Parte 5: Él no es un mounstro
ROMPIENDO EL SELLO
PARTE 5: ÉL NO ES UN MOUNSTRO
El autobús se detuvo frente al museo, y Uraraka se levantó, ajustando la correa de su bolso mientras Deku la seguía con pasos ligeros. Aunque el día era soleado, con nubes esponjosas decorando un cielo despejado, el aire tenía un peso extraño, como si algo invisible acechara a la vuelta de la esquina. Uraraka intentó ignorarlo al bajar del autobús, pero la incomodidad la siguió como una sombra persistente.
Por instinto, giró la cabeza hacia atrás, apretando la correa de su bolso. Frunció el ceño al sentir una punzada de preocupación en el pecho. Su corazón se aceleró mientras un escalofrío recorría su espalda. La brisa repentina y helada golpeó su rostro, enrojeciendo su nariz y sus mejillas, que de por sí siempre tenían un leve toque rosado.
—¿Todo bien? —Le susurró Deku con voz ronca, suave pero tensa.
Uraraka levantó la vista hacia él, notando algo diferente. Su rostro no mostraba su habitual expresión de curiosidad ni su calidez característica. En cambio, Deku tenía los ojos entrecerrados, serios, como si estuviera buscando algo más allá de lo visible.
Antes de que pudiera responder, él la rodeó con un solo brazo, atrayéndola hacia su pecho. El gesto era protector, pero en el aire flotaba una energía que lo hacía parecer más un acto de afirmación territorial. El corazón de Uraraka latía desbocado, pero no solo por la sensación de peligro que la rodeaba. El abrazo de Deku era firme, casi posesivo, y aunque no podía negar que se sentía protegida, también la hacía sentirse algo incómoda.
Él miraba a su alrededor, sus ojos atentos a cualquier movimiento. «No veo a nadie. Y los humanos alrededor son completamente normales. No hay rastro de un yokai disfrazado. Entonces, ¿qué es esta sensación?»
Deku mantenía a Uraraka pegada a su pecho, como si estuviera enviando un mensaje claro al mundo: "Ella está conmigo." Su postura, más que cálida, proyectaba fuerza, una advertencia hacia lo que sea que estuviera emitiendo esa vibra inquietante.
Ella, por su parte, notó el aroma que provenía de Deku. No era como las lociones artificiales de sus compañeros de universidad, sino algo fresco y natural, como césped recién cortado o el aire de un bosque después de la lluvia. Cerró los ojos por un instante, dejándose llevar por la sensación, pero al abrirlos volvió a centrarse. El corazón de Deku, o lo que ella esperaba que fuera un corazón, no latía de la misma forma que el suyo, lo cual la desconcertó aún más.
Sin embargo, lo que Deku no había notado era otra mirada que los observaba desde el museo.
A través de los amplios cristales, Shinso estaba de pie, sus ojos clavados en la escena. Su ceño se frunció al ver la cercanía entre Uraraka y el extraño que la acompañaba. Su puño se apretó inconscientemente. Solo había pasado un día sin acompañar a su amiga, y parecía que el mundo había cambiado por completo en su ausencia.
Chasqueó la lengua con frustración. La ironía lo golpeó con fuerza: él siempre había bromeado con la idea de que Uraraka tuviera novio, pero ahora, al verla tan cómoda y cercana con otro hombre, sentía una punzada amarga en el pecho que no podía ignorar.
—¿De qué carajos me he perdido? —Murmuró para sí mismo, mientras su mirada se endurecía, llena de celos y confusión.
—Mmm... —Uraraka soltó un pequeño quejido al sentir cómo el abrazo de Deku se hacía más fuerte. Alzó su mirada hacia él, sus ojos achocolatados buscando los verdes de su compañero. Deku bajó la vista y, al encontrarse con ella, su semblante serio se transformó en una media sonrisa.
El cambio fue tan repentino que Uraraka sintió un calor extraño en su pecho. Era... atractivo.
—Oh, mis disculpas, Ochako —dijo Deku, separándose de ella con una expresión amable. Su tono dulce y amigable regresó como un bálsamo, disipando la inquietud del momento— Es solo que sentí algo.
Uraraka parpadeó, aún tratando de calmar su acelerado corazón. Pero lo que él había dicho despertó una chispa de inquietud.
«¿Él también lo sintió?»
—Entonces no fue mi imaginación —dijo, cruzándose de brazos y arqueando una ceja. —¿Sabes qué es lo que pasa?
Deku ladeó el cuello, pensativo, y asintió.
—Es una presencia. Por cómo se siente, diría que es fuerte.
El rostro de Uraraka se tensó, reflejando preocupación. Deku notó el cambio al instante y soltó una suave risa para aliviar el ambiente.
—Descuida, Ochako. Sea lo que sea, te protegeré. No permitiré que estés en medio de esto.
Ella no pudo evitar sonreír ante sus palabras, aunque una parte de ella no estaba convencida de que sería tan sencillo.
Mientras caminaban hacia las puertas del museo, el guardia saludó a Uraraka con una sonrisa amistosa, a lo que ella respondió con su usual calidez. Deku, sin embargo, se quedó unos pasos atrás, completamente absorto por la estructura del edificio. Sus ojos recorrían cada detalle de la fachada, desde las columnas hasta los ventanales amplios que reflejaban la luz del día.
—Ochako, este lugar es increíble. ¡Nada en mi época se parecía a esto! —Dijo con un brillo en los ojos.
—Bueno, pasaron unos cuantos años, Deku. Era lógico que las cosas cambiarán —respondió ella con una risa ligera.
Pero Deku no la escuchó; seguía examinando todo con una mezcla de asombro y desconcierto. Tocó una de las paredes exteriores con la palma de su mano, como si intentara comprender cómo algo tan pulido y sólido podía existir.
—Todo parece tan... perfecto. En mi tiempo, los castillos eran imponentes, sí, pero toscos. Esto se ve... como algo salido de un sueño.
Se giró hacia ella, señalando los cristales de las ventanas que dejaban pasar la luz.
—Y esas cosas... ¡Son como espejos gigantes que dejan entrar la luz! ¡Es fascinante!
—Son ventanas, Deku —respondió Uraraka con una sonrisa que apenas contenía su risa.
El entusiasmo de Deku la contagiaba, pero alguien más observaba la escena desde el interior. A través de los cristales, Shinso los miraba con el ceño fruncido.
—¿Quién demonios es ese? —Murmuró para sí mismo, mientras veía cómo Deku señalaba algo más en el edificio. La cercanía entre ambos no pasó desapercibida, especialmente cuando Deku tocó con familiaridad el brazo de Uraraka.
Cuando finalmente entraron, Shinso estaba esperándolos cerca de los lockers.
—¿Quién es? —Preguntó directo, cruzado de brazos, sin apartar los ojos de su amiga.
—Es un amigo de la infancia —respondió Uraraka con calma, mientras Deku observaba las cabinas metálicas del elevador con curiosidad.
—¿Y esas cosas? —Preguntó Deku, apuntando a las puertas metálicas que se abrían y cerraban automáticamente.
—Es solo un elevador. ¿En dónde vives no hay? —Replicó Shinso, con un tono ligeramente cortante.
Deku negó con la cabeza, su mirada todavía fascinada.
—No. En donde vivía, no existían cosas como esta.
—Se llama Yamikumo Jakku —añadió Uraraka rápidamente el nombre mientras sonreía con nerviosismo.
Shinso la miró en silencio, sus ojos oscilando entre Uraraka y Deku. La tensión en su rostro delataba su molestia, aunque no dijo nada más. El yokai parecía ajeno a la incomodidad que flotaba entre la chica de cabellera castaña y el chico de ojeras.
—Ochako, iré a echarle un vistazo a las estatuas de ahí, al fondo —dijo Deku mientras soltaba suavemente el brazo de Uraraka y se encaminaba hacia la sección indicada.
—Iré contigo en un momento, no te muevas de ahí, por favor —respondió Uraraka en un tono firme, pero lo suficientemente bajo como para no llamar demasiado la atención. No había muchas personas en el museo, pero la sola idea de gritar le parecía absurda.
Deku levantó la mano en un ademán despreocupado, asegurándole que había entendido. Uraraka suspiró, más tranquila, aunque la tensión que sentía no desaparecía del todo.
Entonces, llegó el carraspeo de Shinso, seguido de la inevitable pregunta:
—¿Amigo de la infancia? —Su tono sonaba sobreprotector, pero sus ojos traicionaban una mezcla de incredulidad y algo más profundo.
Uraraka asintió mientras caminaba hacia la tienda de regalos.
—¿Y dejas que tenga contacto físico contigo? —Continuó Shinso, frunciendo el ceño.— Además, te llama por tu nombre.
Uraraka suspiró con evidente irritación mientras ajustaba su placa de identificación en la blusa blanca. Sabía que las preguntas vendrían, pero no esperaba que él fuera tan insistente.
—Ashido-san también me llama por mi nombre —respondió con obviedad mientras sacaba un paquete de gomitas del mostrador.
—Ella llama a todas las chicas por su primer nombre —rebatió Shinso, cruzándose de brazos con un aire de terquedad. Su mirada seguía fija en Uraraka, pero su tono dejaba entrever algo más. —Y te tomó del brazo. Con los chicos no dejas que te llamen por tu nombre, y haces todo lo posible por evitar el contacto físico con ellos.
Uraraka dejó el paquete de gomitas en el mostrador, girándose para mirarlo con una ceja arqueada.
—Oye... —empezó, su tono ahora un poco más suave pero cargado de ironía—. Suenas celoso, y no me gusta.
Shinso frunció el ceño. ¡Claro que quería llamarla por su primer nombre! Ella era prácticamente su crush. Cuando trató de hacerlo, simplemente Uraraka lo frenó, diciéndole que preferiría ser llamada por su apellido. Shinso lo entendió. Él tampoco disfrutaba que lo llamaran por su nombre, especialmente si eran personas que no le importaban.
Sin embargo, conocía a Uraraka desde hacía ocho meses, y deseaba que su amistad avanzara un poco más. Y ahora, ver llegar a ese chico de cabello rizado y verde, con cicatrices, actuando como si la conociera de toda la vida, hablándole tan familiar y tomándola del brazo... pues sí, sintió celos.
—No lo estoy —mintió Shinso, desviando la mirada.
Uraraka no pudo evitar reírse. Sabía que con Shinso podía bajar la guardia y disfrutar de una conversación más genuina. Había algo en su terquedad que le resultaba entrañable.
—¡Deja de reírte, tonta! —bufó Shinso, cruzándose de brazos con más fuerza.
—No, tú me quieres —respondió ella, esbozando una sonrisa juguetona.
En ese momento, Shinso desvió la mirada, apretando los labios para contener sus emociones.
«Maldita sea. ¿Cómo puedes sonreír así, sin saber lo que me haces sentir? Maldición, odio eso», pensó, mientras sentía cómo su corazón latía con fuerza.
Entonces, Toshinori entró en escena, su voz rompiendo la tensión entre los dos jóvenes.
—¿Hay peleas o hay risas? —Preguntó con una sonrisa ligera.
—Buen día —saludó Shinso, todavía algo molesto.
—Buen día, Toshinori-san —dijo Uraraka con una leve inclinación de cabeza. —Shinso y yo hablábamos de lo celoso que es.
—Joven Shinso, debe controlarlo. Podría espantar a su futura novia —bromeó Toshinori, soltando una pequeña risa.
El rostro de Toshinori cambió repentinamente, adoptando un aire serio. Suspiró profundamente antes de hablar.
—Deben saber algo importante —comenzó, atrayendo la atención de ambos jóvenes. —Esta mañana, como de costumbre, hice mi recorrido por todo el museo, y al llegar a la bodega...
El rostro de Uraraka perdió color, mientras un escalofrío recorría su espalda.
—Vi pedazos de roca. Revisé qué estatua era y descubrí que la más reciente estaba rota. —Sus ojos se posaron directamente en Uraraka. —Sé que no tienes culpa de nada, pero dime, ¿la estatua del yokai estaba pesada?
—¿Qué? ¿Pesada? —Preguntó ella, incrédula, sintiendo cómo su garganta se secaba.
—¿Qué estatua se rompió? —Intervino Shinso, intentando aliviar la tensión con un tono práctico. —Podríamos pegar los pedazos.
Toshinori negó con la cabeza.
—Es la estatua de un demonio llamado Deku. Pero lo más extraño es que la estatua estaba hueca, y los pedazos no pueden ser ensamblados de ninguna manera. Puede que fuera una estatua falsa, pero sí lo es... mi amiga me va a matar.
Uraraka tosió de repente, con fuerza. Shinso, desconcertado, la miró y rápidamente le arrojó una botella de agua de las que también vendían en la tienda de regalos. Sin pensarlo, Uraraka bebió apresuradamente, su garganta ardía con cada trago. Sus piernas temblaron, y apretó la botella de plástico con ambas manos.
La estatua estaba completamente hecha pedazos. Toshinori había sugerido que estaba hueca, que podría ser falsa. Pero Uraraka sabía que si su jefe, tan meticuloso como era, revisaba la carpeta con la información de cada estatua, había una alta posibilidad de que reconocieran a Deku como el yokai de la figura rota.
Sin embargo, la idea de que su jefe creyera que una estatua cobró vida por arte de magia le parecía absurda. Era como si de repente se tratara de un cuento infantil, como Pinocho. Uraraka intentó convencerse de que esto era una coincidencia más, como las fotos de retratos victorianos que circulaban en YouTube, donde personas actuales parecían clones de figuras históricas. Sí, una simple coincidencia.
«Está bien. No es como si Deku apareciera aquí...»
—Ochako, tardaste mucho, así que vine a buscarte —la voz de Deku resonó desde la entrada de la tienda de regalos.
Uraraka palideció. «Claro, el universo definitivamente me odia», pensó, recordando cómo su vida parecía haberse cruzado con la fantasía desde el momento en que liberó al yokai.
Toshinori, que hasta entonces mantenía una expresión tensa, relajó el semblante al notar la actitud amistosa y curiosa de Deku, quien comenzó a examinar los artículos de la tienda con evidente fascinación.
—De- — —Uraraka se corrigió rápidamente, acercándose a Deku con pasos apresurados. —Yukimuro, no deberías estar aquí.
—¿Está prohibido? —Preguntó él con indiferencia, encogiéndose de hombros.
—Sí —respondió Uraraka con firmeza.
—Sí —murmuró Shinso, sin perder la oportunidad de estar de acuerdo.
—Por supuesto que no, joven. —Toshinori intervino, con una mirada que oscilaba entre la confusión y la curiosidad.
—Estoy sumamente confundido. ¿Puedo entrar? —Preguntó, obteniendo como respuesta del mayor un gesto con la cabeza.
Deku sonrió amablemente y continuó explorando. Primero se dirigió a los estantes de peluches, reconociendo algunas figuras que le parecían familiares: criaturas neutrales que, según recordaba, no intervenían en conflictos entre humanos y yokais. Después, caminó hacia otra sección donde pequeñas estatuas estaban alineadas en vitrinas.
Sus ojos verdes se detuvieron en una figura en particular: un joven con un kimono decorado con patrones que parecían pétalos de cerezo. Pero lo que más le llamó la atención no fue el kimono, sino las múltiples manos que cubrían el cuerpo de la estatua.
Deku frunció el ceño. «¿Cómo pueden vender esto?»
—Son ¥6000 —dijo Shinso desde atrás, interrumpiendo sus pensamientos. —Por ¥200 más, podrías llevarte una bolsa de regalo, pero dudo que a Uraraka le interesen esas cosas. Tal vez deberías probar con los mochis.
Deku giró lentamente, sosteniendo la figura con firmeza. El tono burlón de Shinso no lo afectó, pero las palabras de desprecio hacia los yokais le recordaron el rechazo de los aldeanos en su tiempo.
—¿Cómo se atreven a comercializar esto? —Dijo Deku en un tono molesto, que no pasó desapercibido por los presentes.
Uraraka, que hablaba con Toshinori, notó el cambio en el ambiente y caminó hacia ellos con el ceño fruncido.
—¿Qué pasa? —Preguntó, mirando a Deku y luego a la figura que sostenía.
—Ochako, ¿por qué venden esto? —Le mostró la estatua, su voz cargada de frustración.
Uraraka tomó la figura y la observó. La reconoció de inmediato, pues había memorizado la historia detrás de cada estatua. Y aunque esta no estuviera físicamente en el museo, había leído sobre ella en uno de los libros que Toshinori guardaba en la bodega.
—Bueno... —comenzó, mirando con preocupación a Deku. Sus ojos ya no tenían el brillo curioso de siempre.
—Hay coleccionistas interesados en el ocultismo, y se venden. Pero si no te gustan los demonios, es entendible. Son aterradores, horrendos, mercenarios, sin corazón alguno —dijo Toshinori con seriedad.
Deku frunció el ceño ante esas palabras.
—Así como ese yokai —continuó Toshinori, señalando la figura con un movimiento de cabeza. —Shigaraki el Destructor. Se dice que las manos en su cuerpo pertenecían a su familia, a quienes asesinó por placer. Los yokais son monstruos.
—¡Toshinori-san! —Regañó Uraraka angustiada.
—¡No todos son así! —Gritó Deku, golpeando con fuerza el mostrador de vidrio. El impacto dejó una pequeña grieta en la superficie.
La reacción de Deku dejó a todos en silencio. Shinso frunció el ceño, observando con cautela al supuesto "amigo de la infancia". Toshinori retrocedió ligeramente, mientras Uraraka miraba a Deku con una mezcla de preocupación y culpa.
Sin decir más, Deku se giró y salió corriendo de la tienda.
—¡Espera! —Gritó Uraraka, siguiéndolo sin pensarlo dos veces.
Uraraka corrió tras Deku, ignorando las miradas curiosas de las personas en el museo. Su corazón latía rápidamente, no solo por el esfuerzo, sino por la preocupación que sentía al verlo tan afectado. Finalmente, lo encontró sentado en una banca del jardín exterior, con la cabeza gacha y los codos apoyados en las rodillas.
Justo cuando estaba a punto de acercarse, una voz infantil llamó su atención.
—¡Mamá, qué miedo esa estatua de yokai! —Dijo un niño pequeño mientras señalaba un cartel del museo.
—No te preocupes, cariño. Mientras confiemos en los dioses, estaremos a salvo. Por eso esos demonios están sellados, para que no puedan hacernos daño —respondió la madre con tono tranquilizador.
El niño asintió, pero seguía mirando el cartel con temor. Uraraka sintió un nudo en el estómago. Las palabras de la madre eran un reflejo del desprecio que los humanos tenían hacia los yokais, generalizando a todos como peligrosos. Sin embargo, al mirar a Deku, ella sabía que no era como ellos. Él no era un monstruo, y estaba decidida a demostrárselo.
—Deku... —susurró, acercándose lentamente hasta sentarse a su lado.
Él levantó la vista, sus ojos verdes opacos y llenos de melancolía.
—Quizás tienen razón —dijo en voz baja. —Tal vez no soy diferente. Los humanos siempre han pensado lo peor de nosotros, y, al final, los yokais no hemos hecho mucho para cambiar eso.
Uraraka negó con firmeza, girándose para mirarlo directamente.
—No. Tú no eres como ellos. Deku, yo confío en ti. No me importa lo que digan los demás, ni lo que crean. Tú eres diferente, y eso es lo que importa.
Deku la miró, sorprendido por la sinceridad en su voz.
—¿Por qué...? —Preguntó, con un tono apenas audible.
—Porque me transmites mucha paz. Porque sé que no eres un monstruo. Y porque... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas. —Porque me importas. Quiero ayudarte a encontrar tu libertad, para que nadie vuelva a encerrarte jamás.
Deku dejó escapar un suspiro tembloroso, sus ojos comenzando a recuperar algo de brillo. Sin decir nada, se inclinó hacia ella y la abrazó.
—Gracias, Ochako. —Su voz era suave, pero llena de emoción.
Ella correspondió al abrazo, sintiendo que, en ese momento, había logrado calmar un poco la tormenta que el de hebras verdes llevaba dentro.
· · ─────── ·本· ─────── · ·
Este es un capítulo un poco largo de unas 3 mil palabras, para ser exactos 3,040 palabras.
La mini historia que inició como un oneshot la he escrito usando la tablet, por si ven detallitos es debido a eso :s
¿Qué más les puedo decir? Mmm, estaba pensando pues quizá hacer dos extras al final, pero ya dependerá de mi tiempo y qué me gustaría agregar porque poner texto por poner no me gusta. ¡Oh! Quizá un extra aparte en donde tengan varias situaciones, idk, ya veremos xp
Espero que les guste.
—Eclipsa, fuera💜
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