Capítulo 32 🐰 ¿Y si volvemos a empezar?
#ViernesDeRTR
Capítulo dedicado a psychicreader126 por tu apoyo con los comentarios y amor a la historia <laf3
El brazo de Chase rodea mi cintura y el otro está por debajo de mi cabeza. Su respiración es apacible y choca contra mi cabello. Sus piernas están detrás de las mías; una de ellas relativamente entre ellas. Esta es la primera vez que despierto junto a Chase. Nunca antes había dormido con él, mucho menos me había despertado en una cama que no es mía. Se me sube la presión al recordar cuál fue el motivo y temo que me dé una hemorragia nasal como en las caricaturas.
Dios mío, estoy haciendo cucharita con Chase.
Y eso no es todo. Estamos sin ropa. Desnudos. Así como nacemos. Somos como Adán y Eva en el Paraíso antes de haber comido el fruto prohibido. Sin ninguna clase de prenda que separe mi trasero de su virilidad.
Es que a mí estas cosas me darán un soponcio, lo digo en serio. Jamás podré acostumbrarme a esta clase de contacto físico, y eso que es mi tercera vez.
Pero esta vez lo siento diferente.
Antes sentía lo prohibido porque mis padres podían pillarme; ahora no estoy bajo el yugo de una madre que me daría una paliza con Betty, tengo toda la libertad que quiero para hacer lo que quiera, pero... ¿Por qué sigo sintiendo como si hubiera hecho algo indebido?
Será mejor que me vaya antes de...
Mierda. Chase se remueve y me apretuja hacia sí. En mi espalda ahora siento cómo su vientre se agranda al inhalar y el calor que su cuerpo desprende. Su respiración ya no choca en mi cabello, sino que ha apoyado su mejilla en mi cabeza. Debe creer que soy una almohada o algo así. Su tacto no me molesta en absoluto, tampoco que la zona de mi piel que sus dedos tocan transmita una electricidad placentera por todo mi cuerpo; el problema es que no podré salir de aquí.
¿Qué se supone que haga? ¿Lo despierto y le doy los «buenos días»? ¿Me bajo de la cama como si nada y entablo una conversación normal como si no hubiera pasado nada?
Lo último suena más acertado, pero soy un ser cobarde que no sabe cómo dar la cara, así que me preparo para escapar.
Primero, saco un pie fuera de la cama. Pan comido. Lo segundo que hago es sacar el otro pie. Esta vez me cuesta porque la pierna está bajo la suya, pero corro la suerte de que se mueva lo suficiente para dejar de abrazarme por detrás. Tercero y lo más importante viene ahora: mover mi torso. Me voy arrastrando fuera de la cama poco a poco, procurando no despertar a Chase.
La tensión es tanta que podría protagonizar una película de suspenso, de esas indies de muy bajo presupuesto que con los años se vuelven de culto.
A medida que me acerco al borde de la cama, mis pies consiguen tocar el piso, por lo que solo necesito lanzarme a la vida. Me arrastro hasta el final de la cama y caigo al suelo.
El corazón se me para por una fracción de segundo y lentamente me animo a asomarme por encima de la cama para comprobar que Chase sigue durmiendo.
Canto victoria al ver que solo puso las manos bajo la cabeza.
Verlo tan sereno, sin preocupaciones y sin su estúpida sonrisa de suficiencia me da ternura. Y uso el verbo «dar» porque esta sensación es como la de una patología infecciosa. Que una persona con tantas cualidades buenas cause ternura al dormir es un peligro andante.
Me pongo de pie en mute —o el intento de mute— y busco mi ropa interior. Mi sostén cuelga del pomo de la puerta y mi braga yace en el borde de un escritorio.
Al acercarme a recogerla, me percato del envoltorio hecho de papel reciclado sobre la mesa, una tijera, la cinta adhesiva y un par de tarjetas con rayones.
Con que no mentía al decir que intentó envolver el libro, vaya.
Con mi ropa interior puesta, me coloco mi blusa y falda, que están sobre la cama del tal Pol y donde Pato ha pasado la noche. Desde que va a la guardería duerme como un tronco.
En cuanto me pongo la ropa, tomo en brazos a Pato, agarro mis zapatos y me dirijo con pasos sigilosos a la puerta. Voy de puntillas, tratando de no hacer ruido, pero es en vano.
—¿Estás huyendo otra vez, Michi?
Permanezco inmóvil asimilando mi mala suerte y pensando en la excusa barata para decirle. La verdad, mi mente está en blanco.
Me giro sobre mis talones con la misma lentitud que en las pelis de terror, aunque a diferencia de estas, me encuentro con un despeinado Chase que apenas puede abrir los ojos, pero que forma un puchero como si hubiera dañado su infinito orgullo.
