Veintisiete: No la dejes ir
Marnie estaba delante de mí, con una expresión de sorpresa en su rostro y el brazo de Vincent alrededor de su cintura.
—¿Qué creen que hacen?
El empleado nos apuntó con la linterna en el rostro y durante un momento quedé ciego. Retrocedí un paso, más por la consternación que por el daño físico que me pudo haber producido aquello. Oí a mamá maldecir y me tambaleé hasta la puerta de salida.
El viento me dio de lleno. Inhalé una gran bocanada de aire y apoyé la espalda en la pared exterior de la atracción.
¿Qué diablos acababa de ver?
La puerta se abrió a mi lado y mamá salió. Por un momento me imaginé a Jordan allí adentro, con el profesor de teatro y el empleado, los tres mirándose sin saber qué decir.
Ella apoyó la espalda en la pared también, a mi otro lado. Suspiró. Entonces, se cubrió el rostro y comenzó a reír.
—¡No es gracioso! —exclamé y fui consciente de que soné similar a un niño de cinco años indignado— ¡Mamá, deja de reírte!
—¡Lo siento! —Se fue descubriendo el rostro de a poco mientras se esforzaba por mantenerse seria, aunque era un poco difícil con el rostro tan rojo como lo tenía. Me miró fijo a los ojos y se cubrió los labios como si estuviera horrorizada, pero parecía más bien estar tratando de ocultar una sonrisa que pretendía surgir—. Lo siento mucho.
—No es gracioso —volví a repetir, esta vez mientras negaba, como si con mi actuación pudiera convencerla—. No puedo creer que hayas besado a mi profesor de teatro. —Inspiré hondo—. Eso es pecado.
Se le escapó otra carcajada y pasó el brazo por sobre mis hombros para acercarme más y poder darme un beso en la cabeza. Solté un quejido y me aparté. No quería que me pusiera encima esos labios. Llenos. De saliva. De Vincent.
Continué negando, para que dejara de reír. Ella estaba saliendo con alguien más.
—¿Por eso le has pedido el divorcio a papá?
Hizo silencio y me miró.
—Nene, tu papá y yo no somos una pareja —me explicó de la misma manera que se le explica a un niño algo que ya se le dijo mil veces—. Tú sabes cómo son las cosas.
Me pasé las manos por el rostro. Sí, lo sabía. Marnie y Kit no eran una pareja, sino amigos. Siempre lo supimos porque ellos nos lo dijeron desde el primer momento. Y yo no los veía como una pareja en realidad. Pero sí nos veía a todos como una familia.
—¿Hace cuánto que estás con él? —pregunté una vez que estuve preparado para recibir la respuesta.
Aún no había procesado del todo la idea de que mi madre y mi profesor de teatro estuvieran saliendo, pero más me valía asimilarlo rápido. Porque Marnie no parecía tener problema en absoluto.
—¿Recuerdas esa vez...? —presionó los labios y apartó la mirada. Bajó un poco la cabeza, como si estuviera avergonzada de algo— ¿La primera vez que me fui de casa?
Asentí con lentitud. Mamá y papá habían discutido porque ella estaba saliendo con alguien, aunque me imaginaba que había algo más, algo que no había alcanzado a enterarme. Porque ninguno me dijo nunca las razones completas. Y dudaba que fuera simplemente por eso.
—Pues ahí llevábamos unos meses.
Abrí la boca sin saber qué decir. Eso había sido hace cuatro o cinco años.
—Mamá... —alcancé a balbucear.
Entonces, era algo serio.
—Tu padre se enfadó porque tenía miedo de que el trabajador social se enterara y quisiera quitarnos la tenencia de ustedes —me confesó con los brazos detrás de la espalda. Ninguno de los dos miraba al otro. Ambos teníamos la atención puesta delante de nosotros, a nada en particular—. Estaba asustado. Yo también lo estaba. —Hubo otro rato más de silencio hasta que volvió a hablar—. ¿Comprendes por qué tu padre y yo vamos a divorciarnos? No significa que algo ande mal. "Poder decir adiós es crecer".
—Mamá, eso es de una canción.
Ella se alzó de hombros a modo de disculpas cuando la puerta volvió a abrirse y Jordan salió. Marnie se inclinó hacia adelante para tener una mejor vista de él y lo observó con las cejas alzadas y una sonrisa de madre psicópata al acecho. Ella, en realidad, se veía como la bruja de Blancanieves ofreciéndole la manzana envenenada.
—Holaa... —Estiró la mano y se la estrechó al muchacho sin dejar de sonreír—. Soy Marnie ¿Quién eres tú?
Jordan abrió la boca con lentitud para contestar, la cerró y sonrió. Todo eso sin perder contacto visual. O parpadear.
—Mamá. —Los dos me prestaron atención. Uno aliviado, el otro con interés genuino—. Este es Jordan. El niño del campamento de verano con el que me quería casar.
—¿Te querías casar conmigo?
—Lo sigo queriendo —se me escapó. Los dos separaron los labios con sorpresa. Me rasqué la mejilla sólo para cubrir el color que había comenzado a tomar y comencé a reír con nervios—. Quiero decir, sí. También me quería casar con Bella Swan. Me entusiasmaba muy rápido. Lo sigo haciendo. Tal vez deberías irte, mamá.
—¿Irme? Pero si apenas he llegado...
La miré con los ojos entornados para que se percatara de que no era divertido. En realidad sí lo era, pero también era muy incómodo.
Rememoremos el capítulo uno, cuando dije que no le presentaba parejas a mis padres porque estaban locos. Bien, pues hablaba sólo de mi madre.
—Has dejado a tu novio abandonado en la penumbra —dije a modo de despedida, para instarle a que se fuera.
Mamá le dedicó otra sonrisa a Jordan, pero esa vez no fue de bruja de cuento, sino una de niña entusiasmada, con los ojos cerrados. Entonces, me dejó un beso en la mejilla y volvió a entrar al laberinto. Fue tan rápido que no pude ni siquiera defenderme.
—Ahora tengo saliva de Vincent en mi mejilla —me quejé una vez que estuvimos solos de vuelta.
Me pasé la mano para borrar esa sensación de mi mente e hice una falsa mueca de desagrado.
—Lo has asimilado bien —me felicitó en broma.
Sentí su brazo sobre mis hombros y luego atrajo un poco mi cuerpo al suyo hasta que acabamos en un abrazo mientras yo me seguía quejando todo lo que podía para aprovechar mis treinta segundos de fama.
—Estoy más sorprendido que otra cosa —me expliqué.
Si me ponía a analizarlo objetivamente, evidentemente no había problema, en realidad. Se trataba de pura consternación.
—¡¿Lo han visto?!
Farrah se acercó a nosotros de improvisto. Había hecho una carrera con Lola para llegar frente a nosotros y ninguna de las dos fue capaz de detenerse sin colisionar contra nosotros. Lola me clavó un codo por accidente y aún no descubro cómo se las ingenió para hacerlo. La pelirroja, en cambio, chocó con Jordan con demasiada fuerza.
—¿Ver qué? —preguntó el castaño mientras trataba de recuperar el aire.
Ella se desprendió de él y se paró frente a nosotros mientras se armaba un moño. Había un brillo extraño en sus ojos, como si no estuviera del todo con nosotros y al mismo tiempo sí.
No era capaz de mantener la mirada en un sitio por más de cinco segundos y su cuerpo estaba completamente tenso, como si aguardara a que algo malo sucediera. No tenía idea si se trataba de que estaba nerviosa o simplemente llena de coca.
Abrí la boca para responder, pero Jordan me salvó. Colocó su teléfono delante de mí y comenzó a leer unos mensajes de texto.
—Hay una fiesta en la casa de Maisie y me han invitado. Por ende, ustedes están invitados y... —Hizo un pequeño sonido gutural de disgusto—. Olvídenlo. Ya han comenzado a vomitar en el baño.
—¿Estás bromeando? —Farrah le arrebató el teléfono de la mano, posiblemente para leer la dirección— ¡Esa es la mejor parte de la fiesta!
—¿Debo ser el único responsable aquí? —se quejó el castaño en lo que procuraba recuperar su teléfono sin desprenderse de mí—. Marco y tú trabajan mañana, y Lola debe llegar a su casa en un par de horas sin alcohol en la sangre. Sólo vayamos a mirar alguna película si estás muy aburrida.
La pelirroja suspiró, pero cedió.
—Ayer alquilé la del tiburón de tres cabezas...
—¿En la que se come al viejo y luego las cabezas se matan entre sí? —pregunté.
Alzó la mirada y me miró con todo el hastío que fue capaz de expresar en su rostro.
—Bien hecho, Marco —me felicitó—. Me la has cagado.
-.-.-.-.-.-.-.-
—Podemos ver la película de los mosquitos asesinos —sugerí una vez que estuvimos todos en el auto.
Luego de mi brutal spoiler se generó un silencio incómodo por parte de Farrah y pasados los cinco minutos comencé a sentir culpa. No había sido mi intención y no quería ser el responsable de arruinar su cumpleaños falso.
Además, me daba miedo que se le ocurriera volver a sacar el tema de Vincent si se aburría.
Miré por el espejo retrovisor. Se encontraba recargada en la puerta, con la cabeza apoyada en el cristal de la ventana y trataba de dibujar cosas con las marcas que iban dejando sus dedos mientras los deslizaba.
Lola se había dormido con la cabeza en el regazo de la pelirroja y Jordan se dedicaba a cantar el estribillo de Baba O'riley.
—Me han dicho que los efectos son una porquería —agregué, consciente de que a lo mejor eso la convencía—. Hay una escena en la que los ojos de un tipo explotan y...
—¿Tu mamá está saliendo con el profesor de teatro?
Mierda.
Cerré la boca y me giré para verla en el asiento trasero. Sus ojos se fijaron en mí con tanta paz, como si fuera inocente de todos sus terribles actos.
—La he stalkeado cuando me enteré que era comediante, pero no la habia visto bien en el parque —se justificó—. Luego la vi hablando contigo ¿Ves? Nada se me escapa —agregó como si se tratara de un logro y pretendiera que yo lo reconociera—. Vuelve a insistirle para que te meta en la obra. A lo mejor le da pena y...
—No quiero ganarme la vida dando pena, Farrah.
Se formó otro silencio incómodo entre ambos que incluso Jordan fue capaz de percibir, porque dejó de cantar para volver la cabeza y mirarnos. Honestamente, me ponía muy nervioso que hiciera eso.
En primer lugar, porque siempre que me encontraba hablando con Farrah había una parte de mí más vulnerable que quedaba expuesta. No me portaba de la misma forma cuando hablaba con ella que cuando lo hacía con Lola, incluso. No porque confiara más en la pelirroja. Simplemente era así.
Y en segundo lugar, porque él estaba manejando. Y me ponía los pelos de punta que la gente quitara la vista del camino.
—Es sólo una obra de mierda. Honestamente, no sé por qué te toca tanto los huevos ese asunto —protestó Farrah mientras volvía a mirar por la ventana—. Pero de acuerdo. Lo siento. Te quiero...
—¿Qué es eso?
El auto se detuvo frente a la casa de Jordan, pero antes de eso redujo la velocidad considerablemente para tomarse su tiempo al pasar frente a la de Farrah, donde ya habia otro vehículo estacionado en la acera.
Ella no se veía sorprendida. Como si ya lo hubiera visto desde la distancia a través de la ventana.
Pero eso no fue lo más extraño. Sino el hecho de que las luces en la casa de Farrah estuvieran encendidas.
Lola pareció percibir que el motor se apagó, porque se fue despertando de a poco para sumarse a la confusión.
—¿Le has dado tu llave a alguien? —preguntó Jordan sin salir del auto.
La pelirroja negó, aunque no se veía asustada. Quitó el seguro de la puerta y la abrió para salir.
—¿Qué crees que haces? —le pregunté con nervios, más por la falta de preocupación de ella que por el hecho de que hubiera alguien en su casa.
Volvió a alzarse de hombros.
—Seguro es mi hermano —dijo, y se bajó del auto—. Ustedes sigan sin mí. Lleven a Lola a su casa o lo que sea. —Se giró para vernos a unos metros de distancia, nos hizo el símbolo de la paz y luego retomó su camino hacia su casa con absoluta tranquilidad.
Jordan volvió a encender el motor y ella entró sin volverse a mirarnos en ningún momento.
Esa fue la última vez que vi a Farrah.
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