Capitulo 7 || Un diamante sincero y un escorpión estúpido
Los jueves en la noche, eran los únicos días en que Degel y Camus comían juntos, lo que, en silencio, era el momento más esperado por el francés mayor durante toda la larga semana, pero esa noche iba a ser el comienzo de una pesadilla, un tanto esperada, pero demasiado dolorosa.
-Tenía una clase más, pero, cuando llamé para saber algo de él, si podía llegar a estar aún allí o no, el profesor a cargo de esa hora me dijo que no entró y que nadie más lo vio después de las cuatro.
-Camus no es así.- Dijo secamente.
-Lo sé, señor. Porque sabemos que él no es así, es precisamente que me preocupa.
Un silencio bastante incomodo se dio paso entre los dos y por primera vez en muchos años, Shaina volvió a dilucidar, en los preocupados y turbios ojos carmín del mayor, a ese padre amoroso y entregado que desapareció luego de los sucesos ocurridos en Athenas.
-Señor, Camus tendría que haber llegado hace seis horas... Si se hubiera ido a otro lado, me hubiera avisado para que usted no lo esperara a comer.
Solo más silencio tuvo de parte del pelirrojo y eso la preocupaba más de lo que ya estaba y también comenzaba a molestarle mucho, pero para la fortuna de sus nervios, todo eso cambio.
-Llamaré a mi abogado, así que quédate cerca de la puerta para recibirlo.
Solo asintió y se dirigió al pequeño pasillo de entrada que había de camino al hall principal y allí se quedó sentada, luego de ver a Degel meterse en su despacho. Los minutos le pasaban lentos y tortuosos mientras sus ojos se iban al paisaje desolado que el jardín y la calle le mostraban, esperanzada de ver a Camus llegar con alguna tonta excusa entre las manos, pero no hubo más visita que la del abogado de la familia, a quien recibió con prisas y de la misma apurada manera, lo llevó ante Degel.
Un profundo y muy perturbador silencio se había adueñado de toda la casa, cortándose por los gritos desesperados del diamante mayor mientras su letrado personal le pedía que recuperase un poco la cordura.
-¡¿De qué cordura me hablas?! ¡Mi hijo no ha aparecido en todo el día! ¡Si le llega a pasar algo, te juro que soy capaz de matarme por no haberle ayudado!
Esas palabras desesperadas calaron hondo en la italiana y, aunque los eventos venideros le harían pensar y creer todo lo contrario que en un primer momento, siempre se quedaría con la espina de aquel pensamiento, que tal vez Degel, nunca fue el mal padre que siempre aparentó ser.
*
*
"-Esa noche, la noche en la que él no regresó a casa, fue la primera de muchas noches en las que tuve mil señales para ver que algo no estaba bien en absoluto. No solo con Camus, con nuestra relación padre e hijo y con la vida de frialdad e indiferencia que llevaba hacía él, sino que también, había algo mal conmigo.
-¿A qué se refiere con que "había algo mal con usted"?- Cuestionó Surt mientras hacía algunas anotaciones en su libreta.
-Mi nariz comenzó a sangrar leve y de la nada, además de que, sin darme cuenta, escupí algo de sangre, que acabé limpiando como si fuera un poco de agua derramada.- Pasó su mano por entre sus cabellos y con derrota reflejada en sus ojos, acarició los mechones que se habían quedado entre sus dedos. -Ahora que pongo ese momento en específico bajo una lupa de retrospectiva...
-Su cuerpo estaba empezando a pedir ayuda y usted no lo oyó.
-Surt... Mi hijo estaba desaparecido... ¿Tú crees que podía tener cabeza para pensar en algo más?
-Pero aquí está hoy, por no haber prestado atención a esa situación.
-Lo haces ver como una larga carta de suicidio.
El joven doctor dejó salir una pequeña sonrisa para luego susurrar una disculpa que Degel aceptó sin importarle mucho, ya que aquella insinuación no le había molestado mucho, porque muy en el fondo, él lo sentía de la misma manera. Prefería morir a que no volver a ver a su pequeño Camus vivo.
-¿Cómo fueron los primeros días?
-Una tortura. ¿Esa respuesta te sirve?
-¿Le molestaría explayarse?
-Cada noche, desde que él era pequeño, un bebé prácticamente, siempre iba a su cuarto y me quedaba viéndolo dormir. Me acercaba a su cuna, de bebé, y acariciaba sus mejillas, sus manitos, mi dicha total era cuando él tomaba alguno de mis dedos entre sus manitos y entreabría sus ojos y se me quedaba mirando. Me sentía el hombre más feliz del mundo por esas simples situaciones. Cuando creció, seguía haciendo lo mismo, pero era él quien venía a buscarme ya que no le gustaba dormir solo. Siempre me dio gracia verlo asomarse poco a poco por la puerta, con sus almohadas y cobijas entre sus manos. Me daba muchísima ternura ver esos enormes ojitos de gato mirarme, rogándome en silencio que lo dejara dormir conmigo. Nunca le pude decir que no, en esos momentos.
-¿Y cuándo creció?
No pudo decir nada de manera rápida, ya que le dolía mucho recordar todo lo que destruyó o dejó marchitar, debido al dolor inexplicable que el griego a su lado le provocó, pero también se llamaba a ese silencio, porque sentía injusto culpar a Kardia de ese alejamiento para con el niño.
-No tiene que hablar de eso, si no quiere.
-Cuando creció, fue diferente y a la vez no.- Comenzó diciendo, sin prestar atención a lo que Surt le había dicho. -No cambio el hecho de que, cada noche, iba a su habitación y me quedaba mirándole un momento. Se que suena un poco psicópata, pero no veía otra ocasión en el día para mirarlo con todo el amor que siempre le tuve y le tengo.
-¿Por qué la frialdad? ¿El alejamiento? ¿Por qué llegar a ese punto?
-Shijima me tenía en constante amenaza. Directamente me dijo que iba a matarme junto a cualquiera que estuviera cerca mío, incluso si fuera Camus el que estaba allí, iba a matarnos a todos. El pánico me invadió completamente, mucho más por el hecho de que yo estaba viajando todo el tiempo, ocupado todos los días, todo el día prácticamente y no podía dejar de lado a todos mis asuntos. Me importaba una mierda ya mi apellido y mi fortuna, por más que eso fuera el futuro de mi hijo, pero siendo sincero, por cuidar personalmente de Camus, lo hubiera tirado todo por la borda, pero era más que eso... Todas esas otras familias, todos esos niños, sea donde fuera que se encontraran, también dependían de mí y yo fui instruido a no fallarle a aquellos que ponen su confianza y fe en mis manos... Al final, el deber mató al amor y mi hijo creció sin ninguno de sus dos padres.
-No fue su culpa, señor.
-Yo no lo veo de la misma manera.
No había dicho nada en específico, pero Degel comenzaba a sentirse un poco mal al dejar salir todo lo que le había pasado en aquellos momentos, pero Surt había tenido razón cuando fue a ofrecerle sus servicios y terapia, si no hablaba de todas esas emociones que lo torturaban internamente, iba a ser mucho peor, además, su cuerpo estaba pasando un muy mal momento y cargar con tanto peso emocional, solo iba a hacerle empeorar de a poco en poco.
-Con Camus desaparecido.- Continuó calmo, haciendo un gran esfuerzo por ignorar su sueño y mareos. -Yo iba y venía dentro de la casa como si fuera un anima, un alma en pena que trata de encontrar paz dando vueltas en círculos en un mismo lugar. Ya no me daban ganas de continuar con mi trabajo. Cancelé todos mis compromisos fuera de París y solo salía si era extremadamente necesario, pero fuera de eso, no encontraba fuerzas para salir de mi casa. El cuarto de Camus se volvió mi cuarto, aunque eso solo lograba volver más dolorosos mis días. Las horas eran eternas mientras estaba tirado en la cama, con ese peluche de oso polar que era su adoración y mayor tesoro cuando era un niño. Mirándolo así, de verdad que no tenía ganas de vivir.
-¿Y a qué viene esa conclusión?
-Porque pensé que Shijima era quien se lo había llevado y que poco tiempo pasó para que lo matara.
-Porque esa situación de quitarle lo que usted más amaba, le daría un retorcido goce a su hermano. - Acotó el menor al ver al francés mayor guardar silencio y solo asentir a lo dicho.
-Mató a Natassia sin que el alma o el corazón le dolieran ni pesaran, ¿Qué hubiera sido diferente con Camus?
-¿Por qué cargó con la culpa y responsabilidad de la muerte de la señora Aurora?
-Yo la metí ahí adentro, Surt. Necesitaba tenerla lejos de nosotros el tiempo suficiente para tener la custodia completa de Camus y aprovechándome de que ella de verdad tenía un problema con la bebida, hice que la metieran ahí adentro.
-¿Y las falsificaciones?
-No fueron falsificaciones, niño.- Dijo un tanto indignado. -Simplemente se exageró un poco la verdad, pero en ningún momento se falsificó nada. Natassia no era la mujer perfecta, pura y angelical que salía a mostrarse a los periodistas en cada evento. Era una maldita loca alcohólica que habría sido capaz de vender a su hijo por un poco de dinero para financiar sus vicios, por más que ella tuviera suficiente capital propio para derrochar en semejantes estupideces.
-Entonces, haciendo a Natassia a un lado de la vida de Camus, ¿Considera que lo salvó de una vida llena de odio y miseria?
-Por supuesto que lo considero así.
-¿A pesar de que le mintió, prácticamente, toda su vida?..."
Camus paró esa grabación apenas si escuchó esa pregunta salir de la boca de su amigo y dejó salir un largo y cansado suspiro, como si hubiera contenido el aire durante los largos veinte minutos que llevaba escuchando aquel audio y dejó salir un fuerte gruñido al ver que aún le faltaba más de veinte minutos más para acabar de escuchar esa charla que su padre y su amigo habían tenido.
No quería seguir escuchando porque un dolor inmenso se plantó en su alma desde que escuchó a Degel decir que todas las noches iba a verlo, a acariciarle las mejillas, a susurrarle que lo amaba y sentirse afortunado por tenerlo a su lado, por tener un hijo tan bueno e increíble, por más que en el día se comportara tan distante y frío, al menos finalmente tenía una razón para eso. Shijima había amenazado su seguridad e integridad física y por esa razón, Degel se desprendió sentimental y físicamente de Camus para que estuviera más protegido de lo que él mismo podría cuidarlo y que si el mayor de los Diamonds cumplía su palabra, al menos solo Degel sufriría las consecuencias y Camus estaría a salvo, bajo el cuidado de Shaina, quien había sido nombrada su tutora legal, en caso de quedarse solo, o al menos así lo daba a entender el documento que tenía entre sus manos, que su propio padre le había entregado.
Además de que no quería seguir escuchando más porque no quería seguir estancado en la cruel realidad de que de verdad toda su vida había sido una gran y constante mentira. Prefería quedarse en su presente, que, si bien aún había algunas sombras, eran más las luces que iluminaban y daban verdad a todo lo que estaba viviendo actualmente.
No quería pensar más ni saber más de todo el mal que estaba amontonado en su pasado. Su madre jamás lo quiso y, prácticamente, lo abandonó, su "verdadero padre" también lo había hecho a un lado y solo reclamó por él cuando Degel expuso sus deseos de retirarse de la familia, dejándole el lugar a Camus y así, obligando definitivamente a Shijima a no seguir peleando por ese lugar, ya que su generación sería algo del pasado y el hombre que lo crió, el hombre que él mismo había aceptado como padre desde que tuvo consciencia, para bien o para mal, siempre lo cuidó y lo amó más que a nada en este mundo, a pesar de todo... A pesar de...
-Ahora recuerdo porque no lo recuerdo...- Susurró llevando su mano a una de sus mejillas. -Mi cabeza lo olvido porque...
-¡Camus!
La gran razón de su pensamiento actual apareció gritando por el pasillo y no dudo en salir de su habitación para hallar al rubio corriendo hacía él, con la mirada de espanto más grande del mundo.
-¡Camus! ¡Camus ayúdame!
-¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Por qué vienes así?
-¡Hice algo horrible!
La sangre se le heló y pensó mil cosas malas, pero respecto a su hija por nacer y la madre de esta.
-De acuerdo, relájate y cuenta bien qué demonios hiciste.- Trató de mantener la calma, pero estaba a punto de explotar de unos inexplicables nervios.
-Emborraché a mi abuelo.- Comenzó a decir y Camus suspiró bajando su cabeza, como restándole un poco de importancia al asunto.
-Milo, el hombre va a cumplir setenta años, ¿Cómo que lo emborrachaste?
-Es que estaba mal, estaba nervioso y ¡No lo sé! Le dije que saldríamos a calmar un poco los ánimos y cuando menos me di cuenta, ya estaba borracho.
-¿"Calmar un poco los ánimos"? ¿O sea que lo llevaste a enfrentar sus problemas a la "manera Milo"?- El menor solo rió por las palabras de su pareja y Camus quiso golpearlo por haberse comportado así con un hombre que estaba pasando un momento para nada bueno, pero no hizo nada, solo se frotó las sienes y juntó voluntad para ayudar al rubio. -De acuerdo, te ayudo con él. ¿Dónde está?
-Es que ese es el problema.
-¡¿Perdiste a tu abuelo!?
-¡Qué? ¡No! ¡Soy irresponsable, pero tampoco para tanto!
-¿Entonces?
-Lo dejé en la casa del doctor Aeneas...
Camus no dijo nada. Solo se preparó mentalmente para todo el desastre que esa acción "inocente" de Milo acarrearía.
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Un secretito más y el cerebro de Camus revienta. Al menos ya sabemos algo de como la pasó Degel cuando el niño desapareció, pero esto va a seguir siendo tema de conversación y se sabrán más cosas.
Ahora Milo, si que metió feo la pata... 😓 Krest no estará feliz cuando reaccioné a donde está.
Una gran reunión familiar viene en camino, así que esperen mucho griterío y amenazas de muerte muy próximamente xD
¡Besos! ¡Las quiero!
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