Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 1 || Secretos en el exilio.

-¿Quién demonios es "De Vouivre"? O algo así.

-Tu abuela.

Milo lo miró con el rostro recargado de impresión y confusión.

-¿Qué la abuela no era Aimee?

-Tu abuela se llama Garnet Aimee De Vouivre, o sea que su segundo nombre es Aimee.

-Pero si ese es su segundo nombre, ¿Por qué mamá era Mikaelis Aimee, si ese no era un apellido?

-¿Quieres que te sea sincero, hijo?

Milo solo asintió en silencio, mientras dejaba a un lado el manojo de papeles que había sacado del despacho de su padre y se había puesto a leerlos, en busca de algo que saciase la curiosidad que se le había devenido tan estrepitosamente, que era el hecho de, que había sido de los más íntimos clientes de su madre y que era de sus vidas e intereses en ese momento de la historia. Tal vez podría hacerlos regresar una vez que él y Ángelo tuvieran creada y lista su "sociedad". Cuando su nieto se sentó a su lado y le dio toda su total atención, comenzó a hablar acerca de algo que hacía varios días quería comentarle, pero no sabía cómo hacerlo. El que haya salido ese cuestionamiento, le hacía un poco más sencillo el hablar.

-Sabes bien que, por el tiempo en el que yo me casé, las cosas se hacían usualmente, mediante arreglos entre familias, ya sea para negocios, emprendimientos, matrimonios o lo que sea. Yo me casé con tu abuela porque mis padres así lo habían pactado con los que serían mis futuros suegros, o sea, lo padres de tu abuela, y bueno, un poco mucho en contra de mí voluntad, acabé casado con ella. Pasó el tiempo, pasó todo lo que pasó y demás cosas que no tiene sentido ahora que te cuente, demasiados problemas tienes ya como para andar escuchando los míos.

-Abuelo, sin faltarte el respeto ni nada parecido, ¿A dónde quieres llegar con todo esto?

-A que yo no me casé enamorado y mucho menos ella. Tu abuela no ama a nadie que no sea ella misma, aunque también tengo que ser justo y decir que lo que, si ama y con toda su alma, si es que la tiene, es dar órdenes, obligar a que todo se haga como a ella se le venga en gana, no importa si tiene que pasar por encima de los deseos de alguien que está a punto de morir.- Eso bien lo entendió, de que lo dijo por Calvera, pues ella había pedido explícitamente que Milo no la viera más una vez que ella haya caído en coma y por sobre todas las cosas, que evitaran a como diera lugar, que no la viera muerta, pero Garnet desoyó totalmente eso y Milo acabó viendo durante media noche entera el cadáver de su madre, recostado a unos pocos centímetros suyo. -Lo que te quiero decir es que, por más que ella, orgullosa decía su nombre y ponía especial énfasis en ese "De Vouivre", nunca estuvo más cómoda que cuando decía su nombre de medio. Ella decía "Aimee" y era como que sentía que tenía todo el poder del mundo, porque sentía que eso era lo que más le representaba, el amor, pero amor por mandonear, por creerse mejor que todos y querer ser siempre el centro de atención. Ser la que todo lo controlara... "Amar" el ser una loca dictadora.

El pequeño rubio, a pesar de que no necesitó de esa explicación para darse cuenta de la clase de arpía loca que era su abuela, si le impresionó ver lo afectado que se puso Krest, de un momento a otro, al tener que hablar, tener que dejar salir todo ese veneno que su esposa le había inyectado, gota a gota, durante los casi cincuenta años que estuvieron casados, y parecía que no estaba dispuesto a seguir reteniendo todo lo que esa mujer le hacía sentir.

Pero esta vez, no fue un desquite de gota a gota, fue una expulsión total de litros y litros de esa ponzoña que la pelinegra le hizo beber por tanto días, tantos meses y años.

-Abuelo, lamento tener que hacerte esta pregunta, pero...

-No.- Le cortó enseguida el intento de hacer pregunta alguna, pues ya sabía que era la cuestión que quería hacerle. -Me casé con ella, pero porque así se me lo había impuesto, no porque la haya querido. Se que más de una ocasión ambos dijimos que sí, que a pesar de cómo fue que inició nuestra relación, llegamos a querernos y todo eso, pero la verdad es que no fue posible tal cosa. Cuando tuvimos a tu madre, si conseguimos tener algo que nos hizo querernos mucho, pero luego nos comenzamos a separar poco a poco, y no te digo que fue cuando ella murió, creo que su muerte fue lo que definitivamente acabó de separarnos, pero mucho antes de eso, más precisamente mientras crecía y sobre todo en sus años de universidad, más cuando conoció a tu padre. Yo la veía tan feliz y llena de vida cuando estaba con ese chico, cuando me hablaba de él, los ojitos le brillaban tanto, que podía entender perfectamente que estaba de verdad enamorada, y la verdad es que yo no le iba a privar de vivir ese sentimiento que a mí me fue negado, pero la presión que Garnet ejerció sobre mi fue demasiada y tristemente acabé haciéndole caso a ella y rompiéndole el corazón a mi niña. Me sentí muy feliz, no te niego, cuando Kardia llegó y nos mostró ese ostentoso y recargado anillo con el que nos pedía la mano de Calvera, mi niña tendría lo que quería, sería feliz y armaría una familia con el hombre que amaba y su madre no podría oponerse, porque tu abuela había dicho que solo la "entregaría" a Kardia si él nos pedía, con una cara joya, la mano de nuestra hija en matrimonio, y así fue. Ella no se negó porque lo había prometido y después de que ella, con todo el enojo del mundo, aceptó como iban a ser las cosas después de que se anunció oficialmente el compromiso de tus padres y bueno... En cuanto menos lo notamos, ya nos estaban diciendo que tú estabas en camino.

Milo sonrió por esa última frase dicha y sintió un poco de pena al ser consciente de todo lo que su abuelo tuvo que pasar y agradecía mucho el que él no tuviera que pasar por eso. Todos lo que lo rodeaban siempre habían aceptado su relación con Camus y jamás le habían hecho problema alguno, pero justamente cuando su mente se detuvo a pensar en eso, fue cuando se dio cuenta de que la única que había hecho problemas con eso, fue justamente Garnet, gritando, insultando, hostigando y todo lo que le fuera posible, para alejar a Camus de Milo, porque no quería que su nieto tuviera relación, ni con Camus ni con otro hombre.

"Ese jueguito de la homosexualidad a mí no me gusta para nada. Así que lo mejor es que dejes de hacerlo y comiences a comportarte como un chico decente y bien educado." Esas palabras de su abuela, su intolerante y cerrada abuela, eran las únicas que su mente podía reproducir cada que la recordaba e intentaba tener motivos o alguna suerte de excusa para hacer paz con ella, pero siempre era lo mismo, solo se acordaba de todo lo grosera que fue con Camus, de como lo hizo llorar y como lo insultó y lo denigró, por lo que ya no sentía que podía seguir teniendo una insostenible y hasta toxica relación con ella, por más que fuera su abuela. No podía seguir soportándola.

Y, al parecer, su abuelo tenía el mismo pensamiento y se lo hizo saber, pero de una manera muy, demasiado inesperada.

-Le pedí el divorcio hace una semana.

El pequeño heleno solo lo miró con sus ojos abiertos a más no poder. Iba a decir algo acerca de eso, pero el teléfono sonando de manera estruendosa se lo impidió. Más sorprendido lo dejó el hecho de que, lo que sonaba era el móvil de Degel, pero por la forma estrepitosa en que tuvieron que salir hacia el hospital, le quedaba bien en claro porque el aparato había quedado abandonado en la sala. Eso no le extraño, por lo qué, confiado y con mucha despreocupación, atendió la llamada.

A pesar de que quien llamaba estaba agendado como "GioAcub", no se esperaba para nada quien era la persona del otro lado.

-Quiero hablar con Degel Diamonds.- Se oyó del otro lado apenas si notó que, quien había atendido el teléfono no era quien esperaba.

Ese tono de voz. Todo ese desdén y ápice de superioridad ya le sonaba conocido, pero como era una chica quien hablaba, era más que imposible que fuera su amigo italiano.

-Él no se encuentra. Sucedió algo inesperado y tuvieron que llevarlo de urgencia al hospital y olvidó su teléfono en la casa.

Al parecer, a su interlocutora la puso bastante nerviosa oír que el francés mayor estaba en el hospital y en seguida intentó indagar lo máximo posible, por más que sea algo mínimo.

-¿Puedes decirme algo acerca de su estado?

-No, lo siento, pero no porque no quiera, sino que es porque no se nada. Mi padre no se ha comunicado conmigo y tampoco mi prometido, por lo que no sé qué está pasando.- Milo se mordió el labio inferior y cerró los ojos con fuerza al darse cuenta de que había, aunque sin dar nombre directamente, nombrado a Kardia y eso podía ser un problema su le preguntaba quién era, pero para su suerte, eso no paso en ese momento, pero si otra pregunta le fue hecha.

-¿En qué hospital se encuentra? ¿Está en la misma clínica a la que siempre asiste cuando se enferma?

-No, para nada. Está en Grecia, en un hospital aquí, cerca de la ciudad de Atenas.

Un silencio absoluto se oyó del otro lado. Solo una respiración pesada y algo irregular era lo único que podía dilucidarse.

-¿Quién eres?- Se escuchó con algo de miedo.

-¿Tú quién eres?- Retrucó con enfado.

-Gioca Acubens.

Acubens... ¿Había oído bien? ¿Había dicho Acubens? ¿Había dicho el mismo apellido que Ángelo llevaba? Eso no podía ser, no podía ser posible. Ángelo no tenía familia viva, por lo que no podía ser posible que lo que esa misteriosa mujer al otro lado del teléfono acababa de decir.

-No mientas.- Dijo apretando la mandíbula con rabia. -¿Quién eres?

Iba a volver a decir su nombre, pero la voz de Krest se escuchó al fondo y cuando la muchacha del otro lado escuchó el nombre "Milo".

-¿Mettaxas Mikaelis?-Dejo salir con impresión.

-¿Cómo lo sabes?- Respondió casi inocente.

Del otro lado simplemente se oyó salir un gemido de sorpresa e incredulidad y la llamada se cortó abruptamente.

El rubio al ser consciente de eso, llamó de regreso, pero nadie le atendió. Al parecer, el móvil había sido apagado y no habría manera de poder dar con aquella persona, al menos de manera inmediata.

De todas maneras, no iba a quedarse esperando de brazos cruzados a que Degel regresara a la casa para tener una respuesta, por lo que se disculpó con su abuelo y salió lo más rápido que pudo hacía el hospital, donde, desde temprano y hacía ya varios días, Kardia y Camus acompañaban al francés mayor.

Pero por otro lado, la castaña que había conversado con Milo hacía pocos minutos atrás, corría con desespero por los pasillos del departamento donde ella y otras personas más estaban reunidas durante unos días.

-¡Gioca, ten cuidado!- Le reclamó la rubia que había chocado de frente con la menor. -¿Qué es ese apuro? ¿Qué te pasa?

-¡Los Mettaxas! ¡Los dos están vivos!

La mayor la miró con confusión al principio, pero luego cambio su mueca a una más despreocupada y hasta se dio el lugar para reír.

-¿Qué cosas dices, pequeña? Kardia y Milo murieron el día después de que Calvera también falleciera.

-¡No! ¡ Arkhes te lo juro! ¡Era Milo Mettaxas Mikaelis! Le pregunté su apellido y me dio a entender que si, era él. ¡Y me dijo que Degel estaba en el hospital acompañado por su padre! ¡Kardia también está vivo, Arkhes! Está vivo y está con Degel.

La mayor dejó su sonrisa de lado al oír eso. Le costaba creerlo, pero sabía que no era imposible algo así, porque sabía que su cuñado también se había hecho pasar por muerto y ahora estaba en Myconos con sus hijos, por lo que tan improbable no le parecía aquello. No era que no creía en la niña, pero hasta no tener una confirmación de parte de los labios de Degel, no iba a dar nada por hecho.

-¿Dónde están?

-En Atenas, pero no se bien dónde.

-Bien, me arriesgaré entonces. Iré a buscarlos- Le dio la espalda y tomó dirección al final del corredor, pero antes de entrar a su habitación, se giró y la miró con firmeza. -Si las demás te preguntan, diles donde estoy, pero que no me imiten. Tenemos que volver en el mayor silencio posible a París y si todas nos movemos juntas hacía un mismo lugar, vamos a levantar muchas más sospechas de las que ya posiblemente levante yo ahora.

La menor no dijo palabra alguna, solo asintió y siguió su camino, pero esta vez, rogando que nadie reconozca a la rubia cuando llegase a su destino, pero para saber cómo le resultaría todo, tendrían que transcurrir dos largos días.

*

*

*

Degel llevaba dos días en el hospital y no se sentía para nada incomodo o sofocado. Todo lo que le pasaba era lo contrario, se sentía tranquilo y había podido dormir en paz en todo momento que allí estuvo.

La presencia constante de Kardia, pero, sobre todo, la de Camus, le hacían más llevadero todo lo que ocurría y sentía que de verdad podía soportar los cinco o seis días que aún le quedaban allí, antes de que le dieran el alta, después de la punción de medula ósea que le harían la mañana siguiente.

Cuando pensaba en eso, se ponía un poco nervioso, pero por el hecho de que le habían dicho que sería un procedimiento un poco doloroso, pero que pasaría rápidamente y podría irse al día siguiente si quería o podía quedarse un par más, recuperarse del todo y esperar el resultado, cosa que le pareció más lógica y aceptó hacer eso. A Kardia no le gustaba eso, no le gustaba la idea de tener que pasar una semana entera en un hospital, solo porque lo llevaba de regreso al tiempo en que supo que tenía unas largas y tortuosas semanas antes de llevar el horrible apelativo de "viudo de Mikaelis", pero si su cubito se sentía calmado allí y le parecía mejor recuperar un poco más de fuerzas en ese lugar, no le iba a discutir y le daría lugar a hacer lo que quería.

Aunque, si lo pensaba detenidamente y no se dejaba llevar por los malos recuerdos del pasado, él estaba más tranquilo así, porque, si bien el diagnostico de Degel que primero que se le fue dado, era de un abrupto bajón de defensas, que dio lugar a una anemia extrema y que iban a tratarla como tal y como lo habían tomado de manera temprana, podían darle solución rápida, aunque unas horas más tarde, antes de llevarle los papeles del alta y las recetas de vitaminas y las dietas que debía seguir para recuperar su sistema inmunológico de manera rápida y con un ritmo constante, el medico prefirió no mentirle y decirle que prefería dejarlo unos días más ingresado, ya que los tardíos exámenes mostraban que tenía una notoria alteración y anormalidad en glóbulos blancos, rojos y plaquetas. Eso preocupó al médico, porque eso solo podía significar una sola cosa.

-Estas anormalidades, algunas veces no significan nada más que una mala interpretación médica, pero porque el cuerpo se manifiesta de formas que puede llegar a confundir porque se parecen a ciertas otras enfermedades, pero en otros casos, muchos otros, que son los más recurrentes cuando este tipo de resultados son dados, eso solo significa... leucemia.

Kardia casi se desmaya al oír aquello y Camus comenzó a llorar sin darse cuenta, pero Degel, que era el que podía estar cargando esa maldición en su sangre, estaba tranquilo, pero mirando con confusión al médico.

-¿Cómo siquiera puede confundir una leucemia con una anemia?- Estaba enojado, no lo iba a negar, pero como a él tampoco se le ocurrió que eso podría estarle pasando, no iba a ponerse en el papel de indignado o algo parecido. Además, enojado no iba a conseguir nada, lo sabía muy bien.

-Como llegaste con un bajo peso y tus exámenes mostraban un bajón de defensas, pensábamos que podía ser anemia. Además de que la fiebre, la fatiga extrema y persistente, debilidad para todo tipo de actividades, la pérdida de peso y el sangrado nasal recurrente, son síntomas que comparten ambas enfermedades. Mi error fue solo ver como tu cuerpo se expresaba hacía afuera y no como se comportaba hacía adentro. El segundo examen finalmente me reveló que estaba errado en mis suposiciones y bueno, aquí estoy, ofreciéndote una disculpa y no ocultándote nada. También diciéndote que, lo mejor para descartar estas situaciones, o para darles tratamiento adecuado de manera inmediata, es haciéndote una punción de medula ósea, para descartar o confirmar la enfermedad, y debemos hacerla lo más pronto posible.

El francés mayor solo frunció un poco la nariz y movió un poco su cabeza varias veces, para luego aceptar de manera inmediata lo que se le proponía. Ni siquiera le dio lugar ni tiempo a su pareja ni a su hijo de opinar algo, después de todo, él era el afectado en la situación y su opinión y decisión era la única que contaba.

-Te dejaré descansar unos dos días más, para que tu cuerpo se recupere un poco más y tenga la fuerza suficiente para soportar la intervención. Mientras tanto, te daremos una serie de fármacos livianos y demás medicamentos para ayudarte en esa recuperación, trataremos esto como una anemia, pero te mantendremos vigilado todo el tiempo, por si algo más serio ocurre, ¿de acuerdo?

-De acuerdo. Está bien. Haga lo que mejor le parezca en esta situación.

-Perfecto, entonces iré a dejarle las directivas a las enfermeras. Ah! Y ya que estamos en esto...- Sacó sus ojos de Degel y los llevó al rubio que estaba parado detrás del galo mayor, que no abandonaba su mueca preocupada. -Kardia, también te ingresaré por unas horas. Ha pasado bastante tiempo desde tu último control, así que, ya que estas aquí, mandaré a hacerte un encefalograma y una resonancia magnética. Quiero ver cómo están tus lesiones cerebrales.

-Mi cerebro está bien.- Dijo cortante mientras se sentaba junto a Degel y le rodeaba la cintura suavemente con sus brazos.

-Eso lo decidiré yo.- Respondió el hombre mientras le daba la espalda y salía de la habitación.

Kardia solo bufó y dejó salir un comentario del tono "tantos años y sigue siendo un pesado", pero en el fondo del alma, agradecía que fuera él quien haya tomado el caso de Degel, puesto que de haber sido otro, hubiera tenido muchos problemas, pues se supone que él está muerto, y dar sus datos para ingresar a Degel en urgencias, habría sido por demás de problemático. Por suerte, ese hombre no había abandonado su profesión aún y fue quien los recibió apenas si los vio ingresar con apuro. Eso era algo que tenían que agradecer.

De ese momento, habían pasado un día de los dos del plazo para la intervención, y Degel, en ese momento, se encontraba descansando en su habitación, leyendo con calma un libro que su hijo le había llevado para que tuviera algo en que distraerse mientras estuviera allí ingresado. Ya era casi la hora de visita, lo que significaba que alguien llegaría a él pronto, por lo que simplemente se quedó disfrutando del silencio que lo rodeaba, antes de que ese escorpión que amaba, pero a la vez "detestaba" con el alma, llegara y le quitara el poco de silencio y tranquilidad que podía tener.

Suspiró con cansancio al escuchar que tomaban la perilla de la puerta y cerró su libro mientras se quitaba los anteojos y rápidamente dejaba los dos objetos sobre su regazo. Ya tenía plantada su mala cara, esa que usualmente le daba al griego cuando llegaba, pero que de inmediato se iba cuando este le daba algún beso o algún cariñito en específico, pero grande y grata fue la sorpresa que se llevó cuando la puerta se abrió y su visitante ingresó. Estiró sus brazos como si fuera una criatura que vuelve a ver a su madre después de años de separación, y la rubia solo dio cuatro largos pasos para darle ese tan necesario abrazo que en silencio le demandaba el pelirrojo.

-Tantos años...

-Demasiados.- Dijo el galo entre lágrimas.

El silencio se volvió a hacer presente y el abrazo no se extinguió en ningún momento. Se susurraban cosas, se llenaban las mejillas de besos y ella le quitaba las lágrimas que se le caían a él. Era todo paz en ese cuarto, una paz tan sanadora, pero también tan voluble.

Y esa paz inestable se rompió, para desgracia de los dos, cuando finalmente Kardia, Milo, Camus, Krest y Shaina llegaron y todos se quedaron helados en la entrada, especialmente el griego mayor, porque la reconoció de inmediato a pesar de las arrugas que ahora se hacían lugar en su cansado rostro.

-Secretos y mentiras.

-No eres el indicado para decir eso, Escorpión.

-Lo sé. Se que no estoy en posición de decir nada, aun así, no puedo creer que esto no acaba conmigo.

-Papá, ¿Quién es ella?- Milo salió al cruce rápidamente, pues si esa mujer tenía que ver con los acontecimientos pasados, quería saberlo lo más pronto que se pudiera.

- Arkhes Pitia.- Dijo en un susurro.

-¿Quién?- Soltó más que confundido al no poder comprender lo que se le decía, pues un nombre no le daba mucha información.

- Arkhes es mi nombre, Milo.- Repitió mientras se quitaba sus grandes gafas oscuras y dejaba ver sus enormes orbes de un extraño e hipnotizante color ocre. -De apellido Pitia. Pitia Askella-Nemea.

Milo y Camus abrieron sus propios ojos a más no poder y sus palabras se quedaron atoradas en sus gargantas. Querían hablar, pero no podían, sus cerebros, sus mentes se habían bloqueado y no sabían cómo articular al menos media palabra para responder sobre aquello que se les había tirado al centro de la cara, como si nada.

-Yo soy, o más bien era, la esposa de Sísifo Askella-Nemea.- Se irguió lo más que pudo, como orgullosa de decir aquello, mientras su porte se volvía más soberbio y un tanto altanero a cada segundo que transcurrió después de decir aquello. -Yo soy la madre de Aioros y Aioria.

Acabó por decir seria y firme, mientras Kardia se enojaba y miraba con dicha furia a su pareja, pero este solo le evadía la mirada y aunque Krest y Shaina permanecían ajenos a la situación, no eran indiferentes, mientras que Milo y Camus, algo enojados, pero también confundidos y recelosos comenzaban a cuestionar internamente, las muertes de sus propias madres.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro