Capitulo 15 || Diamantes, escorpiones, rosas. Comienza el juego.
Shion y Dohko, sin importarles la hora tan tarde que era, estaban plantados en el dormitorio de Kardia, diciéndole todo lo que se merecía y hasta un poco más. Estaban muy bien conscientes de que no debían de entrometerse en un asunto personal de pareja ajena, pero lo hacían igualmente porque se les hacía injusto que el griego hiciera pasar por semejante estrés al pelirrojo, solo porque no sabía controlar sus tontos e injustificados celos.
-Él no te debe nada.
-¡Era mi pareja! ¡Se suponía que debía de estar conmigo y con nadie más!
-¿Siquiera te estas escuchando? Eres ridículo, Kardia.
-¿Ridículo? ¿Por no querer que el hombre que amo estuviera con otra persona soy un ridículo?
-Si. Además de eso y de idiota, ¿También eres sordo? ¿O la lesión cerebral que tienes te afectó el oído?
Ante esa última mención, el rostro de Kardia se tornó en un mirar más sombrío y Shion no tuvo más remedio que regañar a su esposo, en ese momento.
-Eso es algo que no deberíamos de sacar a broma o algo parecido.
-No intenté hacer ninguna broma ni nada, solo dije que, tal vez, perdió algo de audición a raíz de lo que pasó.
-Tengo una placa de titanio en lugar de cráneo y, así y todo, mi audición nunca estuvo afectada. Que haya perdido parte del cerebro, no quiere decir que esté sordo. ¿¡Pero qué demonios tiene que ver todo esto, y también ustedes, con Degel!? ¿Dónde está él?
-Durmiendo en una habitación en la planta baja.
-¿Abajo?
Se levantó para ir en su búsqueda, pero Shion le puso una mano en el pecho, deteniéndolo y dejándole muy enojado, más que confundido.
-Tú le dijiste que Calvera era tu prioridad. Que tu relación con él era solo...
-Se lo que le dije y eso es algo de lo que me he arrepentido toda la vida.-Le interrumpió molesto. -¿Pero que podía hacer? ¿Decirle a Calvera que ya no la amaba? Eso no hubiera sido verdad. Yo la amaba, la amo. Decirle aquello hubiera sido la mentira más grande de la vida.
-¿Entonces a quien si le dijiste la verdad, fue a Degel?
-¿Qué? ¡No! ¡Yo lo amo, pero no podía tener una decisión justa en ese momento! No podía dejarlos.
-Pero podías haber elegido.
-Tampoco podía hacer eso. Iba a destrozar a mi familia.
-Y preferiste destruir a Degel.
-¡Y tú que mierda opinas de mi vida, si no sabes nada! ¡Solo pretendes saber, Shion! Crees que, por tener un elegante título junto a tu nombre, te da el derecho a saber y opinar de todo y todos, pero no es así. ¡Ni tú ni Dohko saben una mierda de mí, de mi esposa, de mi amante ni de nada de lo que me rodeó esos años ni en los años que vinieron! ¡No tienes derecho alguno de opinar!
Los otros dos hombres se quedaron en silencio e inmóviles mirándolo, escuchando atentamente cada una de las palabras que dejó salir con mucho enojo. Sabían que ahora era un escorpión con una especie de "herida de amor" quien vociferaba enfadado, pero si de algo ellos eran creyentes, era que, en un estado colérico, se decían más verdades que mentiras y entre tanto grito sin filtro, pudieron dilucidar algo que, si a ellos les dolió, al francés le dolería más, si se enteraba.
-Amante.- No podía decírselo a Degel, así que se lo haría notar al mismo griego, para que repensara todo y tratara de ver que él fue gran parte culpable de lo que pasó cuando aquel lejano invierno comenzó.
-¿Cómo dices?
-Acabas de decir "amante" para nombrar a Degel.- La pasividad en la voz del chino lo hizo enfadar mucho, pero más mal lo hizo sentir el darse cuenta tarde de sus palabras anteriormente dichas. -Parece que eso es todo en tu mente, Kardia. A Calvera no la bajas de "esposa", cosa que está bien, porque se nota que aún la amas y que siempre será todo para ti... Pero a Degel aún lo mantienes allí, de ser el "amante" no lo sacas y eso, por mucho que se amen, será lo que lleve a Degel a separarse definitivamente de ti.
-Él no me dejará. Él me ama. No sería capaz de alejarse.
-Estoy casi seguro de que pensabas lo mismo hace diecisiete años atrás... Y allí tienes a Cardinale.
-¡Shion, no te permito que me tr...!
-¡Buenas noches, Kardia! ¡Espero que descanses y, mientras intentas hacerlo, la culpa te coma la consciencia!
Dohko y Shion abandonaron la habitación tan intempestivamente como llegaron, dejando atrás a un rabioso griego, cuya ira aumentó cuando le nombraron a aquel jovencito.
-No puede ser su hijo... No me importa que tenga señas y luces propias de Unity Diamonds... y que de perfil medio se parezca a Degel... Él no es su hijo. Se que no lo es.
Se tiró entre las almohadas, sin cubrirse con anda, mirando al techo sintiendo como lo último dicho por Dohko, se hacía realidad en un simple segundo. La culpa de haber llamado a Degel como su "amante", empezaba a devorarlo por completo y, sin quererlo ni esperarlo, unas cuantas lágrimas empezaron a escurrírsele por sus turbios orbes.
-Él no es más mi amante. Él es mi pareja, mi futuro completo. Aceptó casarse conmigo, aceptó rehacer su vida conmigo cuando toda esta basura termine... No puedo llamarlo ni dejar que se considere de esa manera, que ambos sabemos, no es correcta.
Sin darse cuenta de nada, su llanto se devolvió en una manera más fuerte e incesante. Hacía años ya que no lloraba de esa manera, tan desgarrado y perdido, lo recordaba muy bien, ya que esa última vez fue cuando, aunque bajo el "cuidado" de Shijima, apenas si recuperó fuerzas y logró salirse del hospital, volvió a ver a Degel en la televisión, liderando un importante congreso de empresarios. Lloró como un niño pequeño al verlo nuevamente, después de tantos meses, al escucharlo hablar y a verlo interactuar frío y distante con todos los que lo rodeaban. Lloró, no solo porque sintió que la vida de Degel siguió como si nada, después de que él hubiera "muerto", sino que lloró porque su amado galo se veía más muerto de lo que él mismo podría estarlo internamente. Sus ojos estaban apagados, su rostro estaba más pálido y se veía más delgado que siempre. Esa imagen que la pantalla reflejaba no era el hombre que él había amado y lo había amado de regreso.
Lloró porque se sintió culpable del aspecto del francés en ese momento y ahora lloraba porque se sentía en extremo culpable de darse cuenta de que, por más amor explicito que había, seguía llamándolo "amante", cuando sabía que eso era una mentira. Sabía que era una mentira, pero no sabía porque seguía aferrado a ella. ¿Qué era lo que le hacía seguir sujeto a tal situación?
Sabía que no volvería a verle hasta que no resolviera la tarea que le dio, que ese había sido el trato, pero ahora necesitaba y mucho de Surt y lo más pronto posible, porque sentía que su mente colapsaría por tantas cosas.
*
*
Desde su regreso a París, Agatha estaba nerviosa todo el tiempo y conciliar el sueño era algo que no podía hacer con facilidad. Sabía que los señores de la casa tenían contratados los servicios de un muchacho que era titulado en psicología y psiquiatría, por ende, podía recetar medicación para ciertos diagnósticos, comportamientos o alteraciones, y su insomnio podía llegar a ser alguno de esos casos, así que esperaba que ese joven le diera una mano para solucionar ese problema, aunque también sabía que debía esperar, ya que el joven doctor se encontraba en un viaje por temas familiares y tardaría, por lo menos, una semana más en regresar, así que, mientras tanto, debía de arreglárselas como pudiera para poder conciliar su sueño.
Esa noche era otra noche más en la que, luego de una larga batalla en solitario para llegar a su silla y ocuparla, se la pasaba mirando por la ventana, al cielo por momentos y al jardín en otros, divagando profunda y sentimentalmente en sus más olvidados pensamientos, continuando en la tarea de convencerse de que todo lo que pasó era lo mejor y que no debía de sentirse culpable por ello, pero el fresco recuerdo de Dite gritándole cuanta cosa se le viniera a la cabeza y Cardinale, solo mirándola con desprecio y solo diciéndole un seco y cortante "no te recuerdo y nunca estuviste, así que no me pidas nada", le hacían doler en demasía.
No iba a decirle nada sobre eso, porque prácticamente era la verdad, el pequeño Poisson era un pequeño bebé de más de un año de vida cuando ella se desapareció de la vida de todos, el niño creció solo con su padre y su hermano, no recordando ni teniendo nada de su madre en su día a día, así que el menor estaba en lo correcto en no llamarla como le correspondía, pero ella creía que, al menos, podía poner voluntad en tratar de forjar algún vínculo entre ambos, aunque estuviera bien consciente de que sus hijos querían todo menos tenerla cerca y siendo parte de sus vidas.
Su mente estaba tan perdida en otro sitio que ni cuenta se dio de que alguien llamaba incesantemente a su puerta, y cuando recién se dio por enterada de esa situación, fue cuando Degel estaba parado junto a ella, mirándola con mucha tristeza, pero era una tristeza que solo ella conocía. Era la tristeza de aquel chico perdido que corría a buscarla cuando los problemas lo agobiaban y no tenía a nadie más con quien desahogarse. A pesar de todo lo dicho y hecho, allí estaba, su mejor amigo, dolido y corriendo a su lado, buscando un hombro para llorar a gusto y unos brazos que lo envolvieran y le brindaran alivio y consuelo.
-¿No te perdí a ti?- Dejó salir ella, casi al borde de las lágrimas.
-No lo sé... Lo único que si se, es que me perdí nuevamente, a pesar de que creí haberme encontrado.
Agatha no podía moverse por razones obvias y Degel tampoco podía hacerlo porque el resentimiento de su cadera punzada no cedía, así que hicieron lo que pudieron en ese momento. Ella se aferró con la mayor delicadeza posible a la cintura del francés, mientras que él le envolvía los hombros con un brazo y su mano libre se dedicaba a acariciarle el cabello. En el completo silencio de esa noche, entre esas paredes, una relación que nunca debió haberse dado, tuvo su final definitivo con el mismo abrazo con el que comenzó y ambos tuvieron, por primera vez en muchos años, su consciencia en calma, con respecto a ese tema, pero había un elefante mucho más grande en esa sala y eso era lo que debían de resolver y cuanto antes posible.
-¿Cuánto tiempo luego de verte por última vez, lo supiste?
-En realidad, aún nos veíamos cuando lo supe.
-¿Cómo dices? ¿¡Entonces la última vez que nos acostamos, ya estabas embarazada!?
-¡No sabía que decirte!
-¡¿Qué no sabías?! ¡Lo único que tenías que decirme era que estabas embarazada y que necesitas de mi para arreglar el asunto!
-¿A qué te refieres con "arreglar"?
-A un ADN, Agatha. Está bien que dicen que no tengo corazón, pero tampoco tanto como para decidir por ti en semejante asunto delicado...
La castaña se sintió muy mal por un momento, por haber malinterpretado las palabras del francés, pero no iba a permitir que la hicieran sentir más mal y, aunque sabía que no debía de poner en situaciones en extremo estresantes al pelirrojo, no quería ser la única que la pasara mal, así que buscaría la pregunta y el momento adecuado, para tenerlo un poquito de los nervios, tal y como deseaba.
-Tu siempre dijiste que tienes un solo hijo.
-Así es y siempre lo diré. Camus es mi único hijo y no pienso amar a nadie más que a él... Bueno, tal vez ame más a mi nieta, pero eso no viene al caso. Lo que si viene al caso es que debemos de hablar de Cardinale.
-Hablaremos de Cardinale, pero antes, disculpa que te diga esto, pero es totalmente ridículo lo que me acabas de decir.- Degel la miró en extremo confundido y eso fue el silencioso pie para que ella siguiera hablando de lo que sea, deseaba hablar. -No quieres preocuparte por tu propio hijo, pero si te preocupas por el hijo de alguien más.
-¿Disculpa? ¿Qué quieres decir con eso?
-Cardinale es tu hijo y no te preocupaste jamás por él, ni le diste un mínimo de atención a pesar de no tenerlo cerca, mientras que Camus es simplemente tu sobrino y no hubo día en que no te desvivieras e hicieras sangrar piedras por él, para que nada le faltase nunca. ¡Eres un desconsiderado y un hipócrita!
Un golpe seco fue lo único que cortó el silencio que se había formado en el cuarto después de todo lo dicho y, por primera vez en mucho tiempo, el Degel que siempre existió, aquel que decía y hacía lo que quería y cuando quería, había reaparecido y le había propinado una cachetada fuerte y certera a la mujer, quien quedó helada por aquel accionar, mirando al piso, con su mano apoyada sutil donde segundos antes, había recibido aquel golpe.
-¿Cuantás veces tengo que decirte que Camus es mi hijo y no mi sobrino? Yo lo cuidé, yo lo crie. Yo pagué su educación y lo transformé en el hombre que es hoy. Yo lo reconozco a él y solo a él como mi hijo, mi heredero y único orgullo máximo en esta vida, así como él me reconoce, y por sobre todas las cosas, me eligió a mi como su padre. En Shijima no ve ni a un padre ni a un tío ni a nada. Él solo me tiene a mí y yo solo lo tengo a él. Fuimos nosotros dos contra el mundo siempre y no pretendas llegar ahora y decirme que me haga cargo de Cardinale, cuando antes ni siquiera tuviste la decencia de decirme que te había embarazado.
-No me importa lo que digas, tienes que reconocerlo como tuyo.
-Eso lo decidirá él.
-Lo decido yo, ahora, en este mismo momento, por él es menor de edad y no puede opinar respecto a esto.
-No lo trates como si aún fuera el bebé que abandonaste. El chico acaba de cumplir diecisiete años, así que puede decidir él mismo, que es lo que quiere hacer.
-Todo el mundo quiere ser un Diamonds, así que seguro que te pedirá que lo hagas parte de la familia que le corresponde.
-Todo el mundo quiere ser un Diamonds, es verdad... Hasta que descubren lo que es ser un Diamonds. Entonces su vida normal y corriente, es un cuento de hadas real.
Agatha se quedó mirando al hombre frente a ella unos cuantos segundos y no sabía que decirle. Quería lastimarlo, no sabía porque, pero quería hacerlo. Degel nunca se había portado grosero con ella, jamás le había hecho ningún mal, esa cachetada de momentos atrás era la primera agresión que recibía de parte del pelirrojo, en todos los largos años que llevaban conociéndose. Incluso cuando él supo que esa aventura significaba nada para ella, cuando para él, no lo era todo, pero significaba bastante, no le recriminó que lo estuviera usando y ambos siguieron adelante con esa situación, sin recibir ninguna queja o escena de su parte. Cuando ella le puso un final definitivo a todo, tampoco recibió nada de parte de él, siempre se portó como un caballero con ella, pero allí estaba ella, tratando de hacer que Degel se hiciera cargo de una situación recientemente descubierta y que se sintiera mal por ello.
No sabía porque deseaba dañar a Degel, pero quería hacerlo, por más difícil que fuera, ella quería hacerle doler el alma y no entendía porque no quería detenerse hasta lograrlo.
-Que te quede claro, Agatha, él podrá llevar mi sangre, pero no levará mi nombre. Camus es y será el único en llevar mi nombre, así como Calvera llevará el nombre también, muy prontamente, pero nadie más que ellos. ¿Lo comprendes?
-¿Por qué estas tan empeñado en negarle ser quien realmente es?
-Yo no lo hago, él mismo lo hace.
Dirigió sus pasos hacía la puerta, ya había tenido suficiente esa noche y lo único que deseaba era salir de allí e irse a descansar. Maldecía el momento en que se le ocurrió ir a verla, pero seguía firme en su pensamiento de que era mejor así, porque con Kardia en sus espaldas, aquello jamás hubiera tenido lugar tan pronto, por más que lo quisieran y buscaran.
-¿Qué quieres decir con eso?
Era claro que lo detendría para cuestionarle esas palabras, pero lo único que se dignó a decirle fue un "buenas noches" y cerrar la puerta tras de sí. Un grito llamando su nombre fue lo único que oyó por unos segundos antes de que el silencio volviera a reinar por aquel pasillo.
-¿Tan mal lo tomó?- La joven voz le llegó pronto, pero lo esperaba. Era la única cosa que esperaba entre tantas situaciones al borde de lo tenso, esa madrugada.
-¿De verdad no quieres tomar el apellido?- Le retrucó sin contestar a la primera pregunta.
-Mi abuelo fue Lugonis Poisson, no Unity Diamonds. Mi padre es Albafica Poisson, no tú, Degel Diamonds. No necesito el nombre ni el apellido de nadie, espero que lo entiendas.
-Yo lo hago. Quien no lo hace, es tu madre.
-Tu hijo tampoco lo hace.
-Yo me encargaré de que Camus comprenda, no te preocupes.
Se miraron por unos segundos y un enorme sentimientos de abrazarlo, le invadió al mayor, pero se contuvo, porque el joven rubio lo veía como si fuera un total desconocido y en parte estaba bien, ya que jamás antes habían tenido interacción alguna, solo cuando tuvieron que ir a refugiarse a la mansión de los Belier-Libe, pero antes de eso, solo un apretón de manos y un "buenas noches, señor" de parte del menor, en alguna que otra ocasión, en algún evento.
No importaba que fuera su padre, Cardinale no lo reconocería nunca como tal y tendría que aprender a vivir con eso, costase o no.
Siguió su camino y regresó al lugar donde esa noche dormiría, pero al ingresar, Kardia estaba allí, aun con los ojos rojos de lágrimas y sin dudar un segundo, se le lanzó encima y lo abrazó. Degel quedó congelado en su sitio durante breves segundos, pero correspondió al acto y sus brazos se enroscaron con fuerza alrededor del torso del rubio.
-Yo te amo... Entiende que aún no puedo manejar la idea de perderte algún día...
-No me iré a ningún lado.
-Te fuiste del cuarto.
El galo se separó con molestia y lo hizo notar hasta con su voz.
-¡Quería ser dulce y hasta cursi, pero siempre tienes que arruinar todo!
-Sabes que no se me da mucho ser así.- Respondió con algo de culpa.
-A mí tampoco. ¿Sabes qué? Solo abrázame.
Sonrisas que entre ellos solo lograban dilucidar, se dieron lugar y estuvieron largo rato abrazados y así hubiera continuado la situación, de no ser que, de manera intempestiva, el celular del francés comenzó a sonar. Eso llamó la atención de ambos y, al fijarse y no reconocer el número que la pantalla devolvía, pensó en descartarla, pero el pensamiento de que tal vez lo llamaban del hospital, para darle alguna noticia urgente sobre su enfermedad, no se tardó en aparecer como opción y, sin decirle a Kardia que el número que lo llamaba figuraba como "privado", contestó.
-Hola, hermanito.
La sangre se le heló al reconocerle la voz. Acababa de contestar al inició de la pesadilla.
-Shijima...
Kardia se exaltó al escucharle decir ese nombre y dio los pasos suficientes para acercársele y arrebatarle el móvil, pero el instinto de pelea y supervivencia del galo reaparecieron y no lo dejó intervenir.
-¡¿Qué demonios quieres?!
-Se que estas enfermo. ¡Qué mal por ti, pero, que bien por mí! No me importa que te estés muriendo. ¿Estás listo para esto?
Tembló un momento en su sitio, pero no dejaría que lo venciera.
-Comienza el juego cuando quieras, que te estaré esperando más que listo... Bastardo.
Cortó la llamada tan pronto como la tomó, no iba a dejarlo continuar hablando ni aunque le rogase y, habiendo hecho eso, su cuerpo dejó de lado abruptamente la tensión que esos cortos segundos le provocaron.
Allí estaba otra vez, el derrame nasal, el vómito de sangre, la bajada de presión, el desmayo y Kardia gritando desesperado por ayuda. Eso le dejaba muy en claro lo que pasaría a continuación.
El juego comenzaba finalmente y él no estaba listo para hacerle frente a las reglas que se impusieran, aunque lo intentara.
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Tendría que subir "Mírame", pero tengo problemas de conexión y por eso me es difícil acceder a los archivos de word para editar 😥
Así que, como ya tenía este capítulo listo para la semana que entra, en compensación a la otra historia, lo subo ahora y la semana que entra, trataré de tener al bello durmiente de regreso y por partida doble.
¡Empieza el desmadre! ¡Todos a prender una vela por Degelcito!
Ahhhh aclaro... El tema entre Agatha, Degel, Cardinale y blabla no acaba acá, digamos que hay un impase, por un momento.
¡Besos! ¡Les quiero!
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