¿MERECE LA PENA MENTIR POR ELLOS? Hermione, 1º año
-No es raro que nadie la aguante. Es una pesadilla, te lo digo en serio.
No necesitaba ver el cabello anaranjado delante de mí para saber quién había soltado aquel desagradable comentario. Y tuve que oírlo... No es que no supiera que Ronald Weasley pensaba eso de mí, pero escucharlo así de su boca... no sé, me hizo daño. Y, aunque me había propuesto ignorar a ese estúpido pelirrojo, no pude evitar que unas lágrimas comenzaran a amenazar con salir de mis ojos.
Apresuré el paso. No iba a permitir que me viera llorar por su culpa. Con las prisas choqué contra Harry, pero me dio igual. Ni siquiera me detuve a pedir disculpas, porque no valía la pena, sino que seguí andando con paso camino del cuarto de baño de la primera planta para poder llorar a solas. Desde que los conocí había intentado agradarles a ambos, a Harry y a Ron. No sé por qué, la verdad, y tampoco entiendo qué hice mal. No era ningún secreto que Weasley me odiaba, pero por mi parte solo estaba intentando hacer que no fuera tan rematadamente torpe, por el bien de Gryffindor, por supuesto. Por ejemplo, hoy en clase de Encantamientos sólo intentaba corregirle para que aprendiera a hacer bien el hechizo. No veo nada malo en eso, y mira cómo me lo agradece, comparándome con una "pesadilla". En el fondo era tonta. Sí, la pequeña e inteligente Hermione Granger se había vuelto tonta por culpa de dos chiquillos que no merecían la pena, por caer en su juego y por intentar acercarme a ellos sin saber por qué. ¡Como si no hubiera gente en el colegio!
Llegué al baño en menos de lo esperado, pues mis pasos se habían vuelto casi una carrera. Apretaba fuertemente los libros (que no había metido en mi maleta por querer salir deprisa de la clase) contra mi pecho. Me encerré en una cabina, solté los libros -que hicieron un estruendoso ruido contra el suelo- y comencé a llorar desconsoladamente. Después de tantas cosas que había soportado, lo necesitaba.
Ron Weasley era tonto, ¡tonto! Y Harry Potter más todavía por juntarse con él con lo buena persona que me había parecido en un principio. Realmente estaba muy entusiasmada cuando le conocí: "El niño que sobrevivió", qué emocionante... ¡Ja! No tenía nada del otro mundo. Pero ya no aguantaba más, en esa ocasión se había pasado...
-¿Hermione?- escuché que decía una vocecilla algo chillona-. Hermione, ¿estás ahí?
Era Parvati Patil, una de mis compañeras de habitación. Pegó a la puerta pero no abrí.
- ¡Déjame!- le grité conteniendo las lágrimas.
- ¿Qué te ha pasado?- insistió.
- Nada...
Hubo un momento de silencio en el que esperé a que se marchara. Quería estar sola, ¿acaso era tan difícil de entender?
-Vamos a llegar tarde a la fiesta de Halloween- me recordó.
-No quiero ir- sollocé.
Era la verdad, en ese momento yo no estaba para fiestas. No quería ir y ver cómo Ron se llenaba la panza mientras Harry reía fuertemente por algún comentario sin absurdo, ni sus miradas de desprecio o superioridad. ¿Por qué me había dolido tanto? ¿Por qué aquella vez era diferente?
-Bueno... vale- dijo Parvati-. Si eso... estoy abajo.
Y se fue. Sola de nuevo, al fin, seguí llorando, desahogándome y pensando. Tras lo que me parecieron horas conseguí tranquilizarme. No, no iba a derramar una sola lágrima más por ellos, para nada. Ni una más. Me estaba secando los ojos cuando escuché cómo la puerta principal se cerraba. Abrí la puerta de mi cabina mientras me secaba los ojos y trataba de recomponerme, pero lo que vi me dejó petrificada: un trol gigante y feo estaba enfrente de mí.
-¡AAAAH!- grité.
El trol me miró con desconcierto e intentó golpearme con su garrote. Reaccioné con el tiempo justo para echarme a un lado. Me encerré de nuevo en una de las cabinas, pero entonces noté como un montón trozos de madera y astillas caían sobre mí. El monstruo estaba destrozando el baño, ¡y me iba a matar! Me cubrí la cabeza y me quedé así, sin moverme, muerta de miedo. ¡Estaba aterrorizada! Entonces la puerta volvió a abrirse y, ¿quiénes entraron por ella? ¡Harry y Ron! ¡Las dos personas a las que menos esperaba y deseaba ver!
-¡¡Hermione, aguanta!!- me gritó Harry al verme atrincherada bajo los escombros-. ¡Distráelo!- le ordenó a Ron.
El trol se percató entonces de la presencia de Harry y fue a por él.
-¡Eh, cerebro de guisante!- gritó Ron mientras le tiraba una cañería a la cabeza al trol, aturdiéndole por un momento.
-¡Vamos, corre, corre!- me ordenó Harry, pero yo no podía moverme a causa del miedo. Además... nada de eso tenía sentido.
El chico me empujó hacia la puerta, haciendo que cayese al suelo, y justo antes de que atacase a Ron se... ¿qué estaba haciendo? ¡Se colgó del cuello del monstruo y le metió la varita por la nariz! Puaj, qué asco...
El trol comenzó a chillar, colgó a Harry boca abajo y se dispuso a golpearlo con el bastón. Abrí los ojos de par en par, pero estaba tan aterrorizada que no se me ocurría qué hacer. Pero entonces pasó algo mucho más extraño que la aparición del trol y de mis salvadores, algo que me dejó totalmente sorprendida.
-¡Wingardium Leviosa!- exclamó el pelirrojo, y el garrote del monstruo se elevó en el aire para luego golpearle en la cabeza, haciendo que soltase a Harry.
¿Weasley? ¿Weasley había hecho...? Mi cabeza estaba confusa, pero volví a la realidad con el ruido que el gigante hizo al desplomarse en el suelo.
Me levanté lentamente.
-¿Está... muerto?- pregunté entrecortadamente.
-No lo creo- contestó Harry-. Supongo que está desmayado.
Se agachó y sacó la varita de la nariz del trol. Yo me quedé mirando la escena desde un rincón procurando no hacer ruido para que se olvidasen de mi presencia. Quería escabullirme de allí cuanto antes.
-Puaj... qué asco- exclamó Potter mientras limpiaba su varita de los mocos.
En ese momento aparecieron por la puerta el profesor Snape, el profesor Quirrell y la profesora McGonagall, esta última respirando fuertemente con una mano apoyada en el pecho. De repente sus labios palidecieron y su cara se puso roja de ira. Estaba enfadadísima.
-¿En qué estabais pensando, por todos los cielos?- preguntó furiosa, regañando a los chicos-. Tenéis suerte de que no os haya matado. ¿Por qué no estabais en los dormitorios?
Harry y Ron se quedaron callados mirando al suelo, soportando la regañina sin saber qué contestar.
-Por favor, profesora McGonagall... Me estaban buscando a mí- dije. ¿Qué acababa de hacer? Juraría que esas palabras no habían salido de mi boca, pero ya era demasiado tarde.
-¡Hermione Granger!- exclamó la profesora McGonagall.
Si ya había empezado, debía continuar. No sabía por qué lo hacía, pero... Bueno, ellos me habían salvado la vida, debería de estarles agradecida.
-Yo vine a buscar al trol porque yo... yo pensé que podía vencerlo, porque, ya sabe, había leído mucho sobre el tema- mentí. Oí un ruido: Ron había dejado caer su varita, sorprendido, pero yo debía continuar hablando segura para que pareciera real-. Si ellos no me hubieran encontrado, yo ahora estaría muerta- se me erizaron los pelos. Eso sí que era verdad...-. Harry le clavó su varita en la nariz y Ron lo hizo golpearse con su propio bastón. No tuvieron tiempo de ir a buscar ayuda. Estaba a punto de matarme cuando ellos llegaron.
Solté todo eso rápidamente, casi sin respirar. Ya estaba hecho.
-Bueno... en ese caso- dijo la profesora McGonagall mirándonos a los tres como buscando la aprobación a la historia que yo acababa de contar. Pareció encontrarla y me miró fríamente-... Hermione Granger, eres una tonta. ¿Cómo creías que ibas a derrotar a un trol gigante tú sola?- me regañó.
Bajé la mirada avergonzada. ¿Cómo podía yo haber hecho eso? Aún seguía sin comprender del todo por qué estaba mintiendo para llevarme yo la reprimenda en vez de los dos chicos que peor me caían del colegio, por los que yo jamás pensaría hacer nada.
-Hermione Granger, por esto Gryffindor perderá cinco puntos- continuó la profesora-. Estoy muy desilusionada por tu conducta. Si no te has hecho daño, mejor que vuelvas a la torre de Gryffindor. Los alumnos están terminando la fiesta en sus casas.
No me lo pensé dos veces. Salí rápidamente de allí y me dirigí a la Sala Común de Gryffindor, sumida en mis pensamientos... Harry y Ron, que me odiaban, acababan de salvarme la vida cuando nadie más parecía haberse acordado de mí... Tragué saliva.
-Hocico de cerdo- dije cuando llegué al retrato de la Señora Gorda.
La puerta se abrió. La Sala Común estaba abarrotada de gente, ruido y comida, pero yo me quedé junto a la puerta esperándolos. Sí, tenía que hacerlo, tenía que tragarme mi orgullo por una vez y dignarme a darle las gracias. Se lo merecían esta vez.
Empecé a ponerme nerviosa, mordiéndome los labios y moviendo el pie sin parar. Al cabo de unos minutos Harry y Ron entraron por el retrato discutiendo en voz baja. Ambos se quedaron callados enfrente de mí. Yo bajé la mirada y, sorprendentemente, los tres dijimos a la vez "gracias" sin mirarnos a la cara.
Entonces nos dirigimos a coger platos y comida. Cuando llené mi plato con muslitos de pollo, me di la vuelta para alejarme de ellos. Yo ya había cumplido.
-Hermione...-me llamó Harry-. Si quieres puedes... quiero decir... Ven a cenar con nosotros- me invitó, nervioso.
Los miré con los ojos como platos, primero a Harry y después a Ron, quien se encogió de hombros. Asentí con la cabeza y los seguí hasta los tres sillones más cercanos a la chimenea, los sillones que se convertirían más tarde en nuestros favoritos.
Comenzamos a cenar en silencio, yo procurando mirar a todos lados menos al chico pelirrojo y de pelo negro que tenía a mi lado. Pero de repente Harry comenzó a hablar conmigo, primero tímida y cada vez más animadamente hasta que cogimos confianza. Realmente me encontraba feliz y a gusto, aunque algo extraña porque esa misma mañana no habría pensado que esto llegaría a pasar algún día. Ron seguía sin hablar, comiendo como un bruto, pero noté cómo me lanzaba extrañas miradas de vez en cuando...
-¿Pero qué te pasa?- exploté cuando me miró por quinta vez.
Ron tragó de golpe toda la comida que tenía en la boca y miró hacia otro lado.
-Nada...
Harry bufó. Yo no entendía nada, pero ese pelirrojo ya estaba comenzando otra vez con las suyas. No, si ya decía yo que eso era demasiado raro...
Continué mi charla con Harry, esta vez más tensa.
-Esto...- comenzó otra vez Ron. Cerré los ojos esperando un nuevo ataque, pero el chico me miró... ¿¡arrepentido!?
Reí. Al fin lo había comprendido. No hacía falta que dijera nada.
-No pasa nada, te perdono- le dije. Él me dirigió una radiante y fugaz sonrisa (tampoco se podía pedir más) y siguió engullendo su plato. Más animados, nos enfrascamos en una divertida conversación durante horas.
Esa noche me fui a la cama pensado que el destino depara muchas sorpresas: en unas horas, aquellos chicos con los que mantenía una constante pelea se habían vuelto mis mejores amigos... Sí, realmente había valido la pena mentir por ellos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro