Capítulo 41 🐰 Ligeramente relacionados
Capítulo dedicado a _brookeCN_
—Hoy coincidimos en la cafetería. Yo iba de salida y él entrando. Ninguno de los dos supo cómo reaccionar; nos quedamos mirando con la boca abierta. Luego la cerramos y la volvimos a abrir, igualito a dos peces fuera del agua.
—¿Y dónde demonios estaba yo que me perdí de esa escenita?
—En clases, supongo.
—Tengo un horario de mierda. Y luego ¿qué? ¿Se saludaron al menos?
—Yo lo intenté, pero la lengua se me trabó. Me morí de vergüenza y le hice una seña. Ni siquiera esperé a ver si él me la regresó. Dios... Si tan solo supiera cómo actuar ante esas situaciones.
Kash termina su desahogo con un suspiro.
Nos hemos juntado en una hamburguesería porque mi necesitaba un sitio donde quitarme el estrés y comer hasta reventar. Las hamburguesas son mi comida favorita, lo que me viene bien como distracción. Y como todavía no me atrevo a andar sola por la ciudad, le pedí a las chicas que me acompañaran.
—¿Y cómo le hablaste la noche de la fiesta? —cuestiona Vea. Ella es la que ha hablado con Kash en todo este tiempo, yo me he dedicado a comer.
—Porque él estaba borracho, sino no me hubieras visto en su habitación —responde a Vea y percibo cierto tono de fastidio en su voz.
—Hazlo como en tus dibujos —suelta Vea.
—En mis dibujos ya se estarían devorando la boca.
Comer una hamburguesa es un privilegio, pero hacerlo junto al chisme mañanero es un honor.
—¿Y qué esperas? —la provoca Vea con una sonrisa traviesa.
Kash enrojece y se cubre las mejillas con ambas manos.
—Ah, cierto, prefieres hacerlo con Nathan —Vea insiste en fastidiarla, y si antes estaba roja, ahora está morada—. O me dirás que no te has imaginado besándolo hasta desfallecer.
—Te sorprenderá saber que no.
—Chica, quiero acción.
—¿Qué hay de ti? ¿Por qué no buscas acción por tu cuenta?
—No me gusta tener sexo con cualquiera, yo espero que sea algo serio y estar lista para el intercambio de fluidos.
Detengo el recorrido de la hamburguesa a mi boca.
—Vea, eso es asqueroso —Una mueca de asco se me asoma en la cara ante la imagen mental.
Ella se encoge de hombros aparentando una inocencia que no tiene y engulle tres papas fritas.
—Entonces como no tienes acción me pides que la tenga yo.
—Pues sí, ya que Michi no cuenta los detalles, tengo la esperanza de que tú sí.
—Si tuviera relaciones con alguien tampoco te lo contaría, siento que es algo muy privado.
—Bueno, allá cada uno con su intimidad. Pero si llegas a besar a Nathan, tienes que contarnos con lujos y detalles.
—No voy a besarme con Nathan, ¿olvidaste que prácticamente le importó un rábano mi confesión?
—Técnicamente nunca te rechazó, dijo que no le parecía para tanto la confesión. Si hubiera dicho que no le gustas o que le pareces... no sé, muy alegre, sería una respuesta diferente.
—Para mí es lo mismo.
Deprimida, Kash se echa sobre la mesa haciendo a un lado su plato con papas fritas y casi desparramando su vaso de bebida. Vea aprovecha de robarles unas cuantas patatas antes de que se dé cuenta.
—¿Qué te gusta de Nathan? —pregunto tras acabarme mi segunda hamburguesa.
Kash asoma la mirada detrás de sus brazos.
—Es un chico guapo.
En eso Vea y yo estamos de acuerdo, pero no quedamos conforme con esa respuesta.
—Y atento —prosigue.
Bueno, sí, Nathan es atento a su manera. Gracias a esa atención fue que nos conocimos.
—Y callado, demasiado directo al punto de herir sentimientos... ¿Qué más, Kash? —apremia Vea.
—Es una persona observadora. No sé si se han dado cuenta de que está en silencio porque le gusta observar a las personas. Es directo y no tiene cuidado con sus palabras, pero creo que es por el entorno donde ha crecido. Sus padres, a diferencia de los míos, lo sobreprotegen y está tratando de salir de eso. Por eso siempre acepta acompañarnos a lo que sea, aunque no parezca a gusto. Él no sabe decir que no, y pienso que es porque intenta vivir como todos los demás, hacer amigos, no quedarse solo.
Inspira hondo.
Ella no se ha dado cuenta, pero mientras más habla de Nathan, más rápido pronuncia las palabras. Y, como si agarrara fuerza, endereza la espalda en su asiento, saliendo de su escondite.
—Es como un alma atrapada en una jaula que busca desesperadamente salir de ahí, pero que no puede, y tampoco sabe cómo pedir ayuda. Constantemente intenta salir de su zona de confort para ayudarnos, eso es... lindo. Por eso me gusta.
—¿Algo más para decir? —insta Vea.
—Me gusta su voz —añade Kash—. Es profunda. Que sea callado la hace todavía más difícil de escuchar, pero no le quita lo especial. Además, tiene una sonrisa linda. Los dedos de su mano son largos y delgados, perfectos para dibujar.
—Sigues así y me terminaré enamorando yo también —bromeo y Vea me da la razón.
—Oh, y tiene buen sentido de la moda. Se viste con colores muy sobrios. Y su arte... Sus fotos y su arte son hermosos. Es todo lo opuesto a mí.
Hoy Kash no viste de muchos colores como de costumbre, sino un verde sombrío que me recuerda a la paleta de colores de Twilight, pero no le hace falta vestir así para demostrar lo colorida que es.
Houston tiene razón.
—Podría seguir hablando, pero no quiero aburrirlas —termina diciendo. Tiene las mejillas hinchadas y rojas de felicidad—. Vaya, siento como si me hubiera sacado un enorme peso de encima.
Agita su mano hacia su rostro para echarse aire.
—¿Se te ha subido la presión? —insinúa su compañera de habitación.
Kash emite un gruñido exasperado y nos dice que irá a remojarse la cara.
—Qué bonito se siente estar enamorada —suspira Vea y apoya la espalda en el respaldo de su silla—. Lástima que esto sea un triángulo amoroso. Odio los triángulos amorosos. Hay que arreglar esto para que volvamos a ser el grupo de siempre.
—Mientras Kash no se sienta cómoda hablando con Houston o Nathan, no podemos hacer nada.
—Hay que planear algo.
Noto la picardía en sus ojos y sé que ella estaría dispuesta a encerrar a los tres dentro de una habitación para que se arreglen.
—Deja que pase el tiempo hasta que vea la situación como algo normal.
Creo que le pido demasiado a una persona que siempre acaba haciendo lo que se le da la gana. Es Vea, por todos los astros, no importa cuánto pida luchar contra sus impulsos, ella correrá a abrazarlos.
La risa de maldad que suelta me da a entender que algo se le ha ocurrido.
—¿Qué estás planeando?
Kash no le da tiempo de responder, así que la duda permanece en mi cabeza hasta que nos marchamos del restaurante.
De vuelta en el dormitorio Pato me recibe paseándose por mis piernas. Ahora que tengo el dormitorio solo para mí y con una nueva cerradura, es seguro para él. No dudo en que llegará alguien nuevo algún día, pero mientras tanto, estoy disfrutando de la privacidad.
O lo que me queda de ella.
Antes de que pueda ponerme a hacer el trabajo para la charla, una voz del otro lado me sobresalta.
—¿Quién es? —pregunto buscando algo con lo que defenderme en caso de que no sea una cara familiar.
—El amor de tu vida —dice Chase desde el otro lado.
Su ego no tiene sentido.
Le abro la puerta y rápidamente vuelvo a mi cama.
Una de las cosas buenas de tener el dormitorio para mí, además de la soledad, es que Chase puede venir cuando guste.
Pero, a juzgar por su expresión, no trae muy buenas noticias.
—Interrogaron a Jason y, como era de esperarse, dice que no tuvo nada que ver con el asalto. Y la persona que aparece en las cámaras de seguridad no es él ni por asomo. Dicen que puede ser alguien de afuera, contratado.
—¿Y Bonnie dijo algo?
Odio que ella y Chase tengan que relacionarse de cierta forma por algo que Bonnie causó —de eso no me caben dudas—, pero es preferible eso a que yo tenga que respirar el mismo aire congestionado que ella.
—Tuvo que pedirle una disculpa a Jason.
—Auch, eso debió dolerle mucho —me burlo, aunque sé que no debería.
—Y dijo que tal vez había sido otro de sus locos pretendientes a los que rechazó. O alguien que simplemente se había fijado en su ropa y joyas.
—¿Joyas? Pero si no robaron nada más que mi trabajo.
—Eso es lo que dijo ella.
—Está tratando de arreglar la situación de una manera que no tiene sentido.
O quizás está planeando un escenario.
¿A qué viene ese pensamiento? No lo sé; pero de Bonnie espero muchas cosas.
—¿Algo más interesante que haya ocurrido?
Chase se sienta sobre el colchón vacío de la cama que pertenecía a Bonnie. Luce cansado; la espalda está encorvada y los hombros caídos.
—Bonnie insistió en decir que le habías roto sus cosas. No la tomaron en cuenta, así que asumo que tu lindo trasero está a salvo por ahora.
—Me siento halagada —suelto con sarcasmo.
—Cuando algo está bueno hay que decirlo —dice con total sinceridad. O descaro. Una de las dos opciones le viene bien.
—¿Ese es todo el reporte que tienes para mí? —regreso al tema.
—Sí, mi teniente.
—Muy bien, cadete, puede retirarse a las barracas.
Chase aplana los labios y sube las comisuras.
—Es cómodo aquí —Se estira hacia atrás, con las manos sobre la cama—. Tal vez me quedaré a pasar la noche. O digo que me cambien.
—Es un dormitorio de chicas, ¿recuerdas?
—Nadie tiene que saber que estoy aquí —su tono de voz cada vez es más insinuante—. Todos tenemos que romper las reglas de alguna forma.
—En eso eres experto.
Una llamada entrante rompe con el ambiente que se estaba creando.
—¡Michi! ¡Michi!
Es Vea.
—Tienes que venir rápido.
Mi preocupación crece en forma de un nudo en el estómago.
—¿Ocurrió algo?
Chase también se pone en alerta.
—Todavía no, pero pasará. Ven antes de las 22:00 horas, te veré en el parque frente a la residencia.
—Vea...
—Ah, y sé discreta.
A todos les encanta cortar las llamadas en la mejor parte, y Vea no es la excepción.
Le cuento a Chase sobre la junta improvisada en el parque y los dos, en compañía de Pato, vamos a ver qué sucede dado a que son las 21.26 horas.
Es en la salida de la residencia donde nos encontramos con Nathan. Él viene camino hacia la puerta y su auto está aparcado en el estacionamiento. Es obvio que ninguno de los tres esperaba vernos a estas horas de la noche.
—Nathan, hola.
—Buenas noches —saluda, distante.
Su mirada va de mí a Chase, y aplana los labios en un gesto de disgusto.
—Hola, hermanito —saluda Chase en un tono burlón que conozco muy bien—. ¿Vienes a buscar a alguien en particular?
—Vengo a hablar con Michi.
Oh cielos... Si las miradas hablaran yo estaría en medio de un debate entre los dos hermanos.
—Una lástima porque ella está hablando conmigo.
Chase me pasa un brazo por detrás de la espalda, aferrándome a su cuerpo. Nathan clava los ojos en la mano que agarra mi brazo y levanta la mirada a mis ojos.
—¿Podemos hablar?
Por alguna razón que no comprendo, el tono en que lo pregunta me da ternura. Kash tenía razón al mencionar su voz y la forma en que observa. Nathan lo hace de una manera única.
—¿Ahora? Es que vamos saliendo.
—¿Hacia dónde?
—La residencia de Houston, Kash y Vea.
—Los acompaño.
Chase demuestra su inconformidad resoplando.
—«Te acompaño» —corrige.
—¿No irás? —pregunto, llena de desesperanza.
—No, dejaré que Nathan te cuente lo interesante que le parezco —responde con el sarcasmo desbordando en la voz.
Frunzo los labios al ver cómo Chase se regresa a mi dormitorio con Pato en brazos. Nathan también lo mira, pero con cierto resentimiento en el rostro.
—No estoy entendiendo nada.
Tragando saliva, Nathan se da media vuelta y dice:
—Te explico en el auto.
Cuando Nathan echa a correr el auto, mis ansías por saber qué pasa se incrementan.
—¿Entonces...?
—Odio a Chase.
—¿Qué?
Su confesión me descoloca.
—Lo odio.
—Sí, yo también lo odio. Pero tú... ¿Por qué?
—Es difícil explicarlo.
—¿Y Chase lo sabe y aun así hablan? ¿O se relacionan? Es decir, no entiendo, lo odias pero decidiste sacarte una foto con él en la fiesta de Halloween. Lo odias, pero no tienes problemas con estar con él en las salidas.
—Crecimos separados, más que hermanos somos como dos conocidos. ¿Por qué habría de importarle?
—Porque precisamente eres su hermano. ¿A ti te importa?
Encoge los hombros.
—No realmente. Nunca he visto a Chase como a un hermano, sino como mi competencia.
—Eso es... muy triste.
—Lo triste es crecer siendo la sombra de tu medio hermano, el primogénito de tu padre, el que no necesita esforzarse para sacar las mejores notas y que, solo por ser el primero, tu padre lo quiera heredar siendo que ya ni siquiera comparten el mismo apellido.
—¿Por eso decidiste estudiar Economía al final?
Aplana los labios.
—Asumo que sí —pronuncio al no obtener más respuestas.
Algo me dice que no me está diciendo toda la verdad, pero cuando voy a cuestionarlo, Vea se coloca en medio del estacionamiento, agitando los brazos.
Nos reconoce sin problemas y se lanza sobre la ventanilla del copiloto.
—¡Te dije que fueras discreta!
—¿Qué quieres?
—Y has traído a Nathan —ignora mi pregunta—. Genial.
—Él se trajo solo.
Nathan alza una ceja a modo de reclamo.
—Bueno, da igual. Bájense rápido, él ya está esperando.
—¿Él?
—Sí, sí. Él.
Siendo la persona imprudente que es siempre, abre la puerta y me saca prácticamente de un tirón del auto. Con Nathan amenaza hacer lo mismo, pero él resulta ser más rápido.
—He citado a Houston en el parque —explica mientras la seguimos a través de las sombras de los árboles, sin que podamos ser vistos—. Le dije que necesitaba hablar de algo muy serio con él. Me están esperando en una banca. Allí. ¿Ven?
Un solitario Houston está sentado de espaldas a nosotros. Lleva un abrigo y un gorro para el frío, y tiene entre sus manos el celular.
Vea enseña el suyo. Una notificación se asoma en la pantalla.
—Lleva cinco minutos escribiéndome.
—Debe estar muerto de frío —arrugo el entrecejo—. ¿Quieres cometer un homicidio involuntario dejándolo toda la noche ahí?
La misma sonrisa que formó en el restaurante se asoma entre sus comisuras.
—Quiero que él y Kash se arreglen.
Y basta con que la mencione para que Kash aparezca por el sendero que da hacia el mismo banco donde se encuentra Houston. Va acompañada de Pocky, su gatita, por eso no se ha percatado de que quien la espera.
—Los dos creen que se juntarán contigo.
—Ingenioso, ¿no?
—Es un poco cruel tener que juntar a dos personas a la fuerza.
—En algún punto tendrán que hacerlo —habla como si mis palabras fueran absurdas—, y cuando eso pase es mejor que nosotros no intervengamos.
—Pero estamos haciendo eso.
Mi voz aumenta el volumen ante cada palabra, pero Vea me cubre la boca antes de que pueda gritar.
—Silencio, ya se acercan.
Los tres nos acomodamos detrás de un árbol con grueso tronco. Vea, que parece estar al borde de experimentar el momento más alucinante de su vida, me toma de la muñeca en caso de que quiera salir a detener la escena que está a punto de montarse.
Kash llega junto a la banca y se detiene al notar que quien está sentado es Houston. Su cuerpo indica que no esperaba encontrarlo y el paso atrás que da, me da la impresión que por su cabeza quiere salir huyendo.
Houston al levantar la cabeza se pone de pie.
El tiempo que transcurre es de segundos, pero parece que esos dos llevan mirándose una eternidad.
—¿Qué harás, Kash? ¿Huirás o enfrentarás tus miedos? —pregunta Vea en voz baja.
La respuesta la obtiene pronto.
Kash relaja ligeramente el cuerpo luego de que Houston la saluda con un gesto. Luego él mira hacia los lados y se lleva una mano al cuello para acariciarlo con gesto de incomodidad mientras dice algo que no conseguimos escuchar por la distancia.
Lo único que nos queda es leer sus expresiones corporales.
Kash le responde tomando en brazos a Pocky y procede a sentarse en el otro extremo de la banca.
—Lo sabía —Vea celebra el momento con un bailecito—. Kash puede ser de todo, pero nunca una persona cobarde.
—Es cierto, siempre enfrenta las cosas.
—¿Ves lo que te has perdido, Nathan? —Lo codea Vea.
Al voltear hacia él, descubro que tiene los ojos puestos sobre Kash. No tiene ninguna expresión relevante, está serio y con los brazos cruzados.
Pero la mira.
La mira a ella y en sus ojos poco a poco se va formando un brillo.
—¿En qué piensas? —le pregunto.
Forma una sonrisa discreta y desvía la mirada.
—En que Kash es una persona a la que admirar. Hace lo que quiere, viste como quiere, piensa lo que quiere y por seguir sus sueños desafía a su familia. Me gustaría tener sus agallas.
—Puede que tengas las agallas, solo que no ha llegado el momento para demostrarlo —responde Vea.
Nathan no dice nada, pero a juzgar por cómo baja la cabeza, esas palabras le han llegado más de lo que esperaba.
—Ahora, ve con ellos y reclama tu amor por Kash —le insta.
Me doy un golpe mental y regreso mi atención a Kash y Houston. Ella se ha puesto de pie y siendo tan histriónica como la vez en que la conocimos, parece estarle dando un discurso a Houston. Y él le responde poniéndose de pie para calmarla. Le toma la mano con delicadeza y, asintiendo, forma una sonrisa.
Kash le sonríe también y luego coloca una mano en su pecho, suspirando.
Hay risas nerviosas y luego los dos caminan por el caminito de grava con dirección a la residencia.
—Bueno, misión cumplida —dice Vea y sacude sus manos, satisfecha—. Ya no habrá más momentos incómodos y podremos juntarnos a ver películas en el piso de Nathan.
—Creo que olvidas que Kash todavía siente cosas por Nathan.
«Y que le da vergüenza verlo a la cara», quiero añadir.
—Cierto, cierto.
—Bueno, prepárate, Nathan, porque en algún momento necesitaré tu ayuda.
—Ya conozco tu modus operandi, no voy a caer.
—Ya se me ocurrirá algo —le resta importancia.
Los tres volvemos al parqueadero de la residencia, donde Houston y Kash nos esperan apoyados en el auto.
—Allí están los graciositos —murmura Houston con cierto odio en la voz—. Vaya broma la que nos han hecho.
—Fue idea de ella —señalo a Vea—. Yo no me enteré de sus planes hasta que llegué.
—Sí, yo soy la mente maestra —se jacta sin remordimientos—, y gracias a mí ustedes han vuelto a ser amigos.
—En realidad ya no somos amigos —señala Kash.
—¿Qué? —preguntamos Vea y yo a la vez.
—Somos novios.
El chillido que soltamos es tan alto que hace eco en la universidad.
—Es broooma —Houston blanquea los ojos—. Sí quedamos como amigos. ¿Ves que no es lindo jugar con las emociones de las personas?
—Perros —gruñe Vea.
Ella y Kash inician una discusión que sigue incluso de camino al interior de la residencia. Houston niega con la cabeza al verlas y se despide de mí pidiéndome que esté atenta.
Cuando volteo hacia Nathan, vuelvo a notar que su atención está puesta en Kash.
Sí, no hay dudas, algo ha despertado en él.
Me pregunto si es solo admiración o algo más.
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