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Capítulo 6 🦊 Enredados "enemistosamente" hablando

Holi. Ya llegué 😏

Capítulo dedicado a RoxxBlue por ser tan besha <luv3



—¿Estás fumado?

—No. ¿Qué clase de pregunta es esa?

—Es que no se me ocurre otra razón por la que estás actuando así. ¿Será acaso alguna secuela de la fiebre?

—Michi.

Da otro paso, acortando la distancia todavía más. Cojo uno de mis trofeos y me pongo a la defensiva.

—«Wallas» para ti.

—Wallas —carga la voz, reticente a mi corrección.

—¿Sí, Frederick?

—Dijiste que necesitaba hacer más méritos si quería que me perdones, pues eso estoy intento.

—Créeme que no los haces si entras a mi cuarto. —Se toma un respiro largo y vuelve al umbral del ventanal—. Tampoco si te burlas de mis reglas.

—Bien, no me burlaré. No diré nada sobre ellas. Es más, haré como que no las leí, ¿te parece? De hecho, ya las olvidé.

—No quieras verme la cara, sé perfectamente que te basta leer una vez las cosas para memorizarla.

—Veo que te gusta cuchichear en conversaciones ajenas.

—Yo podría decir lo mismo. Podrías haber pasado de la hoja y me habría ahorrado la vergüenza.

La puerta de mi habitación suena. Rápido, Chase se pone en alerta y se esconde en las sombras de mi balcón. Mamá no tarda en asomarse.

—Michi, ¿con quién hablas?

—Conmigo, mamá. Estoy... Estoy practicando para una exposición.

Para ocultar mi insegura respuesta carraspeo.

—Cuida tu garganta —advierte mi santa madre—, recuerda que estás enferma.

—Sí, gracias, lo haré.

Mi sonrisa plástica es lo último que ve antes de cerrar la puerta.

—Eres una pésima mentirosa —se burla mi vecino.

Eso lo sé perfectamente. Soy pésima mintiendo. Cada vez que intento hacerlo, la verdad salta en mi cabeza y mi conciencia me dice «estás mintiendo, te va a descubrir, di la verdad» y, al final, me termino delatando.

—Pues yo creo que lo hice muy bien —alejo en mi defensa, pues mi orgullo frente a Chase es mayor—. ¿Y por qué rayos sigues aquí? Deberías marcharte a tu cuarto.

—No has aceptado mi propuesta.

«Propuesta», dice. Este chico está loco.

—No hay nada que aceptar. Por favor, vete.

Se mete las manos a los bolsillos mostrándose desinteresado, pero también lleno de confianza.

—Estás olvidando algo importante: tú y yo debemos un trabajo.

—Marshall... —digo al pensar en el rostro arrugado del demonio que tengo de profesor—. Olvídalo, no me juntaré contigo. No haré el trabajo, es mi decisión.

—¿Estás dispuesta a sacar una mala nota?

Me muerdo los labios para contener mi respuesta.

Me niego a sacar una mala nota. No quiero que mis calificaciones se queden manchadas solo porque mi orgullo y odio pudo más. Y eso él lo sabe muy bien. Lo sabe porque leyó mis reglas y eso es como leer mi diario de vida. Lo sabe porque frente a mi silencio forma la misma sonrisa ancha del gato de Alicia en el país de las maravillas. No, Chase no es un gato; es un zorro astuto.

—Asumo que no —concluye—. ¿Te parece bien juntarnos este fin de semana?

—Te veré el sábado a las 16:00 horas en la plaza del centro, la más grande.

—Hecho. Yo llevaré la cámara. Adiós, Michelle.

Antes de que pueda reclamarle, Chase salta a su balcón y se mete a su habitación. Pato intenta perseguirlo sin éxitos y yo me quedo mirando la hoja con mis reglas. La tomo, dispuesta a romperla hasta que de ella solo queden partículas, pero, por alguna razón, no consigo hacerlo.

Qué frustrante es ser tan nostálgica.

A la mañana siguiente me pregunto cuáles serán los próximos movimientos de Chase. Parecía demasiado convencido de que falte a todas mis reglas. Lo irónico es que ni siquiera hace falta que él lo intente, soy tan rebelde que ya he roto por mis medios la mayoría, peeeero fue en defensa propia, por así decirlo.

