Fünfzehn
¿Qué ganaba con jugar con mis sentimientos? Quizá hacerme sufrir todo lo que yo lo hice en casi 6 años.
—Deja de jugar con este tipo de cosas —dije, haciendo una mueca de desagrado. Tomé mis cosas y me fui de ahí.
Ni siquiera lo miré en cuanto decidí abandonar el lugar en el que estábamos.
No. No era justo que dijera ese tipo de cosas, cuando al momento de confesarle estos nuevos sentimientos que tenía para con él, me había dicho que ya eran otros tiempos y que no siempre le iba a gustar la misma persona.
—¡Alexandra espera! —su voz estaba muy cerca. Era claro que había dudado por un instante en seguirme pero corrió hasta alcanzarme y bloquearme el paso.
—¡No Morgan! ¡No puedes ir y regresar a mi vida a tu antojo! —Sentía un nudo en la garganta, y en los ojos se me formaban lágrimas llenas de dolor—. Y por último... No puedes ir por ahí jugando con los sentimientos de las personas.
Él soltó una risa burlona.
—¿Y tú si puedes hacerlo? —cuestionó, encabritándose—. Porque deja te recuerdo que es lo único que hiciste conmigo en los últimos años...
Me helé. Tenía razón, pero no se lo admitiría.
Pasé de él, tratando de ignorar lo que me había dicho. No me duró nada mi salida fugaz, pues me tomó de la muñeca y me regresó a él.
Estaba entre sus brazos, teniéndolo tan cerca que podía ver sus pupilas dilatándose poco a poco. Odiaba esto. Odiaba dejarme sucumbir por mis instintos.
—Lo siento —dijo él, hundiéndose de hombros.
—¿Por qué? —Enarqué una ceja. No entendía nada de lo que estaba pasando.
Mi celular empezó a sonar con la melodía que le había puesto para cualquier notificación que indicara que se tratara de mi madre. Él lo sabía porque era mi mejor amigo y claramente entendía cómo catalogaba a todos con diferentes ringtones.
—Será mejor que te vayas. Sé muy bien a que tu mamá no le gusta esperar.
Me soltó, haciendo que la distancia entre nosotros aumentara.
—Ella lo entenderá —Me precipité a querer estar una vez más cerca de su agarre.
—Nos vemos luego Alexandra —Morgan sonrió de medio lado, mientras me miraba de abajo hacia arriba.
Se fue. Me dejó con todo y las ganas de que algo más hubiera ocurrido entre nosotros, y es que en ese momento yo estaba deseando tanto que me besara, que me dijera que todo volvería a la normalidad y que ya nada de todos los demás patanes con los que había estado, importaría.
—Que bueno es ver que no pierdes ni un segundo de tu tiempo.
Estaba confundida. Giré para ver quién lo decía.
—¿Y si pierdo mi tiempo, a ti que te debería de importar? —inquirí, cruzándome de brazos.
Richard me daba una mirada socarrona. No toleraba que la gente estuviera al tanto de cada cosa que hacía. Era tan exasperante tener que cuidar cada pequeña cosa que hacías, decías o hasta pensabas.
—Creíamos que eras diferente.
Nuevamente sonó mi celular. Era mi mamá, y estaba furiosa de que no estuviera ya afuera esperándola.
—No tengo tiempo de atender inquietudes que no te incumben. En fin, salúdame a Kurt, y recuerda decirle lo bien que lo estoy pasando —Guiñé un ojo y me fui de ahí.
Llegué a mi casa teniendo muy claro dos cosas: la primera era que quizá me encontraba en una encrucijada en donde lo que estaba viviendo no era más que una trampa para que Kurt viera que estaba muriendo de celos, y la segunda era que Morgan se había convertido en todo un sinvergüenza mujeriego.
Quizá las personas se volvían así después de que por mucho tiempo jugaran con sus sentimientos y veían que jamás lograrían tener algo como lo que querían. No estoy excusando las acciones que llegamos a tener, claramente, pero... No sé, quizá así pasa y por eso Morgan se estaba volviendo así después de sufrirle a una chica que no le hacía caso y le bajaba el ego y se reía de él cada vez que le decía que la quería como su novia.
Mañana no iría a la universidad bajo ninguna circunstancia, y ya que me había inventado una simple infección en el estómago que me imposibilitaba ir.
Adelanté tareas al sonido de la música de Blondie, la cual, por alguna extraña razón, me hacía sentir empoderada y que podía con esto que vivía y más. Una vez que terminé hablé con Jazz para ver cómo se encontraba todo por allá. Su abuela no mejoraba, y me partía el corazón escuchar eso, pero mucho más escuchar la voz rota y sin esperanza de mi amiga.
Jazz no era de esas personas que se apagaban por nada del mundo, y siempre le encontraba el lado positivo a las cosas aún si éstas no lo tuvieran.
A un segundo de que cayera rendida ante el cansancio que tenía, vibró mi celular. Lo dejaría pasar para ver por la mañana de quién había sido ese mensaje, pero la persona que los enviaba no desistiría hasta que le hiciera caso, y eso lo noté al ver que el celular seguía vibrando.
En la pantalla de bloqueo se podía leer a la perfección un:
"Dado que no escuchas que he estado lanzado piedras a tu ventana, te envío este mensaje para que salgas"
Me asomé por la ventana, y pude ver a Morgan en pijama, con una fina sudadera cubriéndolo a pesar del frío que empezaba a hacer afuera. No lo quería dejar ahí, pero tampoco tenía permitido dejar entrar a chicos a mi habitación así fueran Morgan, y mucho menos a esas horas de la noche.
Me abrigué tanto que parecía el mismísimo Michelin, y también le llevé una frazada a él para que no muriera de frío. Con sigilo bajé hasta la entrada y salí. Esperaba que mis padres no se dieran cuenta de esto, a lo que con seguridad le podrían decir rebeldía.
—¿Qué haces aquí? —cuestioné, tendiéndole la frazada.
—Sólo quise verte... No creí que te incomodara —Se hundió de hombros, y luego frotó sus manos para calentarlas.
Lo invité a sentarse en el escalón del pórtico de la casa. La noche estaba serena, se escuchaba algunos grillos andando por ahí en el jardín que tenía mi madre y que con tanto esmero cuidaba.
Nos quedamos en silencio, sólo admirando el cielo oscuro que se destellaba gracias a las estrellas.
—Era verdad lo que te dije —habló él, después de mucho tiempo.
Sentía el corazón acelerarse a una velocidad indescifrable. ¿Estaría hablando sobre lo que pasó ese mismo día en la universidad?
—¿Qué de todo lo que has dicho?
Volteó a verme, sonriente. Tenía tantas ganas de besar esa sonrisa...
—Cuando te dije que te extrañaba —Se acercó a mí y me rodeó con uno de sus brazos, y para acortar la distancia me recargué en su hombro—. Extrañaba tanto hacerte burla de las cosas que hacías, de hacer caras chistosas contigo... de hablar contigo —Sentí como besó la coronilla de la cabeza.
Alcé la cabeza para lograr visualizarlo. Había logrado estar casi nariz con nariz con él.
—¿Te confieso algo? —Asentí con la cabeza—. Verte con ese idiota de Kurt y con David me hicieron sentir... no sé, enojado.
—Se dice celoso —alegué, con una sonrisa de lado a lado.
—Sí. Demasiado celoso. No vuelvas a ponerme así Lex... Jamás. —Me dio un ligero empujón de hombro a hombro, a lo cual simulé una sonrisa.
¿Cómo le podía sacar la verdad sobre si el tema sobre que quería ser mi novio, era cierto? No quería que me viera más débil y desesperada por él de lo que ya había estado anteriormente.
No sabía si todo esto que tenía por él había aminorado con el paso del tiempo, porque... es decir, todo lo que sentía por él desapareció por el simple hecho de que ya no estábamos conviviendo todo el tiempo.
¿Y si en verdad seguía idiotamente enamorada de él?
Me levanté, y empecé a caminar por el jardín, vigilando que mis padres no se asomaran por la ventana en caso de que escucharon sonidos extraños provenientes de mi charla con Morgan a la mitad de la noche.
Él no dejó pasar ni un segundo sin estar junto a mí. Sólo caminábamos sin decir nada. Yo no sabía cómo decir todo lo que quería y él... quien sabe en que estaría pensando. A la par que caminábamos, jugamos con los pies; ya saben, él caminaba un poco y yo interrumpía su paso poniendo otro de mis pies.
Las risas se hicieron presentes en cuanto incrementamos la velocidad de nuestro pequeño juego, en el que esperábamos a que uno de los dos cayera. Debía tener mucha concentración y coordinación para no caer, pero eso no estaba en mi persona, así que adivinen quién fue la primera en caer...
—¡Aaaah! —grité, mientras sujetaba fuertemente a Morgan para tratar de no caer. Sin embargo, no funcionó y, a pesar de que caí, emití tanta fuerza en mi agarre que él cayó conmigo.
Estaba encima de mí, alzándose un poco por la posición como de lagartija en la que estaba. Podía verlo con menor claridad, dado a que estaba a contraluz, y de todas formas yo lo encontraba tan atractivo. Cambió de posición a una más cómoda, pero yo seguía estando abajo.
Relamí mis labios, esperando lo inminente. Él, por otra parte, acarició mi mejilla con sutileza, sin dejar de ver mis labios. Estaba temblando, y no era tanto por el frío.
—Sólo hazlo —susurré, agitada por la adrenalina que sentía.
—¿Estás segura? No quiero que...
—Morgan, solo bésame —clamé, exasperada por sentir sus labios con los míos.
Nuestros labios se fusionaron en un beso, el cual quería creer que no deseaba demasiado, pero lo hacía. El infierno que estaba viviendo parecía ser nuestro hermoso paraíso.
—Lo siento, debo irme —dijo él, cortando el beso, como si no le hubiera gustado en lo absoluto.
Lo vi alejarse mientras todavía me encontraba tirada en el césped, con el corazón en las manos y recordando lo que había pasado solo unos segundos atrás.
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EDIT DE LA HISTORIA:
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