Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 25 🐰 Más reglas de supervivencia que (no) me salvarán el trasero

#ViernesDeRTR

#HEMOSVUELTOOO


Capítulo dedicado a Blue para que siempre enfrente la vida con una sonrisa.

Mierda.

No, no puedo iniciar un capítulo así, pero no tengo nada más que decir. Parado frente a mí está la persona que rompió mi corazón dos veces. Y sonriéndome, como si fuéramos amigos de toda la vida.

Esto es impactante. Es decir, no el hecho de que lo vea tan campante en la universidad porque una parte de mí esperaba verlo en algún momento. No sé, tal vez esos encuentros pasajeros que ocurren a la distancia. Algo menos directo. Pero ¿esto? ¿Tener que verlo tan pronto y en la residencia? Durante este tiempo me preparé para la universidad, las presentaciones y adaptarme al nuevo ambiente, no para tener que lidiar con mi ex... si es que puedo llamarle así, porque incluso el lavarropas que usaba mamá duró más que nosotros siendo pareja.

Por favor. Por favor, que esté acá por alguna razón absurda y no porque compartamos residencia. Pondré toda mi fe en ello porque no quiero volver a verlo.

¡Ni siquiera sé cómo reaccionar!

—¿No vas a saludarme? Tenemos setenta y seis días sin vernos, eso es mucho tiempo.

Escucharlo después de tanto tiempo me produce un escalofrío que estremece mi cuerpo, aunque no lo demuestro. Había olvidado su voz profunda y pausada, su tono atrayente y que su sonrisa encantadora era tan deslumbrante. Chase sigue tan brillante como en Jackson. No ha cambiado nada.

Pero entre ambos todo ha cambiado, por eso me obligo a ser fuerte, no pensar en el pasado y en los sentimientos que creí escondidos y acorto la distancia que nos separa. Intento no demostrarle que estar frente a él me pone nerviosa, con las manos sudorosas y el corazón palpitando más rápido de lo normal. Tampoco la rigidez en mis extremidades, las cuales se tornan torpes al arrebatarle a Pato de los brazos.

Su sorpresa es evidente. ¿Qué esperaba? ¿Un abrazo?

—Michi...

Le lanzo una última mirada de advertencia y él se silencia al instante. No sabía que tenía este superpoder, pero me alegra que haya tenido ese efecto. Lo último que quiero escuchar es mi nombre salir de su boca con tanta familiaridad.

Con paso decidido me vuelvo hacia mi dormitorio y cierro la puerta soltando a Pato. Estoy tan sobrecogida que las piernas me tiemblan, tanto que podría resbalar. Necesito apoyarme en la puerta con las manos apretando mi pecho para que no estalle.

—¿Estás bien? —pregunta Houston dando un paso hacia mí, preocupado, tal vez, de que vaya a caer. Asiento con la cabeza en respuesta; es lo único que puedo hacer con la conmoción que cargo—. ¿Era...?

—Sí —le interrumpo esta vez para que no mencione siquiera su nombre—. Por favor, no hablemos de eso.

—Lamento haber abierto la puerta así, lo último que esperaba era encontrar a alguien con un gato y que este saliera corriendo —dice la chica de la entrada. Es una chica de cabello castaño, alta y posee unos enormes ojos azules que, al mirarme, siento que escudriñan en los rincones más profundos de mi ser.

—No te preocupes, fui yo la que debió ser más cuidadosa —digo quitándole peso al asunto, aunque esa acción haya sido la responsable de que me volviera a encontrar con él. Esto es obra de la Ley de Murphy—. Por cierto, me llamo Michi.

Es extraño que me presente primero, pero supongo que la ocasión lo amerita. Lo malo es que mi flamante presentación trae una expresión como respuesta que no esperaba.

—¿Michi? —pregunta, arrugando el entrecejo.

—En realidad me llamo Michelle, pero si vamos a ser compañeras de cuarto supongo que lo mejor es llamarme como todos mis cercanos.

—En ese caso, soy Bonnie —Con un rápido movimiento, hace el cabello hacia atrás del hombro. Su expresión es amistosa, pero cambia drásticamente al darse cuenta de que Houston está parado sin decir nada—. ¿Y tú eres...?

A pesar de no haber visto a mi mejor amigo durante mucho tiempo, conozco sus expresiones. Y la mirada recelosa que le ha lanzado Bonnie no le gusta nada.

—Houston —le responde tras recorrerla de pies a cabeza—. El mejor amigo de tu nueva compañera de cuarto.

—Bueno, Houston —Bonnie pronuncia su nombre como si tuviera mal sabor—, tengo que informarte que este es un dormitorio para chicas, no puedes estar aquí.

Mi amigo y yo compartimos una risa irónica.

—Tranquilízate, no tienes nada que me interese ver —dice con una sonrisa tan amplia como falsa. Houston, al igual que Anne, tiene una especie de sensor con las personas y, este, al parecer, no le indica nada bueno.

Bonnie lo mira con ojos escrutadores.

—¿Eres gay?

—Y el novio de un chico maravilloso —dice, todo orgulloso.

Chasqueo la lengua, ganándome su atención.

—Gracias por presumir frente a los pobres —suelto y lo codeo. Me gano una sonrisa de su parte que flaquea cuando escucha reír a Bonnie.

—Ya me he encontrado a un par como tú, que dice ser gay y al final lo único que querían era vernos las tetas.

—Qué... directa —consigo pronunciar—. Pero, en serio, Houston no es...

Mi amigo pone una mano en alto para que aguarde un momento.

—A pesar de lo prejuicioso que me parece tu comentario, lo recalco: no me interesa. Mi prioridad es mi amiga y vine a ayudarla con sus cosas, nada más. —Cuando toma mi mano asumo que le ha puesto punto final a esta absurda discusión. Voltea a verme y planta un beso en mi mejilla—. Volveré a mi residencia. Nos vemos, Michi.

Algo en mi interior me dice que debería ir con él para preguntarle si lo que ha dicho Bonnie le ha sentado mal, pero basta que me guiñe el ojo para saber que no pasa nada. Además, si salgo de la habitación, corro el riesgo de encontrarme con... Bueno, ustedes saben quién, y ya he tenido demasiadas emociones en un día.

—Entiendo tu desconfianza, pero te aseguro de que Houston tiene razón —le digo a Bonnie una vez la puerta se cierra—. Vino a acompañarme a mi dormitorio, no tiene otras intenciones.

Bonnie hace una mueca indolente, como si no se hubiera tragado ninguna de nuestras palabras, y les echa un vistazo a mis cosas sobre la cama.

—Veo que me has ganado la ventana.

—Me gusta despertar con el sol en la cara, ¿qué puedo decirte?

Mi sarcasmo funciona y forma una sonrisa que saca su lado más relajado. Se sienta sobre su nueva cama y Pato no pierde la oportunidad de acercarse para ganar unas caricias.

—¿Y este pequeño cómo se llama?

—Pato.

—Es un nombre muy ridículo para un felino tan lindo. ¿Por qué lo llamaste así?

«Ridículo», pienso y la punzada atraviesa mi pecho. Bonnie es demasiado directa para alguien como yo que siempre se anda con rodeos.

—Es una historia tonta —admito, encogida de hombros—. De niña confundía a los patos con los gatos. Es decir, los llamaba por el nombre del otro. Mi prima Margo se reía mucho de eso. Cada vez que me veía lo recordaba y lo contaba en las reuniones familiares.

—Parece que las reuniones familiares son para eso.

—Sí... —suspiro, derrotada— Así que, para rememorar esa anécdota, le puse Pato. No es una historia muy interesante.

—Ya lo creo —dice con pesar, aunque ya le hubiera advertido que no tuviera expectativas altas—. Amo a los conejos.

—Yo también —Le enseño el llavero que Anne me regaló.

—Qué adorable. Me recuerda a mi coneja Boo. Tuve que dejarla en casa porque en la universidad no podré ocuparme de ella; muchas fiestas y chicos.

Fiestas y chicos: dos palabras que están lejos de mi interés... y alcance. Veo que Bonnie y yo somos dos polos opuestos.

—Entonces, ¿te haces llamar Bonnie porque te gustan los conejos?

—Claro que no —me mira como si no creyera lo que acabara de soltar o tal vez le parece demasiado tonto—. Mi familia empezó a llamarme Bonnie por el programa infantil Bonnie y la puerta secreta.

Los recuerdos están nublados en mi memoria. Recuerdo que, por las tardes luego de llegar a casa, encendía el televisor y me sentaba sobre la alfombra mientras hacía los deberes y veía a una pequeña Bonnie atravesar por diferentes aventuras junto a marionetas de conejos que hablaban, cantaban y dejaban enseñanzas.

—¿Ese que daban en Canal 6 hace años?

—¡Ese mismo! Yo era Bonnie.

Mi grito ahogado es auténtico y tan exagerado que espanta a Pato. Mi pobre gato jamás podrá acostumbrarse a mis expresiones. Pero, al caso, Bonnie era una actriz que admiraba mucho a mis ocho años y todas mis compañeras la amaban. Todos los niños la conocían. Era un ícono infantil. Por eso, tener que compartir mi habitación con ella es sorprendente.

—Todavía recuerdo cuando impusiste la moda de las trenzas y listones. —Bonnie sonríe y, observándola mejor, puedo reconocer los hoyuelos que todas mis compañeras de curso deseaban tener—. Nunca entendí por qué el programa no tuvo más temporadas.

—Crecí y eso significó que no atraería al público infantil que los productores deseaban —responde, apagando poco a poco la sonrisa que por tantas tardes me acompañó—. Suele ser algo frecuente en la televisión.

—Lo lamento —digo, bajito, pues se nota a leguas que le afecta—. Pero necesito confesar que soy tu fan... O mi yo de niña lo era.

—Tranquila, te aseguro que habrá Bonnie por mucho tiempo más. Volveré a las viejas andanzas.

—¿En serio?

—Por supuesto, por eso entré a estudiar Actuación. Volveré a ser una estrella.

Su convicción es contagiosa y me hace sentir parte de su meta.

—Cuando lo seas, ¿podrías no olvidarte de mí y darme un par de entradas para alguna premier?

Logro sacarle una carcajada, algo que me alegra, porque por fin ha bajado la guardia. Supongo que, pese a ser opuestas, nos vamos a llevar bien.

En lo que queda de tarde nos dedicamos a ordenar nuestro espacio. Bonnie ha traído demasiadas maletas y dice que todavía tiene equipaje por llegar, y Pato no desaprovecha el momento para meterse en las cajas de mudanza. Para las ocho de la noche, ya estoy lo suficientemente cansada y hambrienta. Bonnie declina mi invitación de comer en la cafetería porque está decidida a colarse en alguna fiesta, aunque algo me dice que no desea volver a ver a Houston.

—Es guapo —es lo que suelta mi amigo después de acomodarnos en unos banquillos de la cafetería.

Me tomo un momento para unir ambas palabras y hacer un repaso en la figura de él para corroborar sus palabras. Mi estómago se apretuja al recobrar ese instante que duró unos minutos, pero que sentí toda una vida. Está más alto, o tal vez es que yo olvidé su altura; su cabello, que antes usaba en punta o hacia atrás, es más largo, como el de DiCaprio en Titanic; su mirada posee la misma picardía que me ponía los pelos de punta, pero hay algo en ella que me dio la impresión de madurez... o cansancio, aunque sigue conservando el mismo brillo atrapante. Y esa sonrisa... Mierda. No esperaba verlo así.

—Es decir, lo que logré ver de él, estaba...

—Houston, no empieces —le freno, aunque en mi cabeza ya haya repasado su figura tantas veces mientras ordenaba el cuarto. Con esas me bastan y sobran.

—Si no quieres hablar de eso lo entenderé, pero en algún punto vas a tener que necesitarlo. Es difícil, pero no tienes escapatoria.

Por mucho que quiero ignorarlo y decirle que me apetece devorar mi cena en silencio antes que hablar del chico que me rompió el corazón dos veces, debo darle la razón. Tarde o temprano este tema tiene que ver la luz y si algo aprendí en estos meses, es a no dejar para después las cosas.

—Lo sé, también sé que seguro que en algún ramo coincidiremos —admitirlo me sabe mal. O quizá sean las verduras que pedí—. Yo... esperaba poder prepararme o mentalizarme antes de que sucediera. Odio que todavía tenga un efecto en mí.

—Hay rupturas que duran meses o años, y tú no lo veías desde hace bastante, es normal.

—Me hace sentir como si él todavía tuviera poder en mi vida, en mis sentimientos... Que me estuviera manipulando. Me hace sentir débil.

Débil. Esa es la palabra que estaba buscando.

—Pero lo has enfrentado muy bien —me anima Houston—. ¿Qué dijo?

—Me saludó con su tonta sonrisa y yo no pude decirle nada. Eso es lo que más detesto, que no pueda expresarme, decir alguna palabra al menos para demostrarle que estoy bien, que he podido olvidarlo. No quiero ser la que todavía sufre.

—¿Qué hay de malo en mostrar que te dolieron sus palabras?

La mirada de Houston me confronta y necesito apartar la mía para no delatarme porque, la verdad, no encuentro ninguna razón de peso con la que pueda argumentar su pregunta. O contradecirla al menos.

—Supongo que nada —me encojo de hombros, asumiendo una derrota en una batalla inexistente, y jugueteo con mi comida a la que ahora encuentro demasiado amarga—. No hablemos de él más, ¿quieres? Estamos en una nueva etapa de nuestras vidas y eso significa que lo viejo puede quedar atrás. Además, tal vez seamos compañeros de clase y vivamos en la misma residencia, pero seguro que está muuuy lejos de la mía.

—Pero las coincidencias siempre existirán.

Acompaña a sus palabras con un ademán que señala hacia la entrada de la cafetería. Los flashbacks del colegio, sobre las veces que lo veía entrar por la puerta acompañado de sus dos inseparables amigos, se arremolinan en mi cabeza. A diferencia de esas veces, cuando pasaba de mi presencia, esta vez no tarda en dar conmigo. Su mirada se cierne sobre mí y, repentinamente, deja de prestarle atención al chico con el que va acompañado. Mi corazón late con fuerza y pese a que lo tomo como un signo de debilidad, desvío la mirada.

Doble mierda.

Si así están las cosas, será mejor que empiece a tomar las riendas de mi penosa situación.

Al llegar a los dormitorios y saludar a Pato, busco mi vieja libreta en una de las cajas bajo la cama y busco una página libre.

Sé que la última vez mis reglas no fueron respetadas y que él se atrevió a romperlas todas, incluyendo las que más complejas de romper eran; sin embargo, esta vez serán un tanto diferente.

Me acomodo en el pequeño escritorio junto a mi cama y anoto:

1. Primero estoy yo y mi crecimiento personal.

2. Establecer límites: no es necesario tener contacto (de ninguna clase) con él a menos que sea una extrema necesidad.

3. Nada de contacto en redes sociales, llamadas, mensajes, papelitos, escrituras en el cristal... ¡NADA! Ni siquiera hablarle.

4. Evitar lugares donde encontrarnos. Ya, sé que esto no se podrá evitar en la residencia, clases, etc., pero fuera de estos sitios siempre se puede reducir la posibilidad de verlo o encontrarnos.

5. Nada de locuras de amor... (No pasemos por lo mismo OTRA VEZ)

6. Los estudios están primero (de amor no se come)

7. No cometer los mismos errores (ocultar muy bien esta hoja)

8.

¿Qué puedo poner en la 8?

No puedo dejar la lista en un número impar, me da comezón.

Seguro que se me ocurrirá algo más tarde. Por ahora, y por el bien de mi regla número uno, necesito descansar, aunque eso a estas alturas de la noche me parezca imposible, pues cada vez que releo las reglas, su voz se repite en mi cabeza diciendo:

«¿No es obvio? A romper tus reglas».

Despierto sobresaltada y lo primero que veo es un rostro que empieza a parecerme conocido. Desorientada, levanto la cabeza tratando de recordar qué es lo que pasa. Bonnie quita su mano de mi hombro y se dirige hacia la cama que hay junto a la puerta. Su cama.

—Hasta que al fin despiertas —dice mientras recoge su pijama—. Tu celular no ha dejado de sonar.

¿Despertar? ¿Mi celular? Cierto, he pasado mi primera noche en Atkins.

Me incorporo, todavía somnolienta, y miro dónde estoy. En efecto: estoy en mi nuevo dormitorio, pero no he dormido en la cama, sino que he pasado la noche en el escritorio. Sobre la mesa está mi libreta con las reglas que escribí para salvarme el trasero este semestre.

¡Mis reglas!

Arranco la hoja y la doblo por la mitad.

Santa madre, qué vergüenza. ¿En qué estaba pensando cuando las escribí? O, mejor dicho, cuando decidí dormir en el escritorio. He sido demasiado descuidada; si por alguna razón él vuelve a leer mi repertorio de normas no sé qué haré. No quiero que la historia se repita.

—¿Qué tal estuvo la fiesta? —pregunto a Bonnie para disimular mis sospechosos movimientos. Ella, para mi sorpresa, ya está lista para salir, lo que me hace preguntar qué hora es.

—Nada mal. Me colé en la fiesta de una fraternidad y conocí a un par de chicos muy agradables.

—Qué interesante —digo como respuesta automática. El solo pensamiento de verme rodeada de universitarios juerguistas me da escalofríos. Todas las fiestas a las que he tenido la dicha de ir acaban fatales.

Mi celular suena.

—Es ese maldito celular otra vez —gruñe Bonnie—. No entiendo cómo es que no lo has escuchado.

—Lo siento, lo siento. Es que he caído rendida.

—Eso es lo veo —murmura haciéndome un repaso de pies a cabeza hasta detenerse en mi cabello. Mi pelo, que con tanto esfuerzo alisé antes del viaje, debe estar hecho un desastre.

Otra llamada. Me apresuro en buscar el celular entre mis bolsillos. Como es una nueva etapa he decidido cambiar mi móvil antiquísimo por uno más... actual. Aún no me acostumbro a la pantalla touch ni el sinfín de herramientas modernas que posee, por lo que la torpeza me corroe cuando intento deslizar el botón para contestarle a Houston.

—¿Sigues en la universidad o ya huiste a Hazentown con Anne? —pregunta al contestar. Me saca una sonrisa, porque yo también, en el punto más hondo de la introspección durante el viaje en auto, pensé en dejar la universidad y quedarme confinada en casa de mi amiga.

—Sigo aquí —afirmo, orgullosa por haber superado esa etapa de incertidumbre—. ¿He durado más de lo que esperabas?

—Digamos que pensaba que estarías con Pato en el terminal de buses.

Resoplo dejando escapar una risa y aprovecho de acariciar a Pato, que está enroscado sobre la almohada. Parece que también ha sido un viaje agotador para él.

—¿Por eso me llamaste tan insistentemente?

—Tal vez.

—Houston, sé sincero.

—Claro que no. Te llamaba para preguntarte si irás al encuentro para novatos.

—¿Encuentro para novatos?

—Es la forma fea de decirlo. Es una junta para los que cursan el primer semestre, hacen un tour por la universidad —explica—. Está en el folleto, ¿no lo leíste?

—Eh... —miro alrededor en busca del folleto sobre la universidad que me entregaron la primera vez que vine— creo que se me perdió cuando ordené el dormitorio.

—Esperemos que llegues a fin de año con la cabeza puesta.

Quiero replicar a su broma, pero es algo que yo también espero.

—Entonces, ¿irás?

—Nos vemos ahí.

—Perfecto. Ponte algo cómodo, algo me dice que caminaremos como para una maratón. Ah, y no olvides comer tus carbohidratos.

De repente el estómago me suena.

—¿Tú ya comiste?

—Hace media hora.

Miro la hora en el reloj digital junto a mi velador. Son las 11:34, lo que significa que he dormido casi catorce horas. Eso explica el dolor en mi espalda.

—Pasaré a buscarte en un rato.

—Nos vemos.

Al finalizar la llamada me dejo caer sobre la cama con los brazos extendidos alrededor, pensando en lo irreal que se siente todo. Ayer estaba en mi habitación, mordiéndome las uñas por los nervios, y hoy estoy en la universidad de mis sueños.

De pronto recuerdo que no estoy sola.

—¿Irás al recorrido guía de la universidad? —pregunto a Bonnie una vez que sale del baño.

—Sí, he acordado ir con los chicos de la fiesta. Hablamos luego.

—¿Ya te vas? —me acomodo sobre los codos, sorprendida.

—¿Tú qué crees? —dice y se señala para recalcar lo obvio— El viaje es de media hora, más vale que empieces a arreglarte.

Y dicho esto, se mira una última vez en el espejo de cuerpo completo que tiene en su lado del dormitorio y se va.

¿Soy muy ilusa por creer que me llevaría mejor con mi rommie? No es como si pensara que nos haríamos mejores amigas de un día a otro, pero creí que podríamos hacer algunas cosas juntas. Supongo que ella va a su ritmo y contra eso no puedo hacer nada.

Admito que me hacía ilusión tenerla como una nueva amiga. Está claro que ella y yo caminamos en direcciones opuestas.

O tal vez no le he caído bien.

O quizá sea reticente a hacer nuevas amistades.

Me conformaré con que sea amable..., aunque a veces siento que me mira como a un bicho raro.

Es mejor dejar los pensamientos intrusivos de lado y enfocarme en lo que haremos hoy; apenas tengo media hora para bañarme, «alisarme» el cabello ­—entre comillas porque en realidad me queda ondulado—, darle mimos a Pato y comer.

Hago todo tan rápido que ni yo me creo estar a tiempo en la cafetería donde he quedado reunirme con Houston. Después de poner al día a mis padres y mientras espero a que llegue Houston, me tomo un momento para observar mi entorno.

El ambiente del lugar es relajado, muy diferente al que había en Jackson. Para entrar hay que usar la credencial de estudiante, la cual es importantísima porque sirve también para el transporte PRT —el cual conecta los campus de la universidad— y la biblioteca. Dentro, el lugar es una especie de buffet donde cualquiera puede servirse lo que desee. No puedo evitar pensar en Anne y lo maravillada que estaría por todos los tipos de ensaladas que hay, estoy segura de que le habría encantado el ambiente universitario.

La nostalgia me comienza a atacar, pero Houston llega a tiempo para rescatarme.

Nos subimos a los vagones de transporte junto a varios estudiantes más y llegamos al campus principal, donde se llevará a cabo el recorrido. El sitio, en específico, es una plaza enorme con la estatua del fundador de la universidad, Williams Atkins Hayden. El ambiente universitario se siente con mucha más viveza en este lugar, hay música, bailes, una chica hablando algo que no entiendo por micrófono, puestos con estudiantes invitándonos a diferentes actividades. Houston y yo por poco nos perdemos, pero conseguimos llegar con el grupo de primer semestre.

—Pensé que se apuntaría más gente —le comento a Houston tras echarle un vistazo a los demás. Somos alrededor de cuarenta personas.

—Atkins es muy riguroso con sus admisiones y la mayoría de los estudiantes prefiere saltarse este paso y disfrutar de las actividades antes de que inicien las clases.

Un sujeto con la gorra de la universidad nos invita a reunirnos bajo la sombra de un árbol.

—Mi nombre es Larry, soy estudiante de Relaciones Públicas, vocero estudiantil y hoy seré el encargado de hacerles un recorrido por la universidad —se presenta.

—Me sorprende que sea un estudiante, me daba aires de profesor o algo por el estilo —me susurra Houston.

Yo quiero decirle que me recuerda al instructor de campamento que aparece en Addams Family Values, pero me abstengo al notar que a varios pasos de donde estamos, un rostro familiar se asoma entre el de los demás.

Es Bonnie.

No está acompañada de alguien y espero a que hagamos contacto visual para saludarla, sin embargo, el chico que acompañaba al innombrable se acerca a saludarla.

Bonnie lo saluda con un beso en la mejilla y le sonríe. Pero su sonrisa se ensancha todavía más cuando lo ve llegar. Y él la saluda también con un beso en la mejilla, esbozando aquella sonrisa que en tantas ocasiones me revolvió el estómago. Y habla con ella como lo hacía conmigo, con la misma confianza que nos diferenciaba. ¿Así que él y el otro chico eran con los que Bonnie se juntaría?

«Evitar lugares donde encontrarnos», pienso.

Maldita sea. Es que ya ha roto una de mis reglas sin siquiera saberlas.

De pronto siento náuseas. No sé si es por el sol o porque siento que algo se me quema por dentro. Entonces me doy cuenta de que tengo los dientes apretados.

—Los llevaré por los lugares principales y después del recorrido les entregaré un mapa para que puedan guiarse cuando inicien las clases. Espero que todos se hayan puesto bloqueador solar porque será un viaje largo —vuelvo a prestarle atención a Larry. Necesito quitarme de la cabeza la escena que acabo de ver.

Houston, de su bolso, saca protector solar y me lo acerca.

—Supuse que no habías traído.

—Lo olvidé completamente —admito, apática, y decido colocarme el bloqueador solar como si fuera una especie de pomada antiestrés.

Larry nos da un paseo por todos los edificios del campus central, desde los edificios más antiguos hasta los más actuales. Pese a haber pasado las vacaciones estudiando el mapa de la universidad y cada edificación por la web oficial, verlos en persona es una experiencia completamente diferente. Recorrer el campus es lo que necesitaba para decirme, de una vez por todas, que la razón por la que me desvivía estudiando valió la pena y eso me hace sentir orgullosa de mí.

—Por cierto, en Atkins es una tradición visitar al menos una vez la cafetería The Moment Coffee, la cual pueden ver al otro lado de la calle.

Houston y yo nos miramos con complicidad; no necesitamos hablar para decirnos que tenemos que venir algún día.

—¿Por qué es una tradición? —escucho su voz a mi espalda y me encojo de hombros con solo al pensar en lo cerca que puede estar.

—Hay diferentes mitos alrededor de la cafetería. Algunos dicen que tomar una taza de café o probar una de las malteadas da suerte en los exámenes —explica Larry—. Otros dicen que captura el «momento» de algún suceso especial. Y otros dicen que hacen el mejor café de la ciudad. Ustedes decidan.

—Algo me dice que esa cafetería es financiada por la universidad y solo quieren lucrarse de los más crédulos —dice la distinguible voz de Bonnie que habla de manera confidente.

—Con que así es como costean las becas... —habla otra voz en un tono que roza la burla. Asumo que es el otro chico que los acompaña.

Bonnie emite una carcajada corta.

—De eso y de las donaciones de mi padre —dice a modo de broma.

—Pues tiene buena pinta —dice aquella voz que me comienza a irritar y de quien no pienso volver a mencionar jamás porque, así como pasaba con Voldemort, siento que le doy poder sobre mí.

—Yo vendré a pedir suerte para mis exámenes —vuelve a hablar el otro chico—. ¿Y ustedes?

—Me apunto —dice el innombrable.

—¿Te unes, Bonnie? —pregunta el chico.

—Supongo que no me queda de otra —dice Bonnie—. Pero Chase paga.

Antes de torturarme con su charla, agarro a Houston del gancho y lo arrastro hacia otro lugar.

Para el final del recorrido creo haber sobrevivido a un sol radiante y otro posible encuentro indeseable. Pero no la tengo fácil porque tener que ver a Bonnie en el dormitorio me pone tensa, aunque intento no demostrarlo cuando se estira sobre su cama con un enorme suspiro y me dice:

—Mishi, he conocido a un chico fantástico.

Quiero decirle que no me interesa, que me meteré al baño para ducharme, pero soy lo suficiente idiota como para torturarme con la vaga posibilidad de que no se trate de quien creo.

—¿En serio?

—Es un chico de Economía —dice con simpleza, como si me dijera la lista de recados—. Ayer me ayudó a cargar mis maletas hasta la puerta y hoy me junté con él para el recorrido.

Mi grito interno quiere salir al mundo.

—Amo que sea tan atento y tenga un nombre tan sexy —la oigo suspirar. Entonces, se incorpora y me mira con determinación—. Ese chico va a ser mío.

Mi yo posesivo quiere gritarle «¡Atrás gata asalta-hogares!», relatarle los maravillosos momentos que vivimos juntos; pero sé muy bien que no hay nada que pueda hacer para impedir que Bonnie lo conozca o, tal vez, llegue a tener una relación con él, porque ya no somos nada, ni siquiera amigos. Y ya he decidido serle fiel a mis nuestros principios basados en nuevas reglas. 

Voy a respetar los límites.

Tengo que superarlo. Al final, lo nuestro acabó: él hará su vida y yo la mía.

Fin.

Mi primer día de clases llega más pronto de lo que esperaba y mis nervios no dan para más.

El lunes a primera hora comienza mi clase de Física y Astronomía. El campus de Ciencias no me queda demasiado lejos, por lo que voy en bicicleta hasta las instalaciones. Como era de esperar, la primera clase es de introducción y una charla sobre lo que haremos en el semestre. Aun así, como buena estudiante, tomo apuntes.

Al acabar la clase me dirijo hacia la cafetería más cercana para desayunar y luego vuelvo a los dormitorios aprovechando el tiempo para sacar a pasear a Pato, que luce demasiado cohibido por el nuevo entorno, pero poco a poco se va adaptando. Antes de irme a la siguiente clase, que está en el campus de Matemáticas, le dejo comida y acomodo su cama para que duerma hasta mi regreso.

La segunda clase es la que me sienta fatal. Por curiosidad —sí, curiosidad nada más— le he echado un vistazo a la malla curricular de Economía y, para mi desgracia, también cursan el ramo de Álgebra, por lo que, de alguna u otra forma, coincidiremos.

A menos que quedáramos en clases diferentes.

Me aferro a eso y que, dado a la cantidad de estudiantes, estaremos muy alejados el uno del otro.

Mis pensamientos positivos se ven pisoteados sin piedad cuando me siento en mi banco. Hay muchas personas entrando a la sala, pero me basta hacer una búsqueda rápida para que mis ojos den con su figura. A él también le basta hacer un recorrido para dar conmigo. Es en esa fracción de segundos que me parece una eternidad, que mis pensamientos se desordenan y los nervios adormecen mis extremidades.

¿Qué debería hacer? ¿Me quedo? ¿Busco otro asiento? ¿Lo ignoro? ¿Huyo del país?

Lo veo avanzar y agacho la cabeza, dejando que mi cabello oculte mi rostro compungido. No quiero ver sus movimientos, no quiero saber si se sentará a mi lado. No quiero que se siente conmigo.

—Por favor, que no suceda —murmuro como ruego.

Pero es demasiado iluso de mi parte creer que corro con tal suerte, pues la silla del lado no tarda en raspar la moqueta. Mierda, el muy descarado ha decidido sentarme junto a mí.

Una ráfaga de ira me recorre el cuerpo. Tomo aire y me preparo para reclamarle.

—¿Por qué de todos los asientos, justo has decidido sentarte...?

Mi reclamo queda inconcluso al darme cuenta de que me he equivocado, que junto a mí no está la persona que por mucho tiempo odié y, con la misma intensidad, quise.

No.

Es Nathan quien se ha sentado a mi lado.



____________________________________

Por fiiiin, después de largos meses, RTR ha vuelto a Wattpad <3 Y con una portada hermosaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

¿Están felices?

Porque yo estoy feliz de poder continuar la historia de estos dos tortolitos y ansiosa de que lean lo que se viene. Desde ya les digo que van a querer cometer homicidio contra mi persona, abrazarme y tal vez mandarme con san pedro de una buena vez xD

Como petición de autora a lector, les pediré que tengan paciencia y no odien a ningún personaje o vamoh a pelear terrible brígido dfghjk pero eso :P

Denle mucho amorsh al capítulo, comenten lo más que puedan, voten, compartan, van a contarle a sus familiar, perros, gatos, amigos, vecinos, que nuestra conejita y su zorro han vuelto a wattpad~

si este capítulo tiene muchos votos y comentarios, subiré el capítulo antes del viernes porque ya lo tengo escrito~

desde ya muchas gracias por su paciencia y pasemos a las preguntas 7u7

¿qué le hubieran dicho a chase si lo ven por primera vez?

¿todavía odian a mi ñiño o ya se les pasó el enojo? xD

¿alguna vez les han roto el corazón? a mí sí :( F

¿qué piensan de Bonnie? :O ¿les cayó bien, mal, le es indiferente?

si me siguen en ig, habrán visto lo que puse de ella en mis stories muajajaja

qué piensan de las reglas? 

tengo que confesar que estaba (y sigo estando) en un conflicto porque siento que llamar a esta historia RTR ya no vaaaa, o sea, sí, las reglas fueron importantes en su momento, pero en sí la historia no gira alrededor de ellas. D: quería cambiarle el nombre a la historia, pero ps, por cosa de tiempo preferí dejarla.

si tuvieran que ponerle nuevo nombre a la historia, ¿cuál sería?

sean serios xD

y la pregunta random de hoy es:

¿cuál es el sueño más raro que han tenido?

les cuento que les dejé un adelanto del segundo cap. en mi ig para que vayan a leerlo :)

Los jamoneo más que ayer pero menos que mañana <2+1

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro