Capítulo 15
Apenas tenía doce años cuando pensó que había encontrado al amor de su vida. Una persona un poco más bajita que él lo abrazaba, cálido y fuerte, murmurando un par de cosas que no alcanzó a entender, pero que igual lo calmaron, y es que la voz de Min siempre había tenido ese efecto en él.
La idea lo asustó, no podía gustarle su mejor amigo, así que solo se aferró a su espalda y siguió llorando, usando el único hombro que siempre estuvo para él, sin importar las circunstancias.
Quizá Cam tenía razón, ¿no? Quizá los jóvenes heridos sí se enamoraban de la primera persona que se preocupaba por ellos, que se daba el tiempo de verlos, de conocerlos, de entenderlos. Quizá Kit también se había confundido con la primera persona que lo hizo sentir importante.
«Cielos», tal vez él nunca se había enamorado de Min, tal vez solo se había ilusionado tanto con tener una pareja que se proyectó con el único amigo que lo abrazó más de la cuenta, aferrándose a un futuro a su lado.
La historia no era muy distinta con Grind. Aun si no se estaba proyectando de ninguna manera con él, le agradaba lo suficiente para confundirse, para hacerle sentir cierto vacío cuando no hablaban por unos días, a él, a un hombre que tenía la vida más o menos resuelta.
No quería ni imaginarse como era para Cam. Si Kit era la única persona que le daba cierta paz... tenía bastante sentido que se enamorara de él.
—¿Qué tanto piensas, rarito?
El castaño se sobresaltó, mirando hacia arriba.
Su amigo casi nunca iba a la sala de profesores, mucho menos en la mañana, pero de pronto lo tenía ahí, enfrente, despeinándolo un poco antes de sentarse a su lado.
—¿Alguna vez te has enamorado? —preguntó de inmediato, mordiendo su labio.
El rubio lo miró, alzando ambas cejas.
—¿Tal vez? —Alargó la última palabra, dudando—. ¿Por qué?
—¿Y si nunca me enamoré de ti? —Su respuesta fue rápida y ansiosa, casi repentina—. Tal vez yo... tal vez solo me convencí de eso. Tal vez solo quería saber cómo se sentía y tú eras la única persona que de verdad se preocupaba por mí.
—No creo que sea el mejor lugar para discutirlo, Kit.
Marcy asintió, mirando hacia el frente.
La sala de profesores estaba llena. Algunos maestros bebían café y otros simplemente miraban su teléfono, buscando en qué distraerse antes de la primera clase.
—Si llegan a saber que te gustan los hombres...
—¿Qué? —Abrió los ojos y la boca, girándose de vuelta hacia él.
Aun después de su pregunta, nadie estaba mirándolos.
—No lo sé, tú dime. —Se acomodó en su silla, cruzándose de brazos—. ¿Qué crees que pase si estos vejestorios se enteran de que te gustan los hombres en un colegio al que solo asisten hombres?
—Bien, bien. Ahora sí entiendo. —Asintió, esbozando media sonrisa—. Gracias por explicarlo con tanto sarcasmo.
—No hay de qué —respondió, imitando cada uno de sus gestos.
Entonces se rieron, casi al mismo tiempo, y estaban a punto de seguir bromeando cuando una mujer se acercó, tosiendo con suavidad.
—Lamento la interrupción, pero... usted es el profesor de artes, ¿no? —Kit asintió sin pensarlo y sin girarse, aún con los ojos fijos en el rubio—. ¿Podemos hablar unos segundos?
Su amigo golpeó sus costillas con discreción, en silencio, y recién entendió su indirecta cuando se volteó, observando a la señora que aún esperaba su respuesta.
Era igual a Cam, o al menos lo suficientemente parecida. Tenía los mismos ojos expresivos, los mismos labios, y ni hablar del largo cabello negro. Era guapa, a decir verdad, aunque su mirada estaba mucho más cansada que la de su hijo.
—Por supuesto. —Se puso de pie, siguiendo a la mujer que no tardó en caminar.
—Es sobre Mac —admitió con un leve temblor en su voz—. Creo que le debo una disculpa por cómo lo ha tratado. En serio lamento que el chico actúe así.
—El chico —repitió para sí mismo, ausente, moviendo la cabeza de arriba hacia abajo. Estaban llegando al pasillo cuando ella también asintió.
—Mi esposo me dijo que lo ha castigado un par de veces. —Ella continuó, vigilando su entorno. Kit la imitó, buscando a su hijo. De un segundo a otro, tenía tantas ganas de ver a su hijo—. Sé que Mac puede ser un poco explosivo, así que en serio lamento si lo pasó a llevar de alguna manera.
—No tiene de qué preocuparse. —Puso su mejor sonrisa, aunque falsa, intentando parecer tan cordial como ella—. En realidad, yo soy el que lamenta haber llegado a ese extremo. Supongo que Cam no es el único que explota de vez en cuando —corrigió con la misma hipocresía de antes, borrando su gesto poco a poco.
Y pensar que él también le había dicho Mac.
—Está bien. Él siempre busca la forma de provocar al resto. —Negó con las manos y la cabeza, sonriendo apenas—. No sé si lo malcriamos demasiado o si no fuimos lo suficientemente estrictos.
Él había sido un niño malcriado, rompiendo los adornos de su abu. Él había corrido por la casa y por el jardín, saltando, rodando, mojándose, ensuciándose... y sus abuelos rara vez lo regañaron.
Sí, él había causado muchísimos problemas cuando niño, pero dudaba que Cam hubiese tenido ese privilegio. «Dios», ni siquiera podía imaginárselo en un parque.
—¿Siempre ha sido así? —preguntó, empuñando sus manos a los costados.
¿Ella hablaba con su hijo, al menos? ¿Alguna vez le había preguntado por qué alejaba a la gente o por qué fingía que nada lo lastimaba? ¿Alguna vez lo había abrazado, siquiera?
—No todas las mujeres son maternales, Kit.
El recuerdo lo hizo enojar aun más, sus dedos ardiendo.
—No lo malentienda, Mac es un chico muy brillante. —Eso no contestaba su duda, pero se veía conforme diciéndolo—. Tiene el mejor promedio del colegio, pero también el peor comportamiento.
Kit asintió, quizá por cortesía, mirando fijamente a la mujer.
—¿Entonces? —insistió, sonando un poco frustrado.
Tuvo que sonreír cuando ella lo miró, disculpándose por su tono.
—No, antes no era así —dijo, logrando que se enojara un poco más. «Pero no puedes ver que es por tu culpa, ¿verdad? Ni siquiera puedes notar que tu hijo te necesita».
Marcy ahogó un suspiro, intentando no atacarla.
Su abuela siempre le decía que los niños no odian, no de verdad, no por tanto tiempo, no como Cam odiaba a sus papás. Esas conductas se aprenden, se imitan, se adhieren a las personas cuando se quedan sin más opciones, cuando se sienten solos, desprotegidos, como si nadie pudiera escucharlos, como si todos quisieran lastimarlos... como si ni siquiera sus padres fueran capaces de amarlos.
—Desde que Gian se alejó, solo ha empeorado.
El nombre lo desconcertó, retumbando en su cabeza.
Nada, no había nada.
—¿Gian? —repitió, buscando una respuesta.
—Gian Benza.
Lo recordaba, claro que sí. Era un chico alto, aunque tímido, que siempre se despedía de él con una sonrisa cordial, incluso en las primeras semanas. Era tan opuesto a Cam que jamás hubiese creído que fueron amigos, en especial porque iban en clases diferentes.
—Era su mejor amigo, pero luego... no sé qué pasó. Tal vez Gian terminó aburriéndose de Mac.
—¿Aburriéndose?
—¿Tal vez? —Levantó sus hombros, un tanto insegura—. Gian es uno de los chicos más dulces que he conocido, así que no me sorprendería si se cansó de Mac. El chico es un poco agresivo y...
—¿Por qué habla así de su hijo?
Kit de verdad quiso detenerse. Su mente fue firme, diciéndole que se callara, pero la madre de su estudiante lo miró con tanto asombro que recién entonces lo notó: no había sido un pensamiento.
—N-no... —La mujer titubeó, aún fuera de sí—. Lo siento, no fue mi intención.
—La disculpa no debería ser para mí, sino para él. —«Mierda, Kit, cállate. Cierra la boca»—. Si su propia mamá lo trata así, ¿qué puede esperar de los demás?
—¿Disculpe?
—Lo que escuchó. ¿Cómo se supone que sus profesores no tengan prejuicios sobre él si incluso usted...?
—Profesor Marcy. —La voz de Min se coló desde atrás, muy cerca de ellos. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba ahí—. Tenemos que ir a nuestros salones. Ya casi suena la campana.
No lo miró, incluso si el rubio tomó su brazo y lo jaló un poco, insistiendo con avanzar.
—Espero que tenga un lindo día. —Su amigo se despidió de la mujer, sonriéndole, y enseguida lo sacó de ahí, arrastrándolo con dificultad.
Marcy pestañeó, completamente fuera de sí. Sabía que estaba caminando, Min seguía tirándolo hacia delante, pero no podía moverse, no podía reaccionar. Con suerte pudo percibir los reclamos del rubio, aunque no los entendió, demasiado distraído con sus propias ideas.
Tuvo que forzarse a reaccionar cuando los gritos no cesaron.
—¿Pero qué mierda te pasa? —Hart estaba molesto, ya al pie de la escalera. Eso fue lo primero que alcanzó a notar—. ¿Siquiera te estabas oyendo? ¡La pobre mujer no sabía qué decir!
—Pobre. —No supo cómo, pero se rio, negando con la cabeza—. ¿Acaso no escuchaste todo lo que dijo? ¡Ella ni siquiera ama a su hijo!
—¿Y eso qué tiene que ver con nosotros? —Lo regañó, soltando su brazo—. Dios, ya sé que los padres de Cam han hecho un pésimo trabajo, pero no puedes ir y soltárselos en la cara.
—No pude evitarlo, ¿sí? Me dio tanta rabia. —Se alejó, retrocediendo un paso—. Ella se refería a Cam como si fuera un monstruo y él... —Suspiró, intentando calmarse—. Él no es una mala persona.
—Sé que no lo es, pero no somos quién para juzgarlos.
—Nuestros padres fueron una mierda con nosotros —señaló con molestia, bajando la voz. No quería armar un escándalo, tampoco. No de nuevo—. No creo que exista alguien que lo entienda mejor que nosotros.
—Pero tú... —exhaló, luciendo frustrado—. Tú no eres así, Kit. Eres dulce, empático y siempre piensas en los demás.
—Estaba pensando en Cam, ¿sí? —admitió, sintiéndose mareado—. Solo quería que ella... Solo quería que entendiera el daño que está haciéndole a su hijo.
—Te dije que intentaras entender a Grind, no que te pusieras a discutir con sus papás. —Trató de mantenerse firme, pero igual sonrió. Luego de un largo suspiro, simplemente sonrió—. Si no fueran mis jefes, te juro que haría lo mismo, pero no quiero perder este trabajo.
Esa era la mayor diferencia entre ambos. Aun si debía mantener ese empleo, se alegraría tanto si lo perdiera.
—Los Grind son intocables, Kit. No podemos hablar con ellos como si fueran nuestros amigos.
—Lo sé y lo siento. —Bajó la mirada, arrepintiéndose por primera vez. No por ella, sino porque Min sí tenía motivos para quedarse—. Prometo que no se repetirá. Desde ahora, pensaré mucho mejor antes de actuar.
—Eso es suficiente para mí. —Expandió su sonrisa y lo golpeó en el hombro, empujándolo con suavidad—. Solo... prométeme que no te meterás en más problemas.
—¡Me conoces mejor que eso! —Intentó bromear, riéndose por lo bajo, entre dudas, pensando en el estudiante que, aun si debía evitar, tenía tantas ganas de ver—. ¿Prometo hacer un esfuerzo?
—Un gran esfuerzo. —El rubio también se burló, retrocediendo un paso.
«Si supieras» se guardó para sí mismo, manteniendo su gesto alegre mientras se despedían, en parte con sinceridad y en parte con pánico, adorando a la persona que podía descubrir que le escondía algo en cosa de segundos. Bastaba un gesto mal fingido o un tono mal ejecutado. Bastaba tan poco que le sorprendía que todavía no lo notara, que todavía no lo supiera, que todavía no le dijera cómo actuar, que todavía no lo salvara de su propia estupidez, de sus propios arrebatos.
Porque ni siquiera esperó a que su amigo se alejara por completo para correr por las escaleras, subiendo, ansiando toparse con el único estudiante que tenía que evitar. Aun si una parte de su cabeza le dijo que se detuviera, sus pies avanzaron por sí solos, trotando como si algo estuviera atrayéndolos.
Suspiró, ya en el cuarto piso, y apenas alzó la mirada cuando lo vio.
Cam estaba frente a él, inmóvil, sus ojos levemente abiertos. Había estado a punto de bajar, las manos alrededor de su mochila y un pie delante del otro, retrocediendo al cabo de un instante. Parecía nervioso, en el mejor de los casos, y es que sus pupilas temblaban como si estuviera a punto de llorar.
—Hola. —Fue todo lo que Kit le dijo, lento y suave, esbozando su sonrisa más amable.
Quería abrazarlo. Mientras más pensaba en las palabras de su mamá, más quería abrazarlo.
Si no hubieran discutido hace tan poco, lo habría hecho. Si se hubiesen disculpado, si hubieran hablado después del martes, si no se hubiesen ignorado cada vez que Grind pasó por fuera de su salón, si no tuvieran que mantener esa distancia; ni siquiera lo habría dudado. Él jamás lo habría dudado.
—Hola. —Fue un alivio cuando Cam le respondió, imitando su gesto con cierta timidez.
El profesor exhaló con todo su cuerpo, relajando sus hombros y sus mejillas.
¿Estaban bien? Ellos. ¿Todo estaba bien?
—¿Huyendo de clases? —intentó, soltando una risita amistosa.
—¿Por qué? ¿De nuevo quieres castigarme? —Sin embargo, su alumno actuó con cierto recelo, aunque también con cierta diversión. Incluso rodó los ojos, cruzándose de brazos casi al instante.
Sus ojos tuvieron que dudar un poco, porque entonces Grind fue el que suspiró, asintiendo.
—No quiero entrar a clases, Kit. Es todo.
—¿Por qué?
—No me gusta marketing —explicó, alzando los hombros.
Su tono había sido firme, pero no cortante. Estaba siendo él mismo, a decir verdad, pero el aire se sentía más tenso que de costumbre, más sofocante. Las mismas palabras que antes lo habrían hecho reír, de pronto lo hacían preguntarse tantas cosas.
«Mierda», ¿por qué actuaban así?
• • •
Odiaba que su papá gritara sin gritar. Si tenía que escoger cualquiera de sus ánimos, ese sería el último en la lista, justo después de esas horribles miradas que estaba dándole a su mamá.
Cada vez que los tres estaban en el mismo lugar, sentía que el espacio se encogía sobre él. Daba igual si estaban en la habitación más grande de su casa, con suerte podía respirar, y ni hablar del auto. Aun si podía mirar por las ventanas de vez en cuando, los reclamos de Max lo sobresaltaban o erizaban su piel, obligándolo a ver hacia adelante, hacia su mamá, hacia la mujer que no hacía más que escuchar y asentir, diciendo lo justo y lo necesario.
—¡Quiero que sea la última vez que lo castigue! —El hombre continuó, sus manos firmes sobre el volante. «Gracias a Dios»—. Si tú no lo convences, te prometo que yo sí lo haré.
El chico se encogió en su lugar, evitando los ojos que lo buscaron por el espejo retrovisor.
Por más enojado que estuviera con Kit, no quería que se enfrentara a eso. «Mierda», Cam nunca había querido arrastrarlo a esos dramas, siquiera, pero su profesor tenía la mala costumbre de pensar que un castigo era la solución a lo que sea que hiciera. Daba igual si llegaba tarde o si le respondía por delante de sus compañeros, su estrategia nunca era conversar, sino que se saltaba directo al castigo.
«Como si eso no fuera tu culpa», en parte, pero no lo suficiente para que Max lo entendiera. Aun si le contaba exactamente lo que había pasado, su padre no cambiaría de opinión. De seguro le gritaría un poco y luego solo seguiría quejándose del castaño, no porque fuera su responsabilidad, sino porque enseñaba artes. Si podía encontrar una forma de despedirlo, lo haría y ya. Ese era el problema.
Cuando besó a Kit por primera vez, no fue por eso. Fue porque lo odiaba, tal vez, pero no quería dejarlo sin empleo. Quería desquitarse, más bien, provocarlo; y entonces descubrió que su frustración era el mejor combustible para su deseo. Mientras más se molestaba, más quería besarlo, y la sensación se había extendido por semanas.
Un mes y medio. Ya había pasado un mes y medio desde que todo empezó y seguía cometiendo errores, no por los besos que seguía dándole, sino porque sus padres podían descubrirlo.
—Dile que Mac no volverá a tratarlo así. —El hombre volvió a gruñir, ya en el colegio, subiendo las ventanas mientras se giraba hacia él—. ¿Me oíste? No volverás a tratarlo así.
—Lo prometo. —Asintió, viendo de reojo a su madre. La mujer también lo veía, luciendo triste, aunque también preocupada. Hace tiempo no la veía tan preocupada—. No volverá a pasar.
—Ve a hablar con él. —De nuevo se giró hacia su esposa, recibiendo un asentimiento—. Tienes que mostrarle quién manda. No quiero que piense que está por encima de nosotros, Ann.
—Lo haré. —Volvió a agitar su cabeza en acuerdo, abriendo la puerta. Cam aprovechó de hacer lo mismo.
—Mac te ayudará a buscarlo —agregó, moviendo lo vista de uno a otro—. No tienes que ir con ella, solo dile en dónde está.
—Bien. —Él también asintió, cerrando la puerta. Eso no hizo que se volteara hacia su madre—. Sabes que no tienes que hacerlo, ¿verdad? Puedes fingir que lo hiciste y yo hablo con Kit, me disculpo, le digo que no volverá a suceder.
—Y tú sabes que Max tiene ojos en todos lados. —Sacudió la cabeza en desacuerdo, caminando junto a él—. Si no hablo con tu profesor, lo sabrá.
—Puedes hablarle de algo más. —Se encogió de hombros, abriendo la puerta para ambos. Ann cruzó con su mejor postura—. Puedes preguntarle si se ha adaptado bien al colegio.
—Y tú podrías portarte mejor. —Ella lo miró primero, firme, esperando que la correspondiera. Cam se giró con cierta duda, incapaz de verla directamente. Tuvo que enfocarse en su pelo—. Tu padre ya sabe que no has ido a marketing. ¿Qué estás esperando? Sabes que Bale no te va a castigar.
—Por eso lo hago. —Sonrió, burlándose de ella. La mujer solo exhaló, caminando directo hacia la sala de profesores.
—No creo que lo encontremos acá. —Intentó detenerla, aunque en vano, trotando cuando Ann apresuró el paso—. Mamá, él nunca... —Se interrumpió, hallándolo tan pronto como se asomaron por la puerta. ¿Lo estaba evitando? ¿Por eso estaba ahí? ¿Por eso a veces no lo encontraba en su salón?
—¿Está? —preguntó, volteando la cara hacia él.
—Al fondo, junto al rubio —respondió enseguida, retrocediendo—. No seas muy dura con Ki... con él. Fue mi culpa, lo sabes.
—Lo sé. —Asintió, girando hacia adelante—. Ahora sube, anda a clases. No quiero que tu padre vuelva a pedirme esto.
—Sabes que Bren no me castigaría —repitió, observando a Kit por última vez. Estaba riéndose con el profesor Hart y su mamá ya estaba ahí, caminando hacia ellos.
Se fue antes de ver cómo reaccionaba, subiendo la escala de una forma tan rápida y automática que tuvieron que pasar seis o siete segundos para que notara que algo andaba mal.
Tenía marketing. Los viernes en la mañana tenía marketing y, aun si a veces subía para hablar con Kit o con Bale (en ese orden), el resto del tiempo se iba directo a la biblioteca, tomando una siesta solo si no se acercaban las evaluaciones.
Tal vez podía hablar con Bale, tal vez podía calmarse a su lado. Incluso si había estado evitando al hombre, tal vez lo extrañaba un poco, tal vez sí quería un amigo, tal vez sí lo necesitaba. Sin importar lo que él mismo se dijera, tal vez sí necesitaba un apoyo.
Por eso escogió su mejor sonrisa y caminó directo a su sala, entrando en medio de un pestañeo. Por eso su gesto se desvaneció apenas abrió los ojos, hallándose tan solo como siempre.
Brennan aún no llegaba y estaba bien, por supuesto que estaba bien. Él tenía derecho a dormir más de la cuenta o distraerse por ahí, hablar con sus colegas, hacer nuevos amigos. Él no le debía nada a Cam, nada. Ellos no eran tan cercanos, tampoco, y casi nunca conversaban en el colegio, así que daba igual. Claro que daba igual.
Eso no evitó que lo esperara unos minutos, solo por si acaso. No era como si tuviera algo mejor que hacer, después de todo, así que se dejó caer en una silla y esperó, atento a la puerta.
Fue inútil. Mientras más tiempo pasaba, más quería salir de ahí. Mientras más lo pensaba, peor sonaba la idea. Mientras más se imaginaba hablando con el mejor amigo de su hermano, menos ganas tenía de hacerlo.
Grind sacudió la cabeza, poniéndose de pie de inmediato, y se puso la mochila tan pronto como llegó al pasillo, sosteniendo los tirantes con fuerza. ¿Qué esperaba decirle a Brennan, siquiera? Porque bromear un rato era una opción, claro, pero ese idiota nunca se conformaba con eso. Si podía obtener más detalles, los buscaba hasta el cansancio, y si podía leerlo en su cara...
Kit lo detuvo sin querer, justo delante de la escalera, dando el último paso que le quedaba para quedar frente a él. Cam retrocedió por simple instinto, sus ojos fijos en el mayor, brillando, temblando, añorando su aroma, su sonrisa, sus brazos, su pecho, su cuerpo.
—Hola. —Casi lloró cuando Marcy lo saludó, quizá porque lo veía con tanto cariño que parecía que jamás hubieran discutido.
¿Qué le había dicho su mamá? ¿Cómo se sentía al respecto? ¿Por qué no lo odiaba?
—Hola —dijo en cambio, imitando su gesto con cierto temor.
—¿Huyendo de clases? —bromeó, sabía que estaba bromeando, pero una parte de Grind sabía que no podía permitirlo.
«Mierda». Si lo dejaba actuar así, eso sería todo. Si le dejaba pensar que eran amigos, no podría volver a alejarse de él. No podía.
—¿Por qué? ¿De nuevo quieres castigarme? —Por eso contestó así, primero con rencor y luego con cierta duda, con cierto cariño. Aun si se cruzó de brazos, no pudo evitar que sus ojos brillaran más de lo planeado, adorando a ese tipo que lo vio con tanto temor que tuvo que ceder—. No quiero entrar a clases, Kit. Es todo.
—¿Por qué? —preguntó con su típica inocencia y preocupación, mirándolo en todo momento.
—No me gusta marketing. —Se encogió de hombros, seguro, dispuesto a mantener la distancia que su profesor se empeñaba en romper.
—A ti no te gusta nada. —Kit de nuevo intentó alivianar el ambiente, dándole una oportunidad perfecta para deshacerse de él.
—Me gustas tú —bromeó de regreso, tomando su corbata.
Si quería insistir, Cam igual podía hacerlo. Si quería romper las reglas que ellos mismos habían creado, Grind podía seguirle el juego.
—Ya hablamos sobre esto. —Puso una mano sobre la suya, rodeándola, tirándola, tratando de quitarla de ahí. El chico no se lo permitió.
—Lo sé, pero creí que ya habías cambiado de opinión. —Esbozó una sonrisa grande y brillante, victoriosa, llena de puro triunfo—. Si quieres ser mi amigo, tal vez también quieres los beneficios.
Marcy no respondió enseguida. En vez de eso, miró a su alrededor, esbozando media sonrisa.
—No podemos ser amigos. —Estuvo de acuerdo, deshaciéndose de su agarre. Eso no hizo que soltara su mano—. Ni siquiera nos conocemos tanto. Con suerte hemos hablado... ¿qué, dos veces?
—¿Ahora te parezco un extraño? Después de... ¿qué, dos besos?
—Cinco, en realidad, pero quién está contando. —Kit le sonrió con cierta ironía, dando un paso hacia delante. ¿Estaba intentando asustarlo? No podía ser tan tonto, ¿verdad? Cam no iba a caer en un juego que él mismo había creado.
—Podemos darnos el sexto. —El chico también le sonrió, entrelazando sus dedos—. Podemos seguir nuestros instintos. Podemos hacer que valga la pena.
—O podemos conversar como dos personas civilizadas. —Se alejó de inmediato, dejando caer su mano—. ¿Qué dices? Necesito hablar contigo.
—¿No se supone que tenemos que alejarnos?
—¿Y si hacemos trampa?
Su pregunta fue tan inocente como su mirada, pura, cálida, casi infantil, con ese brillo ingenuo que aceleró el corazón de Cam.
A veces lo odiaba tanto.
—Pensé que no habías cambiado de opinión, Kit.
—No he cambiado de opinión. —Negó con la cabeza, viéndose incluso más adorable que antes.
—¿Entonces? —Rio bajito, incapaz de contenerse. ¿Estaba tratando de que enloqueciera?
—Porfis, di que sí —insistió, juntando las manos—. Prometo que solo será hoy.
No pudo evitar reírse (sí, de nuevo, y luego otra vez), mordiendo su labio inferior.
—¿En serio tengo que recordarte que tú eres el que pone las reglas? —se burló, acercándose lo suficiente para rozar sus labios, lento y peligroso—. Si fuera por mí, te besaría ahora mismo.
—Si fuera por ti, las cosas serían tan distintas. —Soltó una risita suave y lo alejó, poniendo sus manos sobre su pecho, ambas, dejándolas ahí por unos segundos. Varios segundos.
—Si fuera por mí, no le daría tantas vueltas al asunto. Si fuera por mí, ya serías mi mejor amigo.
—¿Mejor que Gian? —soltó de la nada, quitando los dedos de su pecho.
Grind soltó una carcajada burlona, no porque quisiera, sino porque debía. Si se tardaba mucho en contestar, Marcy sacaría sus propias conclusiones.
—Así que mi mamá lo mencionó. —Asintió y sonrió, cruzándose de brazos—. ¿Por eso querías hablar conmigo? ¿Eso es todo lo que te importa, el chisme? ¿Por eso me haces tantas preguntas?
—Me importas tú. —Sacudió la cabeza en desacuerdo, suspirando poco después—. Quiero que hablemos porque me importan tus emociones.
—Deja de confundirme, por favor. Deja de jugar con mis sentimientos.
—Que no deba acercarme a ti no significa que no quiera hacerlo.
—Entonces hazlo. —Casi gritó, casi. En vez de alzar la voz, de nuevo tomó su corbata, tirándola hacia él. Sus caras estuvieron a punto de chocar—. Si en serio quieres hacerlo, deja de buscar excusas. No más castigos, no más trampas. Si quieres entrar a mi vida, hazlo de verdad. Atrévete de una maldita vez.
—Solo quiero ser tu amigo. —Trató de corregirlo, volviendo a encerrar su mano con sus dedos largos y firmes. Sin embargo, esta vez ni siquiera intentó quitarlo de ahí.
Cam asintió, observándolo en silencio.
Si iba a insistir con lo inevitable, él también. Si iba a arriesgarse de esa manera, no lo detendría. Si iba a ser el idiota más terco y estúpido del universo, que lo fuera. Si iba a luchar hasta el final, ¿quién era él para frenarlo?
Si quería jugar con fuego, que se quemara.
—¿Quieres ser mi amigo? —preguntó con calma, consiguiendo un asentimiento apresurado—. ¿Amigos con derechos?
—Solo amigos —repitió con cierta frustración, soltando su mano después de tantos segundos. Grind también dejó ir su corbata.
—¿Y eso qué tiene de divertido? —Fue sincero, arrugando toda la cara—. ¿Qué ganaría yo?
—¿Comida gratis? —Marcy le sonrió, mostrando la mayoría de sus dientes.
Podría estar toda la tarde así, bromeando con Kit, y por fin tenía la oportunidad enfrente suyo. En serio tenía la alternativa de aceptar su invitación y simplemente seguir hablando, horas y horas de chistes que solo podía hacerle a su profesor.
«Mierda», en serio extrañaba eso.
—¿Eso significa que iremos a tu departamento? —indagó con media sonrisa, aprovechando la única opción que le quedaba.
El tipo se congeló, sin expresión alguna. Era como si de pronto se hubiera quedado en blanco.
—No creo que sea buena idea —respondió al cabo de un instante, sacudiendo la cabeza.
—No, no creo que lo sea, pero tampoco podemos hablar en el colegio.
—Estoy seguro de que esto terminará mal —murmuró unos segundos después, asintiendo de todas formas.
Cam sonrió enseguida, callando ese "te lo advertí" que solo arruinaría sus planes.
—¿Para ti o para mí? —dijo en cambio, pasando junto a él.
—Ya sabes la respuesta. —Fue todo lo que contestó, dando un paso hacia el costado.
—Para ambos. —El chico soltó una risita cuando al fin estuvo en la escalera, saltando el primer peldaño—. Ten un lindo día —agregó entonces, observándolo por encima de su hombro.
Kit simplemente lo imitó, asintiendo otra vez, y eso fue suficiente para que bajara con la misma alegría de antes, casi a galopes, esbozando una sonrisa tras otra.
Ya estaba en el primer piso cuando se topó con Bale.
—Acabo de ver a tu mamá. —Le dijo con cierta preocupación, girando hacia la figura femenina que apenas estaba saliendo del colegio. ¿Habían estado hablando todo ese rato? «Gracias, supongo»—. ¿Todo bien?
—¿No te dijo por qué tuvo que venir? —Claro que lo había hecho. Incluso si Brennan jamás se lo hubiese preguntado, Ann lo quería lo suficiente para contarle.
—Te volvieron a castigar. —Asintió, viendo sus ojos con demasiada intensidad—. ¿Estás bien? ¿Te sientes bien?
—Todo bien. —Por fin le respondió, esbozando media sonrisa no porque quisiera, sino porque eso era lo máximo que podía esconder su felicidad.
—¿Quieres salir en la tarde? Hace tiempo que no hacemos algo entretenido y estaba pensando que tal vez...
—Ya tengo planes. —Sacudió la cabeza de inmediato, rápido, rechazando su invitación.
—¿Con tu almohada? —Su tono fue irónico, así que se permitió sonreír otro poco.
—No me creerías si te dijera. —Fue tan sincero como pudo, avanzando por su lado de la misma forma que hace un rato. Eso fue suficiente para que su gesto se expandiera—. ¿Nos vemos mañana?
—Nos vemos. —Bale no lo retuvo, aceptando su despedida como tal—. ¡Suerte con tus planes!
—Gracias —contestó varios pasos más adelante, mordiendo su labio inferior.
«Mierda», tenía planes. Él en serio tenía planes.
[ 4911 palabras ]
[ 22.03.2020 ]
editado el...
[ 22.03.2021 ]
[ 20.12.2024 ]
Recuerden que pueden hablarme cuándo y dónde sea, de cualquier cosa que quieran. Estoy aquí para ustedes uwu
Les ama muchísimo,
Alys .x
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