Capitulo 2
La mañana había llegado finalmente al Reino Champiñón, y nuestro querido fontanero de gorra roja se encontraba desayunando con su hermano menor, en la mesa del comedor de su modesta casa, Mario hacía todo lo posible por prestarle atención a Luigi, tratando de olvidarse de todo lo sucedido en la noche, ya que no había podido volver a conciliar el sueño debido a la pesadilla con respecto a su amada princesa y, sobre todo, a la conversación que tuvo con su doble.
Cada palabra aún seguía presente en su memoria, repitiendo se, como una grabadora que no podía ponerle pausa ... aunque quisiera, Mario trago saliva, intentando concentrarse en la charla de su hermano menor, sin embargo, su mente seguía divagando en aquellos recordatorios tan dolorosos, haciéndolo sentir confundido y sin rumbo.
Luigi: Hey Mario, ¿estás bien? - preguntó preocupado, notando la distracción de su hermano mayor - No has dicho ni una palabra desde que empezamos a desayunar.
Mario: ¿Eh?... Si, si estoy bien, solo... estoy un poco cansado - respondió con una sonrisa forzada, intentando disimular su estado emocional.
Luigi: Sabes que puedes contarme lo que te pasa, ¿no? - le pregunta mientras lo mira con una mirada sincera y preocupada.
Mario: No te preocupes Luigi, es solo... estrés, no es nada - respondió evadiendo la mirada de su hermano menor.
Luigi: Claro... solo estrés - murmuró, con un tono de desconfianza, pero no insistió más, sabía que Mario prefería mantener sus problemas en privado.
Mientras ambos continuaban con su desayuno en un incómodo silencio, Mario no podía evitar pensar en las palabras de su doble, en la pesadilla con Peach, en el dolor que sentía en su corazón por un amor que parecía imposible, se sentía atrapado entre dos mundos, entre el deber de ser el héroe del reino y sus propios deseos y sueños, que parecían cada vez más lejanos e irrealizables, Mario sabía que no podía seguir así, que tenía que tomar una decisión, enfrentar sus miedos y dudas, pero ¿cómo hacerlo sin desmoronarse por completo?.
Después de desayunar, ambos hermanos se dirigieron a sus respectivas habitaciones para cambiarse y colocarse sus icónicos trajes de fontaneros, Mario se sentó en la cama, con su corazón aún dolorido por la pesadilla y la conversación con su doble, se puso el traje con movimientos mecánicos, sintiendo que cada paso lo acercaba más a enfrentar sus miedos y dudas.
Salieron de casa juntos, pero pronto se separaron, Luigi se dirigió hacia el castillo de la Princesa Daisy, su pareja, mientras que Mario se encaminó hacia el castillo de la Princesa Peach, aunque ambos llevaban los mismos trajes y compartían la misma profesión, sus caminos eran muy diferentes.
Mario caminaba con la mirada perdida, sus pensamientos aún estaban en la pesadilla y las palabras de su doble, se sentía perdido, sin rumbo, como si todo lo que había hecho hasta ahora no tuviera sentido, cuando llegó al castillo de Peach, con un suspiro, subió las escaleras hacia su habitación.
Peach lo recibió con una sonrisa, pero Mario notó que algo estaba diferente, su sonrisa parecía forzada, sus ojos no brillaban como solían hacerlo, lo cual lo hizo sintir un escalofrío recorrer su espalda, recordando la pesadilla, ¿acaso la Peach de la pesadilla se estaba volviendo realidad?.
Intentó sacudir esos pensamientos de su mente, concentrándose en la misión que tenía que realizar en el castillo, pero cada vez que miraba a Peach, veía la sonrisa burlona de la pesadilla, sentía el beso traicionero que le atravesaba el corazón, el fontanero sabía que tenía que enfrentar sus miedos, pero no sabía cómo, la presencia de Peach lo confundía, lo atormentaba, ¿podría realmente amarlo alguna vez o siempre sería solo su leal sirviente, su perro guardián?, estas preguntas lo acompañaban mientras realizaba su trabajo en el castillo, un trabajo que antes disfrutaba pero que ahora se sentía como una carga, él sabía que tenía que tomar una decisión, pero no sabía cuál era la correcta.
Conforme pasaban los segundos, convertidos en minutos y luego en horas, Mario se sentía cada vez más atrapado en una caja sin salida, esa sensación de claustrofobia se intensificaba con cada segundo, como si la habitación se volviera más pequeña con el paso del tiempo, mientras ejercía sus habilidades y conocimientos de fontanería en diversas partes del castillo, podía sentir la mirada de Peach sobre él, y no era una mirada de buena manera.
La princesa lo observaba con una mezcla de curiosidad y sospecha, como si estuviera tratando de descifrar un enigma, lo cual hacia que Mario se sintiera cada vez más incómodo bajo su escrutinio, recordando la pesadilla y la sensación de traición del beso, ¿qué escondía realmente la princesa que tanto amaba, detrás de esa sonrisa forzada?, sin embargo, el fontanero, intentó concentrarse en su trabajo, ajustando tuberías y reparando fugas, pero cada movimiento se sentía como una tortura, la presencia de Peach lo distraía constantemente, y cada vez que ella se acercaba, sentía un escalofrío recorrer su espalda.
Sin embargo, ejerciendo una gran fuerza de voluntad, que ni él sabía de dónde la sacó, pudo completar su trabajo sin más problemas, y revisando una última vez todas las tuberías y sistemas del castillo, se aseguró, de que todo estuviera en perfecto orden, finalmente, con un suspiro de alivio, se dirigió hacia la sala del trono, donde se encontraba Peach, la princesa lo miró con una sonrisa, pero Mario notó que algo en sus ojos no estaba del todo bien.
Peach: Gracias por tus servicios en el mantenimiento de mi castillo, Mario, como siempre, has hecho un excelente trabajo - expreso con su tono de voz dulce.
Mario: El placer es mío, su alteza - respondió con un leve inclinación de cabeza, tratando de mantener la calma.
Peach: Sabes que siempre puedes contar conmigo, ¿no? - dijo, acercándose un poco más.
Mario: Sí, claro - respondió, con su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
Por un momento, Mario sintió que la pesadilla estaba a punto de hacerse realidad, la mirada de Peach se intensificó, y Mario tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantener la calma, la princesa sin decir nada mas, se alejó con una última sonrisa, dejándolo solo en la sala del trono, con su corazón aún latiendo con fuerza.
Sin tener más motivos para quedarse, el fontanero, salió del castillo con un suspiro, sintiendo que había pasado una prueba más, pero sabía que no podía seguir así, que tenía que encontrar una solución a sus problemas, tanto personales como profesionales, él sabía que enfrentar sus miedos no sería fácil, pero era la única manera de seguir adelante.
Tras salir del castillo, Mario recorrió a paso lento la villa de los Toads, donde los habitantes de dicha villa, lo miraban con admiración y respeto, especialmente los más pequeños, quienes rápidamente lo rodearon para pedirle autógrafos y tomarse fotos con él.
Mario simplemente sonrió y saludó a todos con amabilidad, pero por dentro sentía que su corazón seguía roto, las palabras de su doble y la pesadilla con Peach aún resonaban en su mente, recordándole el dolor y la incertidumbre que aún sentía, sin embargo sus pensamientos fueron interrumpidos cuando un pequeño Toad se acercó a él con un lápiz y un papel en mano.
Toad pequeño: ¡Hola Sr.Mario! ¿me puedes firmar esto por favor? - pregunto con entusiasmo mientras lo miraba con un brillo de admiración en sus ojos.
Mario: ¡Claro que sí! - respondió con una sonrisa, tomando el papel y el lápiz.
Firmó el papel con su característica firma, y el pequeño Toad saltó de alegría, otros niños Toads, al ver esto, también se acercaron, pidiendo autógrafos y abrazos, Mario sin dudarlo, cumplió con todas las peticiones, tratando de mantener su sonrisa y su buen humor.
Pero por dentro, sentía que estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma, las palabras de su doble seguían resonando en su mente, recordándole su fracaso como héroe y como hombre, ¿realmente valía la pena seguir luchando por un amor imposible?, ¿o debería rendirse y aceptar su destino como un simple sirviente del reino?.
Sea cual sea la decisión que fuera a tomar, tendría tiempo para pensar en ella, después de firmar autógrafos, tomarse fotos con sus admiradores y dar uno que otro abrazo, Mario abandonó la villa y continuó su camino en solitario a un ritmo lento, no tenía ganas de regresar a casa, son mencionar que a penas era mediodía.
Y caminando por los campos verdes y coloridos del Reino Champiñón, el fontanero de gorra roja, observaba la belleza natural que lo rodeaba, pero en medio de tanta belleza, Mario no podía evitar pensar en sus problemas, hasta que se topó con un pequeño lago, sin más opción, decidió sentarse en la orilla, mirando la superficie tranquila del agua, en ese momento de calma, intentó ordenar sus pensamientos, sabía que tenía que enfrentar sus miedos y dudas, pero no sabía cómo hacerlo, en especial cuando había mucho en juego, y que cualquier decisión que tomara podría cambiar su vida para siempre.
Mientras Mario se perdía en sus pensamientos tratando de poner en orden su caos emocional sentado en la orilla del lago, nos trasladamos a la ubicación de Luigi, quien se encontraba con la Princesa Daisy platicando muy seriamente en uno de los diversos balcones de su castillo sobre un tema en cuestión... Mario.
Luigi: Daisy, no sé qué hacer, mi hermano está pasando por un momento muy difícil y no sé cómo ayudarlo - expreso con preocupación, mientras miraba hacia el horizonte.
Daisy: Luigi, sé que es difícil ver a alguien que amas sufriendo, pero a veces hay que dejar que las personas encuentren su propio camino - respondió con una voz suave y comprensiva.
Luigi: Sí, lo sé, pero ¿y si no encuentra el camino correcto?, ¿y si se pierde por completo? - preguntó, con un tono de desesperación.
Daisy: Confía en Mario, es fuerte y valiente. Ha enfrentado muchos desafíos y siempre ha salido adelante, estoy segura de que encontrará una solución - coloca una mano sobre el hombro de Luigi en un gesto de consuelo.
Luigi suspiró, tratando de calmar su preocupación, sabía que Daisy tenía razón, pero era difícil ver a su hermano sufriendo y no poder hacer nada para ayudarlo, como sucedió anoche, cuando lo oyó gritar tras despertar de otra pesadilla, esos gritos se habían vuelto muy comunes casi todas las noches, pero en esa ocasión, en lugar de entrar para preguntarle si estaba bien, Luigi se detuvo a espiar a su hermano a través de una pequeña abertura de la puerta.
Lo que más le preocupó fue observarlo y escucharlo hablar solo, como si alguien más estuviera ahí con él, eso sin duda solo hizo que su preocupación creciera, pero por el momento prefirió no sacar a la luz ese tema con Daisy, primero necesitaba más información al respecto y solo había una manera de conseguirla.
Luigi: Daisy, necesito irme, tengo que... tengo que hacer algo - y sin darle tiempo a su amada para responder, le dio un beso rápido y se fue del balcón dejándola sola.
Tras salir del castillo de su amada, Luigi corrió hacia la casa que compartía con su hermano mayor, con su corazón latiendo con fuerza, al llegar, subió rápidamente las escaleras hacia la habitación de su hermano, se detuvo frente a la puerta, escuchando con atención, por fortuna, parecía que Mario todavía seguía afuera, y no había regresado.
Con cuidado, Luigi abrió la puerta y entró en la habitación, decidido a buscar respuestas, este comenzó a hurgar en las pertenencias personales de su hermano mayor, en busca de algo en específico, aunque se odiaba a sí mismo por invadir la privacidad de la habitación de su hermano, pero si quería ayudarlo, estaba dispuesto a correr el riesgo, y eventualmente, Luigi encontró lo que estaba buscando: el diario secreto de su hermano, con manos temblorosas, lo tomó y lo abrió, esperando encontrar algunas respuestas sobre el estado emocional de Mario, sin embargo lo que encontró escrito en esas páginas, lo dejó atónito...
Continuará...
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