6. Trepadora...
Habían pasado los días, y tal y como había pronosticado Zulema, ninguno de sus padres se había decidido a hablar con ella. La entristecía que ninguno de ellos hubiera dejado su ego a un lado, pero lo único que deseaba era una simple disculpa. Sabía que no arreglaba nada, pero le haría la situación más amena. La llegada de su amigo Lupe de tierras extranjeras se había demorado por motivos climatológicos y sin él, el plan de Zulema no podía avanzar.
— Llevas dos días mirando el ventanal como si tuvieras la esperanza de que el Duque de Lupe apareciera galopando a caballo- comentó tras de sí su amigo Lucas.
— Él es lo más cercano a un príncipe de cuento de lo que me llegaré a encontrar en toda la vida.
—Tu madre me preguntó ayer por tu estado, si comías bien y eso...
La muchacha se volteó hacia su amigo, curiosa.
— ¿Qué le contestaste?
Lucas se encogió de hombros.
— Que no te has negado a comer y que Toffe te hace mucha compañía. Cada día vas asimilando la noticia pero necesitas mucho más tiempo para pensar a solas.
— ¿Crees que todavía quedan unos cuantos días para que se atreva a tocar a mi puerta?
— Creo que sí, aunque si no lo ha hecho ya es por tu padre. Él sí que está resentido, Zulema.
— Cómo pueda sentirse, es algo que a mí me trae sin cuidado—notó cómo la ira comenzó a recorrer por sus venas — No sé qué se esperaba... ¿que aceptara cualquier cosa que dijera como si fuera un trabajador más a su disposición?
Aunque habían pasado los días, todavía no daba crédito.
— Igualmente, tu madre se alegra de que te haga compañía y que no sea otro el que te atienda.
— Eso es porque sabe que de ti puede sacar información— le miró con los ojos entornados, analizando su reacción, pero él sonrió.
— No le diría nunca nada, Zulema. Eso ya lo sabes.
Suspiró cansada.
— Lo sé, pero ya ni las bromas me salen como a mí me gustarían.
— ¿Te puedo hacer una pregunta, Zule?
La muchacha asintió con precaución, el repentino tono serio de su amigo la alertaron los sentidos. Se sentó en la silla de su escritorio y esperó con curiosidad a que el muchacho se dignara a hablar.
— ¿Por qué acudiste a Lupe?
— Porque somos amigos.
— Pero por ese mismo motivo, ¿Por qué comprometer su reputación?
— Él es hombre, su reputación no está constantemente cuestionada como la de las damas.
— Pero él es Duque.
— Es mi amigo, Lucas —respondió sin saber qué más decir —. Tiene títulos y me crié con él desde mi infancia. Compartimos tantos secretos que se me hace difícil no pensar en él para todo esto.
— ¿Cómo cuáles? —como Zulema le miró con cara de no entender, se apresuró para aclarar-¿Cómo qué secretos?
— Si te lo contara, dejarían de ser un secreto.
Lucas le miró con fastidio, pero prosiguió con su tarea de peinar a Gofre. Al instante, Zulema lo entendió todo. Lucas también había sido su amigo de la infancia, habían compartido secretos y travesuras; pero a partir de cierto tiempo que no fue capaz de determinar, su amistad se fue enfriando. Pero no significaba que ella no le quisiera o algo por el estilo, le quería y confiaba en él, pero simplemente no con la misma dependencia que lo hacía de pequeña. Ahora ambos habían crecido, él se había convertido en un hombre por el que suspiraban las muchachas de la cocina y ella en una muchacha solitaria que se encerraba en sus libros y en su tristeza. Sin duda, si la amistad no había seguido tal y como lo era antes, era por su culpa.
Un mensajero llamó a la puerta y anunció la llegada del duque. Cuando Lucas se disponía a dejar el cuarto, Zulema sintió la necesidad de abrazarle. Así lo hizo y Lucas no pudo evitar sentirse asombrado.
— ¿Sabes que te quiero, verdad?
Fue una pregunta retórica pero aun así, Lucas se molestó en contestar:— Hubo un momento en el que lo puse en duda, pero ya sé que me quieres, Zuli.
— Sin ti, no podría hacer nada de esto.
— No sé si sentirme halagado por ello — rió nervioso.
— Deberías. Eres mi compañero de aventuras, siempre lo has sido.— aclaró.
— ¿Qué llevaba ese té que te has bebido?
La muchacha rodó los ojos mientras se alejaba un poco de él.
— No se puede ser cariñosa por una vez en la vida— se quejó.
— Sí que se puede, pero resulta raro- sonrió y por primera vez desde hacía mucho tiempo descubrió que su amigo era guapo, más que eso, atractivo y muy muy muy guapo. ¿Dónde había estado durante tanto tiempo? Parecía que había estado en una burbuja donde no hubiera visto nada con claridad.
— ¿Interrumpo?
Zulema y Lucas se separaron de inmediato al escuchar la voz del Duque. Le miró del reojo y notó cómo el rostro del muchacho se sonrojaba.
— ¿Es que no sabes llamar antes de entrar? —le reprendió su amiga mientras posaba sus manos en jarras sobre sus caderas.
— ¿Y así es como me vas a dar la bienvenida después de seis meses sin verme la cara?
La muchacha sonrió y se lanzó hacia los brazos de él. Había ansiado aquel abrazo desde hacía tanto tiempo que apenas se percató de que Lucas había salido de la habitación.
— ¿Se puede saber qué habéis hecho? Nunca he visto a vuestra madre tan enojada- intentó reprenderla, pero sus ojos brillaban de diversión.
— Estás moreno— observó mientras se separa de él y le miraba de arriba abajo. Había ignorado la pregunta con total elegancia.
La muchacha se preguntó cuánto tiempo había estado Lupe fuera del país. Aquel hombre había bajado de kilos, sus ojos azules destacaban en su piel bronceada. Su mirada se clavó en el bastón son grabados de oro con el que se ayudaba a andar.
— ¿Utilizas ese bastón porque tienes algún problema en la pierna?
— Es la moda, Zule.
— Pues es una moda para incapacitados — apuntilló mientras señalaba ese bastón con cara de pocos amigos.
— Déjate de tonterías e invítame a un té— la muchacha le dedicó una sonrisa y le animó a sentarse en una mesilla de té que había ordenado preparar a la espera de la incierta llegada de su amigo.
— Siempre me ha parecido que esta habitación es esperpéntica— comentó su amigo sin ánimo de ofender mientras escudriñaba con la mirada cada esquina de la habitación- ¿Por qué tener aquí un escritorio y una estantería repleta de libros, pudiendo tener un estudio aparte para ello?
— Porque así no puedo recluirme en mi habitación durante una semana sin querer arrancarme los ojos del aburrimiento-sonrió haciendo referencia a su castigo.
— Además se te ve bien acompañada—comentó su amigo mientras señalaba con un gesto de cabeza al lobo que descansaba plácidamente sobre su manta.
Gofre, como si le hubiera llamado, se levantó de su rincón y posó su cabeza peluda sobre el muslo del duque.
Sin más rodeos, Zulema le contó absolutamente todo: desde que cayó en una profunda tristeza hasta que su padre la abofeteó y como respuesta escribió esa lista. Lupe, como buen noble no mostró ningún tipo de sentimiento en su rostro. Aunque la muchacha le conocía lo suficiente para saber que le estaba costando asimilar toda la información.
— Así que...—dijo distraídamente mientras se alisaba la falda con las manos, con la intención de tener las manos ocupadas y no mostrar su nerviosismo por su mudez —¿Frecuentas mucho el club de caballeros, verdad?
— ¡Ni se te pase por la cabeza! — exclamó escandalizado.
— Por favor, Lupe, te necesito— suplicó.
— ¿Sabes lo que puede ocurrir si te descubren?
— ¡Me da igual! Voy a ser esposada con el Marqués de Damén antes de que termine el verano. ¿Qué más me da tirar mi reputación por el suelo?
—No lo sé, Zulema...—contestó nervioso. Se pasó la mano por el cabello, despeinándose.
Sintió compasión por su amigo. No llevaba en el país ni un día entero y ya le estaba metiendo en un embrollo muy peligroso.
— No te preocupes- comentó con una risa triste en la boca—. Nunca te lo echaría en cara si decidieras no ayudarme. Pero esto del matrimonio me hace pensar... ¿Por qué nunca me pediste matrimonio, Lupe?
— ¿A parte de por lo obvio? — dijo refiriéndose a su condición sexual.
— Claro.
— Eres lo que todo hombre desearía: guapa, inteligente, graciosa, ingeniosa, una reputación intachable aunque solo hace falta hablar contigo unos minutos para darte cuenta que estarías dispuesta a saltarte las normas si mereciera la pena, pero...
— No tengo título- susurró Zule, más para recordárselo a sí misma que para responder a su amigo —Supongo que debería de estar agradecida por estar comprometida con un marqués y no con otro de rango inferior. Por fin mis padres querrán lo que siempre han querido: tener un título.
— No te rindas, Zulema, por favor— rogó desde su asiento.
Aunque la muchacha solamente observaba el contenido de su taza, sabía que aquella situación le afligía. ¿Y a quién no? Ella también había sufrido por él y su primo cuando fue consciente de todo el amor que se profesaban pero al mismo tiempo sentirse impotente por no poder hacer nada. Su cabeza recordó lo bien que se sintió entre los brazos de Lohan y su corazón volvió a encogerse al saber que nunca volvería a sentir esa sensación en los brazos de otro hombre. Se le llenaron los ojos de lágrimas e intentó secárselas antes de que Lupe la viera, pero comenzaron a deslizársele por las mejillas con tanta rapidez que le resultó imposible disimular la tristeza. Sorbió la nariz, llamando la atención de su amigo, que al verla, se levantó de su asiento y la obligó a incorporarse para poder rodearla con los brazos. Y sin poder contenerlo más lloró por toda la tristeza ocultada.
Zulema se enderezó, negándose a que su sombrío pesar oscureciera la felicidad de la gente que quería. Se apartó de su amigo y le ofreció una blanda sonrisa de agradecimiento.
— Voy a añadir un punto más a la lista.
— ¿Cuál? — preguntó con curiosidad.
— Evitar mi noviazgo con el Marqués. ¡Debe de haber más opciones que ese hombre para contentar a todos!
— Lo dudo Zulema, el Marqués de Damén es el dueño de prácticamente todas las tierras de la frontera con Yuria.
— ¿Y la familia Damén por qué habrá aceptado matrimonio? ¿Sólo por mi herencia?
Zulema escogió cambiar de estrategia, ir más allá de lo evidente.
— Entre otras cosas, supongo— Xoel se encogió de hombros—. Aunque sea el tipo de noble que sería capaz de mover tierra y cielo si siente que se le ha faltado al respeto... no le veo capaz de llegar a casarse para demostrar quién manda.
— ¿Y si está en una situación económicamente mala?
— Puede ser, pero lo dudo. El Conde tiene tierras privilegiadas, aunque tuviera una mala gestión de su hacienda le hace ser más rico que muchos de los nobles del país.
—¿Y qué otra opción nos queda? ¿Patriotismo? —trató de no reír por lo absurdo de la propuesta, pero fracasó.
— Solamente quiere asegurarse sus tierras, Zulema — contestó sin más. Está en la frontera, si atacan los yuritas ellos serán los primeros en sufrir sus represalias.
— ¿Y por qué no esperar la ayuda del reino?
— Tal vez no se lo den lo suficientemente pronto, y una guerra siempre es costosa.
— Y mi dote es demasiado suculenta.
Asintió mientras se mojaba los labios con el té.
— Aun así, Zulema, no te preocupes. Créeme, no eres la única que está trabajando a contracorriente para evitar el matrimonio. Sus padres son devotos, detestan a tus padres más que a nadie en este mundo.
La muchacha se quedó largo tiempo pensando.
— Definitivamente detendré esa maldita boda, aunque no sé cómo, ¡todavía!— añadió con excesiva rapidez, provocando la risa de su acompañante — ¿Crees que Margarita podría estar embarazada?
— No lo descartaría.
—¡Ojala los dioses les bendigan con un sano y gordo retoño! — exclamó dramáticamente mientras alzaba sus brazos al cielo.
Lupe rió a carcajadas.
— Mejor no lo digas muy alto por si tus padres se piensan que te has vuelto religiosa.
— Y por si alguien se siente ofendido si me escucha decir que no existe un dios único e inmutable.
Ambos se rieron y Zulema agradeció aquel momento de relajación.
— Enséñame esa maldita lista — demandó Lupe con una sonrisa en la boca—. Confieso que siempre has fantaseado en ir en contra a la norma y eso me escandalizaba, pero como nunca pensé que te atreverías a llevarla a cabo, no me quitó el sueño por las noches.
— ¡Vaya! — exclamó mientras se dirigía a su escritorio— Me complace tener amigos como tú — abrió un cajón y extrajo la lista.
Antes de sentarse, le dio la lista y le miró con expectación, tratando de leer su reacción.
— Es todo un reto —señaló Lupe con aire pensativo— Sin duda, no eres como las demás mujeres del país... — añadió.
— ¿Entonces vas a ayudarme?
— Tengo que pensármelo, aquí hay muchas cosas que son unas auténticas barbaridades.
Después de unos segundos de silencio que a Zulema le parecieron eternos, decidió ir por otra táctica.
— Va a venir mi primo la semana que viene— comentó con fingida indiferencia.
— ¿Ah, sí? —si se alegró por la noticia, no lo aparentó para nada.
— Ha llegado por fin de su viaje del sur de Creisha y sus padres le han insistido que pase toda la temporada aquí, en busca de esposa.
— Vaya...
— Tengo muchas ganas de verle, debe de estar guapísimo y bronceado.
— ¡Vale, maldita trepadora!—exclamó exasperado.
— ¿Trepadora? ¿Cómo las plantas?— se hubiera mostrado ofendida si no fuera porque no entendía bien el insulto.
— Si, trepadora—dijo mientras dejaba con brusquedad la lista en la mesita—¡Estoy dentro de esa maldita aventura tuya camino a la perdición!
— Tampoco hacía falta mucho para convencerte— comentó entre risas—. Ni siquiera te había dicho que mi madre ha permitido que no asista a mis clases para pasar tiempo con mi primo.
— ¿Crees que me habrá echado de menos? — preguntó con evidente preocupación, cortando por completo la diversión de la muchacha.
La muchacha se inclinó hacia él y le posó la mano con ternura sobre la suya.
— Si te quiere lo mismo que te quiero yo, que me consta que así es— apuntilló—, no habrá día que haya echado de menos tu compañía y la facilidad que tienes para hacer reír a cualquiera.
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