Quince: Conoce a sus padres
Parpadeé y me tildé durante un segundo.
—¿Tu padre?
Mi primer reacción fue creer haber oído mal. Pensé que me habría absorto tanto en mis pensamientos, que no fui capaz de oírlo bien, y me asusté, como si acabaran de decirme que habría un terremoto.
—Sí —contestó Leonardo con impaciencia—. ¿Vas a pasar o no?
Quise decir que sí, sólo para saber quién estaba detrás del micrófono, para ver su rostro. Por alguna razón quería saber si se parecía a mí, si compartíamos rasgos, si la complexión de su cuerpo sería similar a la mía, si era más o menos guapo que yo. Pero Martino iba a aparecerse de un momento a otro y si antes la idea de estar con él me asustaba, en aquel momento me mareó.
Comencé a negar.
—No, no —alcancé a balbucear antes de apartarme de la puerta.
Me alejé como pude, no muy seguro de lo que estaba sucediendo. Caminé hasta el final de la acera con la cabeza gacha y los ojos más abiertos de lo habitual, sin saber a dónde ir.
¿Qué estaba pasando?
Me detuve y me hinqué en el suelo.
Necesitaba respirar.
Tomé una gran bocanada de aire y cubrí mi rostro con las manos. Algunas personas pasaron a mi lado, me ignoraron, y se los agradecí internamente.
—¿Estás bien?
Levanté la cabeza y me encontré con el rostro curioso de Jordan. Estaba parado frente a mí, con la cabeza inclinada hacia abajo para verme y una pequeña plantita entre sus dedos índice y corazón.
Me pasé la mano por la frente para apartarme el pelo del rostro y lo examiné sin moverme.
—¿Qué haces aquí?
El castaño se alzó de hombros, como si aquella situación no fuera la gran cosa. Lo vi entrecerrar los ojos cuando el viento hizo que algunos mechones fueran a su cara y noté cómo tomaba un poco de aire antes de comenzar su explicación.
—Bajé del auto para atarme los cordones y vi un trébol de cuatro hojas. —Apartó la vista un poco, como si yo estuviera regañándolo—. No sabía si arrancarlo o no, pero luego lo hice y me arrepentí. Y quise devolverlo, pero... —Se rascó un poco la nuca. Se veía muy avergonzado—. Pero bueno, eso. No se puede. Lo maté.
Me incorporé para estar a su altura y poder ver bien su rostro. Por un momento creí que estaba bromeando, pero luego me percaté de que no. Se veía muy abrumado por su mala elección y recordé lo mucho que le gustaban a él las plantas.
—¿Mataste un trébol? —pregunté, incrédulo.
Hizo una mueca de desagrado.
—No me lo recuerdes.
Abrí la boca para decir algo más, pero no supe exactamente qué. Quería llorar, pero también ansiaba besarlo, y al mismo tiempo no, porque él me había pedido tiempo y se merecía que lo respetara.
Así que coloqué mi mano debajo de la de él cuando se dispuso a dejar caer el trébol, para que la planta cayera sobre mi palma. Tomé el tallo entre mis dedos y me lo coloqué detrás de la oreja. Probablemente desapareciera antes de que nos demos cuenta, pero la sonrisa que me dedicó Jordan me dejó el pecho cálido.
Entonces pareció recordar que me había encontrado en plena crisis, porque su sonrisa fue decreciendo y sus cejas se alzaron en otro gesto de preocupación.
No me sentía bien. Temía que preguntara algo al respecto y se me quebrara la voz o alguna otra cosa que me hiciera quedar mal frente a él.
Me sentía un poco estúpido porque había pasado toda mi vida diciéndome que no me importaba si Martino estaba vivo o no, pero entonces reaccionaba de esta forma ante la mínima mención de un tema relacionado a él; y quería creer que no era amor u odio, sino que simplemente estaba abrumado.
Era exceso de información, el hecho de enterarme de algo que no esperaba.
—¿Estás bien? —volvió a preguntar, aunque esta vez en voz más baja.
Comencé a negar sin mirarlo.
—No.
Él no esperó a que agregara nada más y me abrazó con cuidado. Cerré los ojos e inspiré hondo. Y permanecimos en silencio. Tardé un poco en corresponderle, pero acabé presionando la tela de su sudadera entre mis manos y sentí la suya moverse por mi nuca en un gesto que me calmó.
***
—No me lleves a casa —le pedí una vez que nos acomodamos en su auto.
Al teléfono de mi hermana se le estaba por agotar la batería y luego de encontrarme un poco mejor fui capaz de pensar en el hecho de que ella no me había dicho nada. Y sí, sabía que me vendría con el "quería que él te lo dijera" ¿Y saben dónde le diría yo que se podría meter ella sus intenciones? En el culo. Me importaban una mierda las emociones de Martino.
Giorgia no podía mandarme y esperar a que asimilara toda la información junta. Aunque, técnicamente, fui yo quien se mandó, pero la idea se entiende.
Jordan no había preguntado nada y se lo agradecí en silencio. No porque se tratara de un secreto, si todos en el instituto sabían que era adoptado. Simplemente no quería hablar al respecto.
—Déjame debajo de algún puente —bromeé, aunque en realidad no sabía a dónde ir exactamente.
Quería hablar con mamá y dejar que ella me consolara. Necesitaba abrazarla y que me oyera mientras vomitaba todo lo que me estuvo atormentando estas últimas semanas. Pero no podía. Habían cosas que no debía contarle y no tener a nadie en quién confiar lo suficiente para ser completamente honesto me estaba matando.
Tuve a Lola pero lo arruiné.
Sólo quería buscar un sitio alejado y llorar un rato.
—Entonces a mi casa —propuso él. Por muy suave que fuera conmigo, sabía que no me estaba consultando al respecto, sino que me estaba informando de su plan—. Este fin de semana me toca con papá.
Me hundí un poco más en el asiento mientras intentaba recordar al padre de Jordan. Sabía que se habían divorciado cuando era pequeño, pero no recordaba haberlo visto más de una o dos veces en alguna reunión familiar de la escuela.
Honestamente, no me interesaba a dónde me arrastrara mientras no me obligara a hablar con nadie.
Me gustaría decir lo nervioso que me puse en ese momento a causa de que iría a la casa del padre de mi crush, pero no fue exactamente de esa forma. Sólo planeaba saludarlo, quizá bañarme y luego pedirle a Jordan que me dejara echar una siesta en su cama.
Permanecimos en silencio el resto del camino hasta la casa de su padre. Ninguno de los dos intentó sacar tema de conversación y la radio esta vez permaneció apagada, como si él quisiera disfrutar de aquel silencio por esta vez.
No fue hasta que llegamos al estacionamiento de su edificio y detuvo el auto que él, luego de desabrocharse el cinturón, se giró hacia mí y se dignó a volver a verme. Aguardé expectante. Su mano en el volante, sus hombros caídos.
Suspiró.
—Lamento mucho lo que sea que te haya sucedido —comenzó—. No te diré que no estés triste, porque no tiene sentido. Todo está bien mientras estés cálido aquí. —Estiró el brazo y tocó mi pecho con la punta de su dedo—. ¿Sabes qué me mantiene cálido a mí? El caldo de pollo. —Sonrió apenas—. Prepararemos eso y te daré ropa limpia.
***
FARRAH
Ella tenía seis hermanos. Tres mayores y tres menores. Pero a pesar de ser tantos y convivir la mayoría desde pequeños, ninguno de ellos siguió en contacto con Farrah. Salvo, quizá, Donnie, pero él era un caso aparte.
Por esa misma razón, cuando su hermana menor la llamó al teléfono, su primer reacción fue soltarlo sobre la mesa del comedor, asustada.
En primer lugar, porque la idea de atender una llamada la ponía ansiosa, como toda Gen Z. En segundo, porque "algo importante" en su casa podría significar muchas cosas graves. Y, en tercero, porque temía atender y que no fuera Kate quien estuviera del otro lado, sino su madre.
Miró la foto de ella en la pantalla de su teléfono y aguardó un tono más. Una muchacha rubia, sólo unos años menor que ella, le devolvió la mirada. Tenía las mismas pecas, labios finos y nariz aplastada en la punta. A Farrah le gustaba pensar que lucían como si les hubieran golpeado en la cara a ambas.
Inspiró hondo y atendió.
Encendió el altavoz y se apartó un poco de la mesa del comedor para comenzar a quitarse los tenis. Por alguna razón creía que si se encontraba alejada del aparato, lo que sea que le fuera a decir le importaría menos.
La silla emitió un chirrido.
—¿Hola? —la voz aguda de su hermana salió del micrófono. Suspiró aliviada y lanzó uno de sus zapatos al otro lado de la sala— ¿Farrah?
Se aclaró la garganta.
—¿Qué te pasa?
Movió los dedos de su pies, nerviosa. Sabía que no iría a decirle nada bueno, pero le gustaba pretender que las cosas en general le importaban una mierda.
—Mira, no quiero asustarte —comenzó, pero ya era un poco tarde para eso—. Mamá no ha llegado del trabajo y no me ha contestado el teléfono ¿Debería hablar con alguien?
Farrah permaneció en silencio mientras hacía una cuenta mental. Aún recordaba los horarios de los trabajos de su madre. Se había tomado la molestia de aprendérselos para saber a qué hora llegaría a su casa cada día; y se suponía que los viernes ella debía hacerlo temprano, al mediodía.
Miró por la ventana. Estaba anocheciendo.
Se incorporó, apoyó las palmas sobre la mesa y miró la base de madera mientras pensaba. No era lisa: tenía grietas y relieves, era grande y pesada. Uno de los pocos muebles que le dejaron con la casa, junto con la cama de hierro de mil años y el armario que rechinaba si lo tocaba.
—No, no llames a nadie —acabó por concluir—. Cierra todo con llave. Prepara la leche de Billy y dile a Ben que si no se baña, le darás una patada ¿Has bajado las persianas? —Se llevó un dedo a la boca y se mordisqueó la uña mientras aguardaba una respuesta—. ¿Quieres que me quede en el teléfono hasta que mamá llegue?
—No me alcanza el saldo ¿No te puedes colgar a alguna red de Wi-Fi?
Farrah se rascó la cabeza y pensó en que ni siquiera le tuvo que aclarar a su hermana que no tenía dinero ni internet en el teléfono. Kate ya había dado por sentado que apenas sí tendría para la renta y la comida.
—Haz lo que te he dicho. Te llamaré cuando consiga internet.
No esperó a que se despidiera y colgó. Se acercó a la ventana que estaba justo arriba del lavabo y daba a la casa de Jordan. Se inclinó hacia adelante, corrió la cortina y entrecerró los ojos para ver entre la oscuridad. Podía oír los grillos y los ladridos de algunos perros, pero no llegó ni luz ni sonido desde la casa de Jordan.
Revisó el saldo de su teléfono: apenas le alcanzaba para una llamada de ¿Cuánto? Con lo poco que le quedaba, no podría durar ni diez segundos, pero necesitaba conectarse a internet.
Corrió hasta donde había dejado su calzado, se lo colocó a toda prisa, volvió a tomar su teléfono y salió de la casa para ir a golpear al lado.
Alguien tendría que salir.
Seguramente no era nada grave. Quizá su madre encontró un sitio para trabajar los viernes en la noche o quizá tuvo que ir a algún lado.
Pero la idea de Kate sola con sus hermanos la hizo sentirse culpable, porque sabía que a partir de aquel momento la rubia tomaría las responsabilidades de Farrah en la familia.
***
MARCO
El padre de Jordan llegó cuando me encontraba en la ducha. Oí la puerta de entrada abrir y cerrarse con energía y una sucesión de voces en un volumen un poco más alto de lo que estaba acostumbrado a oír de Jordan. Alcancé a distinguir sus palabras cuando le explicó a su padre que había traído un amigo.
—¿Un amigo?
El tintineo de unas llaves llegó acompañado de unos pasos. Me pareció que eran de ambos.
Cerré el agua caliente, encendí la fría y respiré hondo antes de también apagarla. Era un gesto que me ayudaba a espabilar cuando necesitaba energía y aquel día tal vez necesitara estar despierto, porque sabía que si dormía luego me sentiría para la mierda.
—¿Es de lacrosse? —Volví a oírlo hablar mientras inspeccionaba la ropa que Jordan me había alcanzado antes de entrar al baño— ¿Es Brett? Ya no se pasa por aquí.
—No, papá, Brett se graduó. No es... No estoy... —Camiseta blanca de algodón y pantalones para dormir celestes—. No estoy en el equipo ahora. Creo.
Pasé la cabeza por el cuello de la prenda y me acerqué más a la puerta para oír.
Era evidente que le estaba sucediendo algo con el equipo, pero el que lo dijera en aquel momento le dio más peso al hecho. Creí que tal vez habría discutido con los chicos, como es habitual en los equipos y grupos del instituto. Siempre habían momentos de tensión, pero ¿Quedar fuera? ¿Qué fue lo que hizo?
—¿A qué te refieres con...? ¿Jordan?
Me sequé los pies como pude y me apresuré a colocarme las pantuflas antes de salir dando traspiés. Ni Jordan ni su padre siguieron la conversación luego de que me aparecí de forma estrepitosa. Ambos se giraron y me miraron. Sentí las mejillas calientes, pero sonreí.
Se encontraban en el comedor, junto a la mesa de desayuno. Jordy se veía visiblemente apenado, como en general, y me pregunté qué tan a menudo se sentiría él de esa forma. Su padre, por otro lado, me observó atentamente, como si no pensara nada en concreto sobre mí y esperara a que dijera algo.
Noté que aún llevaba el abrigo puesto. Compartía rasgos con Jordan, por supuesto, pero no eran tan parecido. El muchacho se asemejaba más a su madre.
—Hola —Entré al comedor y me pasé una mano por el cabello. Seguía mojado. No había hecho tiempo para secarlo—. Soy Marco. —Miré al castaño en busca de alguna indicación. No estaba seguro de qué más decir—. Del grupo de teatro.
Su padre lo miró apenas mencioné lo último.
—¿Estás en una obra de teatro?
Jordan se rascó la cabeza y miró al suelo.
—Sorpresa. —Soltó una risa nerviosa y volvió a alzar la mirada—. Somos Romeo y Julieta.
Jordan padre se llevó una mano a la mejilla para rascar su barba incipiente mientras observaba a su hijo. Parecía estar esforzándose por procesar la información pero no acabara de comprenderla del todo. Tenía que concederle puntos por permanecer tan calmado.
Hagamos una pausa: No supe el nombre del padre de Jordan hasta varias semanas después, porque siempre me referí a él como "señor", así que sólo pongámosle algún nombre de padre: Wallace.
—¿Por qué no me has dicho que te gusta el teatro? —habló finalmente.
No supe qué hacer en aquel momento. Nos encontrábamos los tres parados alrededor de la mesa de desayuno con miradas incómodas que nos dirigíamos de vez en cuando, sin estar seguros de qué decir exactamente.
Yo estaba siendo un poco extra en aquella conversación, pero me preocupaba mucho que a Jordan se le diera por mencionarle a su padre algo sobre nosotros.
Quería sentarme pero eso llamaría un poco la atención.
—Sí, en realidad no me gusta —aclaró Jordan. Dejó caer una mano sobre la mesa y me miró—. Pensé que Lola se iba a molestar por lo del ojo... —Hizo un gesto vago con su mano para señalarse el rostro y luego se alzó de hombros. No era necesario ser un genio para saber que eso me lo estaba diciendo más a mí que a Wallace—. Pero si era Romeo, no tanto.
Quise llamarlo imbécil, pero su padre estaba delante de mí.
—De todas formas, no me ha servido de nada —volvió a hablar el castaño, esta vez centrando su atención en su padre—. Porque luego yo me enojé con Lola, besé a Marco, ella se dio cuenta, y creo que hemos terminado. —Sonrió y se pasó las manos por el rostro, visiblemente estresado—. No estoy seguro de nada.
Madre mía.
-.-.-.-.-.-.-.
¿Team Jordan x Marco, Team Farrah x Marco o Team Farrah x Jordan?
bai *piquito-tres*
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