Lo odio.
Odio que luzca tan sexy al despertar.
Y odio que me mire entre las sábanas como si disfrutara de mi sufrimiento.
—Define «huir».
Necesito clases de defensa personal.
—«Verbo intransitivo. Alejarse deprisa, por miedo o por otro motivo, de personas, animales o cosas, para evitar un daño, disgusto o molestia», según el diccionario —responde sin problemas. Maldita sea, había olvidado que recuerda lo que lee.
—Lo decía en el sentido figurado. Y no es una definición que calce con lo que estoy haciendo. No es que esté huyendo, es que son las... —Miro el reloj digital sobre el velador de Chase— ocho de la mañana con quince minutos y necesito tomar un baño.
—¿No prefieres ir por otra ronda antes de esa ducha?
Uhm, qué tentador...
—Prefiero la ducha.
Chase sabe que es una vil mentira. En el fondo la idea de tener otro encuentro me resulta demasiado tentadora.
—¿Ya te mencioné lo bonita que te ves por las mañanas?
—¿Bonita? —repito y me es imposible aguantar la risa nasal y burlona— No seas tan adulador. Todo el mundo se ve mal en las mañanas. Seguro que ahora tengo la cara hinchada, el cabello despeinado, unas enormes ojeras que tendré que corregir con maquillaje y huelo mal.
Todo el mundo excepto él. Chase está para ser estudiado por la medicina o que su caso de perfección sea la tesis de alguien.
—Pues yo te veo muy bien —hace un recorrido de mi figura y el calor se me sube a las mejillas. Soy vulnerable a sus halagos porque siempre me toman desprevenida—. Aunque no esperaba que fueras el doble de gruñona en las mañanas, supongo que tendré que irme acostumbrando.
—Creo que todavía estás dormido.
—Si es así, despiértame con un beso.
Pongo mala cara y él se echa a reír, acomodándose más bajo las sábanas. ¿Cómo puede estar de tan buen humor por la mañana? Quiero creer que fastidiarme (su pasatiempo favorito) le sube los ánimos.
O tal vez se deba a lo que ocurrió anoche.
Abatida por no poder controlar mis impulsos, me dejo caer sobre la cama. Ya no tiene sentido huir más allá de que realmente quisiera bañarme, pero ¿y si Bonnie está ahí?
Chase se incorpora y toma un mechón de mi cabello. Tras la aventurilla nocturna mi cabello ha vuelto a su estado natural.
—Extrañaba tus rizos —dice pasando sus dedos entre ellos.
—Yo no, son difíciles de cuidar.
—Cuando te volví a ver después de tanto tiempo fue toda una sorpresa verte con el cabello ondulado. De primeras no te reconocí.
—¿En serio? Pero si yo te vi muy confianzudo.
—Esa es mi forma de defensa, deberías saberlo ya. En realidad, cuando me di cuenta de que se trataba de Pato y de ti, el corazón me latía como una locomotora. Y cuando decidiste acercarte, mis pies dejaron de tocar el suelo unos segundos; estaba levitando. Me sentí enfermo, pero no en mal plan, sino que estaba débil e inseguro.
—¿Tanto miedo infundo en ti?
—Ya te lo dije: entre todas las personas, tú eres la única que puede subirme y bajarme de mi nube. Lo mismo me pasó anoche cuando me besaste. Al principio no sabía qué hacer porque no creía lo que estaba pasando.
—Bueno, tampoco tardaste en adaptarte —suelto sin pensar y él enseña una expresión de picardía.
Deja de peinar mi cabello y apoya ambas manos a cada lado de mi cabeza, inclinándose sobre mí.
—Tendré que darte regalos más seguido. ¿O es que no pudiste aguantarte las ganas?
—¿Tú qué crees? —inquiero, siendo lo más sugestiva posible.
—Yo creo que, si no fuera porque Nathan nos interrumpió, ese beso hubiera sido mucho antes.
Eso confirma que no fui la única que sintió esa conexión en el karaoke. Es la misma que se mantiene hasta ahora.
Chase se agacha para besarme y yo se lo permito colocando una mano en su mejilla. Es un beso que me recuerda al icónico beso de Spider-Man. Está tan abrigado y yo estoy tan fría que nos complementamos con el tacto. Al alejarse, me mira con una sonrisa.
—Lo de la segunda ronda sigue en pie —dice.
