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Capitulo 14 || Eternidad.

Odiaba salir a comer con sus padres porque lo único que hacían, era meterle aún más presión acerca de su futuro y la importancia de conseguir una esposa "a su altura" para seguir adelante con ese gran "linaje" que poseían. A regañadientes los acompañó hasta aquel restaurante, pero fue lo mejor que pudo hacer y agradeció, toda la vida, el haberse dejado convencer por sus dos mayores.

Lo conoció de lejos, mirándolo apenas de reojo cada que le servía lo pedido y nada más que diciéndole “gracias” a cada que eso sucedía, pero sentía que eso no era suficiente y ese sentir se intensificó cuando los ojos de ambos se cruzaron. Fueron segundos, pero fueron los segundos más importantes de la vida de ambos, ya que marcaron un antes y un después en sus vidas, en sus sentimientos.
Fueron apenas unos simples segundos que crearon un lazo que, si bien se tensó por momentos y se distendió (al punto de casi desaparecer) en otros, nunca pudo romperse y esos sentimientos de segundos, siguieron allí, volviéndose más y más fuerte con el pasar de los años.

El pasar de la vida. Situaciones que los fueron llevando una y otra vez a los brazos del otro, todo a raíz de una simple y casi inocente pregunta, siempre desde los labios del francés.

-¿Es esto correcto?

Zaphiri solo pudo sonreír, rebasado en ternura, ante la pregunta del asustado joven frente a él. Los ojos de ambos brillaban tanto que podían robar los sitios del sol y la luna, respectivamente, y se comprendía perfectamente el porqué de ese sentir.

-Lo averiguaremos luego.- Solo pudo responder de manera firme, en lo que podía, ya que también algo de timidez salió de entre sus labios, acompañando a esas palabras primeramente dichas.

Muy a pesar de lo que podría llegar a decirse, opinar o pensar, Zaphiri se encontraba, por primera vez en su vida, en esa posición y, aunque quería que Krest se sintiera seguro, no sabía cómo demonios proporcionarse seguridad a él mismo y eso era lo que más nervioso lo mantenía. Pero por su adoración de negros cabellos, sacaba control de hasta donde no sabía que lo tenía, y gracias a eso, Krest no se sintió desprotegido ni lastimado en ningún momento.

El joven heredero de la familia Mikaelis, a pesar de todos los intentos de su pareja de que no perdiera la calma, cosa que agradecía, ya que funcionaban bien, pero no podía negar que unos pequeños vestigios aún permanecían presentes y se hacía bien notar en sus manos temblorosas, que trataban de ocultarse entre sus piernas, ya que estaba sentado al borde de la cama y eso le permitía hacer dicha acción. Estaba atravesando por el nerviosismo más grande de su vida, y aunque trataba de controlarse, le estaba resultando la tarea más difícil de su vida y parecía “empeorar” en el justo momento en que aquel pelinegro se le acercó, muy lentamente, con movimientos casi felinos, y fue inclinándose sobre él.

Aunque trató de resistirse, el escorpión negro le separó las piernas, poniendo su rodilla entre ellas y, tomándole con suavidad las manos, para que las colocara alrededor de su cuello y estar más cerca, uno del otro y entonces fue cuando finalmente, las bocas de los jóvenes amantes se hallaron una ocasión más, pero esta vez, sería la vez que los adolescentes atesorarían más que ninguna otra cosa en el mundo y la que les haría saber que aquello que compartían, iba a significar y trascender mucho más allá de lo que creían sentir y suponían saber.

*

*

Había pasado ya un tiempo de la última vez que se habían encontrado, ya sea como “amigos” o de otra manera más íntima y secreta, pero, así y todo, ambos no tenían ni media idea de lo que estaban haciendo. Sabían que era lo que debían hacer, en realidad, ya no eran unos niños “inexpertos”, pero estaban en perfectas condiciones de decir que, no sabían muy bien cómo llegar a ese punto, así que simplemente, con una muy silenciosa mirada, decidieron seguir sus más bajos instintos, que poco a poco los iban dominando, hasta acabar por tomarlos por completo y hacerlos olvidar de su ser.

Zaphiri tomó el total control de la situación y todo el momento se desenvolvió, literalmente, bajo las manos del menor. Ambos estaban bajo una corriente totalmente desbordada de nervios, ansiedad y locura, sobre todo Krest, cuya mente se había disuelto de razón en el mismo momento en que le dijo a su agobiante esposa el siempre mentiroso “regreso tarde, tengo trabajo extra” y había corrido a los brazos de su zafiro.
Ambos estaban algo paranoicos, pues era su primer encuentro después de casi dos años de no verse, pero, apenas si la puerta de aquel cuarto bien conocido, de aquel hotel también, bien conocido para ambos y su secreto, su estabilidad mental volvió a ellos y se transformaron en dos seres muy diferentes a quien regularmente eran y aunque temblaban levemente por todo lo que estaba aconteciendo, no cambiarían esa realidad por nada del mundo.

El pelinegro menor le tomó el rostro con ambas manos y sus ojos se conectaron como jamás antes había ocurrido. El francés mayor recuperó una relativa calma, una que hacía mucho tiempo había poseído y solo la experimentaba cuando se encontraba con aquel joven qué le había enseñado a amar y que le devolvía un amor más grande del que él mismo podía entregar. Zaphiri aprovechó ese sentir ajeno para seguir adelante en sus aspiraciones y deseos. Sonrió internamente, de una manera gigante, al verlo de esa forma, al ver ese sentimiento de desprotección y susto clavado en esos enormes ojitos adorables y casi oscurecidos por el deseo, haciéndole nacer un deseo de cuidarlo para toda la vida, dándole un tierno beso que le prometía lo que su corazón en silencio gritaba.

La imagen de Krest, con carmín en sus mejillas y los ojos repletos en lágrimas de declarada felicidad, era algo que atesoraría por toda la eternidad en definitiva.

Ese pensamiento se reforzó luego de la última carta en la que todo acababa definitivamente.

Esos ojos, esa expresión, esa mirada. El tiempo, la memoria y el amor, se encargaron de no olvidarla ni borrarla nunca, ya que sentía que era el último y único buen recuerdo de su primer y verdadero amor.

Sentía que eso era lo único que de Krest le quedaría y cada día se esforzaba por no olvidarlo, cada día obligaba a su mente a recordarlo, creyendo que era la única manera de volver a ver a su adorado niño, pero el tiempo, finalmente, se encargó de demostrarle que estuvo cargando muchos años, con pensamientos muy equívocos.

*

*

Ya eran mayores, sus cansados ojos y algunas de sus actitudes no podían esconder eso, pero sus físicos lo hacían y muy bien. Tanto que se asombraban mutuamente de lo bien que se veían, como si el tiempo en sus cuerpos no hubiera pasado, más que unos cuantos días.

A diferencia de la desesperante pasión compartida que los embargaba y era la única cosa que en ellos no había cambiado, la situación se dio con mucha ternura, delicadeza y, por sobre todo, paciencia. Zaphiri fue sacando la ropa de Krest como si el tiempo del mundo estuviera de su lado y fue algo que el francés agradeció y a la vez detestó, porque sabía que, aunque lo hacía para que viera que no lo quería de regreso por placer, sino que era más por amor, Zaphiri amaba ver cómo su amante se iba inquietando hasta explotar en nerviosismo y esa era la razón por la cual, Krest se comenzaba a contrariar sobre el acto. Aunque, en definitiva, no negaría que llevaba esperándolo más del tiempo del que podría decir, así que, por primera vez, sabiéndose libre de todo lo que antiguamente lo atormentaba, se relajó y disfrutó cada segundo en que sentía las yemas de su zafiro pasarse por su piel.

Ambos también compartían el mismo sentir de incredulidad, ya que, una parte de ambos no podía procesar aún que una misma habitación los estuviera protegiendo, junto a su amor, pero que está vez, al abrir esa puerta, para marcharse de entre esas cuatro paredes, nadie fuera estaría mirándolos fijamente, con reproche ni asco, sino que sería todo lo contrario, sabían que, al salir, dos jovencitos los estarían esperando, con unas enormes sonrisas y mucho más que dispuestos a abrazarlos y darles todo el amor real que una sociedad entera les negó.

Krest no soportó más solo sentirse acariciado, por más que haya sido lleno de gentileza y suavidad, por lo que, con la voz más turbia de deseo que cargaba en ese instante, llevó sus labios hacía el oído de su eterno amor y le susurró lo más gentil, aquello que recordaba, le daba al otro el permiso final para avanzar en todo ese tortuoso juego previo.

-Ámame…- Fue lo único que susurró.

Ese aliento caliente, golpeando su audición… Su autocontrol se desapareció en un solo segundo.

A pesar de que sabía que había pasado demasiado tiempo tocando cada parte del cuerpo ajeno, era solo porque quería sentir y confirmar que su mente no lo había engañado en ningún momento, en los últimos casi cincuenta años y aquel ser era tal y como su memoria lo guardaba y todos esos largos minutos, los utilizo para confirmar eso. Sabía que jugaba con un fuego muy fuerte y casi descontrolado al jugar con Krest de esa manera, ya que el galo era tan fogoso en la cama, como malhumorado en su día a día regular, así que podía llegar a ponerse en juego su salud física cuando lo dejara ceder a la pasión del momento, pero quería, necesitaba imperiosamente tomar ese riesgo.

Sus manos fueron reemplazadas por sus labios y decenas de besos fueron repartiéndose por toda la blanca piel que bajo él se ofrecía deseosa y sintió la calidez llenarle el alma cuando el silencio del cuarto desapareció por completo y fue reemplazado por los suspiros deseosos del galo, que de manera inmediata llevo sus manos al corto cabello negro del médico, enredando sus dedos entre esas hebras y poniéndole ligera presión para que bajara aún más de dónde se encontraba. Zaphiri apenas si podía darse un segundo para sonreír, pero su corazón entero lo hacía en lugar de sus labios, ya que estaba de verdad contento con el hecho de que su cubito se dejará llevar e hiciera sentir y valer lo que quería tener del otro.

En tiempos pasados, él debía recurrir a la palabra, a la pregunta de “¿Te gusta así?” o “¿Prefieres mejor así?”, pero ahora era el propio Krest quien guiaba la situación y en cuanto menos lo notó, era él quien estaba tirado en el colchón y el galo quien lo tocaba y lo devoraba en su totalidad. Sus ojos se mantenían fijos en un punto del techo, sin sentido alguno, dejándose llevar por la calidez de la boca contraria y disfrutando de lo que Krest le entregaba. Sus dedos eran ahora los que estaban confundidos entre los cabellos del mayor, guiando el ritmo en el que aquella felación, que aumentó la velocidad, no por propia voluntad, sino por las propias acciones de Krest, que a cada segundo se volvía más y más desbocado, y en menos de lo que pudo prever, su pecho se comenzaba a mover más y más agitado, al igual que su respiración, sus pulmones hacían que su pecho subiera y bajara con más intensidad, sintiendo como su razonamiento se volvía más y más nulo y en cuestión de unos pocos segundos más, Krest hundía más su garganta contra el miembro del escorpión, recibiéndolo por completo, mientas a sus oídos llegaba el casi desgarrador gemido final de aquel orgasmo que fue contenido mucho más tiempo de lo que el francés estuvo embarcado en esa tarea.

-No lo hagas.- Apenas pudo balbucear cuando vio que el pelinegro se incorporaba y sus ojos reflejaban una inexplicable pasión poco antes vista entre ellos. -Krest, por favor no.

El francés solo lo miró un momento más, sonriéndole pícaro, antes de volver a apoyar sus labios sobre el miembro del heleno, solo para escupir un poco del semen antes recibido, para seguir adelante con aquel ritual de amor que tanto deseaba y extrañaba.

-Ha pasado tiempo, no seas tan brusco. No lo hagas así, tan repentino.

-Cierra la boca y déjame hacerlo como yo quiero.

-Sigues siendo un desastre, a pesar de ser un “señor”.

Krest hizo que una sonora carcajada abandonara su garganta, al mismo momento en que descendía lento sobre la intimidad de su amado zafiro, quién solo pudo coordinar sus manos para apoyarlas sobre las caderas contrarias y así, ayudarle a moverse. Primeros con movimientos lentos, pero subiendo la velocidad pocos momentos después.

El silencio fue cosa del pasado de manera inmediata y definitiva. Los gruñidos de ambos era lo único que tapaba el sonido de la cama, golpeando contra la pared y los resortes del colchón también se hacían oír. De la manera más rápida y con la mayor fuerza que pudo poner, ya que Krest ponía tanta presión sobre él que no le permitía moverse con mucha agilidad, Zaphiri le tomó de los hombros, para que sea más fácil enredar sus brazos, para apresarle el cuerpo contra el suyo y volver a besarlo como tanto deseó y no pudo hacerlo antes, en su juventud, ni cuando ese encuentro nuevo comenzó.

Los labios de ambos no podían ni querían separarse, sus lenguas se acariciaban y se tocaban, esa parte suya también buscaban reconocerse y no dejarse ir nunca más, al igual que sus cuerpos, que sus corazones, sus almas.

Se aferraban mutuamente y no querían dejarse ir otra vez. Se miraban a los ojos, fijos y sin parpadear lo más que pudieran, porque una parte de ambos, creía que era una ilusión y qué, de cerrar los ojos solo segundo, el otro desaparecería y nunca más lo podría volver a ver, pero cuando Zaphiri le sostuvo firme desde la nuca, mientras comenzaba a moverse más frenético, y Krest comenzaba a enterrarle más y más sus uñas en la espalda, dándole el pase al final de aquel encuentro, todo se hacía más y más real a cada segundo. De verdad que no podían dudar, aunque nunca debieron de hacerlo, y en el preciso momento en que Zaphiri acabó y Krest lo siguió, no quisieron ni pudieron dudar más.

-Te amo, enano amargado.

-Para toda la vida, mí zafiro. Tuyo y amándote, para toda la vida.

Una vez más, para el final de la noche, el “capricho adolescente” se había transformado en el amor más puro, real, y perdurable que la historia pudiera apreciar jamás.

Y ahora sí, era el momento del tan deseado “para siempre”.

*

*

*

Quiero aclarar algo que mis ojitos y mente no pueden evitar, ellos ya son señores hechos y derechos (😅) así que no quise hacerlo muy explícito por esa misma razón.
Creo que basta con esto, algunas palabras subidas del tono y algunas acciones específicas, pero no más. Espero no ser muy decepcionante con eso.

¡Pero eso si! ¡Zaphiri aún no se salva de los chanclazos de un padre herido y amante resentido!

¡Besos! ¡Les quiero!

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