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12. Enséñame, Rox

Suspiró con pesar mientras se cubría el rostro con la capucha de su capa. No era el momento idóneo para encallarse en esa clase de pensamientos que no la llevaban a nada bueno. Requería de armarse con fuerza y voluntad para lo que estaba por ocurrir.

Salió al pasillo con tranquilidad, sabiendo que ninguno de los criados se encontraba en esa ala. Era el Día de la Hermandad, un día religioso en el que todos debían de reunirse con sus familias y agradecerle a Dios por vivir un año más, reunido de las personas que amáramos. Pero claro, sus padres no eran partidarios de esta clase de eventos y se habían marchado a la casa de unos amigos comerciantes de parranda. Aldo había ido a casa de Xoel con el propósito de que el mejor amigo de su prima no pasara una noche tan importante solo.

El palacio casi vacío, sus padres sin el mínimo interés por ella y hoy, la fiesta de rememoración de los Arquech tendría lugar en el club de Caballeros de Sigali. Según lo que había descubierto Zulema, todos los años, tras la fiesta que organizaba su madre con entera devoción, los prostíbulos recreaban la temática de la fiesta y se lucraban por ello, con la única diferencia que en esos sitios no había ningún tipo de restricciones. Si Hilda se hubiera enterado, hubiera puesto el grito en el cielo y hubiera invertido todo el dinero posible para que aquello cesara, pero no era el caso. Zulema consiguió aprovecharlo, y decidió que era el momento perfecto para cumplir un punto de su lista: visitar el Club de Caballeros siendo Rox por un día.

Zulema conocía la existencia de Roxane desde hacía mucho tiempo, e incluso había tenido el placer de hablar con ella en más de una ocasión. No le escandalizaba su forma de ganarse la vida, incluso le era muy difícil no sentir curiosidad por saber más de ella. Lo que no le gustaba tanto, era ser la única conocedora de aquel secreto y mentir a los demás criados de la verdadera identidad de la muchacha, que la habían considerado como una muchacha humilde de familia rural que vivía en las afueras de la ciudad. Zuli respetaba la decisión de la mujer por haber rechazado la propuesta de matrimonio de Lucas, ¿Pero por qué mantener aquello tan en secreto? Llegaba a entender que a Lucas no le importará intimar con una prostituta, ¿pero no le temía a las enfermedades? Ni el prostíbulo más caro de todo el continente se libraba de la sífilis.

— ¿Zulema?

La muchacha se giró hacia el foco del sonido, aunque no consiguió atisbar nada entre la oscuridad del pasillo.

— ¿Quién habla? —exigió saber.

— Shhh... Calla, o sabrán de esta majadería todo el maldito castillo —le reprendió una familiar voz. Y sin ni siquiera verle, le dedicó una amplia sonrisa a Lucas, su amigo.

— Vamos — apresuró la muchacha sin poder contener su felicidad.

Cuando estuvieron por fin fuera del palacio, camino al club de caballeros, se permitieron relajarse levemente.

—Señorita Azquech, es un placer...

— No es necesario —intervino antes de que aquella mujer hiciera una reverencia. Ante su cara de confusión, Zule se obligó a sonreír —. No es necesario, por favor, no me trates como si fuera.... bueno... como Zulema Azquech.

—De acuerdo —sonrió nerviosa —, ¿Y cómo quieres que te llame?

— ¿Cómo? —preguntó confusa.

— Supongo que no quiere usar su nombre real, señorita Azquech...

La muchacha asintió, entendiendo todo lo que le decía.

— Tutéame por favor —la prostituta asintió —. No sé cómo...

Pensó rápidamente mientras subían al transporte alquilado. Cuando se sentó en su asiento y se asomó a la ventana, supo cuál sería su nombre: Luna. Aquellas noches significaban algo especial para ella y para Gofre.

— Luna.

— Luna es un buen nombre, exótico, pero bonito — Zulema sonrió agradecida —. Cuando mi Lucas me contó todo el plan, confieso que pensé que era una autentica...

— ¿Locura? ¿Estupidez? ¿Suicidio? —intervino Lucas.

— Locura, sí—asintió, nerviosa, mientras se removía en su asiento, incómoda—Una auténtico riesgo innecesario viniendo de alguien como usted pero luego pensé: "¿Por qué no? ¿Sí no es ahora, cuando?" Y me las apañé para que mi jefa me diera una invitación para una amiga. No es fácil, ¿sabes? Las chicas son muy competitivas y meter a una chica nueva en un día tan especial... Bueno, puede causar mucha envidia.

—No tengo las suficientes palabras para agradecerte todo lo que estás haciendo por mi.

—No es ningún problema. Siempre me he sentido en deuda con usted y con su familia. Aunque especialmente por usted, sabe de mi condición y no solo es que me acepte tal y como soy, sino que ha respetado mi decisión de mantenerlo en silencio. Estoy eternamente en deuda.

Zulema se removía frecuentemente en su asiento, incómoda, y Rox intentó darle conversación para relajar los nervios:— Me agrada saber que el vestido y la capa te quedan bien. Me atrevería a decir que incluso mejor que a mí...

— Eres muy guapa y tienes un cuerpo muy bonito, ahora entiendo por qué Lucas se quedó prendado de ti —la muchacha se sonrojó y Lucas le mandó una mirada de precaución —. Me sorprendió comprobar la calidad de ambas telas.

— En el club de caballeros solamente hay nobles de alta clase, y quieren prostitutas de su mismo nivel, aunque debe existir una diferencia entre lo que tienen en sus hogares y lo que tienen a...

La muchacha acudió con la mirada a su novio, pero no recibió ayuda alguna, por lo que apareció Zulema en su ayuda:

— Comprendo, igualmente.

Ahora entendía el porqué de la abertura de la falda y el amplio escote que llevaba. Aunque sus padres la habían criado con la idea de que el cuerpo no era un tabú, nunca había enseñado tanta piel y mucho menos en una sala llena de hombres dispuestos a fornicar. Se ciñó a la capa al cuerpo inconscientemente.

El resto del viaje se dedicó a repasar el plan. Si todo salía tal y como Rox había planeado: saldría de allí en menos de una hora y Lucas la llevaría de vuelta a su casa. Si el plan no salía tal y como lo planeado... no quería ni imaginarse lo que podría pasar. Estaban nerviosos, de eso no había duda y tampoco era para menos. Rox se exponía perder todo lo que había conaeguido y no deseaba volver a ser una prostituta de segunda. Lucas sufría por ambas, pero su trabajo y el de su familia en el palacio estaban en peligro. ¿Y por qué lo hacían? Ninguno sabría decir exactamente por qué, tal vez se sentían en deuda con ella, tal vez sentían pena por su inevitable compromiso, tal vez les faltara seso en la cabeza o tal vez fuera un conjunto de todas estas razones.

Cuando se bajaron del carruaje, Lucas las escoltó hasta la puerta de servicio del Club donde un señor de piel oscura y rasgos muy amenazadores las exigió su pase. Cuando entraron, unos sirvientes les pidieron sus capas y ellas se los dieron sin cruzar palabra. Un hombre de mediana edad que Zulema dedujo que era el encargado de guardar la puerta, las miró de arriba abajo sin descaro alguno y les dio su visto bueno.

—Lo has hecho muy bien —le susurró la pelirroja —. No debes de mostrar jamás pudor o sentirte cohibida ante las miradas.

Zulema dejó que la joven la guiara por el entramado de pasillos y se detuvieron ante una puerta. Rox, golpeó la madera dos veces y sin esperar respuesta, abrió la puerta.

El rumor de las conversaciones femeninas cesó cuando Zulema entró en la habitación. Era la nueva, y no era de extrañar que causara expectación. Una mujer de castigado rostro y cuerpo rellenito, se dirigió hacia ellas con una sonrisa amplia.

— ¿Así que esta es tu chica, Roxane?

—Sí, señora.

— Es un placer, señora.

Zulema hizo una reverencia y la muchacha la miró de la misma forma con la que su padre miraba a sus nuevos negocios.

— Pareces refinada, chiquilla—comentó sin disimular su sorpresa—. Date la vuelta —la muchacha giró sobre sus tacones —. Muchacha, algo me dice que vas a causar sensación —se inclinó hacia ella y susurró —: si hoy haces una buena noche estaría dispuesta a darte un sitio privilegiado entre mis chicas.

Zulema paseó la mirada por la habitación y lo único que vio, fueron miradas afiladas como dardos. Era de entender que con ella allí y la disposición de su jefa para incluirla en su equipo de prostitutas de lujo, implicaba que el puesto de algunas de ellas se viera relegado.

— No la defraudaré, señora.

La mujer volvió a sonreír y se giró en dirección al resto de sus chicas.

—Los hombres llevan un rato emborrachándose y apostando. Están deseosos de una buena compañía y vosotros vais a dársela. Las normas son las mismas que todos los años: no ofender a ningún señor, hacer que todos los nobles participen en los juegos y la que beba demasiado será expulsada de mi plantilla. ¿De acuerdo?

— Si —dijeron a coro las muchachas.

— Pues si no tenéis nada más que decir...

— Disculpe, señora Aurfish—intervino con precaución una muchacha rubia buenas caderas y con un escote agradecido.

— ¿Si, Elisabeth?

— ¿Qué ocurre si esos bárbaros nos fuerzan? Ya sabéis, esos yuritas.

Un murmullo de voces preocupadas se hizo eco en la habitación. Pero su jefa lo cortó con un simple gesto de manos.

—Sabéis que siempre estaréis vigiladas por un personal de seguridad, por eso no os preocupéis.

— ¿Y si estamos a solas con ellos en una habitación? — volvió a preguntar Elisabeth.

— Evitar gritar, no debemos de montar un escándalo si queremos que nos vuelvan a llamar para el siguiente año.

Zulema trató de evitar su sorpresa ante aquellas palabras pronuncias sin ningún tipo de sentimiento ante su voz. Esta mujer era incluso peor que su padre.

Las muchachas salieron de uno a uno, en orden. Los nervios comenzaron a pasarle factura a la muchacha, ¿Por qué ese hombre debía de estar siempre en todos los lados? Era como la mala hierba.

El camino hacia el salón de póker fue agónico y tortuoso. Se tropezó varias veces, sentía las piernas blandas y temblorosas, sino se había caído de bruces todavía era gracias al brazo que con tanta gentileza le tendía Rox. Si ninguno de los presentes no se percató de su estado de nervios fue seguramente gracias a la estricta educación que le inculcaron desde niña: "aunque tengas ganas de llorar, mantente regia y elegante" El papel de las muchachas era sencillo: conversar con los hombres, animarles a que beban y apuesten, y si es necesario, acompañarles en la intimidad para pasar un buen rato. Cuando las muchachas entraron al salón de juegos, un coro de alegría masculina resonó por toda la sala. Las muchachas se colocaron en línea, exponiéndose ante aquellos hombres levemente embriagados.

— Señores, os presento a mis chicas — dijo con triunfo la alcahueta—. Como han podido apreciar alguno de ustedes, hoy tenemos una nueva integrante. Luna, por favor, da un paso hacia adelante para que puedan verte mejor estos caballeros.

La muchacha notó como las mejillas se tiñeron de rojo y solamente agradeció que su cara estuviera cubierta por la máscara. ¿Qué ocurriría si alguno de esos hombres le descubriera? ¿La hija de los Arquech en el Salón de juegos, ofreciendo su compañía como una vulgar prostituta? La muchacha dio un paso hacia delante e hizo una reverencia, provocando risas y exclamaciones de sorpresa y agrado. Cuando Zulema volvió a su inicial sitio, la señora Aurfish prosiguió:

— Espero que sean de su agrado y que pasen un buen rato.

—Eso esperamos — toda la atención se centró en un hombre rubio, de fuerte complexión y una sonrisa de los más traviesa. Zuli le había visto con anterioridad, tal atractivo era imposible de olvidar con facilidad— porque hoy es un día especial, hoy es el cumpleaños del mi compañero Lohan — se mal entendió su pausa para pasar saliva y todos rompieron a aplaudir.

El guerrero, sobre su silla miraba con tal furia que hizo que todas las muchachas se estremecieran de miedo, aunque Zulema no por los mismos motivos que ellas.

— Entonces debe de ser el primero en elegir muchacha — dijo uno de los hombres de su lado.

El yurita negó con la cabeza, pero no sirvió de nada. Ante la insistencia de sus compañeros, el General desistió. Se levantó de su asiento, y sin prestar mucha atención, se paseó delante de cada una de las muchachas. Ninguna se atrevía a mirarle a la cara, a excepción de Zule que miraba con reojo la reacción de Lohan.

Cuando el General pasó por delante de ella el corazón de la muchacha latió desbocado. Había tenido contacto visual con aquel hombre y por un momento tuvo la impresión que la había reconocido. Pero aquella corazonada se desvaneció, cuando el yurita pasó de largo con el mismo desinterés que con el resto de muchachas. Aunque debía de sentirse aliviada, sintió rabia ante la indiferencia del guerrero.

— ¿Y bien, señor? —preguntó con impaciencia la alcahueta.

— Ella— sentenció con un gesto de cabeza en dirección a Luna.

Todas las miradas se centraron en ella. Volvió a sentir que sus mejillas se habían encendido y las piernas comenzaron a temblar. Agarró la falda del vestido con las manos, para evitar que los hombres se percataran del temblor de sus manos, pero para su alivio, la atención se centró en el yurita que estaba siendo reducido por un grupo de hombres del tamaño de un armario. Al principio se resistió, pero en pocos segundos se relajó y se dejó hacer. Le sacaron de la puerta y seguido a ello, las demás muchachas rompieron sus filas y comenzaron a conversar animadamente con los varones.

— Luna, tienes que huir— le susurró con nerviosismo ,Rox—les diré que te encuentras indispuesta. No harán preguntas. Si hubiera sabido que pasaría esto, nunca os hubiera puesto en peligro, os lo juro.

La joven Arquech posó una mano sobre su brazo, tranquilizando a la muchacha.

— No importa, Rox. Quiero hacerlo.

— ¿Estás segura, Luna? — su mirada brillaba por el miedo—No creo que una mujer como tú deba permitirse perder...

— Sí—contestó cortante—. Estoy segura de que quiero hacerlo.

— ¿Señorita? — ambas muchachas se voltearon hacia el joven camarero — El señor Alros os espera.

La muchacha asintió y tras dedicarle una sonrisa tranquilizadora a su amiga, siguió al muchacho hasta una puerta de roble macizo. El criado hizo una pequeña reverencia y la dejó sola. La muchacha abrió la puerta y se encontró con un Lohan, sin camiseta, maniatado y con los ojos vendados. Estaba sentado en una sencilla silla de madera, que contrastaba con toda la almidonada decoración de la habitación, y lucía aburrido.

El guerrero esperó a que la muchacha cerrará la puerta para hablar: — No es necesario que hagamos esta tontería de juego. No estoy de humor.

—A mí me gusta jugar —El muchacho abrió la boca para protestar, pero al instante la volvió a cerrar—¿A usted no, señor Alros?

— ¿Cómo te llamas?—exigió saber.

— Luna, mi señor.

—¿Cómo te llamas de verdad? —estaba molesto.

— ¿Acaso importa?

— A mí sí.

La muchacha ignoró sus exigencias, acarició con las yemas de sus dedos el brazo desnudo del general, provocándole un breve escalofrío.

— ¿Os gusta? —como el general no respondió, prosiguió acariciándole.

La muchacha se colocó entre las piernas del general, le besó el pecho y el cuello hasta llegar a sus labios. Al principio, el general supo resistirse a sus encantos, pero poco le duró la fuerza de voluntad. Cuando inconscientemente, la muchacha enredó sus dedos en su collar, las alarmas resonaron en su cerebro embotado.

— ¿Zulema? —balbuceó el General, confuso.

— Si es así como deseáis llamarme, seré Zulema, mi señor —le susurró a escasos centímetros de su boca.

Y antes de que el hombre volviera a hablar, la muchacha cubrió su boca con la del general. Fue un beso tan sensual que notó la excitación de Lohan bajo el pantalón.

— Desátame, muchacha — Pero aquello no había sonado como una orden, sino más bien como una súplica.

— Esas no son las normas del juego, General.

—No juegues conmigo, mujer—advirtió.

—Te desataré cuando me canse de jugar contigo —alargó la mano y le quitó la venda de los ojos.

El hombre parpadeó varias veces, al principio estaba confuso y al final, tras poder mirarla de más cerca, comprendió quien era y sus ojos brillaron de pura ira.

— ¿Qué cojones?

—No me hagas amordazarte, Lohan.

La muchacha se quitó la máscara y se atusó el pelo. Sabía que por mucha inocencia que tratará de aparentar no sería suficiente para convencer y tranquilizar a aquel hombre, pero se lo tomó como un juego.

— ¡Suéltame!

La muchacha caviló las opciones que tenía, y decidió aprovechar aquella situación a su favor.

— Antes  tienes que prometerme que no te enfadarás conmigo por estar aquí.

—¿Ibas a entregarte a cualquier hombre y crees que no me iba a enfadar?

—En verdad no tenía pensado entregarme a nadie. Incluso a mi amiga le sorprendió que empezárais asi de rápido.

—Estoy muy furioso, Zulema. Has rozado ya el límite entre lo temerario y la estupidez. ¿Sabes qué pasará si te descubren?

—Que no tendrá lugar mi casamiento con el Marqués de Daimen, y después de cavilarlo mucho... No me importa. Sé que estoy completandome como una niñata, sé que ahora mismo estoy siendo una caprichosa egoísta. ¿Pero por qué no puedo comportarme como tal, cuando mis propios padres me empujan a un matrimonio de conveniencia? ¡Por el amor de Dios, si ya me ha pegado dos veces sin ser todavía su mujer! Lo más probable es que muera de una paliza o acabe suicidándome por no soportar a ese monstruo. Así que, si quieres cabrearte conmigo, hazlo, pero no me arrepiento.

—¿Dos veces? ¿Te ha pegado dos veces?

—La primera fue en mi casa. Me abofeteó y luego me agarró del cuello hasta que le hice prometer que no volvería a involucrarme con ningún yurita. La segunda vez fue en el balcón, tras hablar contigo.

—Le voy a matar...—susurro con furia.

—Y provocarás una guerra. Mi padre te considerará un enemigo y entonces yo no podré volver a verte nunca más. —dijo con pena—. Las cosas son muy complicadas... Por eso necesito que me digas la verdad. Ya se ha agotado mi paciencia, Lohan.

— Es todo demasiado complicado para que una mujer pueda entenderlo —exclamó exasperado— ¿Por qué no puedes comportarte con una mujer de tu clase?

— ¿Crees que no puedo entender qué es lo que está pasando? —La muchacha se levantó de su regazo, estaba furiosa— Has extorsionado a mi familia, a todo el este reino y ahora a saber qué negocios turbios te traes con esa gente—dijo mientras señalaba la puerta, refiriéndose a los hombres de la sala de juegos.

— ¿Crees que estas en la situación idónea para juzgarme? ¿Te has visto? Se te ha ido de las manos este juego tuyo, ¿no te vale con frecuentar tabernas a los brazos de otro hombre, que tienes que hacerte pasar por una prostituta? —Su rostro estaba rojo de furia y de impotencia—¿No fuiste tú la que me dijo que no tenía ningún amante? No soy el único que ha mentido.

La muchacha nunca había sentido tantas ganas de abofetear a alguien como a Lohan en esos momentos. La rabia corría por sus venas sin ningún tipo de control

—No tengo ningún amante, Lohan— la temblaba la voz de la rabia contenida —. Aquel muchacho solo era un amigo que me hizo el favor de acompañarme. Si hago estas cosas es porque quiero sentir que he vivido antes de casarme, no por la compañía masculina — la muchacha se detuvo unos instantes, decidiendo si decirlo o no— ¡Yo solo quiero estar contigo, maldito imbécil! ¿Es que no quieres verlo?

— Zulema... —susurró.

Ya no estaba enfadado, ya no había rastro de ira en su mirada, solamente arrepentimiento por haber insinuado tal cosa.

— Te quiero, Lohan— dijo más tranquila—. Sé que nunca podremos estar juntos y que antepondrías a tu reino por encima de todo, pero...— la muchacha se quedó sin palabras por unos segundos— Cada día siento más inevitable mi matrimonio concertado y siento que si supiera la verdad, será menos duro todo.

Los ojos de la muchacha se empañaron de lágrimas.

—No llores por favor.

La muchacha negó con la cabeza, se acercó a él y le desató las manos.

—Gracias— susurró el muchacho mientras le acariciaba las muñecas doloridas, sus compañeros se habían excedido en fuerza para inmovilizarle.

Se acercó a la muchacha, que miraba por la ventana con la tristeza reflejada en su mirada. Verla tan vulnerable le partía el corazón. Se acercó a ella y la abrazó por la espalda. Hundió su nariz en su melena castaña y aspiró su perfume a lavanda.

— Mis primeras intenciones contigo no eran buenas, Zulema. Si he esperado tanto a decirte la verdad es porque soy un auténtico cobarde — la muchacha se giró hacia él, clavándole una mirada de profunda curiosidad—. Temía que no quisieras volver a hablarme.

— ¿Por qué, Lohan?

— Tu padre recibía cada mes, un mensaje amenazando su vida y la de su hija— carraspeó, incómodo por lo que tenía por decir—. Nuestro papel en este reino no era otro que secuestrarte, llevarte a Yuria y pedir por tu cabeza una cuantiosa suma. Pasamos tanta hambre que haríamos cualquier cosa para salir del profundo agujero de miseria en el que estamos metidos. Pero absolutamente todo se desmoronó cuando te conocí. Ya no estoy seguro si antepondría a mi reino por encima de ti, yo creía que mis valores nunca cambiarían, pero no ha sido para nada así. ¡Diantres, Zulema, he enviado una carta al rey exigiéndole que me aceptase como su hijo predilecto! Movería cielo y tierra si hubiera una posibilidad para tenerte a mi lado el resto de mis días, ¡incluso iniciar una maldita guerra!

Cuando terminó, la mujer tiró con suavidad del brazo del general. Le dirigió hacia la cama y le invito a sentarse a su lado.

— ¿Estás bien? —agarró un rizo castaño y se lo colocó detrás de la oreja.

— Es todo muy confuso...

— Ya no me importa, no desde que te conocí. Te quiero, Zulema —la muchacha levantó la mirada, asombrada por sus palabras —. Te quiero.

Y lo volvió a repetir no solo para que la mujer saliera de dudas, sino porque era lo que se había negado desde que se había separado se ella.

— ¿Es posible querer a alguien con el poco tiempo que nos conocemos?

— No lo sé — y por primera vez desde hacía mucho tiempo, tuvo miedo. Quería ser correspondido, pero aquella muchacha le confundía en sobremanera.

Pero antes de que sus labios volvieran a encontrarse, unos golpes en la puerta les alertaron.

— ¡Lohan, mamón, los demás también queremos divertirnos! — se escuchó de forma amortiguada.

— Tengo que sacarte de aquí—afirmó exasperado, mientras volvía a ponerse de pie. La muchacha le imitó.

— ¿Cómo?

—¿Se puede saber cómo has conseguido entrar aquí?

— Roxane y Lucas...

— ¡Oh, mujer!— exclamó, molesto— ¿Se puede saber qué clase de amigos tienes tú? Se supone que eres una dama.

— No te enfades conmigo—le recriminó.

— ¡Lohan, responde maldita sea! —se volvió a escuchar detrás de la puerta.

— No se irán hasta que no contestes. ¡Échales, puedo salir de aquí sola!

La miró pensativo.

— No pienso dejar que te vayas de aquí sola.

— No estoy sola, estoy con Roxane y Lucas—replicó la muchacha.

—Necesito saber qué llegarás sana y salva a casa.

— ¿O lo que quieres es saber si llegaré bien a mi cama?—no supo cómo en una situación tan tensa pudo atreverse a decir tal cosa, pero la mirada del yurita brilló por la excitación.

— No me tientes mujer...

Después de varios segundos retándose con la mirada y ante el silencio de la habitación, se besaron apasionadamente. Con ansias de más, Lohan la tumbó sobre la cama y la besó con posesividad. Estaban tan sumidos en sus cosas que apenas se percataron de que habían abierto la puerta.

— ¿Todavía estáis vestidos?—preguntó incrédulo el chico rubio que había iniciado aquel estúpido juego.

La muchacha escondió la cara en el cuello de Lohan. Notaba sus mejillas arder y cómo el cuerpo de su compañero se tensaba de furia.

— Vete de una puta vez de aquí— no le hizo falta gritar para sonar amenazador—¡Y diles a esos bastardos que dejen de molestar!

— Lo siento, Lohan.

Aquel hombre hizo lo que le habían ordenado y cuando se fue, Lohan corrió a disculparse con Zulema por su obsceno lenguaje. La obligó a mirarle y aunque le parecía inevitablemente hermoso su sonrojo, se disculpó de nuevo y la abrazó con ternura.

— Tengo que sacarte de aquí.

La muchacha asintió, se incorporaron de nuevo y se dirigieron hacia la puerta cuando una voz desde el otro lado de la puerta les detuvo.

— Luna, soy yo, Roxane. ¿Todo va bien?

La muchacha corrió a abrir. Detrás de la puerta, Roxane se quedó atónita cuando la vio sin la máscara y el muchacho rodeando la con el brazo la cintura, de forma protectora.

— ¿Tú eres la que ha metido a Zule en este maldito lío? — gruñó, haciendo que la mujer temblará de miedo.

— Sí, señor. Lamento...

— Aquí no tienes que lamentar nada, nadie me ha obligado a venir aquí —defendió a su compañera de aventuras.

— Ya hablaremos tú y yo de estas malditas locuras —le espetó con severidad el guerrero.

El murmullo de una conversación masculina resonó por el pasillo, poniéndoles en alerta.

— Yo puedo entretenerles— propuso Rox, nerviosa.

El General asintió mientras volvía al interior de la habitación y volvía con su camisa y la máscara de Zulema. La muchacha agarró la máscara y se la puso mientras seguía a Lohan por el pasillo. Aunque se encontraron con varios criados, ninguno se atrevió a mirar al General a los ojos. Cuando llegaron a la salida trasera del Club, Lohan le hizo una señal al hombre que vigilaba la puerta y salieron a la calle. La calle estaba silenciosa y a oscuras. Apenas se podía ver más allá de dos pasos, aun así, nada le detuvo. Anduvo con la muchacha hacia el carro de caballos en el que había venido Zulema, inmediatamente, Lucas salió del coche, alarmado.

— Asegúrate que llega sana a casa y deja de ayudarla en esta clase de tonterías —le ordenó con todo el odio que pudo reunir.

Lucas asintió, y se hizo a un lado para no bloquear la puerta.

—Vamos—le ordenó Lohan con brusquedad. Pero Zule no despegó los pies del suelo.

— No pienso marcharme sin ningún incentivo de volver a verte.

El guerrero se quedó pensativo durante un largo rato. Finalmente, se llevó las manos al cuello y le tendió el collar que siempre llevaba puesto.

— Toma— dijo mientras le depositaba el collar sobre las palmas de las manos.

—No me refería a que...

— Me lo de volverás cuando volvamos a vernos—la empujó con suavidad para que comenzara a andar. Cuando dio un paso, notó el agarre de Lucas en su brazo, llevándola al interior del carro.

— ¿Pero cuando? —preguntó exasperada desde el asiento.

— Pronto. 

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