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Capítulo 4 🦊 Un tratado de paz y una fiesta para reforzar la enemistad

Hoy es viernes de RTR 7u7 Se viene capítulo largo ya que la próxima semana tengo mucho qué hacer y estaré media desaparecida, así que denle mucho amorrrr~

Dedicado a SlendyDuran :)




Traigo el chisme atorado en la garganta desde anoche. Lo que vi me impactó tanto que di más vueltas que un trompo sobre la cama; uno, porque la escena se repetía en mi cabeza cada vez que intentaba dormir; dos, porque el cargo de conciencia es demasiado. Tuve que actuar como si no hubiera visto nada el resto del turno, lo que complicó más mi torpeza. No pude mirar a Heather a los ojos en ningún momento, cosa de la que ella se percató, sobre todo cuando decidí cambiar mi labor por la limpieza del local y no en la cocina.

Ahora tengo dos opciones: decirle a Chase lo que vi o pasar de ello. La primera opción es una tanto difícil, pues no tengo con qué demostrarle lo que vi, tampoco sé cómo soltarlo. Obvio que no puedo ir a su casa y decir: «vi a tu novia con Allek besándose detrás de la pizzería donde trabajo». No existe la confianza, pero hay otras formas, como ponerle una nota anónima en su casillero... aunque eso seguro que se lo tomará como un juego. Por otro lado, conservar la primicia para mí es una batalla constante de recordatorios. No podré vivir sabiendo que vi a esos dos acaramelados. Si ni siquiera pude pegar pestañas ¿qué será de mí las siguientes noches?

Pero tampoco puedo pasar por encima de mis reglas. «Mantenerse al margen de sus asuntos» fue una regla creada precisamente para evitar los problemas con ellos, en especial Chase.

Chase.

Pobrecito.

Ay, ya sé que es mi enemigo y lo odio con todo mi puerco ser, pero eso no quita que me dé lástima. Es el chico más popular de Jackson, el mejor estudiante, es guapo —algo que debo reconocer con el dolor de mi alma— y también un pobre cornudo.

¿Querías su punto débil? Pues ahí lo tienes.

Es cierto; esta infidelidad puede ser algo que use a mi favor y en su contra. Extorsión, chantaje, planes maléficos. Podría decírselo y que caiga en una tristeza tan terrible que descuide sus estudios y se olvide de Atkins. Podría incluso manipularlo a mi antojo. [Inserte risa malévola]

Nah. No puedo. Si voy a conseguir esa beca, será de manera honesta.

Voy a apegarme a mis reglas y pasaré de lo que vi.

Sep, eso haré.

O intentaré...

—Te noto algo tensa —señala Anne a la hora del almuerzo.

—Son imaginaciones tuyas...

—Eres la amante número uno de las hamburguesas y todavía no te la has terminado.

Miro la hamburguesa que tengo entre mis manos. He aplastado el pan y la mayonesa se ha escurrido, manchando fuera de la bandeja.

—Es que las hamburguesas se disfrutan poco a poco. —Le doy un mordisco y la saboreo con un largo «mmm» para que me crea.

—Ajá. Eso no era lo que decías esa vez que salimos a celebrar tu cumpleaños y te atragantaste con tanta hamburguesa que pediste, incluso te comiste la mía. Sabes que te conozco desde hace casi cuatro años, no puedes mentir sin que yo lo sepa.

—Ya hablas como mi mamá —me quejo—. Solo falta que me amenaces con tu pantufla.

—Traigo zapato de tacón —advierte en un tono juguetón.

Le doy un vistazo rápido a su zapato. Es hermoso, por supuesto, de un rojo intenso que combina con su falda. Si me la lanza como hacía mamá con su pantufla, seguro que me noquea.

—¿Vas a decirme por qué estás así? —inquiere al acomodarme.

Estoy buscando una respuesta confiable que me asegure que no preguntará nada más, pero me quedo sin aire cuando noto la presencia de Allek Morris junto a nuestra mesa.

—Hola, tú —saluda con su típica expresión de aburrimiento.

Anne endereza la espalda y lo mira de pies a cabeza, disgustada.

—¿Y tú eres?

—Anne —farfullo y le hago una mueca para que se relaje. Es muy hostil si se acercan chicos que no conocemos, pues la mayoría que lo hacen es para pedirle salir a algún sitio o su número, cosa que ella detesta—. Es el chico del que te conté.

—Ooooooh... —cambia su semblante a uno más afable—. Así que tú eres el alumno de Michi.

Allek le da una mirada de pocos amigos, casi tan recelosa como la de mi amiga, y me mira. Me mira y yo al ver su rostro vuelvo a la noche, a su expresión de aflicción mientras escuchaba a Heather hablar, en la forma que la detuvo y cómo la besó.

—¿Tienes libre hoy por la tarde?

—Sí.

—¿Te parece bien que coordinemos una clase? Pasado mañana tengo prueba.

Debe estar preocupado, aunque no lo demuestre. Es un poco tierno que venga hasta mi mesa para pedírmelo.

¿Tierno? ¿Tierno como el beso que se dio con Heather? ¿Tierno como la miraba?

—Cl-claro —logro decir sin perder la cabeza—. ¿A las 6:00 te va bien?

Antes de que responda, Anne me jala del brazo para acercarme a ella.

—Parece que esos dos se han arreglado —dice a modo confidente, aunque no le resulta demasiado, y estira los labios hacia la entrada del comedor, justo donde Chase y Heather avanzan tomados de la mano—. Es tan obvio cuando están enojados porque casi no se les ve juntos, pero cuando se reconcilian se la viven como koalas.

Mi amiga es tan poco discreta que Allek también la ha escuchado y voltea a ver a la parejita. No puedo ver bien su rostro, solo puedo notar que se ve tan solitario y vacío contemplándolos que me da cierta tristeza. Lo peor viene cuando Heather besa a Chase en los labios y él la abraza por la cintura para decirle algo con una sonrisa.

Se le ve feliz.

Se le ve como un idiota feliz que no sabe lo engañan.

Y yo podría convertirlo en un idiota que sabe que su novia lo engaña. Podría romper la burbuja de pareja feliz que tan complacidos muestran a todo Jackson.

—¡Ya no aguanto más! —chillo.

Tanto Allek como Anne me miran sin comprender qué sucede.

—Yo... Iré al baño.

—¿Qué hay de mi clase? —interroga Allek.

—Se cancela por hoy —respondo sin poder mirarlo a la cara.

Huyo tan rápido puedo y me encierro en un cubículo. Anne no tarda en dar conmigo. Se asoma por arriba y me hace una seña para que le abra.

—Michi, ¿qué pasa?

Su preocupación provoca que mi lucha interna regrese. Decirle a mi amiga lo que vi seguro que me liberará un poco del peso que cargo. Pero, así como ella me conoce, también la conozco lo suficiente como para saber que un secreto de tal magnitud no podrá guardarlo. No es que ella vaya por la vida revelando las cosas que le cuento, es solo que... ¿A quién quiero engañar? Si sabe que Heather engaña a Chase se lo contará a medio mundo o seguro que usará esa información para sacar ventaja. Es una chismosa por naturaleza, no va a resistirse.

—Nada. Estoy tensa por Atkins.

Esa media verdad me salva de su mirada inquisidora.

—Hay una buena forma de liberar tensiones. ¿Sabes cuál?

—¿Dormir?

—Es una buena opción, pero nope.

—¿Ver videos de gatitos?

—Sí... Pero me refiero a las entretenciones. Tengo dos boletos para el parque de diversiones, ya que tienes libre esta tarde, ¿qué tal si vamos juntas?

No puedo negarme a tal invitación ni a su carita de cachorrito.

El parque de diversiones de la ciudad no es demasiado atractivo ni grande, incluso diría que es un poco feo, pero a todos los adolescentes les encanta venir, sobre todo por la noche. Con Anne solíamos venir todos los fines de semana, pero consiguió su trabajo, yo conseguí el mío y el parque quedó en el olvido.

Es lindo volver.

Nos paseamos por las entretenciones hasta decidir a cuál subir primero y luego compramos comida para pasar el rato charlando en una banca envueltas por luces y gritos. Por supuesto, y como era tradición, dejamos la montaña rusa para el final.

La fila para subirse es enoooorme. Se nota a leguas que es el atractivo principal del parque y, para ser sincera, tiene sus motivos. Es circuito lleno de vueltas y bajadas peligrosas.

—No recuerdo que esta cosa fuera así de imponente —le digo a Anne, que está a mi lado sacándose selfis—. Es eso o me volví más vieja y temerosa.

—¡Ay, Michi, no digas eso! Estamos en la flor de la juventud.

—Casi. Los veinte están a la vuelta de la esquina.

Mi amiga actúa como si la recorriera un escalofrío. No sé quién de las dos es más exagerada.

—Mejor ven a sacarte una foto conmigo.

No soy muy partidaria de sacarme fotos, pero no puedo negarme a Anne. Después de sacar la foto continúa con su sesión de selfis hasta que, de la nada, da un grito ahogado. Sus ojos se agrandan al ver la pantalla de su celular, el cual empieza a bajar lentamente.

—Escucha, no voltees —me dice—. O si lo haces, que sea disimuladamente.

Como buena chica rebelde, pretendo girarme sin disimular ni un poquito, pero Anne me frena.

—No-te-gires —farfulla—. Dije que miraras con disimulo.

—No, dijiste que volteara con disimulo.

—Es lo mismo. La idea es que seas cauta.

—Cauta no es lo mismo que disimulada.

—No te pongas sabelotodo en este momento. Se acercan, no digas nada, shhhh...

Puedo hacerme una idea de quienes habla solo con escuchar la odiosa voz de Jax. Es muy distinguible del resto, tanto como la de Chase.

Olviden lo que dije antes. Esto es horrible.

El estómago se me revuelve. La misma tensión que sentimos la primera vez que Los tres Mosqueteros se sentaron detrás de nosotras, la estamos sintiendo ahora. Y peor. Mucho peor. Mal porque la fila comienza a avanzar.

—Empiezo a creer que es mala idea haber comido antes de subirnos a esto —comento a Anne.

—Yo también —dice en un tono lleno de aflicción.

Quedamos de las penúltimas, sentadas juntas y protegidas nada más con una barra de metal que se nos encaja sobre el regazo. La tensión se siente en el aire, nuestras respiraciones se agitan, nuestros pies se mueven con nervios. Jax, detrás de nosotras, suelta un grito de júbilo cuando los carriles empiezan a subir la cuesta empinada y eso motiva a dos chicos que van más adelante para gritar todavía más alto. Anne y yo nos miramos avecinando una caída al vacío que nos hará vomitar los pulmones.

De pronto todo da vueltas y vueltas, mi entorno se distorsiona, y solo puedo gritar, pedir que se detenga y sentir una bola en mi estómago que pesa y que sube a mi garganta. No, no, no, no. Tengo náuseas. Voy a vomitar. Si no me concentro, voy a escupir todo lo que comí.

Apenas el juego frena y quedamos libres, salgo en dirección al basurero más cercano. Anne no tarda en llegar a mi lado para darme palmaditas en la espalda mientras yo estoy a ahorcadas.

—¿Michi, te encuentras bien?

—No debimos comer antes de subir a esa monstruosidad —repito. Mis ojos son vidriosos y mi nariz pica—. Quiero vomitar, pero no me sale nada.

—Vamos al baño.

—No —la detengo—. Me quiero ir de aquí.

—Tranquila, yo me encargo. Llamaré a un auto para que te vaya a dejar. O... O a J. J.

—Eso será muy incómodo.

—A tus padres entonces.

—Todavía deben estar en el trabajo, hoy les toca el turno hasta tarde.

—El auto será.

Anne empieza a exasperarse y yo a querer volverme invisible porque diviso a Chase y a Jax acercándose a nosotras. Y porque estoy dando un espectáculo de lo lindo. Y quiero llorar por lo ridícula y patética que me siento. ¿Quién se marea en una montaña rusa así? Solo yo.

—Yo puedo llevarla. —Chase sorprende a mi amiga con su ofrecimiento.

—Ni te molestes... —consigo decir yo antes de que mi amiga responda.

—Vivimos al lado, no es un problema.

¿De verdad cree que permitiré que ese ser humano me lleve a casa? Quiero creer que es una broma y luego se burlará de mí, pero él está muy serio. Manos en los bolsillos, ojos alertas. Todo lo contrario a su amigo, que no pierde tiempo en saludar a Anne. Esa escena me produce una arcada tan sonora que los distrae.

—No quiero —reniego.

—¿Por qué?

—No confío en ti.

—Ni yo en ti, pero me necesitas.

—¿Necesitarte? Si pudiera reír sin vomitar lo haría.

—Deja de ser orgullosa.

—El burro hablando de orejas...

Jax ríe.

—Ella tiene su punto.

—Calla, Jax —le ordena Chase.

—El auto viene en camino —avisa Anne, y yo agradezco que no haya perdido tiempo haciéndole ojitos a Wilson.

—Perfecto, cuando llegue nos vamos.

«Nos vamos», tengo que repetirme. Mis alarmas se disparan tan fuerte que por un instante pequeñísimo olvido que tengo el reflujo atorado en la garganta. Un reflujo que pesa tanto como el secreto que me carcome la cabeza. Quizá eso es lo que me pesa: saber que Heather le es infiel a Chase y no poder decírselo.

—Anne, no me dejes con este ser —le advierto a Anne.

—Por supuesto que no —replica ella casi ofendida por pensar que me abandonaría.

—Y córrelo si se quiere subir con nosotras —señalo a Chase y él me blanquea los ojos.

Mientras esperamos por el auto, Jax se ofrece a traerme una bebida energética luego de que mi amiga diga que necesito una. Chase guarda su distancia. Y yo trato de no desfallecer. El auto llega y los cuatro nos subimos. Yo voy al lado de la ventana, con una bolsa de papel en caso de que vomite y con la ventana del auto abierta. Entre vueltas, luces rojas que se vuelven eternas y una conversación inquietante entre mi amiga y el mujeriego más afamado de Jackson, consigo divisar el edificio donde vivo. A estas alturas del viaje me siento tan débil que apenas puedo levantar mi cabeza del marco de la ventana. Es Chase el que le paga al chofer y rodea el auto para ayudarme a bajar.

Con ayuda de Anne y Chase llego medio sana a la puerta de mi casa. Anne busca la llave en mi mochila.

—Felicitaciones, no vomitaste ­—se burla Chase.

—Te odio —expreso con todo el rencor de mi alma.

—De nada.

Esto último lo dice con una sonrisa amplia, muy similar a la del gato de Alicia en el país de las maravillas. No me cabe dudas de que disfruta verme así de deshecha. Quiero sacarle el dedo corazón, pero me ataca una arcada que me lleva corriendo al baño. Y como buena amiga, Anne agarra mi cabello para que no quede manchado.

Después de vaciarme comienzo a sentirme mejor y a recobrar un poco el color, pero Anne insiste en que me recueste y descanse. Ya ha avisado a sus padres que pasará la noche en mi casa, así que busca en mi desordenado armario un pijama que le quede. Antes de cambiarse, le echa un vistazo al balcón vecino y cierra las cortinas.

—Chase está en su cuarto —informa, meneando las cejas—. ¿Se estará cambiando también?

—A quién le importa —gruño para que mis palabras resuenen más alto que su burla.

—A mí, obvio —dice con simpleza en lo que empieza a desvestirse—. Hoy hemos dado un gran paso y descubrimos algo importante.

—¿Qué cosa?

—Que ni Chase ni Jax son como los pintan.

—No lo pintan de ninguna forma. Él —señalo hacia mi ventana— es un arrogante que disfruta del dolor ajeno y su amiguito es un mujeriego, todo el mundo lo sabe.

—Pero es simpático y fue por tu bebida.

Pienso en lo servicial que Jax se mostró y en la sonrisa torcida que le enseñó. En ningún momento me miró a mí, Jax actuó por Anne.

—Dudo que un gesto así sea porque se preocupaba por mí. Quería impresionarte, y lo consiguió. Además, te haré un recordatorio importantísimo. El recordatorio diario, ya sabes.

—Ya sé —dice en un resoplido—. Ya sé que tengo novio.

—Entonces olvídate de Jax Wilson.

—Es que... —Se sienta sobre la cama y vuelve a suspirar, intranquila, como si no supiera qué palabras usar—. ¿Por qué crees que usé las entradas contigo?

—Porque soy una amiga maravillosa, claro.

—Sí, pero esas iban destinadas a una cita. Dos boletos, Michi —recalca—. Las cosas no andan bien entre Jared y yo.

—¿Ocurrió algo malo?

—Sí.

—¿Te hizo algo?

—No. El problema soy yo.

Forma un puchero, bajando la vista a sus pies. Yo me acomodo para quedar sentada y tener una mejor perspectiva de ella. Es extraño verla deprimida.

—Sé que todo el tiempo te tratas mal, te llamas torpe (que lo eres) y dices tener una suerte terrible (que también es un poco cierto).

—Soy un desastre, lo sé.

Mi risa se apaga al verla negar con la cabeza.

—No, Michi, no lo eres. Pasa que te cuesta ver lo bueno que tienes, pero tú eres una persona admirable.

Vuelvo a reír.

—Por supuessssto. Mi mala suerte es admirable.

—No te rías. Lo eres. Eres una chica que sabe lo que quiere, que consigue lo que se propone, que no se cansa hasta dar con lo que quiere. Sabes dónde moverte y cómo. Eres indecisa, sí, pero cuando tomas una decisión nunca te rindes, y no cualquiera tiene esa cualidad. Eres perseverante, y aunque tiendes a ser pesimista, te esfuerzas por conseguir sacar lo mejor de la situación. Y desde siempre has sabido qué estudiar y dónde.

»Yo no. Yo no puedo elegir. Por más que trate, mis decisiones nunca siguen un rumbo. No sé qué me depara el futuro. Soy inconforme, egoísta y, cuando estoy con Jared, y veo lo mucho que se esfuerza, pienso: «¿realmente me merezco a alguien así?».

—Bueno, si hay algo de lo que estoy segura es que no mereces a alguien como Jax. Y también de que eres una chica extraordinaria, Anne, no deberías pensar que mereces menos. Hay muchísimas personas que no saben lo que quieren y no creo que eso esté mal.

—Yo sí. Faltan meses para la graduación y siento la presión sobre mis hombros. No sé qué quiero para mí, qué quiero para mi vida. Cuando trato de imaginar lo que estaré haciendo a mis treinta no veo nada.

—Dime lo primero que piensas si te pregunto qué es lo que te gusta.

Se toma un momento para meditarlo.

—Lo primero en que pensé fue en helado. —Le lanzo un almohadón que desordena su cabello—. Lo segundo, en moda.

—¡Lo sabía!

—¡Pero no puedo dedicarme a eso! —replica tan rápido y con tanta desesperación que me desinflo cual globo.

—¿Por qué no?

—Hay miles de personas que quieren ser diseñadores de moda; cientos los que triunfan y miles los que fracasan.

—Por eso tú debes ser la mejor —le digo y tiro de ella para quedar las dos tendidas sobre la cama. Me arrimo a ella y la abrazo como si fuéramos la representación moderna de la famosa fotografía de John Lennon y Yoko Ono—. ¿Y qué más da el dinero?

—Muchas cosas; no morir de hambre es una de ellas.

—Es un buen punto.

—Ojalá todo fuese tan simple —suspira.

—Ojalá existiera una puerta dimensional que enseñe el futuro —digo, pensando en el reciente libro de Más allá de la Tierra—, así podríamos saber en todos los problemas que nos meteríamos de tomar una mala decisión.

—Como subir a esa montaña rusa.

—Sí...

O impedir ver a Heather y Allek besándose.

Chase es un idiota, de eso no hay dudas, pero se ofreció a traerme a casa. También me ayudó en mi crisis existencial. Y me cubrió con lo del gato..., aunque supongo que lo hizo para salvarse el trasero. Tal vez Anne tenga razón y no sea como los rumores dicen. Quizás es el villano en un cuento mal contado. Y, quizá debería contarle lo que vi.

Necesito hablar con Houston, él sabrá aconsejarme. 

A la tarde siguiente hablo con Houston.

¿Cómo debería describir a mi mejor amigo? Ah, sí, como mi confidente más preciado. Nos conocimos siendo vecinos, cuando mis padres y yo nos mudamos al departamento. Desde un inicio nos caímos bien, excelente, a decir verdad, y jugábamos todo el tiempo. Entonces, como el destino suele ser envidioso, a su madre le salió un trabajo al otro extremo del país y Houston tuvo que marcharse. Prometimos jamás dejar de hablar, cosa que yo, con mi rechazo hacia los aparatos móviles, poco he cumplido. Pero eh, hemos estado en contacto en los buenos y en malos momentos.

—¿Michi llamándome por celular? Im-po-si-ble.

—Estoy empezando a usarlo para que estés orgulloso de mí.

—Lo estoy siempre —responde. Houston tiene las palabras precisas para hacerme sentir en las nubes—. ¿A qué se debe el placer de tu llamada, maldita ingrata?

Y bajarme de ellas de una patada. Auch.

—Necesito hablar con alguien.

—Para eso estoy, nene. ¿Qué ha pasado?

—Pues... —Los nervios me recorren el cuerpo y tengo la extraña sensación de estar siendo vista— ¿Cómo está tu novio?

—No intentes cambiar el tema —objeta con voz imperiosa.

—Bien, te lo contaré todo... —digo mordisqueándome los labios—, pero guarda el secreto.

—Soy una tumba.

Lo es... un poco. Tampoco es como si tuviera a alguien que contarle mis secretos, vivimos a miles de kilómetros, probablemente a ninguno de sus amigos —ni a su novio— le interesará lo que me pase a mí.

No podría decir lo mismo de ti. Sí, tú, la persona que me está leyendo.

Bueno, al tema.

—¿Recuerdas al chico del que te hable? Ese que siempre obtiene las mejores notas.

—Lo recuerdo, la última vez que me hablaste de él estabas tan enfurecida que creí que me pedirías hacer un muñeco vudú. ¿Ahora son amigos?

—No, eso jamás pasará.

—Ajá.

—Pasa que... —miro hacia la ventana para comprobar que esté cerrada— es mi nuevo vecino. Con Anne concluimos que se debe a que sus padres se separaron y vino con su madre a parar aquí. —Escucho a Houston dar un grito ahogado. Él siempre tan dramático—. Pero ese no es el punto importante. El innombrable tiene una novia que...

—No me digas, se mudó al otro lado.

—Ja, ja. No, ella está trabajando conmigo.

—Hazentown es taaaan pequeño.

—Lo sé. Demasiado pequeño para mi mala suerte.

—¿Y qué pasa con la chica? ¿Te está molestando?

—Nop, ella es muy linda. Y creo que no sabe que soy vecina de su novio. Ni tutora de su amante.

—Espera ¿qué?

—Lo que escuchaste.

—¿Cómo es eso de que eres tutora? ¡Dame detalles!

Ay, Dios...

Me tomo el tiempo de poner al día a Houston, incluyendo algunas pavadas que me pasan. Él también me habla de las suyas y luego volvemos al tema que me incentivó a llamarlo e incluimos también un hecho que me viene persiguiendo desde tiempo: mi pánico para hablar público.

—Escucha —me dice—. Necesitas superar lo que pasó aquella vez. Eras pequeña, él tonto que te molestó

era pequeño. Los niños son crueles y tú fuiste ingenua. ¿Eso significa que volverá a pasar? No.

—No puedo superarlo. Me cuesta hablar frente a los demás, me pongo como un tomate. Y no quiero hablar más de lo que pasó aquella vez. No es lindo revivirlo.

—Michi, no puedes evitar el tema para siempre.

—No lo haré. Lo prometo.

Hay algo que no te he contado, y que no pretendo hacerlo hasta que junte todo mi valor. Solo diré que hay una razón especial por la que mi obsesión por los estudios comenzó. Una que te contaré más adelante. Debe llegar el momento indicado.

—Y, por favor, cuéntale a ese chico que le están viendo la cara, por muy mal que te caiga. Hazle una nota anónima o algo.

Cuando finaliza la llamada, la nostalgia me pega de lleno y busco entre mis cosas desperdigadas mi libreta. La abro justo en la hoja con mis reglas de supervivencia escolar.

«Necesitas superar lo que pasó aquella vez», la voz de Houston viene como recuerdo a mi cabeza y, en un arrebato, arranco la hoja de mi libreta.

Tal vez Houston tiene razón.

Debería dejar ir lo que me sucedió.

Corro la ventana a un lado y salgo al balón. La hoja con las reglas está arrugada en mi puño. En mi pecho me invade una extraña sensación.

Recuerdo el momento en que escribí la primera regla. Tampoco la segunda o la tercera. Sí recuerdo por qué escribí las demás y a qué le temía.

Wallas.

Chase me llama desde su habitación.

Qué extraño... Hoy es viernes por la noche, ¿no debería estar en alguna fiesta en compañía de Heather y sus dos amigos?

Wallas —vuelve a llamar. No tiene ese típico tono sarcástico y arrogante, sino una voz áspera y débil.

—¿Estás bien? —pregunto saliendo de mi habitación.

Insegura, me guardo la hoja en el pantalón y salto al balcón vecino como lo haría Pato, pero con menos gracia.

—Me siento fatal —responde, tosiendo. Camino precavida hacia su habitación. Al entrar me encuentro a un Chase en cama, temblando y sudando. Me aproximo hacia él y pongo una mano en su frente: está ardiendo.

—Iré por Margareth.

Me detiene agarrando mi mano.

—Se ha ido de viaje, estoy solo —dice y vuelve a toser.

—¿No están tus amigos para que vengan a quedarse contigo?

No sé si esquiva la pregunta o no puede responder a más. Solo cierra los ojos, se estremece bajo el edredón y frunce el ceño.

—No te vayas —dice tan suplicante que ha hecho que el corazón me dé un vuelco—. No me dejes aquí solo.

¿Quién lo diría? El arrogante líder y cabecilla de Los Tres Mosqueteros parece un niño pequeño sumergido entre las sábanas, temblando de frío, con sus ojos cerrados y aferrado a mi mano.

—Ayer por ti, hoy por mí —balbucea.

Un incómodo silencio surge para rematar la situación. Para distraerme aprovecho contemplar con mayor detención la habitación. Las paredes son un poco más oscuras que el azul cielo, tiene algunos pósteres de series, pero Breaking Bad y Batman son las únicas que reconozco dentro del montón. Todo el cuarto está ordenado, incluso las zapatillas que usa están meticulosamente organizadas. Junto a la puerta blanca, tiene un escritorio y sobre este yace un notebook con calcomanías. Sí que se ha puesto cómodo en tan solo unos días.

—¿En qué piensas?

Me sobresalto.

—Pues en que eres inesperadamente ordenado.

—Si quieres una vida ordenada, empieza por tu cuarto.

—Eso explica muchas cosas —digo a modo de reflexión y consigo sacarle una ligera sonrisa—. Eres tan débil —me burlo— ¿cómo te resfrías en esta época? —le pregunto levantándome de su cama.

—Tengo la mala costumbre de dejar la ventana abierta. —Estoy a punto de decirle las consecuencias de los cambios climáticos, la clase de insectos que pueden picarle y preguntarle si Pato ha vuelto a entrar, pero Chase sigue—: Como Tori.

Oh mi Dios, solo conozco a un Tori que deja la ventana abierta de su cuarto.

—¿Tori? —pregunto con temor a equivocarme.

—El protagonista del primer libro de Más allá de la Tierra.

—Lo leíste.

—Estoy en ello. Tenías razón, no es solo un libro infantil —admite.

Me muerdo los labios para no tener que chillar. Me emociona que mis recomendaciones sean valoradas, pero me emociona más saber que Más allá de la Tierra sea una saga que se gane ese aprecio.

—Empiezas a caerme mejor.

—¿En serio? —curiosea y como si pusiera mucho esfuerzo en esas dos palabras vuelve a toser.

—Solo un poco —señalo con mis dedos—. Pensaba dejarte desfallecer en su cama, pero cambié de opinión. ¿Dónde están las toallas?

Chase se inclina un poco y apunta los cajones del clóset. El bendito closet donde me oculté y lo vi semidesnudo.

Uy, la imagen mental.

—¿Para qué las quieres?

—Para humedecerlas con agua fría, así te bajará la fiebre y te sentirás mejor —respondo mientras voy a su clóset, abro el cajón y saco una toalla blanca de tamaño mediano. Chase me mira incrédulo.

—¿Naciste en el siglo pasado? Para eso están las aspirinas... —me reprocha, sentándose apenas en la cama.

—¡Shhh! Soy yo la que te está cuidando, deberías ser más agradecido, tener una vecina tan benevolente como yo no siempre ocurre.

Remojo la toalla y la estrujo en el lavamanos del baño, luego vuelvo al cuarto. Chase está con una expresión ida, intenta verme a duras penas.

—Para estar enfermo eres muy caprichoso. ¿Ya tomaste algo?

Asiente y vuelve a recostarse. Pongo la toalla húmeda en su frente y siento el suspiro ahogado que exhala cuando hace contacto con su piel. Se ve vulnerable e indefenso. Nunca creí que Chase y yo estaríamos así de cerca.

—¿Margareth está muy lejos?

—Lo suficiente como para no volver en la noche.

—¿Y tus amigos?

—Están celebrando el cumpleaños de la hermana de Mika.

Ooooh... con que Mika McFly tiene una hermana.

—Insistieron en venir a verme —añade—, pero yo me negué. No quiero ser el aguafiestas que arruine el cumpleaños de Ashley por haberse enfermado.

—Qué considerado —hago gala de mi sarcasmo, algo que le saca una sonrisa.

Solo me queda una persona conocida por preguntar.

—¿Y tu novia?

Espero que Chase no haya notado que me tiembla la voz al preguntar por Heather. Lo que sí noto es que su sonrisa se esfuma y se torna serio.

—Ella está trabajando. Es nueva y no quiero interrumpirla.

—Chase siendo un novio que antepone el bienestar laboral de su novia antes que su salud —pienso en voz alta—. Eso definitivamente no me lo esperaba.

—No sé qué concepto tienes de mí para decir eso.

—Solo el que tú y tus amigos demuestran en Jackson.

—En Jackson. Eso quiere decir que fuera del colegio piensas diferente de mí —clarifica con suspicacia.

—Si me lo preguntas, me sigues pareciendo un idiota.

Ríe bajo y cierra los ojos, suspirando.

Le quito la toalla de la frente y cuando lo hago me percato que unos mechones castaños y rubios se quedaron pegados a su frente. Al verlos, siento la necesidad de apartarlos con suavidad y cautela, igual que una caricia. Chase abre los ojos cuando siente el contacto de mis dedos y yo retraigo mi mano, intentado disimular mi vergüenza. Con el corazón latiéndome a mil solo tengo una pregunta asomándose en mi cabeza: ¿por qué lo he hecho?

Tonta, tonta, tonta.

Chase solo se ha queda mirándome, tan sorprendido como yo. No ha emitido ni un comentario sarcástico, y eso es muy peligroso.

—Deberías dormir un poco —titubeo levantándome y desapareciendo en el baño.

No me ha quedado más que salvarme con la excusa de remojar la toalla. Abro el grifo y me quedo esperando que se humedezca nuevamente, cuando ya está lista corto el agua y estrujo el exceso. Estoy a media vuelta de salir cuando me sorprende encontrar a Chase en la entrada del baño. Se apoya en el umbral de la puerta como si estuviese a punto de desplomarse.

—¿Qué haces? —pregunto con nerviosismo.

—Comprobando que no hubieses arrancado —responde serio. Lo arrastro de vuelta a su habitación—. Si me dejas solo aquí, juro que no te lo perdonaré.

Aunque suena como una amenaza, me ha hecho reír.

—No tengo intención de hacerlo. ¿Por qué te asusta tanto quedarte solo?

Chase traga saliva. Tiembla un poco como si recordar le hiciera daño. Yo, esta vez, no me siento sobre la cama sino sobre la alfombra. Pongo la toalla sobre su frente, una vez más, y seco mis manos en mi pantalón.

—Margareth y mi padre nunca estaban en casa cuando era niño. Cosas de trabajo. Me solían de dejar con una niñera; una mujer anciana que preparaba dulces deliciosos. Pero un día ella enfermó. Mi padre decidió que estaba lo bastante mayorcito como para quedarme solo en casa, así que eso hicieron. Me dejaron solo. No me lo pasé tan mal... hasta que llegó la noche. Tres hombres armados entraron a casa. Me interrogaron. Querían saber dónde mis padres escondían el dinero o eso es lo que creo. Y cuando vieron que yo no hablaba, me golpearon.

La imagen que se me ha venido a la cabeza es demasiado dolorosa.

—¿Y por qué no se los dijiste?

—Intenté decirles dónde creía. Pero tenía apenas nueve, no sabía de esas cosas ni me interesaban.

—Bueno, se entiende. Yo ni siquiera sé dónde están los cubiertos en mi casa.

Chase ríe, y me hace sentir bien conseguirlo distraer, al menos por un instante, de su traumático momento.

—Se llevaron algunas joyas, colecciones de valor y otras cosas que encontraron al paso. Luego de eso no puedo recordar qué pasó, solo sé que me generó rechazo a quedarme solo en casa por la noche.

—Tranquilo, no me iré a ningún lado —le digo en voz baja y confidente—. Solo a mi casa en caso de que lleguen mis padres. Pero volveré. Te lo prometo. Ahora intenta dormir un poco.

Chase sonríe de forma leve y cansada.

—Para actuar como si me odiaras, eres una persona muy atenta. Gracias por soportarme.

Eso me provoca un revoltijo en el estómago. Una mezcla de culpa, nervios e inquietud. Y miedo, mucho miedo.

Me doy cuenta de que mis mejillas están rojas. Mi corazón vuelve a subir de ritmo, tanto que creo que me podrían diagnosticarán taquicardia. Siento un cosquilleo incómodo que aflora en mi estómago. Chase ha comenzado a causar un efecto poco agraciado en mí.

Me pongo de pie para ir al baño y remojarme la cara. Entonces, Chase me llama antes de que pueda salir de la habitación.

—Se te ha caído algo.

¿Algo? ¿No será...?

Al darme media vuelta, Chase está cogiendo la hoja para examinarla. Reviso mis bolsillos en busca de mis reglas, pero no las encuentro. No, claro que no, porque la tiene Chase en sus manos.

—«Reglas de supervivencia escolar».

—¡Espera!

Me abalanzo contra Chase para arrebatarle la hoja de las manos. Mi movimiento es tan brusco que ambos caemos en la cama y termino sentada sobre él, con mis piernas a los costados, acorralándolo y mis manos apoyada en la cama. Por si fuera poco, estamos tan cerca como aquella vez en el ascensor, solo que nuestro escenario ha cambiado para mal. Pero eso no es lo peor de todo. Claro que no. No basta con que estemos en una posición totalmente incómoda ni que esté a gatas sobre él, porque Chase ha decidido frenar la caída rodeándome con su brazo y sus labios ha tocado mi comisura izquierda.

Me coloco de pie en un salto con la sensación de sus labios grabada en mi piel.

—Lo siento tanto —consigo decir.

Chase se sienta sobre la cama y se frota la espalda con gesto de aflicción. No luce sorprendido o asustado como yo, más bien confundido, como si no supiera qué demonios acaba de pasar.

—No me siento bien —pronuncia ahora acariciando su frente—. Creo... creo que me voy a recostar.

—Sí, haz eso, es mejor.

Estrujo la hoja con mis reglas de los puros nervios. Chase regresa a la cama, se topa y yo lo único que quiero es que se tape hasta la cabeza para que no pueda verme al borde del desmayo. Por suerte, luego de unos minutos —en los que me la he pasado de pie en la puerta de su cuarto por si se forma un hoyo y la tierra me traga de una buena vez— consigue quedarse dormido. 

—Al final le dije que no estaba segura de sentir lo mismo que antes, que yo estaba cambiando, que nos queda tan poco tiempo para salir y que la universidad nos separara. Me siento fatal porque ni siquiera sé qué voy a hacer después del colegio. Le mentí en su propia cara.

Esa es Anne contándome que ha cortado con J.J. No se ha resistido a entrar a clase y ahora estamos haciendo novillos dentro del baño más cercano a la clase de Matemáticas. Admito que no me hace feliz perderme estos minutos de clases, pero todo sea para hacer sentir mejor a mi amiga.

—Ya, ya. —Acaricio su espalda—. Tienes que mirar el lado positivo: finalmente pudiste decirle que estás insegura con tus sentimientos.

Mi amiga sorbe su nariz antes de hablar.

—Eso es lo que me consuela en parte, porque era lo que más temía confesar —dice con voz gangosa. Sorbe con más fuerza—. Me duele habérselo dicho, y sé que solo es una media verdad. Y me duele... ¿Por qué debo ser tan indecisa?

Le tiendo mis pañuelos desechables y ella se suena la nariz.

—Oye, no eres indecisa, solo buscas oportunidades útiles, y eso no está mal. Pensar en lo que tú quieres nunca está mal.

Podría tomarte ese consejito para ti misma, ¿verdad?

Bah, todos en esta vida dan consejos que no practican, es ley de vida.

—Es que también me duele por él. —Termina de limpiarse la nariz y tira un papel al basurero. Tiene la nariz tan roja como sus ojos inyectados en sangre—. Jared no se merece esto.

—¿Cómo se lo tomó?

—Debiste ver su carita. —Hace un puchero que anticipa otro lloro—. Trató de sonreír, de ser comprensivo conmigo, me dijo que lo entendía y que no me exigiría nada, estuvo tranquilo; pero en el fondo sé que le dolió. —Vuelve a sollozar y coge otro pañuelo para secarse las lágrimas. Siempre que llora sus mejillas quedan impregnadas de rímel, pero hoy ni siquiera ha venido maquillada o con alguno de sus diseños—. Sé que le debe estar doliendo en estos momentos. Soy tan mala persona.

—¡No-digas-eso! —La agarro por los hombros dispuesta a sacudirla de ser necesario—. Eres una persona genial, Anne Collins.

—Pero le he fallado a la única persona que ha visto a través de mí.

—¿Y yo estoy pintada o qué?

—Románticamente hablando, Michi.

Al menos es consciente de ello.

—Seguro le está doliendo —admito y ella hace una mueva de tristeza—. Pero también te está doliendo a ti. Hiciste esto por tu bien, y en parte por su bien, pero mírate —señalo el enorme espejo junto a nosotras—, estás triste por él. Empatizas con J.J. Una persona que de verdad es mala no pensaría en los sentimientos de su ex. Así que no pienses que eres mala persona.

Eso parece calmarla un poco. Soy muy mala con las relaciones interpersonales, por lo que supongo que he sido acertada con mis palabras.

Después de que Anne se calma y la rojez en su rostro se disipa un poco, volvemos a clases. Al llegar, el profesor nos deja entrar y pide ser discretas. Nuestros asientos libres se ven tan lejanos, sobre todo cuando las miradas se posan entre nosotras. Mi pánico por ser el centro de atención me abraza con tanta fuerza que quiero salir huyendo, pero soy el escudo protector de Anne, la que da la cara.

Mientras sacamos nuestros cuadernos escuchamos un «oye» que nos distrae. Más a Anne que a mí, pues es a ella quien Jax Wilson llama. Mi amiga no se voltea, solo ladea un poco su cuerpo en su dirección y yo blanqueo los ojos sin poder creer que el muchachito sea tan pedante como para querer la atención de mi amiga justo ahora.

—Ey, ¿estás bien? —le dice a modo de susurro. Qué ganas de decirle que se meta en sus asuntos y darle una mirada asesina que lo aparte mil kilómetros de Anne.

—Un poco —responde mi amiga—. Gracias por preguntar.

—Parece que algo malo te ocurrió —sigue Wilson—. Déjame adivinar... ¿Problemas con tus padres?

—No.

—¿Viste una peli triste? Las pelis románticas con finales tristes siempre me sacan una lagrimita.

Eso le saca una sonrisa a mi amiga, y yo me quiero tirar de los pelos y decirle que no sea tan ingenua.

—Algo así —le responde.

—Problemas amorosos ¿tal vez?

Carraspeo para llamar la atención de Anne y ella me da una mirada de complicidad.

«Dile que no», le ordeno con la mirada.

Pero mi amiga no dice nada. Todos saben que el silencio en muchas ocasiones habla por sí solo, y en esta ocasión grita que sí.

—Ya veo... con que te han roto el corazón —insiste— ¿Sabes lo que es bueno para momentos así? Salir de fiesta. Los chicos y yo vamos a organizar una este fin de semana, ¿te gustaría ir?

¡Qué descaro!

Mis dichosas reglas vienen a mi mente para advertirme que sea recta y nos las olvide por culpa de Jax Wilson, que no merece ni un minuto de mi interés y que lo mejor es mantenerme al margen. Pero, por el bien de mi amiga, me adelanto a su respuesta.

—No está disponible. Gracias.

Sí, estoy actuando como la típica amiga celosa, pero es Jax Wilson. El tipo es un depredador de mucho cuidado, ha esperado el momento perfecto para atraparla.

—Eso no lo decides tú —me recrimina Jax en un tono muy diferente al que ha usado con Anne.

—Michi tiene razón —dice Anne—. No me siento con los ánimos de salir...

Canto victoria. Pero el depredador insiste:

—Estás invitada de todas formas. Será el sábado en River Hill a las 8:00. No hace falta que te diga en qué casa, te darás cuenta cuando llegues.

Esa es una forma muy sutil de decir que tendrán la música a todo alto.

—Tu simpática amiguita puede venir también —añade y lo siento viborear detrás de mi nuca.

La charla acaba a causa del profesor, que se gira para comprobar que nadie hable.

Corro la suerte de que las clases después de eso transcurran rápido. Como suele pasar el día antes de un examen, persigo al profesor Marshall para aclarar mis dudas. Lenguaje es una de las materias que más me cuesta simpatizar, lo mío es la Física, y eso Marshall lo sabe bien, por eso me permite hacerle un par de preguntas sin rezongar. Al acabar me dice que Jackson está preparando una feria creativa y que si voy a practicar.

—Por supuesto —digo sin siquiera pensarlo demasiado.

—Me lo esperaba. Frederick también va a participar.

—¿Por qué me dice eso?

—Porque no quiero que gane.

Esa respuesta me da mil años de vida. Tener a Marshall de mi lado es un enorme paso para anotar en mi hoja de vida, no cualquiera se gana su aprecio. O desprecio. Bueno, sé que, en el fondo, además de pensar que soy una odiosa, le gusta mi entusiasmo por sobresalir.

Lo malo es que ahora a mi apretada agenda se ha unido un nuevo proyecto.

Tengo eso en mente toda la tarde, tanto que por poco olvido que Allek y yo tenemos una videollamada para estudiar. En plena clase, después de enseñarle a resolver unas ecuaciones, mi necesidad sale a flote.

—¿De qué crees que podría hacer el proyecto?

Directo y sin vaselina, mamita.

—No lo sé —dice Allek y lo veo encogerse de hombros. Es gracioso, porque lleva unos cascos tan grandes que sus hombros chocan con ellos y por poco se le caen—. Tú eres la que sabe del tema, yo con suerte sé sumar.

—Oh, sabes más que eso —le digo para subirle el ánimo. Hoy, apenas iniciamos la clase, me ha dicho que en su última prueba logró sacar una mejor nota.

—Un proyecto ¿para qué?

Cierto, olvidé darle contexto.

—Jackson hará una feria creativa. Pueden participar todos los estudiantes que se inscriban. Tengo competencia dura.

—Lo harás bien. Tienes un montón de medallas y trofeos, seguro que algo se te ocurrirá.

Quiero decirle que esos premios que vio en mi habitación son de cuando era niña y que desde hace mucho tiempo que dejé de lado las competiciones.

—Podría usarte a ti como mi proyecto —digo mientras la idea cobra fuerza en mi cabeza—: «El chico con suspenso en Física que sacó un sobresaliente».

—Se vale soñar.

Eso es un «ni lo sueñes».

—¿No te gustaría participar? —pregunto— Solo por curiosidad.

—Tengo cosas más interesantes que hacer.

—¿Cómo cuáles?

—Mis videojuegos, comer, dormir, desear estar muerto... —enumera— La lista es larga.

—Ja, es gracioso.

—¿Qué te parece gracioso? —Gracias a su cámara web modernísima lo veo alzar una ceja.

—Nada. Es curioso que me encuentre con alguien que haga cosas similares a las mías, a excepción de los videojuegos. Ese es tu hueco de felicidades.

—Si eres feliz con lo que haces, no veo lo malo en ello.

—¿Tú eres feliz jugando a los videojuegos?

—Es en lo que quiero trabajar. ¿Tú eres feliz enseñándome?

—Le he agarrado el gusto a saber más que alguien. —Hace una mueca—. Es broma. En realidad, me gusta. Al principio estaba muy nerviosa, pero Valery y tú han sido comprensivos y eso ayudó mucho.

—Se te nota la inexperiencia, pero explicas bien y eres paciente, no todos tienen eso.

Ay, mi corazón.

—Eso es lo más lindo que me han dicho en una década.

—No te acostumbres.

Allek es inesperadamente amable.

Valery abre la puerta del cuarto de su hermano y se asoma con expresión de disgusto.

—Ustedes dos, mucha cháchara y poca enseñanza.

—Todavía queda media hora —replica Allek.

Valery nos sigue regañando por unos minutos hasta que se va de la habitación. Allek habla —casi en susurros— sobre las penurias que es tener a una hermana con el carácter fuerte y seguimos con la clase. A modo de evaluación puedo decir que a Allek solo le falta un poco de concentración en clases, porque capta las cosas con mucha rapidez.

—¿Acaso te distraes jugando en clases también? —me burlo.

—Hay otras formas de distraerse en clases —replica.

—¿Cómo cuáles?

No dice nada. Y no es necesario, porque sé perfectamente a quién se refiere con «distracción».

—La música —termina por decir, aunque no muy convencido.

A mí no me engaña. Su única distracción en clases tiene nombre y apellido:

Heather Williams.

Es impresionante cómo Heather se adaptó al trabajo. Desde afuera de la pizzería, vestida de Tonino Pizza, puedo verla a través de la tela con forma de aceituna que tengo por ojos. No solo se ocupa de la atención al cliente, también se está encargando de la caja. Se le ve con una sonrisa radiante, una amabilidad innata y una belleza atrapante. Todo el mundo está fascinado con ella.

Y yo... pues me dedico a repartir folletos y cupones de oferta. Vaya diferencia.

—Miren, es esa pizza fea otra vez.

Risas. Muchas risas de niños.

Creo que ya mencioné que en mi traje de Tonino pizza me veo ridícula y por eso suelo ser el centro de burlas de los niños. Niños muy traviesos que me patean el trasero cuando estoy despistada o se burlan de la poca movilidad que tengo.

—¿Tienen algún problema, niños? —los enfrento. Tengo muchísimos cupones que repartir y no quiero perder el tiempo.

—Ni siquiera puede vernos bien —dice uno, que me está hablando desde mi izquierda. La botarga me queda un pelín grande, por lo que me es difícil mirar hacia abajo.

—Lanza una patada y te la esquivaré en un chasquido —me volteo en su dirección y consigo verlo de pie junto a otros cuatro, todos con sus mochilas colgadas al hombro. Seguramente vienen de entrenamiento.

El chico me lanza una patada que esquivo dando un salto hacia atrás.

—¿Ves?

—¡Patéenlo! —grita otro, y todos los imitan.

Yo los trato esquivar, pero más de un zapato me da en las canillas.

—¡Esperen! —grito tan alto como mis pulmones lo permiten—. Van a ensuciarme el traje. No se pasen. Mejor, tengan. Ya sé que siempre los tiran folletos, pero hoy estoy regalando cupones.

Los cinco niños reciben los cupones con cierto recelo.

—¿Un cupón con 15% de descuento nada más? —inquiere otro chico y chasquea la lengua.

—Si van por primera vez a Tonino Pizza conseguirán un 20% de descuento en su primera compra, además de un añadido extra que pueden ser papas fritas o nuggets. —Los cinco niños me miran sin entender—. O seeeea, que si van ahora mismo a Tonino Pizza conseguirán un 20% de descuento más el 15% del cupón, que sería un 35% de descuento por cualquier pizza que elijan. Y son clientes frecuentes pueden obtener un descuento del 30% una vez al mes.

Mi explicación los deja algo asombrados y su interés recae en el cupón.

—Les he dado cinco cupones, uno para cada uno, deberían aprovecharlos antes de que venza el plazo.

El grupo se pone a discutir entre ellos sobre si comprar pizza o ir a conseguirles dinero a sus padres. Por mi parte puedo cantar victoria por librarme de los niños y hacerle promoción a la pizzería.

(Si algún empresario me está leyendo, por favor, contráteme, soy buena en ventas.)

Estoy cantando victoria cuando mis ojos atrapan una figura familiar a una distancia prudente.

Chase.

Ningún otro podría llamarme la atención como él. La última vez que lo vi, fue de espalda, dirigiéndose —tambaleando— a abrirle a sus amigos la puerta la noche en que enfermó. Yo salté por el balcón y no dejé que me vieran. Veo que ya está mejor a cómo lo dejé.

A su lado está un hombre de expresión severa, cabello negro con canas y de traje. Y junto al hombre, un chico vestido de uniforme escolar que debe tener nuestra edad, con el cabello igual de negro que el hombre. El chico está callado mientras Chase y el hombre parecen estar teniendo una calurosa discusión. No, más bien, luce como si Chase estuviera siendo regañado. Está serio, distante, con ese tipo de expresión que dice «me quiero ir de aquí», pero no puede hacerlo porque algo lo mantiene atado.

No sé por qué avanzo hacia ellos para ofrecerles cupones. El chico callado lo recibe, dudoso. El hombre en cambio se queda mirando el cupón que le tiendo y luego me aparta la mano.

—Lárgate —me ordena y de un manotazo provoca que el chico tire el cupón al suelo.

—¡Señor! —le llamo la atención profundizando la voz— ¿Cómo se le ocurre maltratar así el medio ambiente?

—He dicho que te largues.

—Oh, no, no, nada de largarme. Ya que no le gustan los cupones con 15% de descuento, le daré uno mejor. ­

Mi teatralidad con este traje puesto aumenta a niveles estratosféricos.

—No estoy interesado...

—¡Verá que no se podrá resistir a los fantásticos precios de Tonino Pizza! —insisto, alzando la voz tanto como mi actuación me lo permite—. Usted se ve como un respetable hombre de negocios, sabe cuándo las oportunidades maravillosas se presentan. ¡Esta oportunidad no la podrá dejar escapar!

—Basta —dice el hombre entre dientes con una mirada austera que me da un escalofrío horrible, y eso que hoy hace un sol radiante y este traje me hace sudar como si corriera una maratón—. Nos vamos, Nathan.

Pasa su brazo por detrás del chico con uniforme y luego le da una mirada extraña a Chase. No se despide, no le dice unas últimas palabras, solo lo mira y luego se marcha en la dirección opuesta a la pizzería.

—¡Adiós! —me despido yo, agitando un brazo en alto.

Obvio, todos mis cupones repartidos ahora están desperdigados por el suelo. Hago el amago de recogerlos, pero me quedo tiesa al sentir los fornidos brazos de Chase rodearme. En mi cabeza las alarmas suenan por todo lo alto y puedo imaginar a muchas Michis corriendo de un lado a otro, desesperadas por saber qué demonios está pasando.

Chase. Me. Está. Abrazando.

Mi tonto corazón late con tanta fuerza y rapidez que puedo escuchar los latidos en mis oídos. Y mi pecho se comprime en un dolor extraño y adictivo que se complementa con el hormigueo en mi estómago.

—Muchas gracias —dice bajito.

Pese a que llevo el traje puesto, sus palabras han sonado cercanas y, por una fracción de segundo, imagino a Chase abrazándome a mí, sin una tonta botarga de por medio. Y el calor dentro de la botarga aumenta junto con los latidos de mi corazón y la sensación en mi estómago. Vuelvo a la noche en que me rodeó con su mano y sus labios tocaron por error la comisura de mi labio.

Al separarse de mí, siento que ve a través de la tela de mis aceitunados ojos. Por supuesto, eso es solo una impresión mía. Chase no tiene idea que debajo del traje estoy yo. Y tal vez sea mejor así, porque no quiero que se burle de mí si llega a enterarse de que podría morir de insolación, pero todo mi cuerpo está temblando. 

Adivina dónde estoy. Tal vez puedes deducirlo por el título. Pero sí, voy camino a una fiesta. Anne decidió que Jax tenía razón y para olvidarse de lo ocurrido con J.J. me ha pedido acompañarla a la fiesta de unos completos desconocidos. Quise negarme, decirle que debo estudiar y pensar en mi proyecto para la feria, pero como su amiga debo estar ahí para que no cometa alguna locura.

Desde lejos se puede escuchar la música a todo alto entre las voces de los invitados y sus risas. Hay grupos charlando en el antejardín y podemos reconocer a los chicos de futbol americano lanzarse el balcón con sus bomber de Jackson. Anne saluda de paso a algunos chicos con los que de vez en cuando intercambia palabras. Yo paso de saludarlos porque ni siquiera hacen contacto visual conmigo. Al entrar a la casa nos encontramos con un pasillo lleno de caras desconocidas. Jamás podré acostumbrarme a este tipo de ambiente tan conglomerado.

—No te vayas a separar de mí —le advierto a Anne mientras atravesamos el lugar hacia un espacio donde todos bailan.

—Por supuesto que no —dice, cogiéndome de la mano.

—¿No deberíamos anunciar nuestra llegada o algo? —interrogo. Llegar así, de la nada, a la casa de un desconocido me da cierta inquietud.

Anne ríe.

—No hay necesidad... —Se frena al escuchar la canción que comienza y suelta un grito que se mezcla con el del resto— ¡Amo esa canción!

Me arrastra con los demás y empieza a moverse al ritmo de la música. Yo no estoy muy segura de poder moverme con tanta sensualidad como ella, pero intento dejarme llevar. Así estamos hasta que Anne propone quitarnos nuestros abrigos.

—Hay que buscar a Jax —dice.

Me toma de la mano otra vez para seguirla. Sin una clase de pudor le pregunta a todas las caras desconocidas si han visto a Wilson, y todos le dan respuestas diferentes «lo vi en...», «creo que iba a...», «debe estar con...». Llegamos a la cocina donde vemos a uno de los chicos de básquetbol de Jackson besándose con su novia. Anne aprovecha de coger un par de cervezas para ella y para mí. No soy una bebedora asidua, pero la recibo de todas formas. Al salir de la cocina hacia el patio, a quien primero encontramos es a Mika McFly. Está sentado en un sofá, cruzado de brazos y con una expresión de hartazgo, junto a una chica de cabello rojo que parece reclamarle sobre algo. Anne y yo nos miramos teniendo la misma idea: no preguntarle nada. Mika es demasiado intimidante.

Seguimos buscando hasta que damos con Jax. ¡Al fin!

—¡Jax! —lo saluda mi amiga.

El rostro juguetón de Wilson se torna en uno diabólico al verla. La mira de pies a cabeza en lo que nos acercamos. Anne se ha vestido preciosa, como siempre. Bajo su abrigo corto, va con un vestido verde corto y fruncido, de tirantes al hombro de dejan ver sus hombros y su clavícula marcada y que se le forma una hendidura en la zona del escote. Sus largas piernas expuestas y sus pies en unos zapatos blancos con dorado. Eso y su cabello de fuego recogido la hacen ser una belleza nocturna que no deja indiferente a nadie, ni siquiera al más mujeriego de Jackson.

—Con que has venido.

—Jamás podría decirle que no a una invitación de Jax Wilson.

Jax ensancha su sonrisa y ante un silencio incómodo que me deja ajena al par, puedo verlo morder su labio inferior conteniendo todas las ganas que le tiene a mi amiga. Baja la mirada y se encuentra con la botella de cerveza.

—Veo que ya has encontrado donde refrescarte.

Oye, ¡yo también estoy aquí!

—Claro, en vista de que quien me invitó no me estaba esperando... —le suelta la pullita Anne, y yo me río. Sé que lo hizo adrede porque Jax pasó de mí.

—Dame un respiro, Collins, organizar una fiesta en casa siempre es tarea difícil —replica él, sonriente.

—¿Así que esta es tu casa?

—No es mía, peeero soy el alma de la fiesta, tengo que cumplir con ese rol.

Anne ríe, y yo no puedo hacer más que cuestionarme qué es lo gracioso.

—Queríamos saber dónde guardar nuestros abrigos. Espero que eso no te suponga mucho trabajo.

—Podría hacerte todo un tour por la casa —se le insinúa—. Desde el sótano hasta la última habitación.

—No será necesario —intervengo y en cuanto sus ojos azules me miran, me dan ganas de esconderme detrás de Anne.

—Arriba, segunda habitación. —Jax me mira con fastidio—. Si escuchan ruidos extraños, será mejor que no miren.

Como que ya se me quitaron las ganas de subir.

Al llegar a la segunda planta ya puedo entender a qué se refiere Jax con «ruidos extraños». Lapuerta de la habitación del fondo se mueve de una manera muy peculiar. Cuando entramos a dejar los abrigos sobre los demás, nos damos cuenta que los ruidos extraños son interrumpidos por fuertes golpes en la puerta. Una chica bajita exige que un tal Zack le abra.

—Creo que es la novia —me susurra Anne. Las dos nos hemos asomado para chismear.

La chica insiste hasta que el tal Zack aparece. Basta que asome su cara para que la chica le propine una bofetada que casi le da vuelta la cabeza. Con eso la chica se regresa por el pasillo, llorando y al primer lugar que entra es la habitación de los abrigos. Todo muy dramático. Yo quiero salir huyendo, pero mi amiga empatiza con la chica y la consuela. Después de un rato en que la chica se desahoga y nos cuenta sobre lo horrible que es el tal Zack, nos dice que sus amigas están afuera esperándola, así que las tres bajamos para acompañarla. Yo no sé qué está pasando, en todo momento me dedico a darle pequeños sorbos a la botella al mismo tiempo en que todo ocurre a mi alrededor.

Soy una simple espectadora.

Lamento no ser la clase de protagonista a la que le ocurren cosas super alucinantes en las fiestas.

Es mejor así, ya me he metido en demasiados problemas... Aunque supongo que todavía quedan algunos por ocurrir. Lo sé al divisar a Heather. La conozco lo suficiente para reconocerla salir de la casa a pasos agigantados hacia un poste de luz que parpadea. Hay una persona bajo la precaria luz, quien resulta ser Allek. La escena se presenta igual que la vez que los vi detrás de Tonino Pizza, solo que la discusión de aquella vez ahora es una charla más tranquila. La química que desprenden es demasiada, podrían sacar chispas y me pregunto si soy la única que los ve.

Supongo que sí. Supongo que eso es lo que esperaban: no ser vistos. De lo contrario no se estarían viendo tan lejos de la fiesta.

—¿Qué miras? —Anne se ha desocupado.

—Nada.

Aparto mi mirada de inmediato.

—Mentirosa —farfulla y dirige la vista hacia el mismo sitio que yo. No tarda en darse cuenta de las chispas que saltan entre Heather y Allek—. No jodas. ¿Esa es Heather Williams?

No digo nada. Solo le doy un enorme trago a mi botella hasta vaciarla. Espero no embriagarme, aunque si eso me hace olvidar lo que vi, no me vendría mal...

—¿Y ese es tu chico?

—Es la persona que le enseño, no mi chico —le corrijo.

—Estás nerviosa. Tú sabes algo, ¿verdad?

—Nope.

—Mentirosa.

—Hablo en serio.

—Mírame a los ojos. Niégalo mirándome.

Hago el intento, pero fallo.

—Dios, Dios, Dios. Tienes que contarme lo que sabes.

—Te lo contaré con la condición de que guardes el secreto. No puedes decírselo a nadie. A nadie, jamás.

—Lo prometo.

Tiro de ella de regreso a la casa y busco un sitio apartado donde pueda contarle lo que vi. Necesito tomarme un momento para recordar todos los detalles y no volverme loca en el intento. Debo admitir que hacerlo es quitarme un enorme peso de encima. Anne, muy por el contrario a mi reacción, chilla de emoción.

—Esta es una primicia. Algo que no podemos olvidar y que debemos usar a nuestro favor en caso de que algo pase. Michi, eres una genio.

—Sé que soy una genio, pero eso no tiene nada que ver con lo de Heather y Allek.

—Tienes en tus manos el destino de una relación, ¿no te parece eso genial?

Anne habla como si esto fuera un libro de ciencia ficción y yo fuera el arma secreta para salvar a la humanidad.

—No lo es. Es demasiada responsabilidad. Esto me puso tan mal que no pude dormir. No sé si guardar el secreto o contárselo a Chase.

—Úsalo a tu favor.

—¿Cómo?

—Si se lo dices a Chase, es muy posible que para finales de curso esté tan dolido que a la mierda Atkins.

—Eso es muy cruel.

—La guerra es cruel, querida, y solo tiene a un victorioso. Llevas tanto tiempo tratando de entrar a Atkins, de conseguir el mejor promedio, ahora tienes la oportunidad.

—Prefiero ganar limpiamente. Odiaría ocupar algo tan bajo para ganarle.

—Si tú lo dices...

—Y no entrometerme en su relación. La verdad siempre sale a la luz, ¿no? Entonces seguro que la infidelidad de Heather quedará en evidencia de alguna forma que no me involucre. Mi prioridad con ellos es evitarlos.

—¿Por qué harías eso?

—Es muy incómodo saber todo esto y hablarles como si no supiera nada. No soy así de cínica.

La conversación termina en cuanto Jax Wilson se acerca a Anne.

—¿Quieres bailar?

Anne alza las cejas al escuchar su ofrecimiento.

—Claro —acepta y pasa un brazo por debajo del mío—. Pero solo si bailas también con Michi.

Jax y yo nos miramos con repelús. Es obvio que con solo imaginarnos el uno con el otro bailando es una imagen vomitiva.

—Bailen ustedes, yo iré al baño —digo para no ser el mal tercio. Y en parte porque mi vejiga ha comenzado a sentir las consecuencias de la cerveza.

Me meto en la casa procurando que ni Heather ni Allek me vean. Lo malo es que hay dos personas en la fila. Decido ir al baño del segundo piso, el cual se desocupa rápido. Dentro hay un olor extraño que me motiva a salir lo más pronto posible. Apenas termino de lavarme las manos, me cubro la nariz. Al abrir la puerta me topo cara a cara con Chase.

¿Cómo es posible que no lo haya visto antes? Me he topado con la mitad de la escuela antes que él, y no sé por qué siento que ha pasado una eternidad.

—¿Tan mal has dejado el baño? —pregunta con una media sonrisa— Es broma, puedo oler por qué te cubres la nariz.

Yo ya no sé si es a causa de la cerveza o por el olor a yerba del baño, pero... rayos... se ve condenadamente bien. Pensar en ello me provoca un calor abrumador que se me sube a las mejillas. Espero que piense que me he sonrojado por su pregunta y no por admitir que se ve lindo se me dificulta más de lo que quisiera.

—Jamás esperé verte por aquí —comenta. No había caído en cuenta del movimiento de sus cejas al hablar. Tampoco en el hoyuelo que se forma debajo de su ojo izquierdo. Es pequeño y extraño, pero le da un toque atractivo—. ¿Acaso tu amiga te ha arrastrado hasta aquí?

—No, yo decidí acompañarla.

Me pongo tonta cuando estoy nerviosa. Y estoy nerviosa porque no me había percatado de lo cercano que están nuestros cuerpos. La puerta cerrada en mi espalda, Chase frente a mí... Es como esos típicos escenarios creados en las pelis o series de romance. Es como revivir lo de la otra noche.

—O sea que tú te arrastraste solita. Interesante.

—¿Qué es interesante?

—Tú, claro.

No sé cómo responderle. Si reclamarle. Si decirle algo. Si preguntarle cómo está. Si decirle que su novia está abajo con su amante. Si preguntarle qué discutía con el hombre. Si se ha dado cuenta de que no puedo mirarlo a los ojos porque me pone los pelos de punta.

—Tengo que volver con Anne —digo en voz alta. Ese sobre aviso va para mí; fuerte y alto para convencerme de que es el camino prudente.

Me arrastro por la pared para huir. Puedo percibir su mirada todavía sobre mí y mis pasos me fallan.

Estúpidas piernas torpes.

—Oye —me llama. Me quedo quieta y evito mirarlo a los ojos por el temor que me embarga—. Sobre lo que pasó la otra noche... quería darte las gracias por mantenerte a mi lado.

Tomo aire y me preparo para darle un «de nada». Pero me armo de valor, me digo a mi misma que debo guardar la compostura.

—Solo lo hice por lástima —respondo—. Y también porque odio deber favores.

Chase no dice nada. Opta por girar el pomo de la puerta y entrar.

Bajo tan rápido como me es posible, sintiéndome impotente. No puedo decirle «de nada», no puedo brindarle ninguna buena palabra. Mi orgullo es demasiado grande para hacerlo. Y me da rabia, porque me hace ver como una niña infantil y tonta.

Abajo una canción revoluciona el ambiente.

—Así que por esta razón decidiste no darme clases hoy.

Me giro sobre mis talones tan rápido como puedo.

—¡Allek! —chillo al verlo. De verdad, no esperé que osara a entrar a la casa—. Casi me matas del susto.

Allek sigue el movimiento de mi mano en mi pecho y luego me mira a los ojos. Tiene la expresión algo perdida, pero se le ve de mejor humor que en mis clases.

—Ve el lado positivo: muerta no tendrías que estar en esta fiesta aburrida.

—¿Fuiste invitado?

Ya sé que no. Si lo hubieran invitado, no se habría encontrado con Heather afuera de la casa, tan apartado de la fiesta. No querían que los vieran juntos aquí. Lo que no entiendo es por qué se ha tomado la osadía de entrar.

—Me colé —admite—. ¿Y tú? Creí que eras del tipo hogareño, nada de fiestas o alcohol.

—Vine acompañando a mi amiga Anne.

—La chica pelirroja —dice sin pensárselo demasiado. Hay muchos chicos en Jackson con el cabello de colores, pero ninguno es tan hermoso como el de mi amiga.

—La misma. Ella debe estar bailando por... —Mis palabras mueren en la boca el instante en que Allek me toma por los brazos y me empuja contra una pared. Lo hace lento, como suele actuar, pero es un acto repentino— ¿Qué haces?

—Cuido mi trasero —murmura.

—¿De quién?

Pero es demasiado tarde. La persona de quien trata de cuidarse viene justo hacia nosotros con ese paso garboso y esa mirada arrogante que lo caracteriza. Chase, que a cada paso que da alguien lo saluda. Chase, que solo tiene un objetivo.

—Necesito un momento para hablar contigo —me dice—. Espero que no te molestes.

Al ver que es Allek quien me acompaña, su rostro se transforma. Sus ojos desprender un enojo que jamás creí ver.

—¿Qué carajo haces aquí? —le increpa—. Tú no estás invitado.

—No lo estoy —admite Allek, sin intimidarse un pelo—. Pero puedes hacerte una idea de por quién vine.

Chase da un paso, desafiante.

—Di su nombre y te juro que nunca más volverás a colarte en una fiesta en la que nadie te quiere —farfulla mi vecino en lo que empuña su mano. Es evidente que el encuentro lo ha puesto de malas y que no lo quiere ver, pero me sorprende notar que las personas de alrededor tampoco están felices por Allek. Todos lucen dispuestos a darle una paliza.

—Querer es un término muy ambiguo —juguetea Allek.

—¿Por quién? —insiste Chase.

—Vine por...

—Por mí —interrumpo antes de que diga «Heather»—. Yo lo invité, pero ya se va. ¿Verdad?

No espero una respuesta por parte de Allek, prefiero agarrarlo del brazo y sacarlo fuera de casa. El aire es descongestionado y por fin puedo respirar con calma. ¡Estuve conteniendo la respiración todo el rato! Esas peleas no son buenas para mi salud.

—No tienes que protegerme —me reclama Allek—. Ni echarme.

—¿Es que no viste cómo se puso? Frederick estaba dispuesto a echarte a patadas. Jamás lo vi así de molesto.

—Yo sí —dice con una cuota de orgullo en su voz—. Soy especialista en ello.

—Me pregunto por qué...

—¿Eso es una pregunta retórica?

Alza una ceja, suspicaz.

—Nop, de verdad no sé —miento. Bueno, en parte. Mis suposiciones pueden ser equivocadas.

—Y será mejor que nunca lo sepas. —Se coloca las manos dentro de los bolsillos y se dispone a caminar por la acera hacia la misma dirección que lo vi con Heather—. Buenas noches, tú.

—Adiós, Allek. ¡No olvides estudiar para la siguiente clase!

Juraría que eso le saca una sonrisa.

Doy media vuelta hacia la casa y me encuentro con Anne.

—¡Michelle Wallas! —me dice con el mismo tono de voz que mamá usa para regañarme— ¿Dónde estabas?

—Tomando un poco de aire —miento—. El olor del cigarro también perjudica a los pulmones, ¿sabías?

No se lo cree demasiado.

—Ven —me jala de vuelta a la casa—. Vamos a bailar.

—¿Y Jax?

—Es un poco tieso.

—¿En serio?

—Nope, baila como un profesional, pero no es lo mismo sin ti.

Seguimos bailando en lo que queda de la noche hasta que todo el mundo se comienza a marchar y la casa, que antes me parecía un sitio pequeño, se vacía dejando varios metros libres. Y sucios. Tan sucios como mi cuarto. Siento lástima por la persona que tenga que limpiar mañana. Anne, que todavía sigue con deseos de olvidarse del mundo, me lleva a la cocina para coger otra cerveza. Ella va por su cuarta, yo apenas por la segunda.

—¡Anne, ven a jugar! —Jax la llama desde el patio. Junto a él están Mika, Chase y otro par de chicos que puedo reconocer de Jackson.

—¿A qué jugarán? —pregunta Anne, sentándose en una de las sillas libres.

A su lado hay un espacio donde yo quepo a la perfección, pero está fría y eso hace que la piel de mis piernas se erice. Eso y el darme cuenta que estoy sentada junto al trío más nombrado en Jackson. Yo, una simple mortal.

—A «Nunca, Nunca».

Maldita sea. ¿Es que no pueden jugar a... no sé, las cartas? ¿Al UNO? ¿Por qué debe ser un juego que solo usa como excusa beber y exponer a sus participantes?

—¿Juegas? —Jax busca la respuesta en Anne mirándola con ojos de borrego.

—No necesito una excusa para beber —dice Anne—, pero si con esto puedo sacarte algunas vergüenzas estoy dispuesta a participar.

Esa sutil amenaza provoca una sonrisa a Jax y puedo ver en sus ojos que Anne lo ha intrigado. La mirada seductora que muestra con ella, al caer en mí, se transforma en una de completo fastidio.

—¿Y tú?

—Paso.

Mi respuesta me hace sentir fuera de mí, como a kilómetros y kilómetros del patio. Lejos de Anne, lejos del ambiente chispeante, lejos de la complicidad que todo el mundo muestra. Y puedo percibir en el ambiente que mi negativa despierta el desinterés de todos. Eso me provoca un peso más sobre mis hombros, porque una parte de mí quiere decir que sí para no ser una aguafiestas, pero la otra sabe que jamás perteneceré a ellos.

—Voy a dejar que Anne participe —añado a falta de una respuesta más contundente.

—Si tú lo dices...

Escucho la risa de Chase. Está de pie, junto a Mika, con una mano en el bolsillo de su pantalón y la otra con una botella. Y está riéndose de mí, como ya se está volviendo una costumbre.

—¿Sabes la razón por la que no quiere jugar? Porque entonces su botella se quedaría tal cual está: llena. —Todos voltean a verme cuando me señala—. Ella nunca, nunca ha hecho lo que nosotros sí. Así que para qué incluirla en el juego si será como que no está jugando.

—Eso no es cierto —me defiendo.

—Entonces juguemos. —Habla con una falsa amabilidad que me da escalofríos y nervios. Ni siquiera me da tiempo para reclamar— Yo comienzo: yo nunca, nunca he besado a un chico.

Algunos se apresuran en darle un trago a sus cervezas, entre ellos Jax y Mika, a quienes Anne mira con asombro.

—Fue en un reto —se explica Jax.

—¿Entre ustedes?

Mika resopla.

—Sí —asume con pesadumbre.

Pero lejos de esa conversación, la mirada hostil de Chase persiste sobre mí y en mi botella que no he movido ni un poco.

—¿Ven? —se vuelve a reír— No ha bebido ni una gota.

Jax le sigue el juego.

—¿Nunca has besado a un chico? —cuestiona. Me muerdo los labios para no responder—. La verdad es que no me sorprende.

—¡Ey! —exclama Anne.

—¿Y a chicas? —pregunta otro chico.

—Es obvio que tampoco —se burla Mika, recorriéndome de pies a cabeza.

Tengo la sensación que entre más se burlan, más pequeña me hago.

Más risas. Tantas risas como aquella vez.

—¿Y eso qué? —inquiere mi amiga— Michi es una persona organizada, inteligente y que sabe lo que quiere, no hay nada de malo en ello.

—Anne, no te preocupes —le susurro.

Con todo el valor me pongo de pie. Mis piernas están débiles, tiemblan con cada paso que doy, pero no voy a caer. Me niego a ser abatida en un momento como este. Por eso uso toda la voluntad que me queda y me dirijo hacia Chase Frederick.

Él me mira, alerta, mientras la distancia entre nosotros se desvanece.

Todo queda en silencio.

Puedo escuchar mi respiración.

Puedo oír mis latidos.

Me coloco cerca.

Muy cerca.

Tanto como si fuera a besarlo.

Su aliento golpea mi arco de cupido.

Coloco mis manos sobre sus hombros y en la punta de mis zapatos.

Puedo notar que se tensa.

Entonces me acerco más.

—Ahora entiendo por qué Heather te fue infiel —le susurro.

Y, sin más que decirle, me marcho.


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Uuuuuhhh, eso debió dolerle al cheiz.

¿Creen que se lo merece?

Tengo que confesar que en esa última escena Michi lo iba a besar, peeeero me aguanté las ganas. Quiero que la tensión entre estos dos aumente ~

Hoy no hay preguntas, solo quiero saber si está versión les está gustando :)

El cap que viene se pondrá mejorsh jiji

YYyyyyyy para los que no leyeron la versión anterior, después del cap 5 publicaré los primeros capítulos aquí mismito.

Nos vemos prontoooo~~ 

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