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Rompiendo el caparazón de crueldad


Luego de ser despedido en su trabajo, Owayne deambulaba por las calles. A medida que pasaban los días se preguntaba si lograba mejorar o si se perdía más.

Al divisar la calle que llevaba a la funeraria, se detuvo y se planteó si era el momento adecuado para considerar la oferta de unirse. La suave brisa lo envolvió y las hojas se removieron como si le indicaran el camino.

Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Finalmente, avanzó entre las baldosas de figuras geométricas, consciente de que tendría que recorrer un viaje lleno de tropiezos.

Se acercó hasta el establecimiento y entró, pero en cuanto sus ojos se encontraron con los de una chica que no había visto antes se congeló. Las palabras se negaron a salir cuando ella preguntó si podía ayudarlo.

Hubo un momento de incómodo silencio en el que ambos parecieron confundidos. Fue ella quien tras un instante volvió a hablar.

—Oh, debes de ser Owayne, Demian me habló de ti, yo soy Luise, es un placer ¿Ya has decidido si vas a trabajar aquí?

—Ah, sí, soy Owayne, el placer es mío, Luise. La verdad todavía no he tomado una decisión, aunque una parte de mí está muy interesada.

—Sé que puede parecer algo difícil, sobre todo lidiar con Seere.

Owayne arqueó las cejas, sin entender la razón detrás de su comentario.

—¿Cómo? En realidad, me parece difícil por el tipo de trabajo. Hasta ahora no he tenido problemas con Seere.

Una risa sarcástica escapó de los labios de Luise y tras inspeccionarlo con una mirada condescendiente volvió a hablar:

—Qué afortunado. Mira, déjame darte un consejo: explora otras opciones. Tienes razón en que este no es un trabajo para cualquiera, y si a eso le sumamos quiénes serán tus compañeros, pues... —hizo una pausa, y la expresión de arrogancia en su rostro le provocó una repulsa instantánea que le hizo desear alejarse.

Sin ocultar su desagrado, decidió ir directo al grano:

—¿Puedo ver a Demian? Quisiera hablar con él.

—Faltan quince minutos para que su turno empiece. No creo que valga la pena, pero si quieres puedes esperar.

—Está bien ¿Puedes avisarle que vine? Volveré mañana.

Sin esperar respuesta, le dedicó una sonrisa forzada y salió de nuevo por la gran puerta de cristal.

Emprendió el camino de vuelta a su apartamento, envuelto por la apenas visible luz de un farol que parpadeaba a punto de llegar a su fin.

Mientras caminaba la inquietud se aferraba a él, sus dudas parecían haberse multiplicado, pero también sentía una chispa de curiosidad y fascinación que se negaba a desvanecerse.

Al llegar a la avenida principal, alzó la vista hacia el cielo plomizo y se detuvo un momento para contemplarlo. Un suspiro escapó de sus labios mientras una ráfaga de viento le acariciaba el rostro, como si tratara de susurrarle algo. Fue en ese instante cuando una voz lo llevó de vuelta a la realidad.

—Owayne ¿eres tú?

El aludido volteó y reconoció a su compañera Carly, una chica de cabello teñido en rosa y ojos color miel. A su lado estaban tres chicos más, entre ellos Frank, un compañero mucho mayor, el cual tenía fama de mujeriego.

—Sí, soy yo. Qué coincidencia encontrarnos en este lugar —comentó amablemente.

—Vivo cerca de aquí —expresó la chica señalando un conjunto de edificios que se alzaban unas cuadras adelante—, de hecho, lo extraño es verte a ti.

—Supongo, solo tomé un camino distinto.

Carly sonrió de manera cómplice y agregó con un tono juguetón:

—Pues no es lo único diferente hoy, ¿verdad? Ya que estás experimentando cosas nuevas, ¿Quizás te interese buscar más sorpresas esta noche?

Tras la proposición, colocó su mano sobre la de Owayne y esperó alguna afirmación, pero no hubo respuesta, ni con palabras ni tampoco con gestos. Nada.

—¡No es cierto! —La voz de Frank resonó burlesca—. Tapaste la horrible marca en tu cara con maquillaje ¿qué eres una niñita?

Las risas de los demás resonaron y Owayne suspiró con resignación. Aunque la marca desapareciera, sabía que las personas como ellos buscaban cualquier excusa para tratar a otros con desprecio.

—Gracias por la invitación, pero ya tenía planes —manifestó Owayne, intentando poner distancia—. no les quito más su tiempo.

Carly, notando la tensión en el ambiente, miró a Owayne con genuina preocupación.

—Espera, Owayne. No tienes que irte solo. ¿Estás bien?

—No te preocupes. Estoy acostumbrado.

—¡Ya déjate de juegos! —exclamó Frank mientras se acercaba rápidamente a ellos y sujetaba a Carly de manera brusca—. Nuestra fiesta no involucra fenómenos.

—¡Frank!

—Está bien —Owayne sacudió la cabeza para restarle importancia—, solo vine porque me queda cerca de un posible trabajo, pero me ha surgido algo. Yo voy por acá.

—Eso, piérdete —exclamó Frank y luego le arrojó la lata de cerveza vacía, seguido por los otros que no tardaron en imitarlo.

—¡Dejen de ser unos inmaduros! —resopló Carly, liberándose del agarre de Frank—. No cuenten conmigo, la fiesta se ha terminado.

—No estás entendiendo —espetó Frank con un tono frío, posicionado frente a ella y con la mano levantada—. No he dicho que puedas ir a ninguna parte.

Owayne dejó escapar un sonido de consternación, no podía quedarse de brazos cruzados mientras Carly era amenazada. Su cuerpo se tensó en respuesta a la agresión, pero antes de lanzarse contra Frank, el resto de los chicos lo sujetaron. Se liberó con un empujón, solo para sentir cómo alguien tiraba con fuerza de él y terminaba en el suelo.

Levantó la mirada, decidido a enfrentar a Frank y sus amigos, pero lo que vio lo dejó momentáneamente atónito. Seere había llegado en el momento justo, posicionándose entre ellos y Carly. La chica permanecía resguardada detrás de él, y en su rostro se notaba el alivio y la gratitud por su llegada oportuna.

—Con tremenda cara de mierda, uno pensaría que saber cómo usar la cabeza sería lo mínimo que podrías hacer —sentenció y soltó la mano con la que Frank hubiera golpeado a la chica.

—¿Qué has dicho? —Frank dio un respingo y retrocedió un paso—. Largo de aquí si no quieres que te rompa la cara, freak maricón.

—¿Ese es tu mejor insulto? Me han llamado cosas peores, esfuérzate un poco más.

—Te lo advierto, pedazo de mierda.

—¡Increíble! Pensé que estabas guardando tus mejores comentarios para una ocasión especial, pero veo que realmente estás dando lo mejor de ti.

Luego de la provocación un golpe llegó y abrió su labio. Un hilo de sangre se deslizó hasta perderse en sus clavículas.

—¿Por qué no te pierdes? —rabió el chico, la furia destellaba en su rostro.

—¿Por qué no me chupas la pija, malparido? —espetó Seere, impidiéndole acercarse a la chica.

—Te lo advertí —gruñó Frank por lo bajo—. No debiste meterte en lo que no te incumbía.

Hizo una seña a un par de chicos que sujetaron a Seere para que él lo golpeara. Rió satisfecho al verlo en el piso, pero apenas pudo alardear de su victoria, pues no tuvo tiempo de reaccionar ante el golpe que Owayne le propinó. De un momento a otro se encontraba en el piso.

—Solo lo diré una vez, así que asegúrate de escucharlo: levántate y lárgate de aquí.

Frank se levantó torpemente, estuvo a punto de devolver el golpe, pero volvió a caer.

—¡Esto es por ser un imbécil! —exclamó Carly luego de haberlo golpeado fuertemente en las corvas con su bolso. Luego se dirigió a los otros chicos—: ¿ustedes también quieren un poco?

Entre maldiciones e insultos, los chicos se marcharon, y una vez que Frank se vio solo, no tuvo más remedio que irse también.

—¿Estás bien? —Owayne extendió su mano hacia Seere—. Tal vez deberíamos llevarte a algún lugar para tratar tus heridas.

—No te preocupes por mí. Asegúrate de que ella esté bien.

—Pero...

—La funeraria está justo en frente, si no consigo algo para tratar los golpes al menos es seguro que un ataúd estará listo —bromeó mientras comenzaba a caminar.

Owayne estuvo por insistir, pero cuando vio a su lado a Carly con los ojos llorosos y el rostro marcado por la angustia, supo que Seere tenía razón. Con un gesto protector, colocó su chaqueta sobre sus hombros, y con un ademán suave le indicó que comenzara a caminar.

Los primeros pasos que dieron fueron envueltos en un silencio profundo, como si las palabras fueran insuficientes para expresar todo lo que ambos sentían en ese momento. El crujir suave de las hojas bajo sus pies resonaba en el aire, añadiendo una cadencia melancólica a su marcha.

Carly rompió el silencio, su voz entrecortada parecía liberar lentamente el torrente de sentimientos que había guardado dentro de ella.

—No sé cómo agradecerte lo que hiciste por mí —susurró, dejando que sus palabras flotaran en el aire frío de la noche.

—No tienes que agradecer, era obvio que no podía quedarme de brazos cruzados.

—Lamento haberte involucrado, y también a Seere —murmuró.

—Espera, ¿conocías a Seere?

—Conozco a su jefe, Demian. He pasado por la funeraria un par de veces, pero nunca he tenido la oportunidad de tratar con él. Siempre me pareció alguien un tanto reservado, aunque después de lo que hizo hoy, parece ser más agradable de lo que pensaba.

Owayne sonrió, él tenía la misma impresión, aun si Luise o cualquier otra persona tenía una opinión distinta, quería hacer la suya propia.

Un par de conversaciones más se unieron, hasta que Carly se detuvo y señaló que estaban frente a su casa. Sacó las llaves de su bolso y antes de abrir, se volvió hacia Owayne y le entregó su chaqueta.

—¿Podrías agradecerle a Seere de mi parte? Realmente aprecio lo que hicieron por mí.

Owayne asintió, sorprendido de sentirse tan transparente ante Carly, quien sin esfuerzo había adivinado sus intenciones de ir a ver a Seere. Aunque normalmente le avergonzaría ser tan obvio, la confianza que Carly transmitía le hacía sentirse tranquilo.

—Claro, lo haré. Y gracias, Carly. Por confiar en mí y por dejarme acompañarte.

Carly le sonrió, giró hacia su hogar y, al cerrar la puerta, susurró un sincero "gracias", que resonó con un suave eco en la noche.

La penumbra ocultaba la mayor parte del paisaje a la vista de Owayne, algunas luces dispersas iluminaban el camino a la funeraria.

Al llegar al lugar, Seere estaba sentado en una silla mientras que Demian trataba sus heridas. A pesar del evidente dolor que conllevaba el proceso, el chico mantenía una expresión inalterable.

Owayne inhaló profundamente antes de dar un paso adelante y adentrarse en la sala.

—Buenas noches, Demian. ¿Cómo sigues, Seere?

Sus palabras resonaron suavemente en la habitación, llenando el espacio con un aire de preocupación genuina.

—Ningún hueso roto hasta ahora, supongo que es una buena señal —respondió Seere con un tono cargado de sarcasmo, mientras levantaba su pulgar hacia arriba.

Demian, que estaba concentrado en limpiar las heridas, levantó la vista y respondió:

—Buenas noches, Owayne. ¿Podrías hacer presión aquí un momento? Iré a buscar más gasas limpias.

Owayne se inclinó y presionó ligeramente en su rodilla, tal como se lo indicó el mayor. Demian enseguida se levantó, sus pasos hicieron eco en el piso de mármol mientras se alejaba y finalmente quedaron solos.

—Gracias por haberla ayudado —expresó Owayne apenas Demian se marchó—. Luise dijo que podía ser difícil tratar contigo, pero creo que es todo lo contrario.

—Lo que sea —bufó Seere, recargándose despreocupadamente en la mesa cercana—. No es como que me interese dar una buena impresión a otros.

Owayne se preguntó qué pensamientos se escondían detrás de esa fachada inalterable. Cada gesto solo aumentaba su intriga.

—Bueno, debería, sobre todo porque a partir de ahora seremos compañeros.

La expresión imperturbable de Seere finalmente cambió. Alzó la cabeza y sus ojos mostraron sorpresa, y quizás, un atisbo de intriga. Pero luego, apartó la mirada con aparente desinterés.

—Qué bien, seguro que Demian estará encantado.

Una ligera sonrisa se curvó en los labios de Owayne al notar el cambio en su expresión. Mientras Seere volvía a su posición original, Owayne reflexionaba sobre cómo ese encuentro había cambiado sus días. Y la sonrisa en su rostro se ensanchó al preguntarse qué más le esperaba ahora que había decidido romper con su rutina.

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