Después de una laaaaarga plática con mamá diciéndole que ya me siento mejor de mi supuesto resfriado, salgo del departamento y me meto al ascensor. Las puertas apenas quedan a pocos centímetros de tocarse cuando se vuelven a abrir.

—Buenos días.

Ay, no. Es demasiado temprano para tener que ver a Chase tan temprano por la mañana. Y peor, tener que ir juntos en el mismo ascensor.

—Buenas —cargo la voz haciendo evidente mi fastidio.

—¿Ese humor lo tienes siempre?

—Buenos días, querido vecino —le sonrío con falsedad.

—Así está mejor —se ve satisfecho— ¿Ves? No es tan difícil ser amable.

Se cruza de brazos luego de oprimir el botón y apoya su cuerpo en una de las paredes del ascensor. Ese aspecto relajado me lleva a pensar en la amabilidad que él y sus amigos desprenden.

—¿Amable? ¿Amable como trataron al chico ese del que todos hablan en Jackson?

—Debes referirte a Patrick.

—Sí. Él. Patrick. Todo el mundo sabe lo que le hicieron.

—Los rumores sobre Fissher fueron muy desvirtuados —se acomoda el cabello hacia atrás—. Tal vez un día te cuente lo que realmente pasó.

—Tentador, pero paso.

—«Mantenerse al margen de sus asuntos (tanto fuera como dentro de Jackson)» —cita la regla número tres de mi hoja—. Lo recuerdo. Eres muy divertida.

—Sí, sí, soy toda una payasa. —Las puertas del ascensor se abren y yo me adelanto a salir.

—No lo digo en ese plan.

Me volteo.

—Ah, ¿no? ¿Y en cuál?

—En el único plan que, a pesar de tus rabietas, me la paso bien contigo.

—No me lo creo.

Escucho su risa detrás de mí. Los dos saludamos al señor George y salimos del edificio. Frente al estacionamiento, en el hermoso auto deportivo, Jax y Mika esperan por él.

—¿Quieres un aventón? —me pregunta.

—Ni de chiste.

—Va a llover —advierte.

El cielo está de un gris de temer.

—Tomaré el bus.

—Si insistes... Te veré en Jackson, segundona.

¿Segunqué?

Me muerdo la lengua para no responderle, más cuando su risa burlona se escucha tan fuerte por la calle.

Por suerte no tengo que esperar demasiado por el autobús. Lo malo es que está llenísimo y parece una verdadera jaula de simios. El único asiento libre es uno que está en el centro, junto a una chica de lentes que se acomoda hacia la ventana cuando yo me siento. Luce asustada y muy incómoda, tanto que se aferra a su bolso todo el camino a Jackson.

—¡Buenos días, mi queridísima amiga!

Anne me abraza en cuanto me ve.

—¿Y eso? ¿Ya me perdonaste por lo de cambiarme de puesto?

—Nop, pero te lo perdonaré porque me caes muy bien.

—¿Por qué tengo el presentimiento de que me pedirás hacer algo muy malo?

—Porque me conoces bien.

Achico los ojos como si quisiera entrar en su cabeza, pero mi amiga a veces es indescifrable.

—¿Qué planeas, Anne Collins?

—¿Podrías colaborarme con tu humilde compañía...?

—Por supuesto, encantada.

—¿... siendo mi modelo? —añade.

—¿Qué?

—¿Puedes? —Me mira con ojos de cachorrito que me indican que no he escuchado mal— No tengo a nadie más que pueda modelar.

—¿Modelar? ¡Anne!

—Me dijiste que haga lo que me gusta —se defiende.

—Es cierto, pero ¿yo modelando? Tú sabes que me da pánico estar frente a las personas.

—No es frente a personas; es que usas mis atuendos y yo te tomo algunas fotos que usaré en una presentación.

Eso suena más aterrizado, pero sigue pareciéndome una locura.

—¿Qué hay de ti?

—¿Yo, usarme de modelo? —pregunta y tiene una sonrisa irónica.

—Anne, eres una pasada.

—Lo sé, soy una belleza —admite con todo el orgullo del mundo—. Pero necesito a alguien que no sea yo y tú eres la chica perfecta.

—Pero yo no sé de maquillaje, posar, tener la actitud...

—Tranquila, de eso me encargo yo. El sábado te vienes a comer a mi casa y nos preparamos para la función, nena.