Me acomodo frente a él y nos seguimos besando, complementando nuestro encuentro con caricias. Percibo cómo se inclina hacia atrás hasta quedar apoyado en el respaldo de la cama, así que me coloco sobre su regazo. Su amiguito de abajo me dice «hola» al sentarme. Está debajo de la sábana, escondido, pero muy presente. Lo tomo por el tronco a través de la tela, causando que Chase se tense y jadee, y lo acomodo bajo mi entrepierna al mismo tiempo en que lo beso otra vez.
Todavía no estoy lista, necesito más estimulación, por lo que me empiezo a mover encima. Coloco las manos en los hombros de Chase entre tanto él vuelve a quitarme la ropa. Mis pechos quedan al descubierto y sonríe al darse cuenta de que ya no siento el mismo pudor que antes. O quizá de que son libres para que los pueda devorar. Sus manos van a mi cintura para guiarme con los movimientos. Su lengua lame la punta de mi pecho. Cierro los ojos y me dejo llevar por el placer igual que anoche, igual que las veces anteriores y...
—¡Mierda!
Me quedo quieta sintiendo cómo todo el fuego apasionado que me consumía desaparece ante el terror.
—¿Qué pasa? —Chase luce espantado.
—¿Anoche usamos protección?
—Sí...
—Pero no en mi cuarto.
El rostro de preocupación de Chase es un poema.
—Mierda —murmura y yo ahora entiendo por qué lo sentía como algo indebido—. Pero... no creo que tengamos tanta mala suerte, las posibilidades de quedar embarazada son del casi dos por ciento —argumenta.
—Hace mucho tiempo dejé de fiarme de las estadísticas. Y, por si todavía no te ha quedado claro, soy un imán de la mala suerte.
—En eso te doy la razón —ironiza Chase—. ¿Qué piensas hacer?
Vuelvo a ver la hora en el reloj y me bajo de la cama en busca de mi ropa.
—Voy a bañarme e ir a una farmacia. Todavía estoy a tiempo de tomar la píldora.
En lo que me visto, Chase se coloca de pie y camina hacia el baño. En el umbral de la puerta deja la sábana y se encierra. Ni siquiera me animo a despedirme antes de salir hacia el pasillo.
Cuando llego a mi habitación me doy cuenta de que Bonnie ha pasado la noche en el dormitorio. Tengo que decir adiós a mi libertad, pero no me queda de otra, hay cosas más importantes ahora.
Dejo a Pato en la cama y me meto a la ducha.
Al salir, busco mi ropa y me seco el cabello para alisarlo, pero estoy tan ansiosa que acabo quemándome en diferentes zonas de mis dedos. Sin embargo, eso no me detiene. La verdad, a este punto me preocupa más lo conseguir la píldora.
Sé que esas cosas no deberían avergonzarme a estas alturas y que tener relaciones y ser precavidos es algo normal, pero todavía no me acostumbro. La última vez que lo hice, fue Anne conmigo; ahora debo hacerlo yo sola y eso me pone de los nervios.
Busco la mochila de Pato y lo meto dentro. Lo siguiente que hago es ordenar mis cosas, ponerme el bolso y buscar mi celular; tengo tres llamadas perdidas de Anne, una de Houston y varios mensajes sin leer. Me digo que eso lo haré en el camino y salgo de la habitación.
Chase también está fuera, con los brazos cruzados y la espalda apoyada en la pared contraria. No esperaba encontrarlo en el pasillo y él parece percatarse de ello.
—¿Te asusté?
Mi desconcierto no me deja pensar con claridad.
—¿Qué haces aquí?
—Esperarte. ¿Creías que irías sola a la farmacia?
—Pues... sí —respondo consumida por la confusión.
—Pues no —replica con obviedad—. Michi, no voy a dejarte la carga por un descuido del que los dos somos responsables. Yo, sobre todo.
Sé que no debería emocionarme porque es algo que toda pareja debería hacer, pero saber que no estoy sola en esto me tranquiliza.
Después de pasar a la guardería de Pato, Chase y yo nos pasamos directamente a la farmacia más cercana. Caminar junto a él en las calles de una nueva ciudad resulta un desafío cuando nuestras pláticas tienen respuestas cortas seguidas de un silencio incómodo, algo que no mejora cada vez que nuestras manos se rozan o chocan entre ellas como si cobraran vida propia y quisieran juntarnos a la fuerza.
Una vez llegamos a la farmacia creo que todo se calmará, pero la verdad es que todavía me avergüenza pensar en que debo pedir una píldora por mi cuenta.
—¿Quieres que lo haga yo? —se ofrece Chase al ver que me he quedado estática en la entrada.
—N-no —deniego tratando de sonar llena de confianza, pero delatándome al titubear—. Quiero hacerlo por mi cuenta.
—Puedo echarte porras en la puerta y subir el pulgar cuando hagas la compra.
Su estúpido comentario me saca una carcajada.
—Déjamelo a mí. Si no lo hago esta vez jamás me animaré a hacer este tipo de cosas por mi cuenta. Además, no es como si fuera la primera persona que pide una píldora.
—Yo he pedido una infinidad de condones —dice llevándose una mano al mentón, pensativo—, así que imagino que el señor de ahí, ese que atiende, ha recibido un montón de productos como preservativos o pastillas. La clave es actuar natural y no darle tanto peso al asunto.
Bueno, en eso último tiene razón.
—Ah, casi lo olvidaba —Mete la mano a su chaqueta y saca un par de billetes que inclina hacia mí, pero dudo en agarrarlos—. Mi parte del pago. Responsabilidad mutua, ¿recuerdas?
—¿Quieres pagarlo a medias? —inquiero, insegura de lo que ven mis ojos.
—Si deseas pago todo esta vez, pero la próxima corre por tu cuenta.
—Ja, si es que la hay —digo arrebatándole los billetes de la mano y él se echa a reír sabiendo que ha logrado hacerme enojar con su broma.
Al final, tantos nervios fueron en vano, pues la persona que me atendió le dio la mínima importancia a lo que compraba. No hubo miradas prejuiciosas, no hubo murmuraciones y, lo mejor de todo, no protagonicé ningún momento vergonzoso. Y de paso compré una botella de agua para tomarme la píldora.
—Ten tu cambio —le entrego el dinero a Chase. Agradezco tener una mente matemática que me ayudara a hacer los cálculos apropiados para dividir los gastos.
—Entonces... —Chase se guarda las monedas en el mismo bolsillo del que sacó los billetes y al acomodarse la chaqueta me sonríe— ¿Qué haremos ahora?
—Nada. Tengo que irme a la universidad.
Me acomodo la mochila vacía de Pato y comienzo a caminar hacia la siguiente estación de transporte PRT. Chase tarda unos segundos en reaccionar, pero me sigue el paso.
—Vienes de allá —dice, casi como un reclamo.
—Ajá, pero no de estudiar. Necesito avanzar con mi charla.
—¿Vas a hacer una charla? —Suena desconcertado. Y, en parte, lo entiendo, después de todo el paripé que hice para poder presentar un proyecto creativo el cual ni siquiera gané.
—Es una charla grupal sobre temática libre.
—¿Qué tema elegiste?
—Los viajes en el tiempo.
—Ahora entiendo tu necesidad de encerrarte en la biblioteca cada vez que tienes tiempo libre.
—No me encierro en la biblioteca y... Espera, ¿cómo sabes que voy a la biblioteca?
—Michi, por si todavía no lo sabes, yo también soy estudiante de Atkins y también voy a la biblioteca. Allí se encuentran algunos de los mejores libros sobre administración de empresas.
—Eso explica por qué Nathan se la vive allá también —digo inmersa en mis pensamientos—. Pero no has respondido a mi pregunta.
—A veces, cuando estoy buscando un libro, te he visto leyendo o siendo distraída por Nathan. —Una risa ronca con altos signos de maldad interna se le escapa—. Si él te conociera como te conozco yo, sabría que está agotando tu paciencia.
Mi sonrisa confirma sus sospechas y me siento mal por Nathan.
—Es una buena compañía y en ocasiones, cuando estoy enfocada solo en leer, me lleva comida.
—Qué inesperado —replica Chase con cierta nota sarcástica—. Así que intenta conquistarte con comida; ese es un método infalible.
—Cualquiera que sea su finalidad, mantenerme con el estómago lleno ayuda —digo, encogida de hombros, pues es una realidad.
A pesar de conocer las intenciones de Nathan por conocer más de mí, el que a veces se preocupe por mí llevándome comida es un gesto muy lindo y que agradeceré.
—¿Esa es una indirecta para que te invite a comer?
—¡No!
—Está bien, está bien.
Apresuro el paso para llegar pronto a la estación. Sin embargo, a mitad del camino mis tripas comienzan a sufrir las consecuencias de hablar sobre comida.
—Bueno, sí tengo hambre —admito, agarrándome el vientre.
—No hemos comido desde anoche —recuerda Chase.
Pensar en lo delicioso que estaba el pastel que los chicos compraron por mi cumpleaños no ayuda en absoluto. Por suerte—o tal vez no— Chase señala justo el lugar ideal para desayunar: la legendaria cafetería The Moment Coffee.
A pesar de que me negaba a comer en una cafetería junto a Chase sabiendo lo que se dice de ella, no pude resistirme al olor de los cupcakes recién horneados y el apetitoso aspecto de las malteadas.
Dentro corremos la suerte de que la fila no sea tan larga. Tras unos minutos de espera, pedimos nuestras cosas, agarramos una mesa junto a la ventana y nos sentamos frente a frente.
Mi hormigueo en el estómago no me permite pensar con claridad. Tampoco el que Chase, pese a que hemos dormido menos de las horas correspondientes, luzca como un ángel caído del cielo. La luz natural en el rostro le sienta tan bien; es que el condenado ni siquiera tiene la necesidad de fruncir el ceño, parece que el mismísimo sol le dice «a usted no le molestarán mis rayos ultravioleta, mi rey».
Luego estoy yo, de espaldas al sol, con la cara fruncida porque me molesta la luz y porque me molesta que Chase sea perfecto. a mis treinta voy a parecerme a mi abuela de lo arrugada que estaré.
Mi ceño fruncido desaparece al recibir lo que pedimos. Yo pedí un latte y Chase un café de granos negro cargado a más no poder. Su cara de decepción aparece al ver que se lo han servido en una tacita del porte de su meñique.
—¿Qué es esto?
—Tu café —digo, sonriente.
—Voy a darle un sorbo y ya se me acabará —espeta confundido y mirando las otras mesas. Ya puedo leer sus pensamientos cuestionándose si esta es una broma—. La tapita de mi enjuague bucal es más grande que este café. Ni siquiera puedo agarrarla bien, mira —señala tratando de agarrarla por el asa.
—Yo tenía un juego de tacitas igualita a esa taza.
La risa burlesca más monstruosa que podría emitir jamás se me escapa.
—No es gracioso —dice, aunque él también sonríe—. ¿No quieres hacer un intercambio?
—No me gusta el café solo, lo siento.
Me saca la lengua y opta por empezar a comerse las tostadas con palta y jamón.
Debo admitir que es extraño desayunar con Chase mirando cómo bebo la espuma. Me siento como una niña pequeña al verlo sonreír con ternura por mi pequeño bigote en el arco de cupido. Ese debe ser mi karma por burlarme de él.
—Por cierto ¿qué decían las tarjetas? —le pregunto al repasar cómo fue que llegamos a este punto.
—¿Te refieres a las tarjetas de invitación para nuestra futura boda, señora Frederick?
—¡Chase!
—Okey, usaremos tu apellido de pila.
—Sabes perfectamente a qué cartas me refiero.
Esboza una sonrisa y se acomoda sobre la mesa.
—Palabras para endulzar el alma.
—No creo que seas del tipo que crea poemas —suelto sin meditarlo mucho.
—Lo intenté y di asco.
—Esperable —digo para fastidiarlo y él me lanza mirada acusatoria—. Yo también doy asco con las palabras bonitas, así que somos dos.
—Pensé en buscar alguna frase en internet, pero no me convenció —continúa respondiendo—. También pensé en escribir mis pensamientos; luego tuve la idea de escribir el típico «para Michi» de parte de «Anónimo» y dejarlo en la recepción para que Flavio te lo entregara; la idea de desearte feliz cumpleaños también se me cruzó por la cabeza. Al final pensé en lo cursi que es entregar un regalo con tarjeta y me rendí.
—¿No pensaste en plagiar la frase de algún escritor? Copias, pegas y asunto solucionado.
—Oye, no quiero una demanda por derechos de autor, suficiente tengo con estar pagándome la residencia. Y copiar y pegar un sentimiento es matar el romanticismo.
—No nos perderemos de mucho. Al final las palabras se terminan olvidando, los gestos son los que quedan vigentes.
—Palabras no, gestos sí —resume—. ¿Cómo lo del libro?
Asiento sin dudarlo.
—No esperaba un regalo, mucho menos un libro firmado por mi autor favorito. La verdad, y dejando de lado lo presumido que te volverás, debo admitir que es el regalo más lindo que he recibido. Gracias.
—Te regalaría la luna, pero dicen que ya le pertenece a alguien más —bromea.
—Tienes suerte de que no sea exigente —respondo y me da la razón.
Seguimos comiendo. Chase es el primero en terminar. Ha dejado la pequeña tacita de café para el final y se la bebe de un trago. Con el ceño arrugado deja la taza en la mesa y se relame los labios.
—¿Qué tal? —pregunto sin perderme ningún movimiento de los músculos de su cara.
—Amargo, pero revitalizante —responde todavía degustando el sabor en su paladar—. Deja un gusto extraño.
Huelo la taza para hacerme una idea del sabor, lo que me hace agradecer haber pedido lo típico. A la mitad del segundo cupcake que compré, empiezo a sentirme llena.
—¿Quieres? —le ofrezco a Chase— Sobrevaloré mi hambre, no debí pedir tres cupcakes.
—Si insistes... —Alarga su brazo y toma el que queda intacto. De un bocado ya lo deja a la mitad, así que le dejo el segundo para que también se lo coma y me llevo las manos al estómago.
—Estoy hinchada como una embarazada —me quejo, pero luego pienso en que vine a la farmacia precisamente para evitar eso y me espanto—. Mejor no bromeo con eso —me retracto.
Chase apoya un codo sobre la mesa y reposa su cabeza en la mano.
—A mí no me molestaría tener a un mini Chase rondando por ahí o a una mini Michi gruñona.
Sé que bromea, pero siento que es un tema bastante serio que debo aclararle.
—A mí sí. No estoy pensando en tener hijos a mis diecinueve; suficiente tengo con Pato, y eso que no soy la más idílica para cuidarlo. Antes de pensar siquiera en ello, prefiero conseguir un trabajo estable y estar en una etapa de mi vida en la que pueda entregarle todo mi amor y tiempo.
Chase asiente dándome la razón.
—Pienso igual —dice—. Lo de tener hijos puede esperar.
Le lanzo una bola de servilleta y él se echa a reír orgulloso de haberme hecho enfadar.
—Y no sé por qué piensas que los tendría contigo.
—¿Por qué no? —Pone ojos de cachorrito y me dan ganas de pegarle un manotazo.
—En primer lugar, no somos nada. En segundo lugar, porque pasaríamos el día discutiendo por cualquier estupidez. A ti te encanta hacerme perder los estribos y a mí me encanta insultarte. A eso añádele que nunca hemos tenido una conversación sin discutir.
—Hemos tenido más de alguna según recuerdo. Entiendo a qué vas, pero siempre en nuestras discusiones llegamos a un punto neutro en el que coincidimos. En el fondo nos complementamos.
—Oh sí, nos complementamos muuuy bien. Yo soy la que te odia y tú eres quien me ama. Ajá, muy lindo todo, pero seamos realistas: una relación de opuestos no funciona.
—Las relaciones no tienen por qué basarse en las diferencias, sino en lo que tienen en común.
—Uf, pues buscar nuestras cosas en común es más complicado que buscar una aguja en un pajar. Además, ¿alguna vez viste alguna pareja duradera que haya terminado y se dieran otra oportunidad? ¿Crees que duren? ¿Las cosas vuelven a ser como antes?
—Según mi experiencia no —admite—. Pero lo nuestro fue diferente. Nosotros no nos distanciamos porque no nos quisiéramos. No creo que esté mal empezar desde cero una relación que ya terminó cuando los sentimientos de ambos permanecen.
—No lo sé... Yo... yo no quiero salir herida otra vez.
Decírselo de frente es una catarsis. Me torno seria, con el pecho vacío porque mi mayor temor por fin ha sido expuesto. Mis emociones se vuelven un remolino que luchan por salir a la luz, pero consigo soportar la catástrofe cuando toma mi mano.
—Si yo fui quien te hirió, entonces déjame ser yo quien te sana.
Sus palabras me impactan tanto que ya estoy haciendo pucheros para llorar.
—Escucha, Michi, no creo que llegue a querer a alguien más como te quiero a ti...
—No digas eso —atajo—. Estamos en la universidad, claro que puedes enamorarte de alguien más. Has tenido solo dos relaciones, yo una, ambos podemos conocer a alguien que se vuelva el amor de nuestras vidas.
—No insistiría tanto si no lo pensara. Realmente creo que eres parte de mi vida. Estás jodida, no hay vuelta atrás, me has enamorado en cuerpo y alma... Y te amo, te amo, te amo...
—Eres un idiota, deja de imitar al señor Darcy. ¿Qué pasó con los derechos de autor?
—No le estoy copiando, lo estoy citando —corrige.
—Pues ya arruinaste la declaración.
—Eso no cambia lo que siento. Michi, yo de verdad te a...
La inesperada aparición de uno de los que atienden la cafetería revienta la burbuja en la que nos habíamos envuelto y nos saca a la realidad.
—Les traigo una malteada a esta bella pareja, cortesía de la cafetería —nos dice, dejando la malteada en cuestión en el centro de la mesa—. Es una rica malteada de plátano con leche y salsa de chocolate.
Chase y yo nos miramos confundidos. La malteada luce apetitosa y la crema batida con la guinda arriba le da un toque, pero son las pajillas compartidas las que nos dejan cuestionando si realmente deberíamos regresarla o si deberíamos hacer caso a la señal que el destino —o lo que sea que manipule esto— nos envió.
—Gracias —decimos al mismo tiempo.
La mujer nos sonríe con complicidad, recoge lo de nuestra mesa y nos desea provecho antes de marcharse.
—Bueno —dice Chase, siendo el primero en probar—, no está nada mal.
Tiene razón, la malteada está deliciosa, aunque la siento algo amarga. Tal vez sea porque las palabras que quería decirle a Chase se han perdido con la llegada de la camarera.
—Podemos ser amigos —suelto tras pensarlo un poco.
Chase aleja los labios de su pajita.
—¿Amigos? —repite.
—Sí; amigos.
—¿Amigos con derechos?
Mierda, no había pensado en ello.
—Solo amigos —reafirmo.
—Y lo que pasó anoche ¿qué?
—Eso fue un desliz.
—Si eso fue un desliz, ¿qué fue lo de la mañana?
—Un «casi» desliz.
Chase resopla, pero parece acceder a mi propuesta.
—Bien, amiga. Espera... ¿Eso quiere decir que estoy en la friendzone?
Intento esconder mi sonrisa aplanando los labios.
—Me temo que sí.
«Amigos».
Si Jax hubiera estado estudiando con nosotros se habría reído de mí en la cara. Pero lo entendía y lo prefería muy por encima de no ser nada o quedarnos en una simple aventura. Entendía que Michi tenía una herida causada por mí, que necesitaba tiempo y decidí, por una buena vez, dejar de insistirle.
En realidad, me conformaba incluso siendo su títere, aunque a mi psicóloga no le hubiera gustado esa analogía. La culpa que dejó la muerte de Heather me había desmoronado y la relación tóxica que mantuvimos todo este tiempo dejó una secuela en la que mi autoestima estaba destrozado.
Pero Michi representaba una parte de mí que me gustaba, que me hacía feliz y me agradaba; una que me hacía bien y me recordaba todo lo que quería y me gustaba, por eso no quería soltarla.
Más allá de los resultados de nuestra «recompuesta» relación, debía ser optimista y me mantuve de buen humor la mayor parte del día.
Casi todo el día.
Coincidir en clases con Nathan siempre era extraño. La mayor parte de las veces actuábamos como si no existiéramos el uno y el otro. Nuestra relación de hermanos era nula. Y lo fue la mayor parte de la noche en el karaoke. En Nathan se notaba demasiado la influencia de mi padre y su perspectiva del mundo. Él y su madre habían moldeado a un chico que los complaciera en todo: era estudioso, callado, educado.
Me daba lástima saber que su juventud se iba por hacer caso a ellos y me daba tristeza saber que mi padre se había salido con la suya después de rebelarse en la comida y lo había obligado a estudiar Economía conmigo.
Ahora no.
Desde que lo vi salir de la habitación de Michi algo no me cuadraba en él. Sabía que entre ellos no había pasado nada, pero él se regodeaba en mi ignorancia.
Y su mirada. Esa mirada era la misma con la que su madre me miraba.
Y fue la misma que ese día en clases me lanzaba desde su asiento. No entendí por qué, si fingíamos no conocernos, me miraba como si esperaba una reacción de mi parte. Luego, al volver a la residencia, lo comprendí.
—Eh, ¿Frederick? —me llamó Flavio en la recepción. Le hice una seña como saludo y me acerqué— Un hombre te dejó una nota. Quiere verte hoy en una cafetería. No quiso decirme quién era; dijo que en cuanto te diera el mensaje sabrías de quién se trata.
Tomé la nota y la leí solo para tener el gusto de arrugarla y meterla en mi bolsillo.
—Gracias, Flavio —dije entre dientes en un intento pobre por no ponerle mala cara, pero era evidente el desagrado que sentía.
Mi viejo debía estarme esperando ya en una de las lujosas cafeterías de la ciudad, lejos de cualquier mirada estudiantil que pudiera interrumpir nuestra charla de padre e hijo. Y era seguro que Nathan sabía que nuestro padre estaba en la ciudad, por eso me miraba.
Para no dilatar el encuentro y deshacerme rápido de lo que quisiera decirme, fui a la cafetería lo antes posible. El lugar era un sitio con precios tan elevados que ningún estudiante podría costearse siquiera un café, algo irónico después de haberme quejado en la mañana del que había pedido. Mi padre me esperaba en la zona más apartada, en una mesa de la terraza con la vista a un jardín de flores.
Incluso sin siquiera voltear a verme cuando llegué, sabía que se trataba de mí.
—Al fin llegas —saludó, porque ser así de amoroso era—. Me haces esperar un poco más y empezaba a creer que no vendrías.
—Hola, papá —saludé, sentándome en el asiento de enfrente—. ¿Qué haces aquí?
—¿Acaso no hay un «cómo estás» o «me da gusto verte bien»? —preguntó, esta vez, mirándome.
—Pensé que tu urgencia por hablar conmigo sería más importante si has ido hasta mi residencia a verme.
—¿Verte? —Sonrió y procedió a beber de su café— Fue una mera coincidencia.
—¿Entonces? ¿Por qué me dejaste la nota?
Parecía decidido a hablar, pero también dispuesto a sacar ventaja de mi confusión.
—Esa chica...
Hizo una pausa, sabiendo que la primera persona en la que pensaría era Michi. Quería asustarme y lo estaba logrando, pero no cambié mi expresión.
—Bonnie —concluyó.
Eso no me lo esperaba.
—¿Qué pasa con ella?
—Es un buen prospecto para ti. —Antes de que pudiera reír, continuó—: Es una chica carismática, divertida y muy guapa que sabe moverse por el mundo y conseguir hacerse notar. Su padre es un aporte sólido para la universidad y tiene una admirable reputación...
—Entiendo a lo que quieres llegar —le frené—, pero créeme que no me convencerás. Ya estoy enamorado.
—De una chica que no tiene futuro, viene de una familia que apenas puede pagar sus facturas y no posee aliciente para destacar en la sociedad. Ni siquiera tiene contactos. No tiene nada.
—Si me has llamado para hablar mal de Michi y glorificar a Bonnie, entonces esta charla se queda hasta aquí.
Hice el amago de levantarme, pero bastó una mirada de advertencia y un «siéntate» para que volviera a tranquilizarme.
—No voy a aguantar esta insolencia, Chase, ya no eres un niño.
—Si quieres unir lazos con una familia como la de Bonnie, pídeselo a tu otro hijo.
—Nathan está muy pequeño para alguien como Bonnie.
Una risa corta e irónica se me escapó.
—Con que ya habías estudiado las posibilidades, pero a ella no le agradó.
Su silencio respondió por él.
—No puede ser... ¿Realmente no nos dejarás en paz ni siquiera en la universidad?
—Deja de faltarme el respeto, Chase. Recuerda que la única razón por la que tú y la mocosa de tu novia están estudiando en esta universidad fue porque así yo lo permití. Fui yo el que permitió que le dieran la beca a ella y es mí bondad la razón por la que tú estás estudiando ahora mismo. Yo te hice un favor, puedo cobrarlo cuando se me plazca. O la solución es simple.
—No puedes expulsarla; la beca es de Michi y por muy benefactor que seas ya no puedes meter tus manos en la universidad como hiciste para que ganara la beca en primer lugar.
—Pero sí tengo poder sobre tu carrera. La cuestión es muy simple: no obedeces y no hay más pagos a la mensualidad. Tú decides.
Se colocó de pie preparado para marcharse, pero antes volteó a verme otra vez.
—Y te equivocas, como benefactor continúo teniendo poder sobre tu pequeña astronauta —dijo haciendo énfasis en la última palabra.
Y, sin más despedidas, se fue.
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Hola genteeee~ Vengo a decirles que ya cree el canal de difusión en ig :D No soy tan activa porque las redes sociales y yo peleamos la mayor parte del tiempo, peeeeeeero ahí les estaré dejando cositas sobre RTR :D
¿Cómo se imaginan a los pjs en la vida real? Pues pienso subir algunas fotitos para que se hagan una idea.
volviendo al cap.
EL DON HIZO SU APARICIÓN y parece que no nos trae nada bueno D:
Asi es, gente, a la historia le faltaba un poquito de drama y yo se los voy a dar, aunque no quiero hacerlos sufrir muchito porque soy buena persona.
Bonnie y el padre de Chase no augura nada bueno :o
¿Será que Chase cede a las exigencias de tu padre?
¿Será que se rebelará de una vez por todas?
Ahora sabemos la verdad sobre la beca y que gracias a Chase Michi está en la universidad. Mijo, hiciste un pacto con el diablo D:
Será que la carrera de michi corre peligro? DDD:
Ustedes ¿qué teorizan? 7u7 Chase llegará a tener algo con Bonnie o sufrirá las consecuencias?
Gente, les dejo un POV puerco, pero se los subiré el domingo o la próxima semana (si es que no estoy borracha por las fiestas patrias xD)
Aprovecho para hacer la pregunta random: ¿cuál es la comida típica de su país? :)
Spbre el POV, ténganme paciencia que escribir desde la perspectiva de un hombre en esas escenas se me complica jiji
en fin, yo si quiero mini cheiz :3
los jamoneo intensamente más que ayer pero menos que mañana,
y no olviden la duchita~
Ah y si van a tener diversión no se olviden de la protección ;9
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