Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13

Era una idiotez, era lo más estúpido que había hecho y, sin embargo, ahí estaba, de pie frente al edificio de Kit, frente a su ascensor, frente a su puerta; avanzando hasta su siguiente error.

No quería estar ahí. En realidad, no debía, porque era obvio que una parte de él lo deseaba con tanta fuerza que terminó cediendo, aun en contra de su mejor juicio. Daba igual si su cabeza sabía que nada bueno saldría de todo eso. Algo en su interior lo anhelaba con tal intensidad que ni siquiera dudó en llevarlo hasta allá.

No se reconocía, ya no más. Cam no buscaba a las personas, jamás, ni tampoco les rogaba como tal vez estaba a punto de hacerlo. «Mierda», hace años que no se arrepentía de sus decisiones. Él nunca pedía segundas oportunidades, mucho menos a un hombre, pero la calentura le había ganado. «Dios», en serio esperaba que solo fuera una calentura.

«¿Y si no lo es? ¿Y si de verdad estás enamorándote?»

Su mano tembló tan pronto como la levantó, arrepintiéndose, pero igual llamó a la puerta.

Estaba arriesgando tanto, lo sabía, de verdad lo sabía, y ni así le importó lo suficiente. Si Marcy estaba dispuesto a mantenerlo cerca, lo tomaría, por supuesto que lo tomaría. Aun si quería entregarle lo mismo que Jim o que Bale, prefería que viniera de él.

«¿Qué? ¿Estás escuchándote?»

La puerta se abrió justo cuando retrocedió, dudando, pensando en escapar.

No lo hizo. Apenas vio los ojos de Kit, dio un paso adelante, sintiéndose físicamente obligado.

—¿Podemos hablar? —Fue todo lo que dijo, soltando las palabras tan pronto como las pensó.

—No deberías estar acá. —El maestro también avanzó un poco, susurrando con cierta firmeza, pero también con cierto cariño—. Se supone que tenemos que alejarnos, Cam.

—Pero yo no quiero alejarme de ti —admitió muy rápido, avergonzándose cuando se escuchó. No se suponía que fuera tan sincero, pero quizá eso era lo mejor—. Sí, puede que sea lo correcto, pero quiero más de ti. Espero más de ti. No sé por qué lo hago, pero en serio espero más de ti.

—Yo también espero más de ti, Cam. Espero que no intentes besarme, nunca, y también espero que entiendas el motivo, pero eres demasiado egoísta para eso. Aun si sabes por qué está mal, insistes, y yo no puedo arriesgarme a eso. No puedo arriesgarme a estar tan cerca de ti.

—No tenemos que estar tan cerca.

—No, pero cualquier tipo de cercanía es arriesgada junto a ti. Lo sabes. No me hagas explicarte algo que ya sabes.

—Claro que lo sé, pero también sé que no tiene por qué ser algo malo. Solo piénsalo, Kit. Hasta donde recuerdo, ambos somos adultos y...

—Digas lo que digas, mi respuesta siempre será la misma. Si no estás dispuesto a conformarte con mi amistad, no podemos seguir hablando.

—Pero yo no quiero tu amistad —escupió enseguida, alzando la voz con frustración—. Quiero besarte, abrazarte, tocarte cuando sienta la necesidad; ¡y no tus malditos consejos!

—¡Pues solo te daré eso, así que tómalo o vete a la mierda!

Cam retrocedió, pestañeando un par de veces. Algo se detuvo en su garganta, incapaz de subir, incapaz de salir, y de pronto solo cayó, agujereando su pecho y su estómago. Estaba vacío, todo estaba vacío, y ni siquiera sus emociones pudieron llenarlo, luchando entre ellas, repeliéndose, oponiéndose, contradiciéndose. Mientras más actuaba como quería, más se contradecía.

«Mierda». Sus ojos se inundaron y su labio tembló, impidiéndole hablar, y solo entonces se dio cuenta de lo roto que estaba. Aun si era evidente, había estado reprimiendo esa parte de sí mismo por tanto tiempo que apenas la recordaba.

Estaba demasiado roto para acercarse a los demás.

—Dios. —Sin embargo, eso no evitó que su profesor se acercara a él, buscando esa mirada que ya no lo veía. «Mierda». Todo estaba nublado y tan, pero tan borroso—. Lo siento tanto, Cam —suspiró y lo rodeó, envolviéndolo entre sus brazos.

Ya no quería sus caricias. Aunque quizá todavía las necesitaba, su mente le pedía que lo alejara, que le gritara, que lo sacara de su vida; pero entonces solo se aferró a Kit, a su espalda, a sus hombros, sintiéndose tan indefenso que ni siquiera pudo detenerse, los sollozos retumbando por el pasillo.

—De verdad lo siento, Cam. —Acarició su espalda y su cabello, lenta y suavemente, enredando sus dedos en cada hebra que se cruzó—. Lamento haberte gritado, pero quiero que entiendas que soy tu profesor y que yo... que debo mantener los límites.

—Lo entiendo, es solo que...

Se quebró, el chico simplemente se quebró, acercándose un poco más a su maestro.

—Está bien, puedes llorar todo lo que quieras. No es necesario que seas fuerte todo el tiempo, ni tampoco es necesario que te escondas. Yo sé que duele y está bien llorar.

Eso fue suficiente para que su llanto se intensificara, cayendo con la intensidad y la rapidez de mil lamentos, de mil heridas, de mil horas de sufrimiento. Mientras más se afianzaba el abrazo de Kit, más le dolía el cuerpo y el alma. Mientras más se arriesgaba a perderlo, más cerca lo quería.

Era culpa de sus papás. En el fondo, siempre culparía a sus papás.

—¿Por qué tuviste que castigarme? —susurró sobre su pecho, apretando sus dedos alrededor del suéter ajeno—. ¿Por qué no pensaste en las consecuencias? ¿Por qué yo no lo hice? —Sus lágrimas siguieron cayendo, aun si intentó detenerlas, aun si intentó secarlas, aun si intentó eliminar su rastro.

—Porque necesitabas compañía, Cam, pero no todas las relaciones son románticas. Tienes que aprender a tener amigos. Tienes que aprender a aceptarlos.

—No sirvo para eso. —Sacudió la cabeza y se retiró por completo, dando un paso hacia atrás—. No estoy hecho para tener amigos. No sé cuidarlos. No sé darles lo que necesitan.

—Pero yo no estoy pidiéndote que me cuides, ¿o sí? —Sonrió, entrelazando sus propias manos entre sí—. Yo no necesito que me des algo a cambio. Solo quiero ayudarte, Cam, solo quiero estar a tu lado en momentos como este.

—Pero...

—Confía en mí, ¿sí? Confía en que no voy a lastimarte. Yo no voy a ofrecerte una mano y luego te la quitaré. Yo no seré como tu papá ni como tu mamá. Yo no voy a reírme de tus heridas ni tampoco voy a enojarme si hablas demasiado. Sé que piensas que nadie es capaz de entenderte, yo también me he sentido así, pero eso no significa que tengas que guardarte todo. Te lo dije el otro día, Cam: que tus pensamientos sean feos no significa que no puedas compartirlos.

—No, pero tampoco significa que de verdad quieras escucharlos. —Rodeó al profesor como si nada, entrando en su departamento. Si quería su sinceridad, primero tenía que sentarse. Kit. Si quería que le dijera lo que sentía, necesitaba tomar asiento.

Por eso fue directo hacia el sofá, dejándose caer como si fuera una verdadera consulta. Por eso guardó silencio hasta que Marcy cerró la puerta y caminó hasta la cocina, poniendo el hervidor.

Sí. Un té haría las cosas mucho más sencillas.

—¿En serio piensas que no quiero escucharte? —El maestro se tardó unos segundos, pero por fin lo soltó, acercándose al sillón.

—Sé que quieres que te cuente sobre mi vida, pero no quieres que te cuente lo que siento. Solo quieres una parte de la verdad. Solo quieres lo que te conviene escuchar.

—¿Y qué se supone que me conviene? ¿Tus traumas? —Se sentó más cerca de lo habitual, sus hombros rozándose. Apenas había sido por un instante, pero su piel aún ardía cuando Kit se acomodó.

—Es un buen ejemplo. Mis traumas pueden saciar tu curiosidad, o al menos esa rara necesidad de entender por qué actúo así. Mis traumas te dan respuestas, pero mis sentimientos solo te causarían más dudas.

—¿Porque son muy complejos? —dudó con tanta inocencia como siempre, viéndolo fijo, firme, tan concentrado en su falta de gestos que era incapaz de leer entre líneas.

—A veces eres tan estúpido —soltó con frustración, pero igual se rio, girando su cuerpo hacia él—. ¿En serio no lo entiendes?

—¿No?

—Bien, déjame ponerlo así. Incluso si tienes buenas intenciones e incluso si yo trato, con todas mis fuerzas, de no volver a besarte, tarde o temprano voy a confundirme. Sin importar el motivo, tarde o temprano voy a enamorarme de ti.

—¿Q-qué?

—Dicen que somos la especie más inteligente, pero en realidad somos la más estúpida, en especial si estamos heridos porque nos enamoramos de la primera persona que se preocupa de nosotros. —Se detuvo y suspiró, sin dejar de verlo—. Si te preocupas demasiado por mí, voy a enamorarme. Estoy tan roto que en serio voy a enamorarme.

El castaño abrió un poco más los ojos, pestañeando un par de veces.

—No puedo entrar aquí y pretender que de verdad voy a conformarme con tu amistad. Sé que eso es lo que quieres, pero no voy a ser capaz. Tampoco voy a ser capaz de alejarme de ti, ya lo notaste, pero entenderé si tú lo haces. Si de verdad quieres ignorarme por el resto de tu vida, tarde o temprano lo entenderé.

—No puedes darme esa responsabilidad. —Reaccionó después de unos segundos, sacudiendo la cabeza—. No creo que pueda alejarme de ti ahora que te conozco. Esta semana fue una tortura, Cam, y estoy seguro de que será peor si te deprimes. No puedo fingir que no me importa lo que te pase.

—No voy a suicidarme, Kit. —Rodó los ojos con cierta irritación, recordando los pensamientos que había tenido hace tan poco. Al final del día, tal vez era cierto que a la gente solo le importaba eso—. Incluso si me rechazas otra vez, no voy a... no voy a matarme. —Se detuvo, odiando el temblor de sus labios, de su voz, de su cuerpo; tan, pero tan cerca del llanto.

Fue un alivio cuando Kit lo volvió a rodear, envolviéndolo por los hombros. Fue tranquilizador. Fue todo lo que necesitaba.

—Sabes que no quiero rechazarte, Cam, pero no... no tengo más opción.

—Tú... me gustas —confesó, acercándose un poco más a él, a su cuello, inhalando su fragancia—. No es como si quisiera casarme contigo, pero cuando te besé... supongo que arruiné todo.

—No lo hagas más difícil —rogó, Cam sabía que su maestro estaba rogándole, pero eso no hizo que se detuviera. No podía hacerlo, no cuando por fin lo había dicho.

—Cuando te besé... sentí que quería seguir haciéndolo, y cuando te veo... —Se alejó del mayor, observándolo—. Cuando te veo, quiero volver a ese día, hacerte enojar, hacerte dudar y solo... besarte.

Kit lo miró, inmóvil, tragando saliva.

—Por eso deberíamos alejarnos, y por lo mismo no quiero que lo hagas.

Pero Marcy era estúpido, demasiado estúpido, o tal vez solo le gustaba Grind.

En el fondo, él en serio esperaba gustarle.

—¿Y si ponemos algunas reglas?

Porque el idiota seguía insistiendo con que fueran amigos, aun después de su discurso.

—Sabes que no serviría, Kit. Puedes poner todos los muros que quieras, pero eso no cambiaría nada. —Lo miró otro poco, fijo, y entonces lo soltó por completo—. Mientras más piense en olvidarte, más te recordaré. Así funciona el cerebro.

—¿Y si trabajamos en eso? ¿Y si buscamos alguna forma de que lo superes?

—No lo creo. Al final, todo será un ciclo sin fin. Si lo intentamos, en algún momento volverás a enojarte porque no puedo controlar mis sentimientos y volveremos a pelear, y volveremos a alejarnos igual que ahora, y volveremos a empezar.

—¿Por qué volviste, entonces? ¿Por qué no dejaste las cosas como estaban?

—Porque es un ciclo sin fin —repitió, odiándose más a él que al mismo Kit—. Porque no quiero ser tu amigo, pero quiero tenerte cerca. Porque no quiero conformarme con eso, pero quizá tenga que hacerlo. Porque no quiero alejarme de ti, aun si sé que es lo mejor y aun si sé que es lo que deberíamos hacer. Porque no soy tan fuerte como para mantener la distancia y, en el fondo, espero que tú tampoco lo seas. Porque quiero seguir tentándote, tal vez, porque una parte de mí cree que también te gusto.

—No digas eso, Cam.

—¿Por qué? ¿Porque no quieres escucharlo? ¿Porque sabes que es verdad?

—Porque no quiero que sea verdad. No puede ser verdad. —Lucía frustrado, el agua hirviendo a sus espaldas—. Incluso si suena coherente, no puede ser nuestra única alternativa.

—Pero lo es.

—¡Pero es injusto! —reclamó, suspirando casi de inmediato—. ¿Por qué no podemos hablarlo, Cam? ¿Por qué no podemos resolverlo? ¿Por qué no podemos llegar a un punto medio?

—Porque no hay un punto medio.

—Pero yo no... no quiero alejarme de ti. Dios, sé que debería, tú también lo sabes, pero eres lo único que me agrada del colegio. Ni siquiera Min me relaja tanto como tú, ¡y eso que tú eres el culpable de la mayoría de mis problemas! Si no fuera por ti, ya habría renunciado, pero también eres el motivo por el que más quiero renunciar.

—¿Para estar conmigo? —Sus ojos brillaron y sus palmas cosquillearon, restregándose en sus pantalones. «Mierda», quería tomar las manos de Kit con tanta desesperación.

—Para alejarme de ti —corrigió, negando con la cabeza, y eso fue suficiente para que su pecho doliera y su estómago cayera al vacío—. Es la única manera de que me olvides. Si me voy de acá, algún día tendrás que olvidarme.

—¿Y si no quiero olvidarme de ti? ¿Y si de verdad eres lo mejor que le ha pasado a mi vida?

—Recién tienes dieciocho, Cam. Tu vida apenas está comenzando.

—¿Es un adiós, entonces? ¿Eso es lo que quieres?

—Prefiero que resolvamos esto como personas maduras, estableciendo límites y... reglas.

El chico no pudo contener su carcajada, aunque pudo soltarla con menos ironía. No lo hizo.

Eran un caso perdido.

—Bien, déjame ver si entiendo. —Se acomodó en el sofá, girando su cuerpo. El profesor estaba justo delante de él—. Tú quieres ayudarme, ¿no? Quieres que seamos amigos...

Solo amigos —acotó, asintiendo con la cabeza.

—Porque eres mi profesor y, por ende, no deberías enredarte conmigo, tu alumno —continuó, sus ojos fijos en el maestro—. Entonces, como es incorrecto que nos besemos y todo eso, tenemos que mantener la distancia, ¿verdad?

—Así es.

—Pero aún quieres ser mi amigo, incluso si eres consciente de que tú me gustas y de que, tarde o temprano, voy a enamorarme —habló lento, pausado, intentando que cada palabra fuera entendida por ambos—. ¿Te das cuenta de lo estúpido que suena eso?

—Un poco, sí.

—¿Entonces? ¿Cuál es el punto?

—¡Que tengas un amigo! —respondió con simpleza y sonrió, viéndose tan entusiasmado como un niño—. Que puedas venir aquí cada vez que necesites desahogarte y que...

—Que me enamore de todo lo que haces por mí, para que luego te enojes conmigo por haberlo hecho. —Asintió, frunciendo el ceño en su dirección—. ¿No te parece un poco cruel?

—No soy bueno armando planes. —Se encogió de hombros, su rostro decayendo.

—No eres bueno en casi nada —bromeó, soltando una risita—. Solo... siendo bueno, supongo.

Marcy también se rio, recuperando su felicidad. Sus ojos brillaron, sus manos estaban ansiosas y solo bastaron unos segundos para que se moviera en su sitio, inquieto, luciendo tan alegre que Grind no pudo evitar sonreírle.

«Mierda», tenía que alejarse. Por el bien de ambos, tenía que alejarse.

—¿Quieres un té? —Kit le ofreció con una sonrisa, contento, conforme, aceptando la respuesta que ni siquiera le había dado. ¿Se suponía que había aceptado su propuesta? Porque no lo recordaba.

—Prefiero un beso —susurró, llevando su mano hasta la cara del mayor.

—Cam, no... —murmuró de regreso, alejándolo con suavidad—. No hagas eso, por favor.

—Si quieres poner reglas, tienes que decírmelas antes de que las rompa.

—Ya te lo dije. Quiero ser tu amigo, nada más. ¿O es que nunca has tenido amigos?

—¿Estás tratando de humillarme? —fingió indignación, alzando ambas cejas—. Las personas ni siquiera se acercan a mí, Kit. Lo sabes.

—Y claro que no tiene nada que ver con tu actitud de mierda y tu cara de culo.

La risa del menor fue escandalosa, con todo y aplausos. Incluso se removió un poco en su lugar, inclinándose hacia atrás y hacia adelante, meciéndose, disfrutando cada palabra.

De no ser porque había soltado el gruñido de un maldito cerdo, jamás se habría detenido.

—Oh Dios. —Su maestro sonrió, aunque a medias, intentando esconder el gesto—. Eso fue tan adorable.

—Adorable mi pene —escupió sin pensar, cubriéndose la boca—. Oh, mierda, lo siento.

Entonces fue Kit el que se rio, más fuerte de lo habitual. Su tono seguía siendo el mismo, grave y bajo, pero las carcajadas eran más largas y sonoras, sin mencionar la manera en la que simplemente se lanzó contra el espaldar, apoyando su cabeza en él.

Cam solo pudo mirarlo, sonriendo. Él también se acomodó en el respaldo del sillón, aunque de lado, deleitándose con la imagen que tenía frente a él.

—¿Cómo puedes decir que yo soy adorable cuando tú eres mucho más tierno?

El castaño se giró hacia él, lento, buscando sus ojos.

Las carcajadas seguían ahí, suaves, apaciguándose con cada segundo que pasaba.

—Ni siquiera puedo creer que dijeras eso. —El pelinegro amplió su gesto y suspiró al instante, observándolo en todo momento—. ¿Cara de culo? ¿Por qué no eres así más seguido?

—No puedo ser yo mismo en el colegio —admitió, limpiándose un par de lágrimas.

—Pero no estamos en el colegio, ¿o sí? —Tocó su pierna, dejando varios golpecitos—. Estamos en tu casa y tú mismo dijiste que podíamos ser libres acá, ¿recuerdas?

—Tienes razón. —Asintió, sonriendo ampliamente—. Entonces, ¿quieres tomar algo?

—A ti. —Mostró sus dientes en una sonrisa traviesa, logrando que Marcy rodara los ojos—. Es decir, a tea —pronunció tan claro como pudo, guardándose una risa—. Ya sabes, ¿té en inglés?

El profesor lo ignoró, poniéndose de pie.

Sin embargo, no parecía molesto ni tampoco avergonzado. Quizá un poco nervioso, pero no lo suficiente para evitar sus ojos, observándolo de vez en cuando.

«Mierda», ese hombre en serio era precioso.

Es decir, lo sabía, hace tiempo que lo había descubierto, pero esa era la primera vez que lo veía con ropa casual. Cuando llegó, no le había prestado mucha atención. En realidad, su mirada estaba tan nublada que apenas había captado la silueta del mayor, pero entonces lo tenía a un par de metros y al fin pudo observarlo.

A decir verdad, parecía otra persona. Grind estaba tan acostumbrado a verlo con sus atuendos formales que el cambio era un poco impactante, en especial porque... Bueno, su maestro no necesitaba de las prendas glamorosas para lucir hermoso.

¿Cómo era posible que Kit fuese igual de atractivo con su pantalón y su chaqueta de buzo? ¿Es que acaso era perfecto?

¿Perfecto? ¿En serio había pensado eso?

Hey, Kit. —Lo llamó enseguida, recibiendo un simple tarareo como respuesta—. ¿Qué harás cuando me enamore de ti? ¿Estás preparado para eso?

El profesor se sobresaltó, golpeando uno de los tazones que tenía enfrente.

—Mierda. —Fue todo lo que dijo, limpiando el poco líquido que había derramado.

—¿Estás bien? ¿Te quemaste?

—Todo bien. —Asintió, aunque sin mirarlo, sacando otro par de servilletas.

—¿Y entonces? —El chico insistió, apoyando su cabeza de lado en el respaldo—. ¿Has pensado en qué harás cuando te diga que ya me enamoré de ti?

—¿Es necesario que sigas mencionando eso?

—Tengo que resolver todas mis dudas, lo siento. Necesito anteponerme al futuro.

—Pero tú... no puedes planificar lo que vas a sentir. —Lo miró, aunque solo fue un momento—. Esas cosas solo pasan, ¿verdad?

—No estoy planificando lo que voy a sentir, solo... estoy seguro de que va a pasar y tú te volverás loco, así que...

—Cualquier profesor se volvería loco si su estudiante se enamora de él, ¿no crees?

—No lo sé. —Se encogió de hombros y se recostó a lo largo del sofá, poniendo los brazos detrás de su cabeza—. De seguro hay muchos que ahora mismo están buscando a su siguiente presa.

—No soy pedófilo, Cam. —Su voz comenzó a acercarse justo cuando cerró los párpados, pero no le importó. Estaba cómodo ahí—. Ni siquiera me gustas tú, por cierto.

—Si yo te gustara, no sería pedofilia ni efebofilia, Kit. No olvides que ya soy mayor de edad.

—Sigues siendo mi alumno. —Ahora sí estaba cerca, tan cerca que pudo escuchar cómo dejaba las tazas sobre la mesita de té—. Aún tengo que enseñarte algunas cosas sobre arte.

Eso fue suficiente para que abriera los ojos. Eso, y los dedos que envolvieron sus tobillos.

No alcanzó a reclamar. Apenas sintió el toque, Marcy jaló sus piernas fuera del sillón, liberando el espacio que antes le pertenecía.

—Podrías enseñarme otras cosas, ¿no crees? —se burló justo cuando el mayor tomó asiento.

—Cam... —Agravó su tono y lo miró, intentando mantenerse serio aun cuando Grind lo aplastó con sus pantorrillas.

—Como el sarcasmo, por ejemplo. —Sonrió y se enderezó, quedando a solo centímetros de su cara—. Si mal no recuerdo, el otro día incluso me ofreciste clases.

Kit soltó una carcajada poco divertida y enseguida se estiró hacia delante, tomando una de las tazas.

—No creo que las necesites, Cam. Eres más sarcasmo que persona.

—Yo puedo enseñarte algunas cosas, entonces. —De nuevo sonrió, aceptando el tazón que Kit le entregó—. Puedo enseñarte cómo besar, por ejemplo.

—No hace falta, Grind. Soy un excelente besador.

Había caído. Ese idiota en serio había caído.

—¿Podría darnos una demostración, entonces? La clase está ansiosa por verlo. —Le sonrió de lado a lado, mostrando sus dientes con orgullo.

—En serio te parece divertido, ¿no? —De nuevo empujó sus piernas, aunque suave, cuidando que no se quemara con el agua caliente.

Soy divertido. —Asintió, dejando su taza encima de la mesa—. Si no lo fuera, no te reirías de mis chistes.

Kit hizo un ruidito afirmativo, aunque burlesco, y de inmediato lo ignoró, sorbiendo su té como si fuera la cosa más deliciosa e increíble del universo.

Necesitaría mucho más para callarlo.

—No quiero ser insistente, eh, pero dicen que reírte de las bromas de alguien es uno de los primeros pasos para enamorarse.

—¿Ah sí? ¿Y quién se supone que dijo eso?

—Yo, por supuesto.

—Entonces no tiene sentido. —Sacudió la cabeza por un instante y volvió a beber de su tazón.

—Mi vida, mis reglas —explicó, alzando los hombros.

—Tus reglas, claro. ¿Cómo no lo pensé? —ironizó, girando los ojos que siguieron sin mirarlo—. A veces eres tan irritante.

—Como si no te gustara. —Él también puso la vista en blanco, cruzándose de brazos—. Incluso diría que es uno de mis mejores atributos, ¿no crees?

—¿Ser tan insoportable?

—¿Insoportablemente atractivo? —Alzó sus cejas a la par, logrando que Kit al fin se girara.

—Insoportablemente insoportable —gruñó, soltando su propio tazón—. Eres tan odioso, cada maldito día, que ni siquiera entiendo por qué me caes tan bien. Debería odiarte.

—Deberías, pero te gusto tanto que tú tampoco puedes alejarte de mí. —Se acercó a su rostro, sonriendo, y entonces lo jaló desde el cuello de su suéter—. Dilo, Kit. Di que yo también te gusto.

—Lo diría si lo sintiera. —Tomó su muñeca, apretándola, pero no se alejó. Él nunca se alejaba.

—Si no lo sintieras, no corresponderías mis besos, ¿verdad?

—Es una respuesta natural —aseguró, bajando la mirada a su boca por menos de un segundo.

Cam lo notó, claro que lo notó, en especial cuando el profesor se lamió sus propios labios.

Fue suficiente.

—Lo siento, Kit. En serio lo siento. —Fue todo lo que pudo decir, halando al tipo hacia delante.

El castaño lo miró, sin entender su disculpa, pero ni siquiera tuvo que buscar una respuesta cuando el pelinegro se la dio, besándolo de la nada.

Sus labios estaban húmedos, entre dulces y salados, y se movieron con tanta gentileza, apenas rozando a los suyos.

Era un beso inocente, puro, y lo correspondió como si hubiera esperado ese momento durante toda la tarde, tomando el rostro ajeno entre sus manos.

—Lo siento —repitió sobre su boca, rozándola con cada palabra—. Lo siento tanto.

—Cam... —Lo llamó, sosteniendo su cara con más intensidad, con más necesidad—. No debo... No puedo... No está bien.

—Pero se siente bien. —Sonrió, deslizando las manos por su cuello, por su nuca y por el inicio de su cabello, tirándolo más cerca de él, de sus labios, de su lengua.

Estaban perdidos.


[ 3970 palabras ]
[ 14.03.2020 ]

editado el...
[ 15.03.2021 ]
[ 11.12.2024 ]


Como este capítulo cambió un poquito, pero no quiero perder los comentarios que dejaron al final, pondré el mensaje de texto original que Cam le enviaba a Kit al final de este capítulo (el mensaje que, en esta versión, le envió en el capítulo anterior). Muchas gracias por leer <3


Sigo vivo, Kit. Descansa.

Nos vemos el martes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro