Drei
—¡Oh por Diooooooos! —exclamaron a mis espaldas.
Reaccioné. Abrí los ojos y vi a Kurt todavía besándome. No era un sueño. Repito: NO ERA UN SUEÑO. Creí que sería más difícil engatusar al rubio.
—Creo que se me ha pasado el enojo —Fue lo único que pude decir, mirándolo fijamente a los ojos.
—Es una pena. ¿Sabes? En este momento estoy pensando en otras formas en las que te puedas enojar para así quitártelo con otros besos. —Tomó uno de los mechones de mi cabello marrón y lo puso detrás de la oreja derecha.
Estuvimos por la fiesta agarrados de la mano, dándonos besos a cada instante y bailando demasiado pegados para mi gusto. No podía evitar pensar que Jazz se nos quedaba viendo de una manera muy extraña, como si estuviera enojada por la situación que me estaba pasando.
Después de un rato sacó su celular, leía mensajes y escribía otros, de seguro estaba a punto de mandarme uno para decirme que me alejara de su amigo. Cuando sacaba su celular en una fiesta era asunto serio, porque ella siempre decía "Celular afuera es porque es una fiesta perdida y aburrida". ¿Acaso Jazz estaba tan celosa como para mandarme mensajes?
—¡Alex! ¡ALEX! —gritaba desde lejos ella.
Claro que la escuchaba pero la ignoraba. Quería disfrutar de ese momento que posiblemente no se volvería a repetir a menos a que en otra fiesta Kurt estuviera tan ebrio como en esta ocasión. Nos dimos otro beso lento y lleno de ternura, cuando de repente sentí que alguien me jalaba de la muñeca.
Abrí los ojos por la sorpresa. Dejé a Kurt todavía con los ojos cerrados y los labios entreabiertos.
—¿Morgan? —Me tallé los ojos. Quizás lo que corría por mis venas era alcohol puro y no sangre, y por eso deliraba—. ¿En realidad eres Morgan?
Sentí dolor en la muñeca así que miré en esa dirección y vi como era que su mano estaba apretando con fuerza la mía.
—Vámonos —Jaló mi mano.
—No, no quiero irme de aquí. Me quedaré.
—Alexandra no me hagas enojar, así que despídete y vámonos.
—No, ¿por qué debería de irme contigo? Eres la última persona que quiero ver ya en mi vida —Me zafé de su fuerte agarrare y sobé mi muñeca.
Kurt estaba perplejo a lo que veía, de seguro pensaba si era prudente meterse en la situación.
Morgan parecía no ser tan intimidante a simple vista, pues era una persona esbelta, alta y de tez un poco más morena que la mía, pero su carácter cuando se enojaba... Dios, era mejor que se apartaran a toda costa
—No me importa si no me quieres ver, he dicho que nos iremos. Así que andando —Su cara estaba colorada del enojo que se estaba guardando. Me tomó del brazo. Juraba que si quitaba su mano en ese instante se verían marcados sus dedos.
—¡Oye, tranquilo! No la trates así. Ha dicho que no se irá contigo —intervino, después de tanto tiempo sin hacer nada, Kurt. Se puso enfrente de mí, para protegerme del temperamento de Morgan.
—Esto es entre ella y yo. Tú sales sobrando —le dijo a Kurt, mirándolo con las cejas fruncidas.
—Hey, ¿todo bien? —preguntó Jazz, llegando acompañada por Richard y otro chico rubio al cual no conocía.
—No es de tu incumbencia Hayden, así que váyanse. Me llevaré a Alexandra quieran o no.
El ambiente estaba lo que le seguía de tenso. Le habían bajado a la música y ahora todos se estaban percatando de la pelea que se estaba formando. Si no intervenía era seguro que esto llegaría a los golpes.
—Solo dinos si quieres que lo saquemos Kingsley, y lo haremos —habló Richard, cerrando el puño, listo para soltar los golpes.
—¡Paren! —exclamé, poniéndome entre Morgan y de los amigos de Kurt—. No quiero que se vean afectados chicos. Gracias por la ayuda —Miré a Richard, quien se tuvo que tragar esas ganas de querer pelear—. Será mejor que me vaya con él.
—¡Pero Alex! Si te está tratando de esta forma aquí... No te puedes ir con él —alegó Kurt, viendo con odio al que era mi amigo.
—Tranquilo, me las sé arreglar yo solita —Le guiñé el ojo derecho. Le di un beso en la mejilla—. Vámonos antes de que me arrepienta, Humphrey.
En cuanto subimos a su carro me explicó que mi madre le había llamado, creyendo que estaba conmigo en la fiesta, para pedirle de favor que me regresara a la casa, ya que mi padre había llegado muy cansado del trabajo. Después de eso nadie habló, sólo estaba la música a un volumen tan bajo que apenas y se escuchaba.
Estaba ebria, demasiado para ser honesta. Quité el cinturón de seguridad para reacomodarme en el asiento. Quería verlo de frente. Así que recargué la espalda contra la puerta, y me quedé observándolo por un buen rato.
Me imaginaba que éramos novios, que habíamos ido de fiesta y era hora de regresarme a la casa después de una noche desenfrenada en la que le bailaba sensualmente y él me miraba con otros ojos que no fueran de amigos. ¿Cómo sería mi vida si Morgan fuera mi novio?
El auto se detuvo enfrente de mi casa. Los focos de afuera todavía estaban prendidos; mi mamá de seguro me estaba esperando, angustiada, tomándose un té de tila para aminorarle los nervios de no saber nada de mí, pues ya no tenía pila el celular como para informarle que me encontraba bien.
—Llegamos —Apagó el auto. No me miró, se dedicó a ver enfrente, todavía con las manos al volante.
No hablé por unos instantes, quería alargar ese momento lo más que pudiera.
—¿Puedo decirte algo? —cuestioné, admirando todo de él.
Morgan asintió con la cabeza, con lentitud, casi como si no quisiera saber qué estaba a punto de decirle, aunque, a estas alturas él ya tenía ideas de que le diría.
Me tomé unos segundos para armarme todavía más de valor. Respiré hondo y lo solté:
—Te amo Morgan —hablé fuerte y claro.
Era la primera vez que lo decía en voz alta, y la primera vez que se lo decía que no fuera por medio de un mensaje o carta. Era mi voz la que le estaba diciendo lo que sentía por él.
Morgan suavizó su agarre del volante y dejó caer sus brazos un poco. Sabía que lo había sorprendido, porque yo jamás había dicho eso, ni expresado lo que sentía por alguien por mucho que me gustara o le tuviera cariño. Pero ahí estaba, hablándole sobre mis sentimientos.
—Oíste bien. Te amo, y no importa que seas mi mejor amigo, mucho menos me ha de importar que no me ames, porque yo amo por ambos. Puedo vivir sin ese amor que necesito, pero no sin ti.
Empecé a lloriquear. No me replicó, ni si quiera respondió algo ni por banal que fuera.
—Estás ebria Lex, no sabes lo que dices.
—¿No has escuchado esa frase que dice que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad?
Observé como se aproximaba a mí. ¿Estaba pasando? ¿Iba a pasar eso? ¿Me besaría? Me carcomían los nervios de no saber qué era lo que continuaba. El corazón me latía como un bólido desenfrenado. Juraba que me daría un ataque de asma si no me controlaba.
Sentí su mano tocar mi mejilla. La acarició con tanto cariño como para convencerme de que era real lo que sentíamos. Cerré los ojos, quería concentrarme en todo lo que me hacía sentir ese simple roce. Quería besarlo una última vez. Sólo pedía un último beso para saber si sentía lo mismo por mí. Después me rendiría y lo dejaría ir.
Se alejó.
—Ya es muy tarde. Ve a casa, tu mamá debe de estar muy preocupada.
Las ganas de llorar eran inmensas, tantas que no pude evitar soltar las lágrimas. No quería que me viera tan vulnerable por su culpa. Ya le había dado el poder suficiente de destruirme como para también mostrarle que estaba devastada tras todo lo que habíamos vivido.
Salí del auto antes de que llorara más. Antes de irme me asomé por la ventana del copiloto.
—No puedo entender por qué ya no me amas si estuviste enamorado de mí por tanto tiempo. ¿Por qué no me amas de la misma forma en la que te amo yo?
Caminé hacia la casa. Todo me daba vueltas. Cerré los ojos para que todo parara, sin embargo pisé mal y caí de bruces al cemento.
Morgan me ayudó a levantarme y le alegué que me dejara en paz. No lo hizo y me llevó hasta mi cuarto. Me metió a la cama con todo y ropa. Estaba a punto de caer dormida. Si quería decir algo era tiempo de que lo hiciera porque en unos segundos más caería inconsciente.
—Yo también lo hago —Besó mi cabeza y se fue de ahí lo que parecía ser esta vez para siempre.
Me despertó el sonido del celular. Palpé por todos lados porque no quería abrir los ojos. Traía una jaqueca insoportable y el tono de llamada a todo volumen de mi celular solo hacía que aumentara. Al encontrarlo entre abrí uno de los ojos sólo para poder ver el botón de contestar.
—Espero que sea algo importante, sino cuelgo de inmediato.
—¿Podrías bajar de una vez? Llevo una hora aquí. No es que me incomode estar a solas con tus padres, pero ya estamos desayunando como si fuera yo su hija.
—¿Violet? Espera, ¿qué? —Me levanté de prisa de la cama, haciendo que me diera vértigo—. ¿Cómo que estás abajo?
—Sólo baja, ¿quieres? Te vine a ver a ti, no a tus... Hola señor Kingsley. Baja ahora —colgó.
Tuve que bañarme en menos de quince minutos para estar con Violet, quien según yo, estaba de vacaciones todavía. Bajé, fingiendo que no tenía la peor resaca de la vida.
—¿Cuándo llegaste? Creí que faltaba una semana más en el crucero.
—Llegué hace como cinco horas a lo mucho. Y sí, nos faltaba una semana de crucero, pero hace unos días a papá le picó un erizo de mar y ya no quiso seguir. Así que nos quedamos en Costa Rica y tomamos un avión para acá.
—Ya me imagino a tu papá todo enojando maldiciendo a los erizos de mar —dije, evitando reírme como tonta por lo que me había imaginado.
—"Estúpidos erizos marinos" —imitó Violet, a su papá—. De algún modo fue bueno que pasara todo eso, porque Morgan me llamó hoy en la madrugada diciéndome que necesitarías toda la ayuda posible. No sé si se refería a mi ayuda porque estarías muy feliz de que ustedes dos ya...
—Violet, ya no nos hablamos. Desde que te fuiste de vacaciones fue la última vez que lo hicimos.
—¿Queeeeeé? ¡Pero si ese día se besaron! ¿Cómo se van a dejar de hablar cuando por fin se besaron! ¿No me dijiste que él te dijo que te quería besar?
—Sí, él quería besarme, pero no me quería para hacerlo todos los días. Fue curiosidad, o eso me dijo él. —Recordé con exactitud lo que pasó aquel día—. Después de que le dijera que me gustaba mucho, me friendzoneó.
—Lex... No tenía idea —Me abrazó por unos instantes, antes de que la quitara—. Creí que por fin estaría, pues ya sabes, juntos —Hizo una mueca que mostraba lástima.
Lo que menos quería era que me vieran con lástima, pero al parecer era lo único que todos hacían conmigo últimamente.
—No es algo de lo que quisiera hablar por ahora. No quiero ponerme mal de nuevo y que mis papás saquen sus conclusiones muy rápido.
—Te juro que si me lo llego a encontrar lo golpearé tan fuerte que irá al hospital —Me reí de su comentario—. ¿Qué? ¿De qué te ríes?
—De ti —la miré, conteniéndome la risa—. Es muy posible que quien termine yendo al hospital seas tú, porque estás tan flaca que si le tiras un golpe de seguro te fracturas la mano.
—¿Siempre tienes que arruinarlo cuando quiero apoyarte?
—Lo siento, está en mi genética. —Le quité un poco de tocino que tenía en su plato y me lo comí.
Después de un rato subimos a mi cuarto, en donde empezamos a hablar más de Morgan. Sí, sé que dije que no quería hablar más de él, pero era inevitable no hacerlo. Tenía que sacar todo lo que pensaba y sentía por ese cretino, así le contara la historia a todos una y mil veces.
Vimos películas románticas. Violet esperaba que me pusiera a lloriquear porque jamás tendría algo como en esas películas que estábamos viendo, pero en realidad lo que hacía era contradecir a los protagonistas en una visión más exacta de lo que en realidad pudo pasar.
Estuvimos cantando como unas locas. Nos hicimos mascarillas y platicamos de otras cosas sin sentido.
No había checado el celular para nada, lo había puesto en modo avión para prestarle toda la atención a Violet. Sin embargo, en un momento de aburrición en una de esas películas románticas, decidí revisar que había pasado hasta el momento en las redes sociales.
Recibí muchos mensajes de Jazz y David, los cuales pasé de largo hasta que vi que me había llegado una solicitud de amistad.
—¡OH POR DIOS! —exclamé, aventando las palomitas a un lado.
—¿¡Qué!? ¿Qué pasa?
—No creerás quien me envió una solicitud de amistad.
—¡A ver! —dijo Violet, quitándome el celular.
—¿Kurt Blackbourne? —cuestionó, con un gesto de asco. Me regresó el celular—. ¿Lo aceptarás?
—¡Pero claro que sí! —En ese momento le di confirmar a la solicitud. Bloqueé el celular—. ¿Qué? ¿Por qué tienes esa cara?
Violet se paró de la cama y salió de la habitación. La seguí hasta el baño en donde se estaba lavando la cara para quitarse la mascarilla de barro que nos habíamos puesto.
—Pensé que no lo conocías.
—Hmm pues sí. No lo conocía. Pero Jazz es su amiga y en esta semana nos hablamos y... Bueno ayer estuvimos muy juntos en la fiesta —Me empezaba a poner nerviosa.
Violet se secó la cara con una de las toallas limpias que se encontraba en el mueble a su izquierda. Se cruzó de brazos y pude ver que estaba pensando muy bien qué era lo que diría.
—Si fuera tú, no me fiaba mucho de él —Dejó la toalla en el lavabo, se miró en el espejo y se acomodó el ondulado cabello castaño claro que le llegaba hasta la mitad de la espalda.
—¿Lo conoces? —inquirí. Ahora era yo la que se estaba quitando la mascarilla.
Violet se posó atrás de mí, justo en donde podía verla por el espejo.
—Por supuesto que lo conozco. Desde la preparatoria lo hago. Y ahora que lo recuerdo, nunca me dijiste que te gustaba.
Tomé la misma toalla con la que ella se había secado la cara minutos atrás.
—Eso fue porque te conocí en el segundo semestre, y yo a él lo vi en el primer semestre y me gustó. Después lo dejé de ver por ahí y se me olvidó que existía. Pero ahora está mucho más guapo de lo que le recuerdo.
Regresamos a la habitación, y antes de que ella me reprochara algo sobre ese chico, empezó a vibrar el celular como loco. Fui por él, y mientras Violet quitaba la película para poner otra, vi que todas las notificaciones eran de ese chico que me empezaba a gustar como nunca nadie, incluso más que el innombrable de Morgan.
—¿Quién era?
—Ah... Era.... —Violet me quitó el celular.
Miró que todas esas notificaciones eran de Kurt, quien le había dado like a cada una de mis fotos de perfil que había tenido.
—Es un idiota, ni le hagas caso —dijo ella, regresándome el celular.
—¡Estás loca! Es un chico muy lindo, sino me hubiera tratado de lo peor en la fiesta, y no fue así.
Violet rodó los ojos. Se sentó en la cama de nueva cuenta y se acomodó para seguir con nuestro maratón de películas asquerosamente románticas.
—¡Ya no te diré más! No me creerías si lo hiciera, y lo negaras todo porque claramente no lo conoces como yo...
—De seguro apenas y lo conoces —le contesté, cruzándome de brazos.
—No. Lo conozco muy bien, porque salí con él. —Me quedé impactada, tanto que sentía que la boca la tenía muy abierta— Pero como te dije, ya no te alegaré nada. Dejaré que lo investigues por ti misma. Solo recuerda que te advertí que ese rubio es un gran idiota disfrazado de ángel.
EDIT DEL CAPÍTULO:
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro