Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13 🐰 El gran día


Capítulo dedicado a todas las personitas que estuvieron esperando la actualización <luv3


No he dormido nada. Algo que ya es una costumbre para mí.

Cuando muera, mi epígrafe dirá: «Michi, la adolescente segundona que en su último año no dormía».

Hay dos razones importantes por las que no he dormido.

El proyecto.

La feria.

Pondría un tercer punto, pero creo que el causante de mis desvelos es el proyecto para la feria. Como la chica responsable que soy lo he acabado dos días antes de la presentación y me he ocupado de pulir cualquier detalle que resalte a la luz. También me he encargado de dejarlo apartado de las garras de Pato, porque siempre que le dan sus cinco minutos de locuras destroza algo.

Ah, y hablando de ese gato traidor. No teniendo suficiente con pasarle al lado enemigo cada vez que quiere, rasguñó mi disfraz de estrella. El despunte es diminuto, pero mi cargo de conciencia es ENORME.

Sí, en mayúsculas, cursiva, negrita y subrayado.

Pregunté a mamá qué podría hacer si me descubría, pero ella soltó ideas relacionadas con robo y quema de ropa.

Supongo que sigue molesta por descubrir que ese «pasaré el fin de semana en casa de Anne» en realidad era «viajaré durante horas a otra ciudad para ver a mi escritor favorito».

Una pequeña diferencia, nada más.

De no ser por la labia que se gasta un chico tan adulador como Chase Frederick, probablemente seguiría durmiendo en mi camita, pues mamá en lugar de castigarme prohibiéndome salir o mis aparatos electrónicos, quería dejarme sin ir a la feria creativa. Así que le debo una a mi vecino.

No sé si me gusta eso de deberle cosas a alguien como Chase; esa fue una de las razones por las que el trío golpeó al chico, según dicen los rumores. Tampoco dudo en los beneficios que pueda obtener de mí ahora que le debo tantos favores. Imagino que en cualquier momento aparecerá en la ventana de mi habitación a reclamarme su favor.

Espero que eso nada más sea una ilusión mía...

—Michi... ¡Michi!

Pues nope. No es una ilusión nada más.

Puedo ver la silueta de Chase al otro lado de las cortinas. Al confianzudo ya se le está haciendo una rutina pasarse a mi balcón.

Qué falta de respeto por mi intimidad.

Me pongo de pie para ir a abrirle, pero recuerdo que traigo puesto un horrible conjunto de pijama y sería el hazmerreír de todo el colegio si por alguna razón se le ocurre tomarme una foto.

Eso, y que estoy hecha un desastre.

No quiero que me vea así.

¿Por qué?

Esa es una buena pregunta.

—¿Qué quieres? —pregunto, siempre a la defensiva— Me estoy cambiando.

—¿Puedo ver?

—¡No! —chillo y me hundo de la vergüenza— ¡Vete!

Chase se ríe. Su estúpida risa burlona que me exaspera.

—Está bien —dice al cabo de unos segundos—, ocuparé mi imaginación.

—Eres un pervertido.

—Déjame adivinar... Estás usando tu pijama de ositos.

Me abrazo al instante. ¿¡Cómo supo que mi pijama es de osos!? ¿Acaso ha estado espiándome? Noooo, qué horror. Todo este tiempo he estado viviendo con un acosador enfermo que se oculta detrás de una buena fachada. Es que tiene sentido. Si mal no recuerdo ese documental sobre asesinos seriales hablaba que ellos...

—No fantasees —me frena—, que seguro lo estás haciendo. No te acoso, solo vi que tenías un pijama así aquella vez que me metí a tu cuarto. Tengo buena memoria, ¿recuerdas?

—Ajá, sí, y yo soy Sally Ride.

Le escucho gruñir con exasperación. Tras unos minutos en los que busco mi capucha para cubrirme, él ha desaparecido dejando solo el vaho en el cristal y las palabras escritas:

Buena suerte

No quiero sacar conclusiones apresuradas, pero si me está deseando buena suerte ahora, ¿eso quiere decir que no irá a la feria creativa? Bueno, no debería preocuparme en absoluto, seguro que tiene sus prioridades, es solo que yo esperaba verlo ahí.

Necesito de alguien que me eche porras, y además de Anne, no me imagino a nadie más para ese tan exclusivo puesto.

Ve el lado positivo: no te verá hacer el ridículo.

Supongo que es mejor. Tenerlo ahí solo fomentará mi nerviosismo.

Pero ¡ya! No es momento de estar reflexionando sobre las acciones de alguien con Chase Frederick. Es momento de prestarle toda mi atención a la feria y a mi proyecto. Si llevo tanto tiempo esperando a que llegue este día, tengo que hacer las cosas bien.

Como soy una chica precavida, anteayer creé una lista de todo lo que necesito llevar al colegio en este día tan especial. Y, obviamente, he dejado todo arreglado para tan especial momento. Lo único pendiente que tengo es echarle ganas.

—¡Michi, hoy es el gran día! —exclama Anne, siempre tan animada. Ha venido a buscarme a casa para ayudarme con las cosas.

—Hola —saludo, tan apática como Allek, a quien espero ver en la feria también.

—¿Cómo te sientes...? Okey, no es necesario que respondas, puedo ver que no has dormido bien.

—Estoy tan nerviosa que creo que moriré —le digo al mismo tiempo en que le entrego una caja.

—Tranquilízate, lo harás bien. Te has preparado, sabes de qué va el tema.

—¿Qué pasa si no gano? —le pregunto sin pensar— Hacer tanto por nada es... deprimente.

—Piensa positivo —me da con el codo en el brazo.

—Todo pensamiento positivo ha sido tragado por mis nervios. Y mi ambición se ha vuelto chiquita, prefiere estar escondida en un rincón.

—Si no lo haces, no será el fin del mundo.

—Tu amiga tiene razón, Michi —interviene mamá, que como buena chismosa seguro tenía la oreja pegada a la puerta de mi habitación—. Sonará como una frase trillada, pero ganar no lo es todo en esta vida. Quien realmente gana es el que aprende de sus vivencias.

—Y vaya que he aprendido —suelto con sarcasmo.

«No tanto», dice mi voz interna. La misma vocecita que se encarga de rostizarme sin piedad. Y sé perfectamente a qué se refiere, porque me obliga a recordar ese efímero instante en que Chase y yo nos tendimos sobre la maleza, en el cosquilleo que sentí, en lo lindo que me pareció el momento. Y luego, con todo ese cuadro bello, me recuerda que esa misma sensación fue el motivo de su burla. Entonces sí, tal vez no he aprendido demasiado de mis errores.

—Lo importante es que lo pases bien —dice mamá, consolándome. Me da un beso en la frente como despedida.

—¿Eso quiere decir que ya no estás molesta por escaparnos?

—Todavía no he olvidado que me quisieron ver la cara —farfulla y su mirada fulminante se alterna entre Anne y yo—. Hoy es una excepción. Ahora váyanse antes de que te encierre en tu habitación.

La fachada del auditorio está decorada acorde a la feria creativa y un montón de personas ya transitan por el lugar. Se ve que habrá mucha participación este año, algo que me pone todavía más nerviosa. Bajar del bus escolar es toda una odisea, tengo que apoyarme de mi pobre amiga para que no resbale o me desmaye. Anne se queja, porque la pobre está cargando mis cosas y no puede también sostenerme a mí; pero una ayuda inesperada llega.

—Yo me encargo de esto —le dice Jax con esa estúpida sonrisa brillándole en el rostro.

Es demasiado temprano para tener que verle la cara a alguien tan desagradable, aunque agradezco la ayuda hacia Anne. Y como si no le bastara con eso, también se echa al hombro mi mochila. Por cuestión de costumbre —tal vez— dirijo la mirada hacia el auto de Mika McFly. Él está ahí, apoyado en el capó de su auto, prestándole atención a un libro del que no puedo distinguir el nombre. Y está solo, sin la compañía de Chase.

—¿Dónde está Frederick? —pregunto sin pensar y me avergüenzo cuando Wilson voltea con una media sonrisa.

—¿Por qué? ¿Lo echas de menos?

—Curiosidad —respondo, a la defensiva.

Jax no parece convencido de mi respuesta. Estoy segura de que esa mirada pícara con la que me examina sabe cuál es el verdadero motivo de mi pregunta.

—Nos dijo que no lo pasáramos a buscar —dice, así, tan indiferente que lastima—. Supongo que tiene otros planes.

El condenado se está vengando de mí por aquella vez que no le conté dónde estaba Anne. Pero no tengo tiempo de molestarme, en realidad, con eso de «otros planes» me ha dado a entender que no vendrá. Y puedo saber bien cuál es la razón detrás: Heather.

Pero ¿qué esperabas? Ella es su novia y tú solo eres su vecina.

En realidad, no esperaba nada. Es Chase Frederick.

—Veo que estás bien acompañada, Wallas.

El profesor Marshall es el primero en recibirme cuando entro al auditorio. Está vestido formal, algo extraño en él, pero porta la misma expresión de siempre.

—Y temprano como de costumbre, por lo que veo —digo al mirar alrededor. Casi no hay estudiantes, y algunos sitios siguen libres.

—Así tendrás más tiempo para acomodarte. Ven, te llevaré a tu sitio.

—Ya era hora —se queja Jax detrás del profesor, quien no omite su mueca de disgusto.

Mi puesto es uno de los más cómodos. Tiene una mesa donde coloco la enorme tela negra que compré y la decoro con algunas estrellas de cartón; atrás hay una pizarra con ruegas donde coloco otra tela y cuelgo el resto de las figuras. Anne me ayuda a acomodar el nombre del tablero en la mesa para que los demás puedan verlo. Luego me ocupo de acomodar el tablero sobre la mesa con todas sus piezas en su lugar. En cuestión de minutos, mi puesto luce como un agujero negro que se conecta con una parte del espacio exterior.

—¡Se ve fenomenal! —exclama Anne— Aguarda ahí, voy a tomarle una foto.

—Yo paso...

—Ah, ah, ah, señorita —me detiene—. Ni creas que huirás. Ahora pon tu mejor cara y a la de tres.

Odio que Anne hable tan alto cuando está molesta, porque todas las personas que han empezado a acomodarse están mirándome. Aun así, pongo un poco de mi esfuerzo, hago la seña de paz con mi mano y sonrío. Anne cuenta y toma una ráfaga de fotos mientras Jax se ríe a su lado.

Después de varios minutos en los que termino de repasar mis cosas, decido pasearme por los puestos de la competencia. Hay algunas ideas bastantes ingeniosas que solo ayudan a fomentar mi inseguridad; pero también hay algunas ideas típicas, como el volcán que hace erupción. El único puesto que llama mi atención es el de Allek.

—Así que realmente participas —digo con sorpresa.

—¿Es que no te lo había afirmado ya?

—Te creí por un cuarenta por ciento, el resto pensé que me tomabas el pelo.

Emite una risa nasal.

—No me subestimes, Wallas.

—¿Entonces terminaste el juego?

—Decidí que fuera la demostración de lo que será el juego final —explica con tranquilidad—. En caso de que llegue a ganar, compraré un equipo con la capacidad para terminarlo.

—Tienes una visión muy clara de lo que quieres.

—Igual que tú. He visto tu puesto. Está bastante bien. ¿Has ensayado?

—Tanto que estoy segura de que olvidaré todo —resoplo—. ¿Tú no estás nervioso?

Niega con la cabeza.

—Mi reputación no es tan reluciente como la tuya, si llego a cagarlo las consecuencias serán mínimas. ¿Quieres probarlo?

Miro la pantalla de su computadora y luego miro su cara. Nop, creo que no me está tomando el pelo y lo dice en serio.

—No me culpes si te estropeo la computadora.

Mi comentario le saca una sonrisa.

El juego de Allek es de píxeles, tal cual como él lo había dicho antes. Sin embargo, a pesar de su apariencia tiene una trama interesante. Son cinco protagonistas con historias diferentes que —según me fue contando— se encontrarán al final del último capítulo del juego. Cada protagonista irá atravesando diferentes decisiones que formarán sus personalidades, por lo que será de la elección del jugador encaminarlos por el camino del bien o del mal.

Mi vena competitiva salta a la luz una vez me pongo a jugarlo, pues a pesar del menosprecio que Allek demuestra, la historia de sus personajes es interesante, enseña cosas, aunque no nos demos cuenta, y tiene mucha más profundidad de lo que aparenta.

Al terminar de probar, no puedo evitar dejarme consumir por la duda, así que decido ser la chica impertinente de siempre:

—Creí que irías a ver a Heather.

Allek, que está sentado junto a mí, se remueve demostrando que mi comentario lo ha puesto incómodo.

—Se supone que lo haría, pero he decidido ordenar mis prioridades mientras ella ordene las suyas. No puedo esperarla todo el tiempo, tiene que hacer su elección.

Lo dice con tanta seriedad que puedo percibir el dolor que siente en lo más profundo de su ser. Debe ser difícil para él ver a la chica de la que está enamorado con otra persona, que no le da el interés que merece, por la que se alejó de sus amigos y ahora está solo.

—No me mires así —dice.

—Así ¿cómo?

—Con lástima —responde con recelo.

—Lo hago con admiración —miento.

—Mentir no es lo tuyo.

Me rio, avergonzada.

—No miento. Bueno, sí, un poco, pero es que me resulta...

Me quedo sin habla al darme cuenta de que el primer puesto, ese que estaba vacío cuando llegué, ahora es ocupado por Chase Frederick.

—Veo que te ha llegado competencia —escucho a Allek y sus palabras calan tan hondo que me tomo en serio sus palabras.

Lo había olvidado por completo. Marshall fue el que me habló de la feria creativa porque no quería que Chase ganara, pero yo jamás lo vi trabajar en su proyecto en todo este tiempo. Al contrario, ¡él me ayudó a mí! Ahora la curiosidad me embarga y quiero saber qué es lo que presentará.

—Voy a patearle el trasero, ya verás —intento decirle, aunque eso va más para convencerme a mí misma.

Al final, decido ir a mi puesto, donde Anne está sentada con los zapatos sobre la mesa.

—¿Viste algún proyecto bueno?

—Vi a Chase en el primer puesto.

—¿¡Qué!? —casi sale volando de su silla— ¿También va a participar?

—Al parecer fue el primero en inscribirse. Maldita sea, cuando dijo que vendría creí que sería para...

—¿Verte?

—Verme hacer el ridículo, al parecer.

—No digas eso. Él tiene sus ambiciones y tú las tuyas, todo lo que te queda por hacer, es confiar en que tu proyecto es genial. Mira, yo no estoy ni un pelo interesada en la astronomía, pero tu juego me ha llamado muchísimo la atención. Confía.

Pese a que no estoy segura de que esté siendo honesta, opto por creerle. Anne tiene razón, debo confiar en mí y mi proyecto.

—Iré a ponerme el disfraz.

Voy lo más rápido posible al baño más apartado de todo Jackson. Mi corazón late con tanta prisa como una bomba de tiempo que en cualquier momento estallará. A solas, encerrada en el baño, todo el peso que cargo se desploma y siento que tan solo me quedo con la inseguridad. Empiezo a temblar, a bloquearme, igual como lo hice aquella vez en la exposición. Me apoyo en el lavabo, me miro al espejo, observo mi desastroso aspecto. Entonces, hago lo que siempre suelo hacer en situaciones de estrés: me comparo.

Chase seguro que ganará. Es el primero en la lista, tiene las mejores notas, es un alumno ejemplar, tiene la seguridad de ganar la competencia incluso si su proyecto no es tan bueno. Yo no soy nada a su lado, solo materia demasiado nerviosa para hablar.

¿Podré ganar?

¿Qué pasa si me pongo demasiado nerviosa?

¿Y si se ríen de mí?

¿O de mi proyecto?

Quiero llorar.

Quiero salir huyendo y dejar todo atrás. Pienso en la posibilidad de quedarme escondida en el baño, oculta en uno de los cubículos llorando hasta que mis ojos hinchados no me permitan ver y mi nariz parezca un rábano. Pero luego pienso en lo que me dijo mamá en la mañana, en lo mucho que Anne ha tenido que esforzarse para lidiar conmigo, en el viaje que hicimos y en las palabras de Noah.

Tanto esfuerzo no puede ser en vano, ¿verdad? No importa cuánto cueste o el precio que tenga que pagar, si quiero seguir adelante, tengo que intentarlo. Por las personas que me han acompañado en este proceso y, claro, por mí.

Llenándome de valor me mojo el rostro hasta que no quede rastro de mis lágrimas.

Voy a salir del baño como si fuera una Michi nueva.

Vestida de estrella entro al auditorio. Enseguida las miradas se ciernen sobre mí, pero no me detengo. No quiero hacerlo. Quiero llegar a mi puesto y dar todo de mí.

—Hola, Estrellita —escucho que alguien me saluda. Es imposible esquivar de quien se trata, porque además de parecer que tiene un imán de atracción para mis ojos, su puesto es uno de los más visitados.

Chase sonríe cuando me ve acercarme.

—Hola.

Mi antipatía es tan obvia que le quita poco a poco la sonrisa del rostro.

—Te sienta bien el disfraz.

«Y a ti te sienta bien el disfraz de traicionero», pienso desde el más profundo resentimiento.

—Sí, gracias.

—No puedo verte el rostro, pero a juzgar por tu tono de voz, no estás muy feliz —dice, siempre tan perspicaz.

—Me siento feliz, pasa que no me gusta socializar demasiado con el enemigo. Espero que no hayas hecho sabotaje.

—Y yo que fui a desearte buena suerte a tu habitación —se lamenta.

Ese maldito comentario basta para que quienes están escuchando se volteen, curiosos. Está claro que Chase lo ha hecho con esa intención, porque la malicia siempre va por delante de él.

—Asumí que era un signo de burla de tu parte —digo en mi defensa—. Algo que ya has hecho antes.

—Se dice: «buena suerte para ti también» —se inclina sobre su mesa—. No es tan complicado.

Me acerco a la mesa, justo frente a él, y me inclino lo suficiente como para que ambos rompamos la barrera que nos separa. Mi atrevimiento le sorprende a tal punto que incluso noto que quiere esconder su cabeza entre los hombros.

—Me temo que las cosas no pintan nada bien para ti, pero si lo vas a intentar, te deseo suerte —hago referencia a sus palabras y me largo.

Llego a mi puesto con el corazón tan agitado como si hubiera corrido una maratón.

—¿Por qué te tardaste tanto?

—Estaba reforzando mi enemistad con Frederick.

—Suerte con eso, porque se nota a leguas que está loquito por ti.

Casi me atraganto con mi saliva y un ataque de tos me deja al borde de la muerte.

—No juegues conmigo.

—Hablo en serio —dice mi amiga, dándome palmaditas en la espalda—. ¿Es que estás ciega?

—No, estoy siendo razonable. Su interés en mí consiste en fastidiarme. Y tiene novia. Tiene a Heather Williams.

—Y aun así decidió emprender un viaje larguísimo para que conozcas a tu escritor favorito. ¿Crees que eso lo haría por alguien con quien solo quiere bromear? No. El chico te quiere comer la boca, idiota.

—Calla, no digas esas mentiras que me pones más nerviosa.

Anne se encoge de hombros, arrepentida.

—Perdón, te lo recordaré luego de que todo esto termine.

Le levanto el dedo corazón y ella me saca la lengua.

El director del colegio se sube a la tarima a dar un corto discurso como apertura y presenta a los representantes de las universidades afiliadas que actuarán como cazatalentos. Eso me pone lo suficientemente nerviosa como para distraerme de las palabras que dijo Anne. Me convenzo de que simplemente estaba bromeando y busco mis tarjetas para repasar las instrucciones del juego.

La feria da inicio con las presentaciones de cada puesto. El primero: Chase Frederick.

El micrófono suena por todo lo alto, el presentador lo saluda y le pregunta su nombre. Chase le responde con su impertinente arrogancia se presenta ante los demás, recalcando que ya todo el instituto lo conoce bien. Luego le pregunta sobre su proyecto.

—¿Cuál es tu animal favorito?

La pregunta de vuelta sorprende a todos. ¿Qué tiene que ver un animal con lo que quiere hablar de su proyecto? Ni yo ni el presentador lo sabemos, pero cuando este le responde que su animal favorito es el oso y le pregunta por el suyo, Chase sabe perfectamente que ha dirigido la explicación a su terreno.

—La tortuga —dice—. Hace muchísimo tiempo, cuando era pequeño, tenía una en un pequeño acuario de bajo presupuesto. No vivió demasiado, pero sí lo suficiente como para que pudiera interesarme en ellas. Ahora ¿sabes cuántos animales marinos mueren al año?

—¿Miles?

—Millones —le corrige, con su arrogancia siempre presente—. Pero más de cien mil animales marinos lo hacen por nuestra culpa y del plástico. Por ello hace un tiempo decidí trabajar en compañía con el laboratorio de Hazentown para crear un proyecto medioambiental que consistiría en crear un material biodegradable que se disolvería con más rapidez que los materiales biodegradables comunes, todo gracias a sales minerales del mar. Si bien no es un invento que me adjudico, fomentar el uso de estos materiales biodegradables será un paso enorme para salvar a estos animales.

En el preciso momento en que las personas se esmeran en aplaudirle, sé que ante un proyecto de tal magnitud ninguno de los que concursamos podremos ganarle.

—Un juego sobre el espacio, ¿en qué estaba pensando? —digo al mirar mi proyecto. Al lado de la investigación que hizo Chase, es taaaan mediocre.

Me siento en la silla sintiéndome ridícula, sobre todo por hacer el esfuerzo de vestirme como una estrella. No hay nada que pueda hacer ya. Ah, sí, hay algo: decirles adiós a todas mis oportunidades universitarias.

—Oye, tranquila —me consuela Anne, colocándome una mano sobre el hombro—. Es cierto que el trabajo de Chase es mucho más... profesional, por así decirlo, pero el tuyo tiene una chispa. Y buena intención. Su discurso solo fue potenciado por usar la desgracia de los animales a su favor. ¿Oíste cómo empezó? Tal cual lo habíamos acordado con Allek. Usó la empatía para generar aplausos. Ni siquiera es tan bueno su proyecto.

—En eso tengo que darle la razón a tu amiga, Mirtle.

Me sorprende que Nathan aparezca de la nada en nuestro puesto. Está al otro lado de la mesa, vistiendo su uniforme escolar y con esa aura de tranquilidad que me produce cosas extrañas.

—Nathan... ¿Cómo supiste que era yo?

—Se lo pregunté a tu profesor, ese de traje negro.

Habla de Marshall.

—Pero... y ¿qué haces aquí?

—Vine con mi curso —responde y señala su espalda. Es cierto; hay un montón de estudiantes de otros institutos—. Tenemos toda la tarde libre.

—Quien como ustedes —suspira Anne—. Así que tú eres el hermanito de Chase Frederick.

Nathan se echa hacia atrás su flequillo, una acción que me hace preguntar si le está coqueteando o simplemente le molesta el cabello. Luego vuelve a mirarme y ensancha su sonrisa. Que pase de Anne es todo un acontecimiento, porque mi amiga es la que suele llevarse todas las miradas de los chicos. Eso me recuerda la discusión que tuve con Chase y lo seguro que se mostró al decirme que su hermano gusta de mí.

Mala idea.

Recordarlo solo provoca que me sonroje y quiera huir de su mirada.

—Bu-bueno, espero te diviertas —digo a modo de relleno—. Aunque ya para nadie será una sorpresa quién es el ganador.

—No hagamos suposiciones apresuradas. Y, por cierto, me encanta tu disfraz.

Miro mi atuendo. Al contrario del disfraz de Tonino Pizza, esta estrella tiene muy poco presupuesto.

—Soy la estrella más fea de todas —me burlo.

—Yo creo que deslumbras.

Gracias al cielo que no puede verme la cara, porque la sangre se me ha subido a la cabeza.

—¿Te burlas de mí?

—Para nada —niega con la cabeza—. Entre todas las personas que podrían brillar en este día, tú lo haces más. Tu puesto es el que más trabajo tiene detrás y el primero que llama la atención apenas entras. Tal vez mi hermano tenga un proyecto más serio, pero tú tienes un punto mucho más grande a favor.

—¿Cuál? —curioseo, acercándome poco a poco a él.

—Que eres extraordinaria.

—Y creativa y honesta —añade Anne—. Eso ella lo sabe, solo falta creérselo.

Nathan no luce complacido por la interrupción de mi amiga, pero tampoco luce molesto. Se ríe por lo bajo y asiente.

—Es verdad.

—Qué bueno que estoy para recordárselo —insiste Anne. Se ha puesto a la defensiva, y eso es muy extraño en ella—. ¿Dónde están tus amigos, Nate? —marca la voz en su apodo. Conociendo a mi amiga, esa es una sutil forma de mandar a Nathan al carajo.

—Iré a buscarlos —le responde Nathan. Sin dudas el chico es lo suficientemente despierto para captar la indirecta. La lanza una mirada hostil a Anne, la cual cambia al dirigirse a mí—. Nos vemos pronto, Michi.

Yo me despido con una seña. Él ni siquiera voltea hacia Anne, y ella, cuando Nathan está lejos, se relaja.

—Ese chico es raro —dice, siguiéndolo con la mirada.

—¿Tú crees? —Asiente sin prestarme demasiada atención— ¿Por qué?

—No sé, tiene algo que no me gusta —vuelve conmigo—. Y sabes que si alguien no me gusta es porque algo trae entre manos.

—Solo alucinas —me rio de mala gana—. ¿Qué puede tener de malo un chico como Nathan? Está chiquito.

—No se ve como un bebito —es certera, casi siento que me está regañando—. Si te relacionas con él, ve con cuidado.

—Bueno, mami.

No hay tiempo de bromear. El presentador se acerca a mi puesto.

—Wow, veo que aquí nos hemos inspirado muchísimo.

Apenas tengo tiempo de reaccionar, nada más me acerco a la mesa e intento sonreír. Me recuerdo que ellos no pueden verme, no sabrán que estoy muriendo dentro de este traje y, eso, señores, en un punto a mi favor. Inspiro hondo, me mentalizo y voy al ataque.

La verdad, no pienso demasiado en lo que digo, solo suelto palabras. Me fijo en las miradas de las personas, en lo lindo que se ve mi tablero de juego, en las piezas. Luego explico de qué va el juego y los motivos por los que decidí hacer un proyecto sobre el espacio.

Todo pasa rápido.

Todo lo hago por supervivencia.

Todo, de pronto, se vuelve lento cuando el presentador se va al otro puesto.

Entonces me doy cuenta de que las piernas me tiemblan, que mis tímpanos están a punto de estallar, que mi corazón quiere volverse prófugo y que, al final, no fue tan malo.

—¡Bien hecho, Michi! —Anne me abraza— Estuviste genial.

—Ni siquiera sé qué dije, solo actué.

—Pues lo hiciste de maravilla. Ni siquiera se te vio insegura —me toma de los hombros—. Y a las personas les interesó.

—¿Sí? —pregunto, incrédula. No me cabe en la cabeza lo que dice, porque estaba tan pendiente de no fallecer que no pude fijarme en lo que ocurría alrededor.

—¡Que sí! Yo creo que tienes un puesto asegurado entre los primeros lugares.

No puedo creerme eso del todo, pero tal vez Anne tenga algo de razón, porque cuando levanto la mirada me encuentro con el profesor Marshall. Está a varios pasos de mi mesa, mirándome con ese tipo de mirada que le da un padre a su hijo. Dejando de lado su personalidad irascible, levanta su pulgar hacia mí como diciendo: «bien hecho». No me queda de otra que sonreír como una tonta.

En las siguientes horas me dedico a explicarles el juego a los demás estudiantes y a jugar unas partidas. Les explico que hay dos formas de juego: una larga y otra corta. Después pasa el jurado a hacer su evaluación. Estando mucho más tranquila les cuento que la finalidad del juego es aprender sobre el espacio exterior jugando, por eso su enfoque va más a niños que adultos. Ellos toman nota en unas enormes carpetas y pasan al siguiente puesto.

Detrás de ellos está Chase.

—He decidido hacerte una visita por si me extrañabas —dice, acercándose a mi mesa.

—Si eres tú el que vino a mí, supongo que en realidad eres tú el que me extraña a mí.

—Un poco —admite, aunque no sé si tomarlo como verdad o mentira—. Hablar de plástico es un tanto aburrido, así que he venido a echar una partida contra ti.

Eso me saca una sonrisa.

—No puedes ganarme en mi propio juego.

Sin que lo espere se apoya en la mesa y empieza a olerme.

—¿Acaso huele a miedo?

La Michi competitiva que se esconde detrás de mis inseguridades no puede permitir esa falta de respeto, mucho menos viniendo de Chase Frederick. Y mi orgullo, que tan magullado está por todas las veces que se ha enfrentado al gordo orgullo de Chase, decide que es momento de darle una lección.

—Hecho —digo.

—Hagamos esto más interesante... —propone, malicioso—. Apostemos.

Mi risa de satisfacción desaparece.

—¿Apostar? ¿Eso es legal? Es decir... ¿Seguro que es correcto apostar?

—¿Tienes miedo? —replica, sonriente.

—Bien, apostemos —habla mi orgullo—. El ganador podrá obtener lo que quiera del otro, siempre y cuando no cruce los límites de su consentimiento.

—Acepto.

Busco en mi mochila mi libreta. Paso de largo algunas anotaciones y en una hoja en blanco dejo por escrito nuestra decisión. Pese a que Chase dice que es absurdo firmar un acuerdo así, lo hace. Y yo pongo mi firma junto a la suya. Arranco la hoja, la doblo en cuatro partes y la coloco en el tablero.

—Listo. Hagamos el juego rápido.

Es alucinante cómo la palabra de Chase atrae tanto al público. Es un pestañear mi puesto está lleno de personas curiosas que quieren saber el resultado del juego.

—Las instrucciones son las siguientes: cada jugador debe llegar primero al agujero negro para llegar a la Tierra. La persona que lo haga más rápido gana. Cada planeta tiene un reto que dependerá de las tarjetas que saquemos. El reto puede ser una pregunta o un desafío, queda a la elección del jugador. Los desafíos constan de diez minutos.

Con mi explicación, el juego inicia. Chase se ve confiado. Lanza el dado y le toca el número cinco. A mí me toca el tres, por lo que él es el primero en comenzar. Corre la suerte de que le toque el seis y que salte a Marte. Saca una tarjeta y la lee para todos:

—¿Cuánto dura el periodo orbital de Marte? —Al acabar de leer, sonríe—. Fácil; 687 días.

El chico hace gala de su más horrible despotismo. Debí suponer que si quería competir contra mí, en mi propio juego, no la tendría tan fácil. Chase se ha estado informando, lo noto cuando me mira con tanta confianza.

—Es tu turno —dice, cediéndome el dado.

«Por favor, que sea un seis», ruego para mis adentros, una y otra vez.

Peeeero, mi mala suerte deja el dado en un tres, justo en el planeta Eris. Saco la tarjeta y respondo cuál es el significado de su nombre. Eso es fácil, cualquiera que sepa sobre mitología lo sabe.

A continuación, Chase lanza el dado. No corre con tanta suerte, pues solo le toca el dos. Aun así, al llegar a Ceres, saca la tarjeta y lee.

—¿Qué hay bajo la superficie de Ceres? Océano, hielo o lava.

Guarda silencio, pensando.

—Si respondes mal, retrocedes dos espacios.

Mi provocación lo lleva a responder:

—Lava creo que se me hace demasiado obvio, así que estoy entre hielo y un océano. Supongo que Ceres está alejado del sol, por lo que debe ser un planeta frío. Debe estar cubierto de hielo. Pero no hay hielo sin agua, así que me inclinaré por la primera opción.

De-mo-nios.

Chase ha respondido bien por pura lógica.

Este juego será más complicado de lo que creí.

Lanzo el dado y me toca el número seis. Respondo sin problemas, puedes todo lo que aparece en las tarjetas ya lo sé. Sin embargo, no cuento con la buena suerte de Chase y mi mala suerte. Apenas estoy a dos planetas de pasar a Chase. Corro la suerte de que se equivoque en una de las preguntas y retroceda dos espacios más.

Estamos en el mismo espacio.

Es mi turno, por lo que lanzo el dado y me toca un uno, lo que quiere decir que estoy a cinco casillas de la meta. Presumo de mi posición tomándome todo el tiempo del mundo en avanzar, pero de nuevo, no cuento con la suerte de Chase.

Le toca un maldito tres.

¡Un tres!

—Vaya, vaya —se ríe. Mueve su ficha y coge una tarjeta—. ¿Cómo se llama el fenómeno que consiste en la ausencia de la luz solar?

Se lo piensa.

Se lo piensa mucho.

—Si mal no recuerdo se llama... Noche Polar.

Es correcta.

Sigo yo. Esta vez llego a una casilla antes de la meta. Respondo la pregunta con seguridad y espero a que Chase vuelva a lanzar su dado. La tensión se vuelve palpable, los nervios me tienen el estómago lleno. El dado se mueve a una velocidad deprimente, tortuosa, hasta que indica su número.

Chase cae en mi misma casilla.

Puedo suspirar con alivio.

El juego es mío.

He ganado.

Chillo con tanto regocijo que me sale como un cacareo. Anne me abraza y Chase me mira asumiendo la derrota. Tomo la hoja con el acuerdo y la beso, aunque solo toque la tela del disfraz.

—¿Ves? Te dije que no puedes ganarme en mi propio juego.

—No presumas, estuve a nada de ganarte. Creo que esta vez la suerte estuvo de tu parte.

—¿Suerte? Esto se llama habilidad —me pavoneo usando la hoja como abanico—. Ah... me pregunto qué te pediré. En mis manos tengo un poder absoluto.

—Úsalo con sabiduría... mientras puedas.

—¿Cómo que «mientras puedas»? —doy un respingo.

Antes de que Chase responda, el presentador nos dice que ha están los resultados. Se acomoda sobre la tarima, justo delante del jurado. Les damos toda nuestra atención. Anne me toma de la mano porque he vuelto a ponerme nerviosa, y me guía a mi asiento. Respiro hondo y espero. Entrelazo los dedos en un ruego y cierro los ojos mientras el nudo en mi estómago se magnifica.

—Por favor, por favor, por favor... —murmuro.

Entonces, el presentador dice las palabras mágicas:

—Quien gana el primer lugar es... Allek Morris.

¿Qué?

Eso sí que no me lo esperaba.

Y, al parecer, Allek tampoco, pues apenas se asoma en su puesto. Por primera vez le veo esbozar una sonrisa incrédula. Cuando se da cuenta de que todos lo están mirando, intenta ponerse de pie en lo que lleva una mano a su cabeza para despeinarse el cabello.

—¡Eso, Allek! —le grito, llenándome de valor, y empiezo a aplaudir.

Anne me imita y, en cosa de segundos, todos en el auditorio le están aplaudiendo. Allek ensancha su sonrisa. Su rostro muestra todas las expresiones que jamás se permitió hacer. Con cierta torpeza enternecedora, sube a la tarima a recibir la medalla y el premio. Hay más gritos y luego una seguidilla hacia su lugar.

Yo resoplo y me vuelvo a sentar.

Anne me pone su mano en la espalda.

—¿Estás bien?

—Es un poco triste no haberme llevado el primer lugar, pero me pone feliz que lo haya hecho Allek. Estuve probando su juego y, la verdad, se lo merece.

Soy honesta. Me alegra que haya ganado. Diferente hubiera sido el caso si el primer puesto se lo llevaba Chase. Ahí lo rompo todo. Pero, más allá de la competencia, el resultado es alentador.

—¿Eres Michelle Wallas?

Un hombre, que reconozco como uno de los cazatalentos, se acerca a mi puesto haciendo un recorrido rápido de mi decoración. Una ráfaga de nervios transita por mi cuerpo y me obliga a ponerme de pie de un salto.

—Sí, con ella.

—Soy Brandon Addams, pertenezco al área de recursos humanos de la universidad de Atkins. Tu profesor de Lenguaje nos ha estado hablando mucho de ti y tu interés por la astronomía.

—Ah, ¿sí? —me tiembla la voz.

—Sí —dice—. Y estamos interesados en el fomento de su aprendizaje tanto en niños como en adolescentes. Si te interesa conocer más del tema, te dejo mi tarjeta —se mete la mano al bolsillo de su traje y me entrega una tarjeta que tiene en grande el logo de la universidad.

—Gr-gracias —balbuceo—. Lo tendré en cuenta.

El sujeto me da una sonrisa plácida y se marcha.

Me giro hacia Anne como si fuera un robot.

—Anne... —intento hablar— Él era de... Él me habló de Atkins. —Estoy que no me lo creo. Y lo peor es que Anne tampoco. Toma la tarjeta y la examina—. Dime que no es una broma.

—Amiga, no lo es. Esta tarjeta parece real.

Me aprieto los labios para reprimir el grito.

—No puede ser, no puede ser, no puede ser. Atkins, mi universidad soñada.

Los ojos me pican.

—¿Sabes lo que significa eso?

—¿Qué?

—Que ya tienes un pie dentro. ¡Hay que celebrarlo!

Parece que media escuela tiene la misma idea, porque ese mismo día, por la noche, Anne y yo somos invitadas a una fiesta en casa de Mika.


__________________________

Volvióooo, aunque no puedo prometer si por mucho tiempo T-T Pero extrañaba demasiado a mis niños, y ustedes por lo que me respondieron en ig, también (creanlo o no, leí sus respuestas a la storie <3)

Espero que les haya gustado este capítulo porque lo hice con mucho amorsh, aunque admito que es más un capítulo de transición para lo weno 7u7

En el siguiente capítulo saldrá la escena que inspiró la portada c:

yyyy, a las personitas que les di un spoiler, conté mal el número de capítulos xD perdón!!!

Tenía pensado decirles más cosas, pero ya me olvidé ajajdja

En fin, denle luv al capítulo y no olviden bañarseee~

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro