Zehn
Giré para encarar la realidad.
Fue verdad lo que me había dicho Olive respecto al corte de cabello que tenía. En otras circunstancias ya le estuviera haciendo burla a más no poder.
—¿No vas a decir nada?
Fui salvada por el claxon del carro de David. Lo escuchaba, era claro, pero de todas formas me encontraba paralizada, sin poder mover ni un pie. A lo lejos se lo escuchaba gritando que me apurara, ya que tenía a todos los carros atrás pitándole para que no interrumpiera el tráfico.
—Aléjate de mí, Humphrey —hablé después de una eternidad en donde solo me la dediqué observarlo como si fuera un sueño irreal.
Corrí al auto, sabiendo que lo había dejado estupefacto por lo que le había dicho. Era claro que no se lo esperaba. Él creía que en cuanto me hablara estaría feliz y haría como que todo estaba de maravilla entre los dos.
—¿Todo bien? Has estado muy callada desde que pasé por ti.
Miré a David por un instante. Era tan bueno conmigo que ni siquiera me preguntó quién era ese tipo con el que me encontraba. Sabía bien quien era, así que se abstuvo de mencionar cualquier cosa respecto a Morgan.
—Perdón, es solo que me estoy enfrascando en cosas que no son importantes —Traté de soltar una risita para disimular las ganas de querer llorar.
—Tú tranquila. Si no quieres hablar sobre el tema no hablaremos hasta te sientas preparada para contarme lo que quieras.
El semáforo se puso en rojo, así que me quité el cinturón para poder robarle un beso. Uno muy corto pero lleno de sentimientos que me estaba tragando desde hacía minutos.
—Juro que dejaré a mi novia para ya mismo —Me reí del comentario que hizo.
Cuando me dejó en la casa lo primero que hice fue desconectarme de todos lados. Lo conocía, y era todo un maldito; tanto, que sabía que me buscaría de nuevo.
¿Acaso no entendía que el verlo me volvía a provocar el sufrimiento? Tenía que comprender que no podía verlo porque, sino, todo se iría la deriva y me encontraría llorando una vez más por su culpa.
Esos sentimientos revivirían para no dejarme descansar nunca de mi desdicha.
Tenía terror de que todo volviera a ser como antes. Ya no podía ser la misma tonta que le lloraba a una relación amorosa imposible de ser con su mejor amigo. Eso era tan cliché... pero tan yo.
Las ansías de ver si Morgan me había mandado un mensaje pidiendo una explicación a mi repentina huida eran muchas. Sentía a la misma ansiedad recorriendo todo mi cuerpo, y a mi cerebro tratando de controlar a mis emociones provenientes de un corazón impero de resentimientos.
—Lex, te buscan abajo —dijo mi mamá, entre abriendo la puerta para no invadir mi privacidad.
El corazón me palpitaba a una velocidad inverosímil. Por un momento se me detuvo la respiración solo de pensar que aquél necio que había dejado confundido hacía unas horas, había tomado la decisión correcta de venir a arreglar las cosas diciéndome un simple te amo.
Tomé aire mientras bajaba las escaleras. Las manos se me estaban acalambrando por cada paso que daba hacia abajo.
—¡Hey! Pensé que no querrías verme.
La emoción se esfumó tan rápido como un flash.
—¿Esperabas a alguien más? —cuestionó Kurt, ante el declive de mis emociones—. De ser así, creo que es mejor que me vaya.
—¡No! Tranquilo, creí que era Violet o Jazzlyn. Hoy es uno de esos días en donde hacemos la tardeada de chicas.
—Sí, me dijo Jazz sobre eso. Y como me dijo que no podría venir, he decidido que nuestra cita de hoy será de skin care, palomitas y películas. —Señaló a la mesa de centro que teníamos en la sala, donde se postraban varias mascarillas coreanas y palomitas listas para ponerse en el microondas.
No era para nada lo que esperaba, pero por lo menos me subió el ánimo el saber que alguien quería pasar tiempo conmigo sin importar cuán ridículo se vería. Sentía que estábamos llegando a un grado de intimidad tan graciosamente alto, que me hacía reconsiderar todo lo que estaba haciendo.
Había subido por mi kit de brochas solamente para aplicar las mascarillas. A pesar de que había traído mascarillas coreanas, yo amaba hacer mis propias rutinas para el cuidado de la piel, y tenía todos los ingredientes para hacer una de fresas.
Así que hicimos todo el menjurje hasta dejarlo en una forma pastosa para aplicarla en la cara y parecer de esas chicas que en las películas se aplican mascarillas verdes en la cara, solo que la nuestra apenas y tenía el tono rosado.
Mientras se la aplicaba con la brocha, hacía caras tan graciosas y yo me botaba de la risa con cada una de sus ocurrencias. Cuando fue su turno de aplicarme la mascarilla, imité sus elocuencias y en lugar de reírse recibí fortuitos besos robados.
—Extrañaba estar así contigo.
¿Lo estaba diciendo en serio?
—¿Ah sí?, ¿por qué lo dices? —pregunté, intrigada de que fuera a sacar a tema mis evasiones.
—Pues ya sabes... Últimamente...
Sonó el timbre de la casa para hacer una perfecta interrupción de lo que sería una catástrofe.
—Debe ser la comida china que ordenaron mis padres para todos. Iré por ella —Le di un beso en la mejilla y hui del sillón en busca de confort y nuevas respuestas en caso de que lo que pensaba que diría fuera correcto.
Fui por el dinero mientras gritaba el típico "Ya va" para que el repartidor no se desesperara tanto como para irse. Abrí la puerta al mismo tiempo de querer tomar el dinero para pagar.
—Bueno, la nota de la aplicación de internet dice que son 20 dólares —Los tomé de la cartera de mamá y alcé la mirada.
Ahí estaba, una vez más queriendo arruinar mi paz mental.
Morgan estaba hundiendo los hombros en símbolo de disculpa, un gesto que sabía que se le veía tierno y con el que lo perdonaba cada vez que cometía una estupidez: como cuando en quinto de primaria le dijo, a el chico que me gustaba, que moría por él y quería que fuera mi novio; después de eso el chico no quería ni pasar dos minutos a solas conmigo.
—Bonita mascarilla —dijo, curveando las comisuras de sus labios.
—Lex, ¿todo bien? —gritó Kurt desde adentro.
—Sí, es solo Violet. Ya entro —mentí, antes de que se atreviera a salir a confirmar por su propia cuenta.
Entrecerré la puerta principal un poco.
—Veo que estás ocupada.
—Evitemos toda esta charla innecesaria y dime qué es lo que quieres.
—Te extraño —Solté una risotada por la mentira que estaba escuchando.
—JA, JA, ahora dime lo que en verdad quieres.
—¡A ti! —exclamó, harto de ver que no le creía—. Te quiero de vuelta Alexandra.
Mi corazón sentía que se paraba lentamente, y el aliento salía gélido al igual que el sudor que emitían mis palmas de las manos.
—No es cierto —Negué con la cabeza, tratando de hacerme ver la realidad de que me estaba utilizando—. Tú no me quieres Morgan. Solo te gusta decirlo porque sabes que me lastimas cada vez que lo haces. —Empezaba a sentir un nudo en la garganta.
—¡Por Dios Alex! Entiende que te extraño demasiado. Extraño a mi mejor amiga con la que vivía mil y una ocurrencias, que me hacía reír... —El silencio nos invadió por unos instantes, en donde empezaba a soltar lágrimas y él a respirar más rápido—. Te amo.
Me rompí.
—Es verdad Alexandra, te he amado durante tanto tiempo que esto que... esto que siento cuando no estás conmigo me está matando. Te amo como mi mejor amiga. Esa es la verdad.
Escuché como se abría la puerta de la casa. La cara de Morgan dio un cambio radical, así que giré un poco para ver quién era.
—¿Está todo bien? —preguntó Kurt, viendo como las lágrimas estaban quitándome la mascarilla de la cara—. Me preocupé de que no entraran a la casa, pero ahora veo por qué no querías entrar.
Miré a Morgan por unos momentos, y después a Kurt, quien estaba confundido por todo lo que estaba viendo. Fui con el rubio, quien me tendió una toalla húmeda para retirarme la mascarilla que ya se había pasado de tiempo.
—¿Lex? —indagó Morgan, dando pequeños pasos para acercarse a mí.
—Ese es el problema Humphrey... —Tomé de la mano a Kurt para darme apoyo emocional por lo que diría— que ya no te veo como amigo y tú a mí sí. Aléjate de mí, ya no te quiero ver.
—Kingsley, no digas eso. ¡Sabes que no quieres eso! —Trotó hasta donde estábamos, pero Kurt le impidió acercarse.
—Dijo que te alejes.
Tiré de Kurt para meternos a la casa.
Morgan tenía razón; eso no era lo que quería, pero si le aceptaba el regresar a nuestra vieja amistad, sabía que todo se haría más difícil al verlo y saber que solo me vería como una amiga de hoy en adelante.
No me dejaría superarle jamás, porque él quería ser el único hombre en mi vida pero yo no la mujer de su vida, y eso era vil y despiadado después de ver cómo me había dejado mendigando por su amor y cariño.
Si decía ser mi amigo... y no cualquier amigo, sino "el mejor amigo", entendería que todo lo que hace solo me hiere, porque él me quería a su lado sabiendo que yo lo quería para que me tuviera en un pedestal como en los últimos años, amarlo y no dejarlo ir nunca.
¿Aún tenían esperanzas de que Morgan le dijera que si la amaba bien?
Fue un capítulo cortito pero, creo yo, lleno de sentimientos
EDIT DE LA HISTORIA:
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