Capítulo 26 || Fuego de corta resurrección y conclusiones prematuras.
“Desde que comencé a pensar en hacer esto para ti, solo tuve una sola cosa clara, y eso es que no tengo idea de cómo o por dónde empezar, así que simplemente empezaré por lo que pensé el mismo día en que supe que estabas dentro de mí y estuve segura de que nada malo iba a pasarte nunca.
¿Sabes? El poder nacer en este mundo, siempre lo he considerado un milagro, sobre todo desde que vi por primera vez tus ojos. Más allá de las tristezas que puedas tener en tu vida, te pido que nunca dejes de sonreír y si algún día llegas a llorar, quiero que sepas que yo, sea donde sea que esté, estaré muy triste, pero si necesitas hacerlo, por favor entonces no te reprimas, pero siempre recuerda algo o alguien que te haga feliz y vuelve a sonreír como nunca antes lo has podido hacer y si aún no encuentras una razón, entiende y recuerda que existir en esta vida, con todos los que te rodean, es más que suficiente para sacar una sonrisa, aunque sea leve y mediante eso, sonríe junto a esos que te aman, lucha por tu felicidad junto a quienes te aman. Tu padre, tus amigos, tu pareja.
Siempre lucha por tu felicidad, amor.
Se que no estoy en condiciones y posición de pedirte nada, desde antes de ti no he sido una buena persona y ahora que te encuentras a mí lado, sigo siendo una mala madre por más que intente mejorar, pero aún así, te pido que siempre mantengas tu cabeza en alto y te enorgullezcas de todo lo que tienes y puedas lograr.
El poder haberte conocido fue mí mayor alegría en este mundo, fue y es una felicidad incomparable que nunca, jamás, podría acabar de describirla, ya que simplemente saber de tu existencia me salvó e hizo que toda la soledad que sentía desapareciera totalmente. Siempre que estás en mis pensamientos, puedo sentir como mí corazón arde de nuevo y se llena de gozo y ganas de luchar para estar siempre a tu lado y no dejarte atrás nunca.
Si tan solo fuera posible para mí poder tomar una elección, quisiera vivir y quedarme para siempre a tu lado, ese sería el mayor de todos mis deseos, sin embargo, sería imposible porque todas las decisiones que he tomado antes de ti, me han llevado a este lugar.
La difícil decisión entre ganar o perder no es muy diferente a la de vivir o morir. Pero tengo que agradecer que, aún en las circunstancias que me encuentro, poder tener todavía la posibilidad de elegir algo bueno para ti, me hace muy feliz.
Lo que no me hace feliz y se torna terriblemente doloroso en el centro de mí pecho, es el pensar en todas las oportunidades que no tendré a tu lado, porque ya era muy tarde para tomar decisiones cuando me di cuenta que debía elegir para bien.
Camus, hijo mío, solo quiero que siempre sepas que todo el tiempo que te tuve a mí lado, solo he querido protegerte, porque para mí, tu vida es mucho más importante y valiosa que la mía. Y aunque la felicidad de tenerte me ha durado poco, quiero que te sea posible ver esa felicidad algún día con tus propios ojos, ya que nunca pensé en mí misma como alguien que ha tenido suerte en la vida, pero contigo y tu padre a mí lado, pude sentirme muy afortunada, aunque fuese un corto momento, pero aún así, estoy agradecida con lo que se me ha dado.
Mí cabeza es un mar de confusión en este momento, porque hay tantas cosas que quiero decirte y siento que no podré expresártelas porque no se entenderían nunca, así que seguiré diciendo lo que siento que es importante para mí decirte y siento que te ayudará y te servirá más que ninguna otra cosa en este mundo, en esta vida.
Nunca te rindas, amor. Nunca huyas de ninguna situación. Sigue creciendo y creyendo, no importa cuando ni cuánto tiempo sea que te lleve, da siempre lo mejor que tienes en tu interior. Toma todos tus sentimientos y hazlos irradiar la esperanza necesaria para acabar con las dudas y miedos que te apresen y te agobien.
Esta es la única fuerza que puedo darte, la de la vida.
Siento que, si no me hubiera perdido a mí misma, no te hubiera encontrado a ti y a tu padre, y hubiera ganado todo lo que gané luego de tenerlos a ustedes a mí lado.
Tu padre me dice que soy una sobreviviente de la maldad más cruel del mundo, pero yo creo que tu mereces ser llamado así, ya que tu creaste un milagro en si mismo, y solo por eso, eres alguien que merece todo el amor, la compresión y el respeto que exista en este mundo.
Eres alguien muy importante, tanto para el mundo, como para tu padre, pero sobre todo, eres alguien muy importante para mí.
Tu vida no será fácil, mí amor, por lo que te pido que trates de hacer lo mejor posible, que des tu mayor esfuerzo y logres sobrevivir sin tener que caer en el mal que yo tuve que caer por no saber elegir.
Aunque si hay una decisión que jamás me arrepentiré de tomar y esa decisión eres tú.
Mí amado hijo.”
La grabación, que había sido hecha la misma noche en que Natassia dejó la casa para ingresar a Amiens, en ese vano intento por huir de su tortuoso pasado un momento, se detuvo y una imagen en negro total fue lo único que el televisor devolvía, en el cual, se podía ver reflejado a un vulnerable pelirrojo, sentado en el piso, abrazando sus rodillas mientras sus ojos, al parpadear, dejaban caer grandes lágrimas, mezcla alegría, mezcla dolor.
La caja que Camus finalmente había encontrado debajo de tanto escombro y madera quemada, estaba impecable, como si el incendio que había consumido la casa no hubiera pasado sobre ella, y era de esperarse, ya que Degel la había guardado bajo suelo, en un lugar especialmente construido para ese arcón, en donde, además de esa grabación de video, había cientos de fotografías de la familia que él, Natassia y Camus habían formado.
Fotos hasta del momento mismo de su nacimiento, aún cubierto con pequeños hilos de sangre mientras la rubia lo sostenía contra su pecho y Degel se recostaba sobre su hombro para ver de cerca a su bebé y llorar mientras sentía su olor por primera vez.
Cientos de fotografías que el pelirrojo sentía que no acabaría de ver nunca, pero eso le gustaba, ya que pensaba que podría construir su feliz familia e infancia en su cabeza, sin parar un día, teniendo siempre la felicidad que todo niño desearía tener en sus años iníciales.
Ese enorme cajón perdido en el tiempo se había convertido en el tesoro que siempre deseó poder tener, pero lo que más felicidad le daba, era que por fin había podido oír la voz de su mamá, algo que siempre había deseado, pero que nunca había tenido oportunidad, no solo por la distancia de Degel, sino también porque llegó un momento en que no supo si era mejor olvidarla o tenerla como una memoria que difícilmente se distinguiría de lo real o la imaginación.
Pero allí finalmente estaba, su madre frente a él, aunque sea en una grabación que tenía más de veinte años, pero allí la tenía, diciéndole a su manera que lo amaba, que su nacimiento la había salvado y que lo único que quería era que fuera feliz, porque ella, sea donde sea que el universo la hubiera de llevar, estaría feliz por él.
-Esto… Solo necesitaba esto. Siempre lo necesite. Mamá, siempre necesité oírte. Oírte decirme que me querías y no estabas arrepentida de tenerme.
-Cam…- Milo se levantó del lugar que ocupaba, se acercó a su pareja, abrazándolo lo más fuerte que se pudiera y no lo soltó en mucho tiempo, mismo tiempo en que pasó sin decir una palabra, hasta que sintió que una conversación no iba a ser tan mala ni haría daño. -Yo también extraño y necesito mucho a mí mamá, así que puedo entenderte perfectamente lo que sientes.
Camus no dijo ninguna palabra por un largo rato, por lo que el silencio los rodeó, pero no se sentían nada incómodos para con la situación, simplemente se acercaron más, Camus apoyó su cabeza entre el hombro y el cuello de su griego y se dedicó a ver las fotografías que había tomado, de entre todas las bolsitas individuales que había repleta de ellas.
-Era muy bonita.- Apenas dijo, dejando salir una sonrisa. -Eso siempre lo supe.
-Debía de serlo. Tu eres hermoso, así que de por seguro que ella también lo sería.- Apenas si se le ocurrió decir a Milo mientras tomaba otras fotos, en las que la secuencia iniciaba con la rubia sentada en una mecedora, con aquel lindo recién nacido entre sus brazos.
-Tu mamá también lo era. Y estoy totalmente seguro de que ellas serían buenas amigas si se hubieran conocido.
Ante eso, Milo no pudo evitar reír al punto en que su carcajada parecía falsa y exagerada, pero trató de calmarse lo mejor que pudo, ya que Camus lo miraba de tal mala manera, que no quería que pasara un segundo más sin explicarle porque reía, así que intentó calmarse antes de que el galo se enojara y lo mandara a volar a insultos.
-Lo siento, es que me imaginé a nuestras madres juntas y no pude pensar en que serían “amigas unidas porque sus maridos las dejaron para irse juntos.”
Camus solo lo miró un segundo, mientras Milo volvía a reír como loco y ante esa actitud infantil, el mayor solo pudo indignarse antes de gritarle.
-¡Milo, eso no es nada gracioso! ¡Es más, es triste!
-Tienes razón, es muy triste.- Solo dijo tratando de ponerse lo más serio posible, con un tono de voz neutro y casi silencioso, mientras volvía a tomar las fotos que tenía antes en las manos y se disponía a continuar viéndolas.
Ese actuar le dio risa, ahora sí que podía reírse, porque fue tan inesperado que se saliera con ese tono, ese porte y ese silencio sepulcral después de tanto ruido, que le era imposible no reírse como su novio segundos atrás, por lo que trató de controlarse, cosa que sabía cómo hacer, desde de todo era hijo de un “hombre de hielo”, así que había aprendido muy bien a hacer esa postura y continuo haciendo lo mismo que Milo hacía, volviendo a sentirse un niño pequeño que tenía a su mamá sobre su espalda, abrazándolo y repitiendo hasta el cansancio que lo amaba demasiado y que siempre lo haría.
Pero la paz poco les duro, ya que el móvil de Milo comenzó a sonar, y aunque quisieron ignorarlo, parecía que quien llamaba no se daría por vencido hasta que le contestaran su llamado, cosa que hicieron apenas si recordaron que sus padres estaban hospitalizados de gravedad y se iban a sentir más que mal si algo les hubiera pasado y ellos se habían olvidado por completo de ellos, solo por haber encontrado un arcón viejo bajo unos escombros.
-¿Zaphiri?
-Hasta que al fin respondes. Me recuerdas a tu abuelo.
-¡Lo siento! ¡Olvidé todo por un momento! No me mates por eso.
-No lo haré, niño. Suficiente muerte hemos tenido hoy aquí.
El teléfono estaba en altavoz, por lo que ambos jóvenes pudieron escuchar eso y, por ende, a ambos se le heló la sangre y la sensación más horrorosa del mundo se apoderó de sus cuerpos.
-¿A que te refieres?- Fue lo único que pudo decir Camus, ya que Milo había quedado perplejo al punto que su boca se abrió, pero ninguna palabra salió de ella.
-¿Están en lo de Krest?
-Así es. Llevamos aquí todo el día. ¿Qué sucedió?- Continuó Camus dando respuesta.
-Vengan enseguida al hospital.
-¿¡Pero qué sucedió!?- Fue Milo quien finalmente gritó desesperado, repitiendo esa pregunta, exigiendo una explicación.
-Shijima no resistió.
El mundo se detuvo para ambos en ese preciso instante y no supieron como sentirse.
Ese hombre les había quitado todo, había separado a una madre de su recién nacido y a un hombre alejado de su hijo de seis años durante más tiempo del que pudieran contar, además de que lo dejó cerebralmente incapacitado durante años, haciendo que los malos entendidos y los deseos de venganza se volvieran incontrolables con el tiempo, pero ahora esos mismos deseos se volvían pequeños o directamente se esfumaban totalmente, al ser conscientes de que el hombre que les había quitado todo, acababa de dejar el mundo para siempre, sin dar explicaciones de nada y sobre todo, sin perdonar ni haber sido perdonado.
Algo que sus tres hermanos habían deseado desde hace mucho tiempo.
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No voy a decir nada, no hay excusa, no hay nada. Solo que siento que recupero equilibrio así que aprovecharé el envión.
¡Besos! ¡Les quiero!
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