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Capitulo 6 || La familia del otro lado de la historia.

Llegaron al restaurante que eran asiduos y luego de que el mismo dueño los recibiera, Zaphiri e Issac tomaron asiento en la misma mesa de siempre, pero esperaron unos minutos para comenzar la conversación que tanto necesitaban tener, porque para eso, hacía falta alguien muy importante para Zaphiri. Tan importante como su hijo menor lo era.

-¿Te dijo a qué hora llegaría?

-No, solo me avisó que estaba en camino y que apagaría su teléfono, ya que no le quedaba mucha batería, así que supongo que lo único que podemos hacer es esperarlo un poco.

El pelinegro no omitió comentario, solo asintió a las palabras de su hijo mientras tomaba la botella de vino y comenzaba a llenar su copa, aunque una vez que se decidió a tomar de aquella bebida, se fijó en que su hijo tenía dos copas a diferencia suya, que tenía una más para dicha bebida, pero el menor simplemente tenía una para agua y otra llena de hielo.

-¿No bebes?

Issac sonrió ante aquella pregunta.

-Estoy medicado, papá. ¿No crees que será contraproducente?

-Un poco no será malo, te lo aseguro. Además, sé que no has bebido nunca, así como también sé que te has metido adentro de una burbuja para no volver a pasar por aquella situación. El día que los adopté, me prometí las dos cosas que consideré más importante en este mundo.- Decía mientras se deshacía del agua, metiéndola en el vaso con hielo, y vertía vino en ella, una vez vaciada. -La primera fue que mantendría tu cáncer al margen, costase lo que me costase, pero sin hacerte sufrir en vano, para lograr cumplir dicha promesa y la segunda, era que los haría feliz a ambos, también a como diera lugar, y aunque siento que lo logré con tu hermano, sé que estoy muy lejos de lograrlo contigo.

-¿Por qué lo piensas?- Cuestionó al mismo tiempo en que tomaba la copa que su padre le ofrecía.

-Por esa burbuja en la que te mantienes encerrado a ti mismo, a pesar de que sabes que no dejaré que te vuelva a pasar nada malo. Desde el momento en que te viste libre de esa enfermedad, me juré que no volverías a pasar por lo mismo y estoy orgulloso de decir que lo he logrado durante trece años y lo seguiré haciendo el resto de mi vida... Pero tarde me he dado cuenta de que ese "cueste lo que cueste", se refiere a tu felicidad.

-Yo soy feliz, papá. ¿Qué te hace pensar lo contrario?

-Qué te la pasas encerrado en la casa. Que solo sales para ir a clases y no quieres ir a Londres, a estudiar junto a Ilias y otro sin fin de cosas más, que son clara muestra de que tienes un miedo que te detiene de ser quien realmente te gustaría ser.

Un momento de silencio los rodeo e Issac no podía levantar su mirar y enfrentar los ojos de su padre. Había querido ocultarlo lo mejor posible, pero Zaphiri lo conocía bien y se dio cuenta de que era muy difícil ocultarle algo.

-Fue demasiado traumático.- Susurro apenas.

-Lo sé. Nunca lo he vivido en carne propia, pero vivo rodeado de pacientes así. Esta semana tuve que dejar ir a dos niños más pequeños que tú, cuando llegaste a mí. Los pacientes lo sufren mucho, pero los médicos también nos llevamos una mala parte.

-¿Qué edad tenían?

-Uno tenía cuatro años y el otro iba a cumplir tres.

-Tan pequeños.

-El sistema inmune no distingue edades. Si desea fallar y joderle la vida a alguien, lo hará sin importar que. Nunca he visto pacientes oncológicos tan pequeños, pero siempre hay una primera vez para todo en esta profesión, esa es otra cosa que debes aprender y entender.

El castaño miró con un poco de angustia ese líquido borgoña, pero enseguida volvió su mirar a su padre, quien, en ningún momento, le había sacado los ojos de encima.

-¿No me dejarás recaer?

-No solo eres mi hijo, eres mi paciente con la mejor recuperación en toda mi carrera y no permitiré que eso cambie.- Levantó su copa y la extendió hacía el menor, mientras le daba una sonrisa leve, pero muy sincera. -A tu salud, hijo mío, que será plena y eterna, mientras te tenga bajo mi cuidado.

-Salud.

Los cristales chocaron e Issac llevó sus labios a ella, dándole un leve trago, pero de inmediato unas enormes ganas de escupir aquello se le vinieron encima. Zaphiri solo rió por eso.

-Te acostumbrarás al gusto, solo date tiempo.

-Yo creo que no lo haré.- Replicó casi riendo mientras tomaba agua.

-Nadie nace sabiendo tomar vino, hermanito. Papá tiene razón, con el tiempo te acostumbras y hasta lo disfrutas más que cualquier otra cosa.

Ambos se pusieron de pie lo más rápido que pudieron y se arrojaron sobre el recién llegado, quien los abrazó con mucha fuerza y cariño.

-Los extrañé mucho.- Dijo el joven mientras revolvía el cabello de su hermano y tomaba con fuerza la mano de su padre.

-Nosotros a ti también.- Le respondió el pelinegro, mientras le sonreía con mucho cariño y acariciaba sus mejillas. -Gracias por esta sorpresa.

-Fue idea de Issac.

-Gracias a los dos, siempre por todo lo que hacen por mí.

-Te debemos mucho, papá. Lo que menos podemos hacer, es organizar esto.

Solo entonces, cuando ya estuvieron los tres juntos, una camarera se acercó a ellos y les tomó sus pedidos. Mientras aguardaban, hablaron de cómo iba la nueva vida de Ilias en Londres, como iba su adaptación al constante lluvioso clima inglés y demás, pero cuando la comida les fue servida, Zaphiri dejó pasar unos minutos, para hablarle de lo que deseaba.

-Necesito hablarles de algo muy importante. Pensaba hablarlo primero con Issac y después viajar y hablarlo contigo, pero que estén juntos aquí hoy, en parte, me facilita mucho las cosas. También tengo a favor, el hecho que ustedes son bastante abiertos de mente y sé que aceptarán lo que les cuente ahora, ya que, por más que sea parte de mi pasado, es cuestión de tiempo para que se transforme en mi presente.

-¿Papá, está todo bien?- Dejó salir preocupado el menor.

-No lo sé, hijo...

-Háblanos. Sabes que no te juzgaremos y te apoyaremos con todo.

Sonrió más que feliz y complacido. Estaba más que preparado para decirles acerca de la parte más bella, pero también dolorosa de su vida.

-Se que estoy en deuda con ustedes, en el hecho de que nunca les he dado una madre, y aunque me encantaría decirles que voy a dárselas, es una mentira, además de que, tal vez ustedes ya no necesiten de eso y más que nada, por el hecho de que... Eso no es quien soy yo.

-¿Qué quieres decir?- El rubio mayor entendió de inmediato lo que su padre hacía referencia, pero no quería sacar conclusiones apresuradas, por lo que, más allá de esa pregunta, no habló, solo para darle espacio a su padre.

-Ilias... Issac... Hijos... Saben, han pasado casi cincuenta y un años de aquello, pero, luego de pasar lo que pasé, cuando llegué a casa, estoy más que seguro de que hay altas posibilidades, de que retome esa parte de mi vida.- Un mínimo momento de silencio se dio entre los tres, pero luego de juntar todo el aire posible, el hombre mayor acabó con el misterio que había plantado momento atrás. -Tienen derecho a saber que, durante mi adolescencia, tuve un muy corto, pero intenso y hermoso romance... Con Krest Mikaelis.

Los jóvenes abrieron con impresión sus ojos. Ilias tuvo que desechar sus primeros pensamientos, pero no juzgaba a su padre. Ambos jóvenes creían firmemente que, si Zaphiri era feliz con aquello, ellos lo apoyarían, pero obviamente que iban a pedir que se le fuera explicado aquello.

*

*

*

Krest no perdió tiempo y regresó a la casa de los Belier-Libe en el menor tiempo que le fuera posible y apenas si llegó, corrió al cuarto de Degel, ya que sabía que allí se encontraría ese maldito escorpión dorado.

Apenas si lo tuvo delante, no le importó que estuviera ayudando al francés a vestirse, se le tiró encima y comenzó a golpearlo con toda la poca fuerza que tenía en ese momento. Le dolía el alma, pero tenía que sacar esa rabia de su ser de alguna manera, y le parecía que era mejor hacerlo sobre Kardia, ya que él había sido el responsable que volvió a poner a Zaphiri en su camino, después de tantos años.

-¡¿Tú no aprendes, verdad?! ¡¿No te cansas de mentirme y engañarme?!

Esa vez, no iba a dejar que su suegro lo golpeara, la primera vez lo permitió porque sabía que lo tenía merecido, pero esta vez sentía que no era el caso. Los hijos de Zaphiri, era algo que el propio Zaphiri debía y tenía que explicarle. Sentía que estaba en lo correcto al guardar silencio y nada de lo que Krest dijera o exigiera, iba a hacerlo cambiar de opinión, por lo que se lo quitó de encima como pudo, sin responder a esa violencia inusitada que el otro mostraba y lo alejó de un empujón, lo más que le dio la poca fuerza que utilizó en él.

-No es algo que a mí me corresponde andar contando. Eso es algo que se suponía, él te diría a su tiempo.

-¡Pero tú lo sabías!

-¡Claro que lo sabía! ¡Estuve allí cuando sucedió!

La incredulidad se abrió paso en los turbios ojos del cansado señor Mikaelis y una rabia profunda se volvió a encender. Kardia sabía algo que él ignoraba y eso lo ponía aún más enfadado de lo que ya estaba.

-¿De dónde lo conoces?

-De hace mucho tiempo. Ya te dije que él me ayudó a rehabilitarme.

-¡Él es oncólogo! ¡Las lesiones cerebrales no tienen nada que ver en su área de estudio y trabajo! ¡¿De dónde lo conoces?!

-Amor...- La leve voz de Degel se hizo paso en la discusión y ambos hombres dejaron sus molestias de lado para ver al pelirrojo, que lento se ponía de pie y trataba de pasar sus brazos por las mangas de su camisa, cosa que era un poco difícil, ya que su izquierda seguía atravesada por intravenosas que cumplían su labor durante las noches y no se irían de allí, hasta el final de ese mes. -Tengo una duda... Si mal no recuerdo, tú me habías contado, le llamas "Scarlet" a Zaphiri, porque ese es el primero de sus dos apellidos, no?

-Así es.- Contestó sonriendo animado, pues ya sabía para que camino iba su diamante.

-Pero de nuevo, si mal no recuerdo, a tu madre, aunque su nombre era Seraphina, también la llamaban así, porque era el primero de sus dos apellidos, no?

-Exactamente, cariño.

-¿Su segundo apellido no era Aeneas?

Kardia se le acercó y luego de tomarle del rostro con suavidad, le dio un fuerte beso en los labios, cosa que hizo sonreír mucho a Degel, ignorando que Krest estaba espantado con lo que acababa de descubrir.

-Empieza a replantearte todo, Krest.- Dijo para arrancarlo brusco de su trance. -Garnet no me odiaba porque yo no tenía dinero ni ninguna de esas cosas. Garnet me odiaba porque de inmediato supo que yo era el sobrino del sujeto con el que tú te acostaste hasta el día antes de casarte con ella. Zaphiri es el hermano de mi madre y este mundo es muy pequeño.

No soportó esa mirada que ambos le daban, como queriendo tomarle el pelo por no haber sido tan rápido en captar la poca familiaridad que los unía, por lo que, tan rápido como ingresó en ese cuarto, se marchó. Quería marcharse más lejos que los pasillos de esa casa, pero apenas si pudo poner un pie en el escalón fuera de las puertas de entrada de la casa, vio que su nieto lo estaba esperando, apoyado contra su auto, mirándolo con un toque de divertimento.

-Abuelo, ahora, al menos por esta vez, enfrentarás las cosas a la "manera Milo".

-¿Qué esa no es la mala manera?

-Si, pero funciona igual.- Dijo mientras abría la puerta del vehículo y lo invitaba a subir. El mayor no dijo nada, necesitaba algo que lo hiciera despejar su mente, en lo posible no pensar y si su nieto podía lograrlo, entonces lo seguiría sin dudar.

*

*

*

-¿No crees que fuimos algo crueles?

-Amor, sé que no debí, pero fue muy cruel conmigo todo el tiempo... Merecía tener un poquito de venganza. Además, no es mi culpa si es lento para darse cuenta de las cosas. Tú lo entendiste apenas si él te tomó como paciente.

-No puedes culparlo, ha pasado por mucho.

El griego rio con muchas ganas por eso, porque sabía que tenía razón, ellos solos no habían pasado por muchas malas situaciones, Krest y Zaphiri también habían pasado por muchas cosas malas, y aunque tal vez era hora de que sus malas rachas se acabaran, parecía que tenían algunos obstáculos más que enfrentar.

Se recostó un poco más en la cama y Degel hizo lo mismo, apoyándole la espalda en el pecho y así permanecieron unos largos minutos, en silencio, disfrutando de la compañía mutua y la poca paz que podían tener. Pero la perdieron cuando la puerta fue golpeada con suavidad y abierta con lentitud.

-Toc toc. ¿Se puede?

Degel sonrió al oír a Surt hacer ese sonido a la par de que tocaba la puerta y le dio lugar para que pasara de inmediato.

-Buenos días, señor. ¿Cómo se encuentra?

-Me siento un poco mejor. Las náuseas se han detenido en los últimos días así que estoy mucho mejor que la semana anterior.

-Me alegra mucho oír eso, además de verlo, obviamente. Se nota en su semblante que se siente bien.- Le comentaba mientras sacaba de su bolso, un block anotador y una pequeña grabadora. -¿No le molesta? Me gusta tener un registro de voz de todos mis pacientes, para desgrabar luego, por las dudas pase algo por alto, durante la sesión.

-Claro que no. Si es mejor para ti de ese modo, entonces hagámoslo así. Amor, ¿nos dejas solos un momento?

-Puede quedarse, si quiere. No tengo problema que esté presente, es más, es de mucha ayuda, por si llegase a sentirse mal y necesita urgente auxilio.

Los mayores se miraron unos segundos y Kardia rápidamente acercó una silla al lado de la cama, junto a Surt y le tomó la mano, dandole apoyo silencioso para todo lo que viniera en esa charla.

-Ya si, entonces, podemos comenzar.

El menor sonrió en agradecimiento y luego de poner "play" a ese aparatito y dejarlo en el borde del buró, al lado de la cama, la sesión dio inicio.

Una muy necesaria sesión que cambiaría muchas cosas en Degel.

Una muy necesaria charla que afectaría mucho a Camus.

*

*

De verdad que el mundo es muy pequeño... Krest y Kardia eran familia antes de tiempo xD

Degel va a hablar sobre algo que se que muchos quieren oír... Como vivió el secuestro de Camus. Le va a pegar fuerte al cubito saber como fueron esos meses para su papá.

Después de eso, esperen desmadre familiar por mil, que se van a agarrar las greñas entre toda la familia y también va a regresar alguien que hace mucho no veíamos y es muy necesario para la trama de la vida de los hermanos Diamonds 😆

¡Besos! ¡Las quiero!

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