Me guiña un ojo y luego salta a abrazarme dando por hecho de que he aceptado. Para su fortuna y mi mala suerte, no queda de otra, si mi amiga está dispuesta a conseguir lo que le gusta, ¿quién soy yo para negarme?

—Tendré que decirle al innombrable que nos juntemos un poco más tarde.

Le he llamado «innombrable», pero bien que el condenado aparece en el pasillo como si se tratara de una pasarela.

—Hablas de él —Anne mueve los ojos hacia su dirección— ¿Hay algo que no me contaste?

El resto del día pongo al tanto a mi amiga sobre lo que pasó con Chase y ella me dice que las acciones de vecino son extrañas y, como era de esperar, lo de Patrick la deja tan confundida como curiosa, por lo que no se corta la lengua al confesar que hará todo para preguntárselo a Wilson.

Luego, por la tarde fui a trabajar, pero en el trabajo no me encontré con Heather.

Tampoco en los días siguientes.

Ser la modelo de Anne después de varios días, me sigue pareciendo una locura, pero ya es sábado y es imposible que pueda rebatirle con hechos probados —en mi inexperiencia en fotos— que soy la modelo que merece. Cuando me abre la puerta, mi amiga demuestra que lleva toda la semana ocupada en crear la ropa; ojeras, un peinado desastroso, ropa de dormir y su habitación hecha un desastre. Me explica lo que ha hecho y yo alucino porque su estilo de diseño es muy vintage, pero también colorido.

—¿Estás segura de esto? —le pregunto al ponerme encima la ropa para verme en el espejo.

Anne me mira desde mi espalda y sonríe. En sus ojos puedo ver proyectado todos sus sueños.

—Por supuesto, Michi, vas a quedar bellísima. Primero y lo más importante: vamos a comer.

Después de almorzar nos ponemos manos a la obra. En realidad, la única que trabaja es Anne ajustando algunos detalles de su ropa y acomodándola para que se aprecie mejor. Tiene un ojo autocrítico que asusta, pero sabe manejarse. Yo, por otro lado, soy una marioneta y no tengo idea de qué hacer. Lo bueno es que su ropa se ajunta perfectamente a mí, como si la hubiera hecho a mi medida, y se sienta tan cómoda que no tengo problemas con hacer cualquier tipo de pose. A continuación, me pone un poco de maquillaje, un peinado simple y estamos listas para la sesión fotográfica.

Ahí viene el problema. Nos vamos a diferentes sitios de su barrio para tomar las fotos con una luz natural, pero yo soy un robot frente a una cámara. Anne me regaña en más de una ocasión con que me mueva y haga algún movimiento, y yo le replico que no sé qué hacer.

—Hago mi mejor esfuerzo, en serio, pero me pongo a pensar en lo que dirán las personas que me ven y no puedo hacer nada —me quejo.

—Pues deja de pensar en lo que opinan los demás. Tú eres tú, tú haces lo que se te dé la gana, y tú ahora estás posando para tu fabulosa amiga. Lo que piensen los demás no importa.

—Claro, como tú no te das cuenta que la señora de esa casa —señalo la casa detrás de ella— se ha asomado cinco veces...

—¿Y qué más da que te vea? Escucha, Michi, hay dos cosas que me han ayudado bastante a perder la vergüenza frente a los demás: primero, que la única opinión que importa es la mía y la de mis seres queridos; y segundo, si estoy haciendo las cosas por mi propio bien o el de mis seres queridos, entonces me da igual el resto. Y añadiría como bonus que en algún punto de la vida alguien se reirá de mí, y yo estoy dispuesta a reírme de mí también.

—Pues yo todo el tiempo me río de mí.

—Y todo el tiempo te preocupas por lo que los demás también opinen de ti. Sé que te afectó mucho lo que te pasó aquella vez...

—Ni lo menciones.

—Pero tienes dos opciones: dejar que siga afectando algo que ocurrió hace años o reírte de eso y decirles a todos esos idiotas que no te importó.

—Pues me afectó tanto que incluso cambié de colegio —digo al recordarlo.

—Entonces ponlo así: demuéstrale a esos idiotas de la chica que se rieron y haz que se traguen sus risas. Amiga, la venganza es una motivación tan pura como genial —me sonríe con malicia—. Pero no le tomes tanto gusto, eh. Piensa que aquí estamos solo tú y yo.

—Eso me motiva más.

En el resto de las fotos las tomamos en diferentes lugares. Anne me pide que actúe como si estuviera en mi habitación, jugando con algunas plantas, me da otras indicaciones, como colocar mis manos en la cintura, las posiciones de mis piernas y la mejor forma de enseñar su ropa. Así hasta que queda completamente satisfecha.

—La verdad es que fuera de las primeras fotos en las que pareces que quieres ir al baño, las demás están muy buenas. Michi Fus, eres una modelo excelente.

—Oh, calla, solo quiero que me trague la tierra.

—Es en serio, en estas fotos sales muy linda.

Me cubro con mi cabello para no exponer mi sonrisa de tonta universal. Entonces me da por recordar que hay otro tonto universal.

—¡Chase! —grito por todo lo alto.

Anne se gira a comprobar qué ha sido ese grito.

—Quedé de juntarme con él, ¿recuerdas?

—Ajá. ¿A qué hora?

—A las cuatro al principio, pero luego le pedí a su madre que le dijera que a las cinco.

—Pues casi son las cinco, seguro ya se fue —dice con tranquilidad. Yo sé que para mi amiga es bastante normal llegar tarde, pero yo soy una amante de la puntualidad y por muy mal que me caiga alguien, debo serlo.

—Tengo que ir de todas formas... —empiezo a quitarme la ropa para cambiarme.

—Hey, ten cuidado —Anne me ayuda a cambiarme.

Apenas me visto salgo de su casa hacia el centro. En el metro pierdo toda la esperanza de verlo, pues desde la casa de Anne al lugar donde quedamos de juntarnos demora media hora. Con mi pie fuera del vagón, empiezo a correr lo más rápido que mis piernas me permiten hacia nuestro punto de encuentro. Chase tuvo la brillante idea de que nos juntáramos en una plaza, donde miles de personas transitan.

Miro en todas direcciones en su búsqueda sin conseguir dar con él. Mi esperanza se pierde por completo hasta que escucho a un grupo de ancianas halagar a un chico demasiado apuesto y amable. Detrás de ellas no tarda en aparecer Chase. Está junto a un poste de luz, con los brazos cruzados y mirando a un grupo de niños correr de un lado a otro. Voy a su encuentro mientras los nervios me suben a la garganta.

¿Cómo debería presentar? ¿Debería sonreírle? ¿Debería llegar de rodillas suplicando su perdón? ¿Debería burlarme de que me esperara por más de media hora?

Con algo de suerte nota mi temerosa presencia junto a él. Cuando voltea a verme con sus cejas planas y sin su horrible sonrisa arrogante.

—Llegas tarde —corro la suerte de que sea él el primero en hablar.

—Sí. Lo siento. De verdad, lo lamento mucho. Me tardé porque estaba ayudando a Anne con unas cosas.

No importa lo mucho que trate de excusarme, no consigo traer de vuelta su característica actitud y eso es lo que más me sienta mal. Jugueteo con mis dedos, nerviosa y sintiéndome tan terrible porque, pese a llevar casi cuarenta minutos tarde, él me ha esperado.

—Si pudiera hacer algo para...

—No importa —me interrumpe, recién desligando sus brazos—. Mientras no aparecías saqué un montón de fotos para el trabajo, así que es tu turno.

Me tiende su cámara.

El trabajo de Marshall consiste en tomar fotos que representen la comunicación no verbal y todos sus canales para luego hacer una presentación que se la enseñaremos frente al curso —y de la cual ya me estoy preparando mentalmente— explicando todo el asuntillo. Lo irónico es que Chase y yo podríamos sacarnos fotos y el trabajo ya estaría casi hecho. En lo que me tomo el tiempo de decidir las fotos, él está tan callado que me asusta. Guarda la distancia igual a como lo haría un guardaespaldas.

Hasta cierto punto lo acepto, pero su silencio está siendo martirizante.

—¿Podrías decir algo? ¿Lo que sea, aunque sea muy estúpido? ¿Sí?

—¿Qué quieres que te diga?

—Cualquier cosa. Incluso acepto que me ofendas por hacerte esperar tanto.

—No tengo intenciones de ofenderte. Ya te dije que no importa.

—Es que sí importa. Llegué tarde y te quedaste, eso me hace sentir mal.

—¿Y yo no ayudo a que te sientas peor?

—Exacto.

—Ya te disculpaste.

—Pero sigues molesto.

—Lo único que me molesta es que no uses un celular para avisarme de que llegarás tarde, boba. Estaba preocupado.

—No me llames boba, bobo.

—¿No que querías que te ofendiera? Pues ahí lo tienes. A menos que prefieras que te llame Michi. Ahora terminemos con esto.

—Bien. ¿Qué es lo que llevamos?

Nos colocamos tan juntos que nuestros brazos chocan y nuestras cabezas estás a nada de tocarse, todo para que la luz nos permita ver mejor la pantalla. Chase no le falta la confianza para acomodar mi cabello que le impide ver y yo me pregunto cómo puede tomarse el atrevimiento cuando yo estoy conteniendo la respiración.

El resto de la tarda sacamos algunas fotografías, buscamos el mejor enfoque y decidimos cómo haremos la siguiente parte del trabajo. A eso de las seis y media, a Chase se le ocurre comprar unos helados y sentarnos a comer en una banca. Con la plaza tan concurrida tenemos mucho de donde nutrirnos, así que, al acabar de tomarnos los helados, continuamos con las fotos. Chase se burla un par de veces de mi mal pulso y que no sepa ocupar bien la cámara, y yo lo fastidio colocando mi mano en el foco de la cámara cada vez que él trata de tomar una foto.

—Parece que quieres aparecer —dice, colocándome a mí como primer plano en su cámara—. Voy a sacarte un par de fotos y luego las exhibiré en Jackson.

—Ni se te ocurra —advierto y cubro la cámara con mi mano al mismo tiempo en que mi cuerpo se enciende.

—Demasiado tarde.

Me saca la lengua y se echa a reír.

—Déjame verla. —Da un paso atrás, huyendo de mis manos—. ¡Chase!

—Con que Chase, ¿eh? Pero yo no puedo decirte Michi.

—Frederick, ¡dame la cámara!

—Oblígame.

Chase empieza a corretear de mí igual que lo haría un niño pequeño mientras tiene su estúpida sonrisa. Su condenada sonrisa. No puedo creer que me la haya echado en falta cuando me fastidia más que nada en el mundo. Y no importa cuánto trate de alcanzarlo, él es mucho más rápido que yo. Y también más atlético, porque con todo lo que he corrido, mi corazón va tan rápido y la garganta se me seca.

—Me rindo... —le digo con las manos sobre las rodillas—. ¡Quédate con mi horrible foto!

Trato de regular mi respiración hasta que él regresa conmigo.

—Esas son las consecuencias de no correr en clases de Gimnasia, Wallas.

—¿Y tú... cómo sabes que yo... no corro en clases...?

—Pues es fácil concluirlo —dice señalando mi deplorable estado.

Ahora que está distraído, ¡róbale la cámara!

Tomo la oportunidad en mis manos y le quita la cámara. Me volteo para que no me la quite de vuelta y emprendo mi huida hacia algún punto de la plaza. Mientras él viene hacia mí me pongo a revisar las fotos, sin hallar ninguna en la que yo aparezca.

El condenado me mintió.

Cuando me volteo hacia él, ofendida, lo encuentro con una sonrisa de oreja a oreja.

—Quería hacerte sufrir un poquito por llegar tarde. Ah, y por hacerme correr por todo el edificio el otro día.

—Te odio —le suelto sin más—. Eres el ser más odioso que conozco.

—Y tú la chica más gruñona del universo.

—Ajá. La diferencia es que yo lo admito. Mejor volvamos con las fotos antes de que oscurezca.

—Como lo ordenes, Wallas.

Wallas, Wallas. Empieza a molestarme que me llame así.

Las luces de la ciudad se encienden cuando la noche luce como un manto oscuro que nos cubre. Como la noche no nos favorece, Chase y yo acordamos que hemos tomado las fotografías suficientes como para proceder con la siguiente parte del trabajo: crear la presentación. Nos vamos a la biblioteca de Hazentown y pedimos un computador. Chase resulta ser más hábil que yo escribiendo, así que él es el que teclea y yo soy la que le dicta la información.

Al final, resultamos coordinarnos mejor de lo que esperaba. Los dos somos opuestos, pero tenemos opiniones similares. Eso queda demostrado en la elección de fotos. Por supuesto, con mi pulso y las fotos borrosas que tomé no hay demasiado de donde perderse.

Cuando acabamos el trabajo salimos ya a oscuras.

—Wow, el cielo está perfecto. —Lo he dicho en voz alta sin intención de que Chase me escuchara, pero al hacerlo, él también levanta la mirada al cielo—. Las estrellas se ven incluso con toda la iluminación de la ciudad.

—Yo conozco un lugar genial para mirarlas.

—Podrías decirme dónde y encantada voy con mi telescopio.

—¿Decírtelo? ¿Y perderme la oportunidad de mirar a través de un telescopio?

—¿Nunca has usado uno?

—Jamás. —Se mete las manos a los bolsillos en lo que nos dirigimos a la parada de bus—. No es como si me llamara la atención, hay muchas imágenes de planetas y estrellas en Google.

—Pero verlas en persona es otra cosa. Podrías ver Marte, Júpiter, los cúmulos de estrellas, las nebulosas... El universo es genial, y todo en un telescopio.

—¿Te gustaría viajar al espacio?

—Sí, pero pensar en ello me da un poco de miedo. El espacio es taaaan enorme. Y nosotros unas cositas tan pequeñitas.

—Pero con mucha inteligencia.

—Es cierto... ¡Mira! —Señalo hacia el cielo. Chase no tarda en voltearse—. Esa es una constelación.

—¿Dónde?

—Ahí. ¿No la puedes ver?

—Solo veo muchas estrellas —dice con pesadumbre.

—Mira, ahí, se ve la constelación de Casiopea.

—¿Casiopea?

—Es broma, esa no se puede ver desde aquí.

—¿Y esas? —apunta en otra dirección.

—Ese es un satélite.

Resopla y se ríe, burlándose de sí mismo.

—No sirvo para esto.

—Ah..., me encantaría ver una constelación, pero a veces se me hace imposible de conseguirlo. Como con las estrellas fugaces. A veces desde mi cuarto se me dificulta un montón ver las estrellas, tengo que estar mucho tiempo detrás del telescopio para verlas, pero la noche es perfecta. Quiero llegar a casa, démonos prisa.

Al llegar a la parada nos sentamos juntos y seguimos admirando el cielo nocturno.

—¿Cuál es tu constelación favorita? —pregunta.

—Felis. La creó un astrónomo francés amante de los gatos porque estaba todo indignado de que entre todas las constelaciones todavía no existiera una de un gato. No es una constelación como tal, nunca la aceptaron.

—Es una lástima.

—Sí... Pero le dieron el nombre Felis a una de las estrellas de la constelación de Hydra. La más brillante. No le hace demasiada justicia a lo que todos los amantes de los gatos queremos, pero no podemos exigir demasiado. Además, no me cabe dudas de que por ahí habrá una constelación con la forma de un gatito que nos haga felices.

Chase está callado, mirándome con una diminuta sonrisa.

—Lo siento, me entusiasmé demasiado —me disculpo.

—No me molesta. Siempre me ha gustado ver cómo las personas hablan de sus pasiones. A ti te brillan los ojos con solo mirar el cielo.

Me cubro con mi cabello para no exponerle lo roja que se han puesto mis mejillas y él se ríe al verme.

—Shhh... ¿Acaso quieres que muera de vergüenza?

—Cada vez que estoy junto a ti actúas a la defensiva, pero cuando hablas de lo que te gusta lo olvidas por completo. Es una faceta diferente que debo confesar me parece tierna.

Lo miro sin comprender del todo lo que acaba de decir, tampoco de creérmelo. Pero Chase está serio. Ni siquiera sonríe. Solo me mira. Me mira tanto que empiezo a creer que está viendo a través de mí. Y que el espacio entre los dos es tan diminuto pese a que estamos en el centro de Hazentown, con todos los ruidos que una ciudad posee. Pero eso no importa, porque sus palabras se oyen sinceras, porque él está serio. Porque Chase tiene una faceta diferente que me parece sincera y el que me escuche hablar de astronomía sin chistas también me parece tierno.

¿Por qué la atmósfera se siente tan extraña y cómoda a la vez?

El sonido de su celular suena. Chase lo saca de su bolsillo y enseña en la pantalla la llamada entrante con el nombre de «Heather». Pero el lugar de responder, le da a cancelar la llamada y lo vuelve a guardar.

Mi sentido de culpa regresa y como no puedo guardarme lo que siento por mucho tiempo, lo suelto:

—Nunca me disculpé por decirte que Heather te fue infiel.

Chase hace una mueca, como si llevara asumiendo ese hecho desde hace mucho.

—Me lo merecía, actué como un idiota.

—Claro que sí. Pero eso no quita el hecho que decírtelo así sin más debió ser doloroso y algo que no me correspondía.

—No importa. Yo debería disculparme de nuevo contigo. Ahora que tengo la oportunidad debo aclararte que las disculpas de esa noche fueron sinceras. Yo realmente no quería tratarte así. No quiero justificarme, pero necesito explicarte que esa noche Heather estaba actuando extraño y cuando te vi con Morris pensé que entre los dos habían planeado fastidiarme o tomarme el pelo. Que ustedes dos eran cómplices. Sentí tanta rabia que al final me desquité contigo. Lo lamento.

Suelto un «pff» que lo deja atontado.

—¿Qué? No, para nada. Si hay algo entre Allek y yo, es que él es algo así como mi pupilo.

Su expresión se torna seria.

—¿Hablas en serio?

—Sí, le estoy enseñando Física por petición de su hermana. Nada más.

—Si lo dices de esa forma me haces sentir estúpido. —Se lleva una mano a la frente. Me da la impresión de que se está ocultando del mundo de la pura vergüenza.

—Con gusto lo diré de nuevo: Allek es mi estudiante. —Me río al notar que él también se está riendo—. ¿Heather sabe que te lo conté?

Entonces su risa se pierde y levanta la cabeza. La expresión de confusión en su rostro. La forma en que se inclina hacia atrás, como si huyera de mi pregunta.

Algo raro pasa acá.

—Pensé que te referías a la vez anterior... —dice, bajo, casi con temor.

—¿Vez anterior? —repito sin comprender del todo— ¿Acaso te puso los cuernos dos veces?

—Tú acabas de confirmármelo.

Me sorprendo tanto que debo cubrirme la boca para no demostrarlo. ¿Qué acabo de qué?

—¿Por qué crees que Morris y yo no nos llevamos bien? —pregunta con un dejo de aflicción en su voz. Lo entiendo, acaba de enterarse de que su novia le ha puesto los cuernos otra vez, y todo gracias a mí.

—Vaya...

—Ahora me siento como un completo idiota. Yo pensé que tú sabías sobre eso. ¿Cómo te enteraste de que Heather me fue infiel?

—¿Por qué asumes que esta vez fue con él? Yo nunca dije que fuera con él.

—¿Acaso no lo fue? —espeta y no sé qué mueca hago para que él asienta dándose la razón— Supuse bien.

—No sé si deba responder cómo me enteré, al fin de cuentas, son asuntos en los que no debería entrometerme demasiado —digo, nerviosa, pues la he jodido.

—Está bien si no lo quieres contar, yo no te presionaré.

Chase apoya sus codos en los muslos y se lleva ambas manos a la cabeza. Luce tan derrotado que por un momento creo que está llorando. Quiero llevar mi mano a su espalda y decirle que todo estará bien, pero guardo la distancia y solo se me ocurre decirle que lo siento.

—No lo sientas, Wallas —dice y voltea a verme—. Acabas de abrirme los ojos.

Eso no se oye nada bien.


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pobre cheis :( le han puesto dos veces lo cuernos. él si que necesita un "amigo, date cuenta".

bueno, ia llegué y con ganas de presentarle este cap. La verdad es que me costó un poco escribirlo porque ando media tonta hoy y bien distraída, pero espero que les haya gustado <3

tengo que confesar que lo único que quiero es que Chase y Michi chapen. Cada vez que se están peleando mi mente dice: "los que pelean se desean" xDD

en el siguiente capítulo se sabrá un poquito más de lo que le pasó a Michi :O creo que varias quedarán medias colgadas con lo de su trauma. también les cuenta que en el siguiente cap nuestra michina sufrirá un poquito. ¿Por qué? saquen sus conclusiones mujaja

sorry por hacerlas esperar tanto :c ya me vuelvo a poner las pilas, namas quítenme el internetttt

también estoy media desaparecida de ig, así que si me han escrito o etiquetado en algun post, sorry el atraso jiji 

mi pregunta de hoy es: ¿cuál es su canción favorita y por qué?

bueno, nos vemos pronto prontito~

Un jamoneo bien intenso y bajo la shuvia

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