Cinco: No duermas con su novia
Jordan me dio la espalda y se marchó antes de que fuera capaz de decirle algo. Pensé que no sería una buena idea gritarle para que volviera, así que cerré la cortina. Tendría que hablar con él en el instituto.
Pero tuve una mañana de mierda.
Me dolía la cabeza, me pesaban los ojos y Lola me obligó a salir por la ventana. Luego de eso tuve que caminar hasta mi casa, sofocarme en el elevador y pasar la mitad de mi vida intentando meter las llaves en el cerrojo.
Obviamente no pude.
Luego de mi cuarta blasfemia, mamá abrió la puerta con fuerza. Lo primero que vi fueron sus pantuflas y fui subiendo hasta encontrarme con su rostro semi-despierto y expresión de enfado.
—¿Qué está mal contigo? —preguntó sin apartarse de la entrada.
Me sentí al borde de la muerte. Lo único que pasó por mi mente en ese momento fue que olvidé mi ukelele en el cuarto y tenía ganas de tocarlo un rato. Y tal vez bañarme, lavarme los dientes y comer algo. No, comer no. Seguía un poco mareado.
Me alcé de hombros dentro de la gigante chaqueta peluda que Lola me había lanzado para que no me diera hipotermia. Algunos pelos me hicieron cosquillas en la nariz y estornudé.
—Has bebido todo el vodka y te has fugado ofendido, como si fueras el rey de Holanda —continuó—. En día de semana, Marco.
—Ustedes se van a divorciar —fue mi única respuesta.
Mamá estiró el brazo, me tomó por el hombro y me metió dentro de la casa. Fui capaz de sentir el olor a manteca derretida y café caliente que hizo que mi estómago rugiera. Qué importaba si vomitaba. Tenía hambre.
—Ya tienes dieciocho años. Compórtate como adulto. —Marnie me adelantó y entró a la cocina, donde papá se encontraba preparando panqueques y Giorgia leía un libro—. Irás a la escuela de todas formas, así que báñate rápido y luego sal con tu padre. —Se sentó frente a su portátil abierta en la isla y tomó la taza de café que estaba a su lado, aún con el ceño fruncido—. Y vuelvan los dos juntos, maldita sea. Vienen del mismo lugar.
Me apoyé en el marco de la entrada y miré a mis padres.
Kit se había subido los lentes a la cabeza y arremangado el suéter para estar más cómodo. Estaba ligeramente encorvado, llevaba una barba incipiente y sombras debajo de los ojos. Mamá había comenzado a responder correos electrónicos con la frente arrugada y supe que eso significaba que estaría enfadada conmigo todo el día.
—¿Se van a divorciar o no?
Mamá suspiro, agotada.
—No lo hemos decidido, Marco. —Desvió la mirada de la pantalla y ablandó su expresión. Algunos mechones rubios se escapaban de su moño mal hecho—. Debemos discutir un montón de cosas y un divorcio es algo complicado. —Comenzó a negar con la cabeza—. Ve a bañarte. Tú y yo tendremos una charla cuando regreses del instituto.
«Un divorcio es algo complicado».
***
Ir a clases con resaca no era divertido. La cabeza me estaba matando y luego de la primera hora comencé a cerrar los ojos con la esperanza de dormir o morir un rato. Hasta que estuviera la lista con el reparto de la obra, aunque fuera.
No encontré a Farrah en ningún sitio y eso no ayudó a calmar mis nervios. Estaba tan distraído que ni siquiera le di importancia al factor Jordan. Incluso cuando sabía que debía encontrarlo para hablar.
—Te he estado buscando.
La voz de Farrah me hizo alzar la cabeza un asiento más arriba del mío en las gradas de la cancha. Vi cómo se recargó contra el asiento de atrás para apoyar sus codos en este. Su cabello era lo suficientemente largo como para cubrir sus brazos en aquella posición.
Bajé el ukelele de mi pecho y lo apoyé sobre mis piernas.
—Yo también —admití. Luego del almuerzo desistí de la tarea, tomé mi bandeja y decidí salir a donde sabría que estaría sólo—. ¿Cuál es tu plan, Farrah? —pregunté sin esperanza.
Extendí mi brazo para tomar el plato que había dejado a mi lado y comencé a comer antes de que las lentejas se enfriaran. Eran asquerosas, repulsivas y no hacían más que revolverme el estómago.
—Hice una búsqueda exhaustiva de quince minutos en internet —mencionó con calma. Estiró las piernas y reparé en que aquella era la primera vez que la veía con pantalones, aunque estuvieran completamente rotos—. Diez, en realidad. Me salté algunos párrafos, pero capté la esencia.
Atrapé un bocado con la cuchara.
—No eres graciosa. —volví a mirarla para que comprendiera lo mucho que significaba aquello para mí—. Necesito terminar con esto.
—No puedes. —Bajó un asiento para quedar a mi lado, con la bandeja de plástico entre nosotros. Se llevó el cabello detrás de la oreja y entonces la vi, de vuelta: su cara de perro lastimado—. Mira, sólo tienes que ayudarme con esto. —Se inclinó un poco más a mí—. Aguanta hasta el fin de las clases. Son...
—Tres meses.
—Así es. —Asintió sin desanimarse—. Me portaré bien.
—Nos casamos en Las Vegas. Perdona si no puedo creerte eso.
Volví a centrarme en el plato.
No quería estar atado a ella por tanto tiempo. Podían suceder miles de cosas en ese lapso y no era lo suficientemente estúpido como para ignorar la ley de Murphy: "Todo lo que pueda salir mal, lo saldrá". O algo así. Falté a esa clase.
—Deberías confiar más en tu esposa.
Lola era una miniatura, pero los brincos que fue dando a medida que escalaba las gradas hicieron que las tablas rojas temblaran un poco. Se quedó más abajo de nosotros y, cuando levantó la cabeza, noté una rosa enganchada en su cabello.
¿De dónde la habrá sacado? Es un misterio.
—Farrah te está pidiendo ayuda y tú te haces el idiota. Dale lo que quiere y dime si has visto a Jordan. —Torció el labio en una mueca de disgusto—. Me ha bloqueado y ni siquiera le he envíado memes esta vez.
Yo estaba condenado a la desgracia.
—¿Te ha bloqueado?
La rubia se alzó de hombros. Las nubes anunciaban una tormenta y el viento iba creciendo paulatinamente. El cabello le fue al rostro y tuvo que entrecerrar los ojos.
—Sí, no lo sé. Debe sentirse mal. A veces simplemente le estresa ver mensajes en su casilla.
Vi a Farrah inclinarse hacia adelante con interés genuino y apoyar los codos en su regazo.
—¿Jordan es ese que juega lacrosse?, ¿el de ojos lindos?
—Son hermosos ¿Verdad?
Lola me alzó una ceja y Farrah soltó una carcajada antes de volver a hablar. Yo necesitaba ser menos obvio.
—Lo vi de camino a aquí. —Extendió el brazo y señaló la puerta de entrada del instituto—. Está en... —Se detuvo y me miró con pena sobreactuada—. Ay, no sé. Me olvidé.
Me incorporé con el ukelele en mano y abandoné el plato de lentejas. Había olvidado por completo contarle a Lola sobre la aparición de Jordan de la noche anterior y sabía que en cuanto se lo mencionara, se pondría furiosa.
—Hey, Lola. —Tironeé de la manga de su camiseta blanca y miré al suelo—. Puede ser que Jordan sólo esté molesto con nosotros.
Un grupo de estudiantes atravesó la cancha a paso rápido y entre risas, posiblemente en búsqueda de un techo y un sitio más caliente.
—No está enojado. —Tocó mis mejillas y tironeó con suavidad—. Exagerado.
Aparté una de sus manos y sonreí con nervios.
—Sí está enojado —le aseguré—. Porque me vio en la ventana de tu cuarto anoche.
—Promiscuo.
La voz de Farrah me hizo rodar los ojos. Tenía la ligera sospecha de que ella disfrutaba molestándome. Pero, más allá de eso, no se veía enojada o contrariada por el hecho de que se hubiera casado con alguien tan... enamoradizo.
Se veía más bien divertida. Quizá demasiado relajada para mi gusto.
—Púdrete.
Lola, aún con la otra mano en mi mejilla, giró mi rostro para que volviera a centrarme en ella. Una gota de agua cayó sobre mi nariz.
—Y tú sabes eso porque...
—Porque lo vi cuando cerré la ventana. —retrocedí un paso—. Ja.
—¿Ja? —cuestionó ofendida— ¿Tú eres idiota, Marco? —Me chasqueó la lengua—. He estado toda la mañana preocupada y resulta que anda enojado por una idiotez.
—Bueno, ