Rompiendo el caparazón de inquietud
Jake se ofreció de inmediato a llevarlos al hospital cuando los vio bajando las escaleras, consciente de que el Owayne difícilmente podría conducir y cuidar de Seere al mismo tiempo.
Miró por el retrovisor a la pareja, a pesar de que seguramente Seere pasaría por un gran dolor se mantenía con una expresión inalterable.
—¿Está bien si los llevo al hospital más cercano? —preguntó Jake.
—Llévanos al Castle Hill —pidió Owayne en apenas un susurro.
Jake asintió. Aunque no era el hospital más cercano, sabía que llegarían relativamente rápido.
Owayne hundió sus dedos gentilmente en el cabello de Seere, repitiéndole que todo estaría bien y pidiendo que aguantara un poco más. El esfuerzo por no desmoronarse era inmenso.
Tras unos minutos estaban en el hospital. Apenas entraron por la amplia puerta y enseguida un grupo de médicos se acercaron para colocarle unos tubos de oxígeno y trasladarlo a alguna habitación.
Owayne quiso seguirlos, pero Jake le detuvo. Le sugirió que esperara mientras hacían su trabajo y pidió que le avisara si necesitaba algo, ya que debía regresar a la funeraria. Owayne asintió, agradecido por sus atenciones.
Mientras aguardaba ansioso por noticias sobre Seere, Owayne no pudo evitar reflexionar sobre su elección. No estaba seguro de por qué se eligió ese hospital en particular; sobre todo sabiendo que su padre era el jefe de médicos en esa sección del centro médico.
Envió un mensaje a Angel explicándole que Seere estaba en el hospital. A pesar de que le mencionó que ya recibía atención y asegurarle que estaba en buenas manos, Angel no tardó en aparecer.
—Owayne, ¿cómo está él? —preguntó sin ocultar su preocupación.
—Aún está dentro, tienen que terminar unos análisis —contestó moviendo nerviosamente sus dedos—. No pensé que Seere estuviera enfermo.
—Yo tampoco lo pensé —susurró abatida y se dejó caer en el asiento— pero quédate tranquilo, él es un chico muy fuerte —dijo mientras mostraba una linda sonrisa intentando confortarle.
Owayne asintió y esta vez ambos esperaron.
—¿Sabías que este es el hospital donde conoció a Taylor? —preguntó de pronto Angel.
Aquello fue toda una sorpresa, y se arrepintió de no saberlo antes para evitar provocarle un mal rato a su amante.
No hubo más charla, todo fue un silencio sepulcral hasta que un doctor salió de la habitación.
—¿Familiares del joven Seere Cross?
Ambos se levantaron enseguida. Owayne le miró como si el tiempo no hubiese pasado; su padre lucía tal y como la última vez que lo vio: alto y de complexión fuerte, su rojizo cabello recogido perfectamente en una trenza caía sobre su bata de un inmaculado blanco.
La sorpresa se reflejó en los ojos de su padre, pero antes de que pudiera decir algo, Angel intervino.
—Soy la hermana de Seere. ¿Cómo está?
—Según los estudios se trata de una intoxicación, el chico me comentó que está aprendiendo tanatopraxia y los químicos utilizados son altamente tóxicos. Por ahora está estable, pero le tendremos en observación para ver cómo reacciona al tratamiento.
Apenas Angel expresó su deseo de ver a Seere, el médico le permitió ingresar a la habitación.
—Estará bien —exclamó su padre al mirarlo decaído—. Ha sido muy fuerte. No tenía idea que lo conocieras.
Owayne se quedó en shock ante la revelación; aun si Seere había conocido a Taylor en ese hospital, su padre parecía conocerlo como alguien cercano.
—¿Tú conocías a Seere?
Una sonrisa nostálgica se formó en sus labios y asintió.
—Es difícil olvidar a alguien así. Fue voluntario aquí hace algún tiempo. Pero entonces se empeñó en cuidar a aquel chico y cuando murió... —hizo una pausa y talló sus ojos, parecía muy cansado—. Como sea, deberías descansar —continuó—. Más tarde podrás ver a tu amigo.
Owayne apartó la mirada y sintió su estómago revolverse por aquella confesión que no hizo en su momento y que ahora deseaba dejar salir, aun cuando su garganta parecía haberse cerrado.
—Sobre eso... en realidad Seere y yo estamos...
—Así que era eso —le interrumpió mostrando una sonrisa comprensiva y acariciando su cabeza— no te preocupes en explicarme, lamento no haber sido un padre perfecto para ti y tu hermano.
—Gracias. Sé que las cosas no siempre fueron fáciles, pero tal vez podamos empezar de nuevo.
La sorpresa se dibujó en sus ojos, reconociendo el gesto de su hijo.
—Nada me gustaría más. Charlemos en otro momento, ¿de acuerdo?
Owayne asintió, reconfortado por la promesa de su padre.
No pasó mucho antes de que Angel saliera y caminara hacia él, con el rostro triste, pero pareciendo más aliviada que antes.
—¿Te sientes más tranquila? —preguntó Owayne con gentileza.
—Un poco. Me encantaría quedarme, pero tengo muchas cosas que hacer. Por favor cuida de él y no dudes en avisarme si necesitan algo. Voy a tratar de volver más tarde, ¿de acuerdo?
—Lo haré. Gracias por todo, Angel —añadió, sintiendo que era el momento de acompañar a Seere—. Nos vemos pronto.
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Cuando Seere abrió los ojos lo primero que notó fue a Owayne, recargando la cabeza en el borde de la camilla. Dormía, pero aun así sujetaba con firmeza su mano.
Se soltó despacio y quitó la sábana para cubrirle, provocando que despertara en el acto.
—¿Qué haces? —preguntó medio adormilado— deberías quedártela, eres tú quien necesita descansar.
—No podré descansar contigo temblando de frío.
Owayne se sentó a su lado y le cubrió nuevamente, sintiendo como la calidez de su cuerpo le arropaba. Recargó un poco su cabeza sobre la de Seere y acarició su cabello.
—¿Cómo te sientes? —preguntó con preocupación.
—Creo que lo peor ya pasó. Puedo respirar y mantener mi sangre adentro —bromeó Seere, a pesar de lo débil que se escuchaba su voz.
Owayne sonrió, pero sus ojos no reflejaban alivio.
Seere desvió la mirada, poniendo una expresión triste. Tomó la mano con la que Owayne le acariciaba y la sujetó fuertemente, acomodándola en la curvatura de su cuello.
—Estoy mejor —añadió al mirar su rostro afligido—. Lamento haberte preocupado.
—No puedo imaginarme mi vida sin ti. Si algo te hubiera pasado yo...
Antes de que Owayne pudiera terminar su frase, una mirada de angustia paralizó a Seere.
—Si algo me hubiera pasado tendrías que continuar. No quiero que sientas que tu vida está condicionada por la mía. Deberías seguir adelante, ser feliz.
Owayne frunció el ceño, dolido ante esas palabras.
—¿Crees que ser feliz implica no tenerte en mi vida?
—No es eso. Es solo que... —Seere se detuvo, sin estar seguro de cómo expresar lo que sentía—. Es solo que quiero que vivas.
Owayne asintió, aunque una sombra de confusión permanecía en su mirada.
—Pero si es contigo, todo cobra más sentido.
—Deberíamos descansar. Seguramente los medicamentos me han afectado un poco —dijo, intentando aliviar la tensión.
Owayne le miró, aceptando la propuesta. No supieron quién se quedó dormido primero, pero fue Owayne quien despertó antes cuando escuchó la puerta de la habitación abriéndose.
Todavía somnoliento, se puso de pie con cuidado, intentando no hacer ruido. Una enfermera le entregó una bandeja con el desayuno para Seere y él le agradeció. Cuando la mujer se retiró, Seere entreabrió los párpados y le miró.
Owayne le sonrió, posó los dedos en su sien y le retiró el flequillo para depositar un beso en su frente antes de ayudarlo a incorporarse.
—¿Cómo amaneciste? —preguntó.
—Me siento mejor que ayer. Eso debe significar algo.
—Me alegra. A partir de ahora, tendremos que esforzarnos más en cuidarte.
Owayne observó a Seere, con el alivio inicial de escuchar que Seere se sentía mejor. Sin embargo, pronto notó que él no compartía su sentir. Seere suspiró y pareció sumergirse en sus pensamientos, su mirada se dirigió a la ventana como si tratara de organizar sus palabras.
—No imagino lo agotador que debe ser lidiar conmigo —Seere finalmente rompió el silencio, cargado de un tono triste—. Aunque conozco una manera de liberarte.
Los ojos de Owayne se abrieron y todas sus alarmas se activaron. Un nudo de inquietud se instaló en su pecho y sintió desplomarse.
—¿Liberarme de qué? —preguntó, aunque su voz revelaba la sospecha de que conocía la respuesta.
Seere mordió su labio inferior antes de responder.
—¿No estás cansado de tener que preocuparte por mí?
—¿Estás terminando conmigo? —Las palabras pesaban en su boca, y su voz apenas lograba romper el cerco de su garganta. La simple posibilidad amenazaba con desgarrarlo desde el interior.
—No quiero que sufras, y tampoco quiero ser una carga para ti. Tal vez, al final, no merezco lo bueno que has tratado de darme.
—¿Pero por qué? ¿Es por algo que dije?
—No es por ti —se apresuró a aclarar Seere—. Es más complicado que eso.
—¿Entonces qué es? —insistió Owayne, con desesperación evidente.
Ante el silencio de Seere, Owayne continuó:
—¿Es por algo que hice mal? ¿Por qué nunca he sido suficiente para ti? Si fuera Taylor, no estaríamos pasando por esto, ¿cierto?
Su mirada vacilante se posó sobre la expresión herida y desconcertada del rostro de Seere.
—¿Cómo puedes pensar eso? Esto ni siquiera tiene que ver con él.
—Entonces, ¿por qué cada vez que algo va mal tenemos que mencionarlo? ¿Por qué siempre está presente en nuestras discusiones?
Apretó los dientes, tratando de contener el dolor que se acumulaba en su pecho. Quería evitar que sus emociones tomaran el control, sabía que estropearía las cosas aún más si permitía que hablaran por él.
La expresión de Seere se tornó más sombría, y su voz adquirió un matiz de resentimiento.
—¿Quién lo ha mencionado una y otra vez? Te ha costado más a ti que a mí aceptar que él está muerto.
—Lo que me cuesta es entender qué sigo esperando aquí —articuló Owayne, con la respiración agitada. Las lágrimas se acumulaban junto al nudo en su garganta, pero se negó a dejarlas salir.
—Tienes razón —murmuró—. Quizás sea mejor que tomes algo de tiempo para ti mismo.
Owayne resopló y bajó la cabeza antes de marcharse azotando la puerta, pero pronto se arrepintió. La ira que lo había invadido se desvaneció lentamente, dejando un vacío abrumador en su interior.
Se dejó caer contra la pared, incapaz de contener el torrente de emociones que lo abrumaba. Las lágrimas, antes contenidas, ahora fluían libremente por sus mejillas.
En ese momento, todo parecía absurdo. La sensación de derrota se apoderó de él, envolviéndolo en una oscuridad desoladora. Seere había tomado su decisión, y no había más que hacer. Ya no había vuelta atrás.
Al fin la continuación, perdón si tardé pero quería informarme un poco para no escribir incoherencias, tal vez quede alguna pero en su mayoría escribí cosas lógicas, no quise profundizar demasiado en la situación médica pero sí en el drama que he desencadenado.
Bienvenidos a otro de los conflictos de mi historia :) espero que lo disfruten
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