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Rompiendo el caparazón de prejuicios


Las clases terminaron después de lo que pareció una eternidad, Owayne y Chris salieron sin demasiada prisa por mezclarse entre la multitud de estudiantes. Con pasos lentos se dirigieron hasta un parque, escuchando el crujir de las hojas bajo sus pies.

—¿Tienes tiempo hoy en la tarde? —preguntó Chris tomando asiento en un banco de concreto—. ¿O salir con tu perfecto amigo es demasiado aburrido?

Owayne encendió un cigarrillo y se sentó en el pasamanos, su mirada parecía perdida en la distancia.

—Hoy aún debo trabajar —contestó.

—¿Qué tal mañana? —insistió Chris, levantando una ceja.

—Debo estudiar para los exámenes, igual que debería hacer mi "perfecto amigo".

—¡Que aburrido!, siento pena por tu pobre novio si con él también pones excusas como esas —espetó, y tras arrebatar el cigarrillo de los labios de su amigo lo llevó a los suyos e inhaló un poco.

—No son excusas —soltó Owayne arrebatando nuevamente el cigarrillo— debo estudiar en verdad. El trabajo ha sido estresante los últimos días, y aunque quisiera salir con Seere, apenas hemos tenido horarios que coincidan.

—Vaya dilemas los tuyos. Relájate un poco, bestiecita dramática, que pierdes atractivo cuando te estresas —susurró con voz más ronca y se levantó para alzar su barbilla y pasar el pulgar por sus labios.

Owayne, extrañado por aquel contacto, se puso de pie también y apagó el cigarro en el respaldo del banco.

—Decirlo es más fácil que hacerlo, aunque de verdad espero que hoy sea un día más tranquilo.

—No te preocupes, seguro hoy se alinean los planetas para que encuentres la paz. Nos vemos luego, ¡déjame saber si la suerte está de tu lado!

Owayne rio, agradecido por la ligereza que Chris aportaba a su día, y continuó su camino hacia el trabajo, esperando que las palabras de su amigo fueran un presagio positivo.

Aunque era verdad que el trabajo había sido extenuante, parte de la poca convivencia con Seere era por su última conversación.

De alguna manera no se sentía cómodo haciendo que Seere tuviese que recordar a su anterior pareja, temía provocarle dolor y sí: temía saber que, aun cuando había muerto, Taylor estuviera por encima de él.


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Cuando Owayne llegó a la funeraria, se detuvo en el umbral al notar la escena que se desarrollaba frente a él. Seere estaba inmerso en una animada conversación con una mujer. La expresión relajada y jubilosa en el rostro de Seere captó inmediatamente la atención de Owayne. Era un matiz que no había tenido la oportunidad de presenciar en las interacciones previas de Seere con otras personas.

Permaneció en silencio, observándolos desde la distancia, incapaz de articular palabra. La mujer, de cabello largo y gestos amigables, irradiaba una energía acogedora.

Al percatarse de la presencia de Owayne, Seere le dedicó una sonrisa y con un gesto animado le indicó que se acercara.

—Owayne, permíteme presentarte a alguien, es la persona de quien te había hablado: mi única familia.

La confusión se notó en el rostro de Owayne, la única familia de la que Seere le habló era de un hermano. A no ser que...

—¡Mucho gusto, soy Angel! —se presentó con una gruesa voz que apenada intentó corregir—. Lo siento, soy la hermana mayor de Seere —añadió con una entonación más dulce—. Me alegra ver que el novio de mi pequeño hermano es un joven tan apuesto.

Owayne apenas podía salir de su asombro. Seere lo había presentado como su novio ante su familia, algo que a diferencia de él, nunca había podido hacer.

—El placer es mío —respondió Owayne, esbozando una sonrisa mientras procesaba la sorpresa y se dejaba llevar por la calidez del momento.

Estuvo por decir algo más cuando la puerta sonó, anunciando la entrada de Demian a la recepción. Todos dirigieron sus miradas hacia él, quien, como de costumbre, había llegado por si surgía algún trabajo extra.

—Buenas tardes, no sabía que tendrían invitados.

—¡Demian! Hace mucho que no te veía —exclamó con entusiasmo Angel. El jefe se sorprendió y, al mirarla mejor, solo pudo señalarla con gesto de asombro.

—¡Angel! por poco no te reconozco, luces más hermosa que nunca.

—¡Oh, basta! Eres tú quien se pone mejor con el pasar de los años —respondió Angel con una sonrisa, aceptando el halago con modestia.

La conversación entre ambos dejó a Seere y Owayne mirándose anonadados, y al caer en cuenta del lugar en el que se encontraban, Demian se apresuró a disculparse.

—Pero ¡qué descortés! ¿Qué te parece si vamos a tomar algo para ponernos al día y charlar en un lugar más adecuado? Hay una cafetería cerca, Seere tiene unas horas aún para completar su turno, prometo devolverte a tiempo para que regreses con él.

Angel, con gusto accedió, tomó su brazo y salieron, siendo observados por los otros dos, que no concebían lo inusual de la pareja que formaban.

El sonido de la puerta al cerrarse marcó el final de la breve visita. Seere y Owayne regresaron a sus quehaceres, sintiendo un respiro después de la sorpresiva interrupción.

El turno transcurrió sorprendentemente agitado, para mala suerte de Owayne. Luise no dejaba de llamarle la atención por pequeños errores, Owayne se esforzaba por cumplir con sus responsabilidades, pero cada vez que parecía mejorar, algo nuevo surgía para ponerlo a prueba.

Mientras tanto, Seere se encontraba con Boris. Últimamente, se notaba más interesado en mejorar sus habilidades en tanatopraxia. Owayne, en medio de sus propios problemas, sentía una presión adicional al pensar que Seere perfeccionaba sus habilidades mientras él lidiaba con las dificultades del día.

Finalmente, con un suspiro de alivio, Owayne vio llegar el final de su turno. Aunque el día fue difícil, la única consolación que tenía era la certeza de que, al menos, tendría tiempo libre para compartir con Seere.

Se acercó hasta él, pero decidió esperar al notar que estaba ocupado limpiando sus herramientas. Seere levantó la mirada y se acercó hasta él, indicando que estaba listo para acompañarlo de regreso a su habitación.

—¿Cómo estuvo tu tarde? —preguntó Owayne.

—Bien, creo, pero todavía hay mucho que aprender. Si no estuviera tan agotado me quedaría un par de horas más.

—Es genial que estés tan enfocado en mejorar —expresó Owayne, pero la sombra de desilusión tras sus palabras no pasó desapercibida por Seere.

—¿Qué pasa? ¿Por qué luces tan desanimado?

—No, no es nada. —Owayne intentó sonreír, pero la sombra en sus ojos traicionaba su verdadero estado emocional.

La expresión de Seere cambió a una mezcla de preocupación y congoja.

—No te obligaría a compartir algo que no quieres, pero si hay algo en lo que pueda ayudarte, dímelo.

Owayne miró a Seere y vaciló un momento antes de hablar.

—No debería preocuparte con mis tonterías. Solo tuve un mal día.

—No me parece una tontería. Si te hace sentir mejor, puede que el evento te anime, todavía me queda energía suficiente para acompañarte la primera hora.

Owayne detuvo el paso, impactado por el repentino recuerdo. Cayó en cuenta de que él era quien debía comprar las entradas para el evento, y no lo hizo. Tomó su teléfono y, al verificarlo, vio que el plazo para adquirirlas había terminado.

—Maldición. Me olvidé de comprar las entradas.

Seere, al ver su expresión angustiada, simplemente negó con la cabeza, restándole importancia.

—No es gran cosa, ya habrá más eventos en el futuro.

A pesar de aquellas palabras tranquilizadoras, Owayne no pudo evitar sentirse abrumado por la frustración de haber arruinado un momento especial que habían planeado compartir. Suspiró, tratando de disimular su decepción, y asintió débilmente.

La puerta de la habitación se cerró suavemente y Owayne observó el cuarto con fatiga. El día ya había sido lo suficientemente complicado, y el peso de la tensión acumulada en sus hombros parecía aplastarlo.

Sus ojos se posaron en la almohada en forma de ballena, Flippy, que yacía en la cama de Seere. Una sensación de ternura lo envolvió al recordar lo cuidadoso que Seere era con ese peculiar regalo. Owayne lo tomó con cuidado para moverla de sitio.

—Bueno Flippy, tendremos que moverte y encontrar un buen lugar para ti dado que pareces ser importante para Seere.

Seere, sin pensarlo, respondió con simpleza:

—Lo es. Fue un regalo de Taylor.

Justo en ese momento, la almohada resbaló de sus manos y aterrizó en el suelo. Owayne contuvo el aliento, su corazón latía con fuerza. Se apresuró a recogerla, notando con horror una mancha en la tela.

—Lo siento, lo siento mucho —se apresuró a disculparse, su tono llevaba consigo una mezcla de ansiedad y remordimiento.

—Owayne, tranquilo. Es solo una mancha.

Owayne, ahora aturdido por el incidente, comenzó a recordar sus relaciones anteriores. Las críticas sobre su torpeza, la rapidez con la que estropeaba las cosas, las expresiones de frustración de parejas pasadas resonaron en su mente.

—Disculpa... siempre... siempre arruino todo —murmuró Owayne con la voz quebrada con la angustia. Las disculpas fluían de sus labios como un torrente incontrolable—. En verdad... Lo siento... —se disculpó una vez más, sintiendo que sus ojos comenzaban a aguarse—. Supongo que por eso jamás estaré a la altura de Taylor.

Cuando cayó en cuenta de sus palabras, ya era tarde. Seere lo miraba fijamente con una expresión afligida.

—Espera, no quería decir eso, lo siento. Debo ser el peor novio que existe...

—Si lo fueras no me habría molestado en presentarte con Angel —confesó recostándose sobre la cama, suavizando su expresión— solo eres algo torpe para notar lo bueno que eres.

Owayne bajó la mirada, atormentado por sus propios demonios internos.

—Nunca he sido bueno para nadie...

—Lo eres para mí. Así que deja de compararte con las personas, yo jamás lo haría: tú eres tú. Y me gusta que lo seas.

Owayne sonrió nuevamente y, pasando fugazmente el dorso de su mano por sus ojos, se dejó caer suavemente, acostándose a su lado. La cálida presencia de Seere envolvía su cuerpo y sus músculos tensos comenzaron a relajarse gradualmente. Cada vez que se sentía mal era como si las palabras de Seere le salvaran. Y la tristeza se desvanecía.

—Gracias. En serio lo...

Seere, con calma, levantó una mano para detener las disculpas persistentes de Owayne.

—Está bien, Owayne. No necesitas disculparte más. Taylor es parte de mi pasado, pero tú eres mi presente y, me haría feliz si puedes ser también mi futuro.

Las palabras de Seere fueron exactamente lo que necesitaba. Su comprensión y aceptación le otorgaron la seguridad que anhelaba. Finalmente, una tímida sonrisa se dibujó en el rostro de Owayne. Se acomodó sobre las cobijas, sintiendo la textura reconfortante de la tela bajo su cuerpo y apoyó la cabeza sobre su brazo.

—Lo compensaré —susurró Owayne mientras sujetaba suavemente la mano de Seere, entrelazando sus dedos—. El próximo fin de semana cumplimos un mes juntos, ¿te gustaría salir?

El silencio inundó el lugar por unos instantes en los cuales Owayne podía escuchar los latidos dentro de su pecho. Y quizás era su imaginación, pero también podía sentir los de Seere.

—¿Es una cita? —preguntó volteando su rostro hacia el pelirrojo.

Sus ojos brillaban con complicidad. En ese instante, Owayne pudo percibir la calidez de la habitación y el suave aroma a lavanda que flotaba en el aire.

—Tal vez. ¿Aceptarías?

—Si estás dispuesto a convivir con alguien que no tiene idea de lo que es una cita, entonces sí.

Una sonrisa creció en el rostro de Owayne y antes de caer en un profundo sueño atesoró la imagen de los ojos azules que le miraban con intensidad.



La historia avanza cada vez más y con ello notamos como crecen los sentimientos de ambos personajes uwu, pero no se dejen engañar, la autora ama el drama y la tragedia, así que estén listos para que lleguen los problemas.

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