry ya sabía todo eso... Sin embargo, al final no pude contenerme.
-¿Has visto que barbita tan ridícula se ha dejado?- murmuré procurando que Hermione no me escuchara.
Harry contestó con un gruñido que, para mí, no significó nada, y aunque eso me puso aún más nervioso todo se me pasó de golpe cuando la carpa quedó totalmente en silencio y mamá, papá y madame Delacour entraron desfilando por el pasillo, sonriente. Tras ellos, que ocuparon los asientos más cercanos al lugar donde se colocarían los novios, aparecieron Bill y Charile, los dos ataviados con sendas túnicas de gala y rosas blancas en el ojal. Fred soltó un silbido de admiración y algunos rieron. Y entonces una enorme sonrisa apareció en mi cara. Me hacía tan feliz ver a mi hermano casarse...
De repente comenzó a sonar una música que parecía venir de los globos dorados que decoraban la carpa y todos callaron y giraron la cabeza. En la entrada de la carpa se encontraba Fleur Delacour enganchada del brazo de su padre, radiante, bellísima, alucinante... Con una elegancia impresionante comenzó a desfilar por el pasillo provocando los suspiros y exclamaciones de asombro de todos los presentes. Llevaba un traje blanco reluciente y la diadema de mi tía Muriel perfectamente colocada en su plateada cabellera. Tras ellos iban Gabrielle y Ginny, las damas de honor. Debo reconocer que mi hermana también estaba muy guapa (de hecho Harry se la estaba comiendo con la mirada). En ese momento miré a Hermione de reojo. "Pero ninguna tan guapa como ella", pensé.
Cuando Fleur llegó junto a mi hermano comenzaron a oírse los primeros sollozos (entre ellos, cómo no, los de mi madre) y empezó la ceremonia.
La ceremonia fue un acto muy bonito, emotivo y, por suerte, corto. Estar en silencio escuchando un sermón (proveniente sorprendentemente del mismo hombre que presidió el funeral de Dumbledore) me recordaba demasiado a las clases del colegio, y eso no me hacía mucha gracia. ¡Estábamos en verano!
-William Arthur, ¿aceptas a Fleur Isabelle como legítima esposa para amaros y respetaros hasta que la muerte os separe?- preguntó el diminuto mago.
-Sí, acepto.
-Fleur Isabelle, ¿aceptas a William Arthur como legítimo esposo para amaros y respetaros hasta que la muerte os separe?
-Pog supuesto.
En la primera fila madame Delacour y mamá se secaron al mismo tiempo una lágrima con un pañuelo de encaje.
En ese momento noté que alguien me tocaba la mano. Miré a mi derecha y noté un cosquilleo de vértigo en el estómago al comprobar que Hermione apoyaba su mano sobre la mía y sonreía con unas lágrimas asomando por sus ojos. Ya no estaba enfadada. Puse mi otra mano sobre la suya y sonreí de medio lado, aunque ninguno nos miramos.
-Así pues, os declaro unidos de por vida- concluyó el mago alzando su varita, y mi corazón se encogió al oír esas palabras mientras Hermione y yo nos agarrábamos de la mano.
Los globos dorados explotaron y una lluvia de estrellas plateadas cayó sobre Bill y Fleur, que se besaban apasionadamente. Al momento Fred y George comenzaron a aplaudir, y todo el mundo, incluidos Hermione y yo, los imitamos.
-¡Damas y caballeros, pónganse en pie, por favor!- ordenó el hombrecillo, y todos obedecimos. En la primera fila papá tuvo que levantar a la tía Muriel, que se negaba a moverse.
El pequeño mago agitó la varita y las paredes de la carpa desaparecieron dejando al descubierto el paisaje. En el centro se formó una pista de baile dorada y unas sillas se colocaron con suavidad alrededor de unas mesas redondas, así como una tarima a la que comenzó a subir la orquesta. La verdad es que mis padres se habían esmerado en que esta boda fuera espectacular, pues aunque los señores Delacour habían insistido en pagar al menos la mitad de los gastos, para nuestra familia había supuesto gastarse todos los ahorros que teníamos reservados.
-¡Qué pasada!- exclamé alucinado.
Y ya, para colmo, unos camareros aparecieron de no sé dónde llevando bandejas de plata con whisky de fuego, cervezas de mantequilla y zumos de calabaza; otras tenían bocadillos y trozos de tarta. Me froté las manos y me relamí. ¡Qué hambre!
-¡Tenemos que ir a felicitarlos!- dijo Hermione poniéndose de puntillas para ver a los recién casados, que habían desaparecido en medio de una multitud de invitados que se habían acercado a darles la enhorabuena.
-Ya habrá tiempo para eso- repliqué cogiendo tres cervezas de mantequilla de una bandeja y dándole una a Harry.
A parte de que en ese momento sería imposible acercarse a ellos, esto era una fiesta, ¡teníamos que disfrutar!
-Coge esto, Hermione- le entregué otra botella-. Vamos a buscar una mesa. ¡No, ahí no! ¡Lo más lejos posible de tía Muriel!
Entonces comencé a guiar a mis amigos por la pista de baile mirando a derecha e izquierda.
-¿Lo más lejos posible de tía Muriel o de "Vicky"?- ironizó Harry en un susurro.
Vale, me había pillado. Si no paraba de mirar a mi alrededor era porque estaba vigilando que Krum no nos viera. Llegamos casi al final de la carpa, pero todas las mesas estaban ocupadas. La más vacía era una en la que estaba sentada Luna, sola.
-¿Te importa que nos sentemos contigo?- le pregunté.
-No, qué va- contestó ella con su particular vocecilla, y tomamos asiento-. Mi padre ha ido a darles su regalo a los novios.
-¿Qué es? ¿Una provisión inagotable de guardirraíces?- se me escapó, pero al momento paré.
-¡Ay!- exclamó Harry de repente con lagrimones en los ojos.
-¿Qué pasa?
-Nada...- contestó él entrecortadamente, y Hermione se llevó las manos a la boca.
Los contemplé un rato sin entender muy bien qué era lo que pasaba, pero finalmente tuve que resignarme y no me enteré de nada.
En ese momento la orquesta comenzó a tocar un vals y los novios salieron a la pista de baile, seguidos de papá y madame Delacour y mi madre con el padre de Fleur. Poco a poco la pista se fue llenando de parejas, y me di cuenta de que había venido Lee Jordan, el amigo de los gemelos, al que no había visto hasta ese momento. Estaba bailando con Ginny y los gemelos en una esquina... Bueno, si a eso se le llama bailar.
-Me gusta esta canción- comentó Luna de repente meciéndose hacia adelante y hacia detrás con los ojos exageradamente abiertos (daba un poco de miedo, de hecho).
Al cabo de unos segundos se levantó y se puso a bailar sola en mitad de la pista con los ojos cerrados y moviendo los brazos en el aire. Yo no podía dejar de mirarla al tiempo que sonreía con admiración.
-¿Verdad que esa chica es genial?- pregunté-. Siempre tan lanzada.
Sé que está loca y eso, pero desde que el año pasado comentó el partido de quidditch me cae genial. Antes solo la había visto de pasada y no me había fijado en lo excéntrica que iba vestida. Su vestido amarillo chillón relucía tanto que algunos incluso tuvieron que apartarse, pero a mí me encantaba. Simplemente era Luna.
Pero mi sonrisa se borró rápidamente cuando la silla de Luna fue ocupada nada más y nada menos que por... ¡ta, ta, ta, chán! Viktor Krum...
Hermione se aturrulló un poco, pero sorprendentemente esta vez no había venido para piropearla, sino que tenía el ceño fruncido y parecía molesto.
-¿Quién es ese hombre que va de amarillo chillón?- preguntó señalando a alguien.
No tuve ni que mirar, pues por la descripción ya sabía a quién se refería.
-Xenophilius Lovegood, el padre de una amiga nuestra- contesté en tono cortante. No estaba dispuesto a permitir que se burlara del padre de mi amiga ni que estuviera cerca de Hermione-. Vamos a bailar- le propuse a Hermione fríamente, aunque parecía más una orden.
Ella se sorprendió, no sé si de mi propuesta o de mi brusquedad, pero por suerte asintió complacida. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que acababa de hacer. Hermione se levantó y me agarró con ambas manos por la muñeca mientras yo me abría paso entre la gente hacia la pista de baile temblando de pies a cabeza, muerto de miedo. Cuando llegamos al centro me giré y contemplé a Hermione sin saber muy bien qué hacer. Ella también parecía nerviosa, pero poco a poco empezó a moverse al ritmo de la música y yo la seguí, si bien los dos hacíamos un poco el ridículo.
La orquesta tocaba una canción muy animada, y a nuestro alrededor la gente se movía como loca y se reía, al igual que hacíamos nosotros dos. Pero yo no podía evitar quedarme embobado mirando cómo Hermione se contoneaba de esa manera delante de mí, girando y meneando las caderas mientras yo intentaba imitar alguno de sus movimientos y hacía que se riera a carcajadas. Entonces miré a mi alrededor y vi a una pareja joven que bailaba cerca de nosotros. Él la agarró de la mano y la hizo girar a un lado y a otro, y luego ella se enrolló y se desenrolló sin soltarse de su mano. Tal vez podría hacer lo mismo con Hermione...
Agarré su mano e hice lo mismo que esa pareja, y cuando la tenía en mis redes la hice girar hasta desenrollarse y quedarnos con los brazos extendidos.
-¡No, no!- gritaba ella con los ojos cerrados, pero no paraba de reírse. Estaba feliz bailando conmigo...
Y entonces Hermione volvió a enrollarse, pero me pilló desprevenido y no salió bien. Se tropezó y su cara se detuvo a escasos milímetros de la mía...
La canción había terminado. A nuestro alrededor la gente comenzó a aplaudir, pero nosotros no nos movimos. El tiempo se había detenido para mí. Nuestros rostros ni se separaban ni se acercaban, y los dos nos mirábamos a los ojos intensamente sin parpadear. Podía sentir su respiración entrecortada, el calor de sus coloradas mejillas y el de las mías propias, y mi corazón parecía que iba a salirse del pecho.
Otra canción comenzó a sonar, pero esta vez era una canción lenta. Qué puntería. Alguno de los músicos de la orquestra se había puesto a cantar Magic Works.
This is going out for all the lovers out there
Esto va para todos los enamorados de ahí fuera, era la primera frase de la canción.
And dance your final dance
This is your final chance
To love the one you love
You know you've waited long enough...
Esta canción de las Brujas de Machbeth siempre me hacía pensar en Hermione, y ahora me encontraba en mitad de una pista de baile con ella, a escasos centímetros de su cara y sin saber qué hacer...
Entonces ella apartó la mirada y, evitando mirarme a los ojos, agarró mi mano y la puso sobre su cintura. Hice lo mismo con la otra y ella puso las suyas sobre mis hombros. Y así, muy, muy pegados, comenzamos a bailar lentamente.
Aquel era el mejor momento de toda mi vida, eso estaba claro, pero también tenía miedo. No nos atrevíamos a mirarnos; simplemente dejábamos que la música nos guiase mientras estábamos más pegados de lo que habíamos estado nunca... Sentía que me iba a volver loco si no hacía algo, lo que fuera...
And make your final move
Ummm don't be scare
She wants you too
Yeah is hard
You must be brave
Don't let this moment slip away...
La canción se me metía en la cabeza: me estaba diciendo lo que tenía que hacer. "Ginny, ¡Ginny! ¿Dónde estás?". Dejé de contemplar al suelo y miré a mi alrededor en busca de mi hermana, pero ella ya me había encontrado a mí.
Estaba junto con los gemelos. No sé por qué noté una sensación extraña al ver a George besarse apasionadamente con una de las primas de Fleur mientras bailaban, y Fred los señalaba a ellos y a mí y Hermione, quien por suerte estaba de espaldas ajena a todo ese espectáculo. Ginny, por su parte, levantaba el pulgar y movía los labios diciendo: "Vamos, venga".
Respiré profundamente pero no sirvió de nada; comencé a temblar.
-Esto... Her... Hermione- tartamudeé.
Ella levantó la vista con toda la cara sonrojada, supongo que del calor que hacía o del cansancio del baile. Abrió la boca pero no emitió ningún sonido. Simplemente me miró con los ojos muy abiertos.
-Eh... yo... yo...- me acerqué un poco a ella, a su cara, a sus labios... pero me alejé inmediatamente-. Voy a por unas bebidas.
Y sin más la solté y nos separamos. Ella me miró con una extraña expresión en la cara y asintió.
-Va... vale. Yo... voy con Harry...
-Vale...
Entonces ella se dio la vuelta y se perdió por entre la gente dejándome solo en mitad de la pista. La canción había terminado, y con ella mi oportunidad. "¡Oh, estúpido!", me dije viéndola irse. "Eres tonto, Ronald Weasley. Un completo idiota". Miré a mis hermanos. George seguía a lo suyo, pero Fred tenía la boca abierta y se arañaba la cara de desesperación y Ginny me fulminaba con la mirada.
No quería aguantar que mis hermanos me miraran de esa manera, así que me di la vuelta y me dirigí a una mesa con un mantel blanco para coger un par de cervezas de mantequilla. Pero mi hermana me siguió.
-¿Pero qué ha pasado?- me preguntó al llegar a mi lado.
-Nada...- contesté sin mirarla.
-¿Por qué no la has besado? ¡Estabas a punto!
-Tú no lo entiendes...- farfullé.
¡Sí, ya sé lo que me iba a decir! Antes de que ella pudiera abrir la boca le repliqué tajante:
-Mira Ginny, ya hemos tenido esta conversación antes. Además, con Krum por aquí me he dado cuenta de que yo no soy su chico, ¿vale? Solo somos amigos. Punto.
Aquella era la cruda realidad y había que asumirla. Un simple baile no significaba nada. Cuando ella... Cuando Hermione había visto a Krum se había puesto de una manera en la que yo llevaba tres años sin verla, el mismo tiempo que había estado separada de él. Ellos se habían besado, habían estado juntos, y yo en esta historia no pintaba nada.
La expresión de enfado de Ginny cambió a una de compasión.
-Sabes que no llevas razón...- comenzó, pero no pudo seguir.
En ese momento un enorme patronus con forma de lince se posó en el centro de la carpa captando la atención de todos. Abriendo sus grandes fauces habló con la imponente voz de Kingsley Shacklebolt:
-El ministerio ha caído. Scrimgeour ha muerto. Vienen hacia aquí.
Todo quedó en silencio. El lince se desvaneció. El mensaje había quedado claro, y Ginny me miró con una expresión de terror en la cara. De repente cundió el pánico y la gente comenzó a chillar y a correr en todas direcciones.
-¡Ginny, busca a mamá y vete de aquí!, ¿entendido?- le ordené a mi hermana a voz en grito.
Sin perder un segundo salí corriendo en busca de Harry y Hermione. Los mortífagos aparecieron de la nada, los manteles de las mesas echaron a arder y ya había gente por los suelos; todo era un caos.
-¡Ron! ¿¡Ron, dónde vas!?- oí la desgarrada voz de Ginny, y esa fue la última vez que la oí en meses.
Yo simplemente corría a contracorriente. Saqué mi varita y por los pelos de defendí del ataque de un mortífago.
-¡Hermione! ¡Hermione!- la llamé, porque no podía llamar a Harry. Rogaba que estuvieran juntos.
Alguien se desapareció a mi lado, pero yo no podría hacerlo sin ellos. A lo lejos vi a Fleur peleando a fondo contra un mortífago para proteger a la pequeña Gabrielle. Su vestido estaba chamuscado y tenía surcos de lágrimas en las mejillas.
Pero no vi a nadie más. No vi a mi familia.
Harry y Hermione aparecieron de no sé dónde, ella llamándome entre sollozos sin verme, pero yo salí corriendo y le cogí la mano por detrás dándole un buen susto, pero al comprobar que era yo los tres cerramos los ojos y nos sumergimos en una agobiante oscuridad alejándonos de casa... solos.
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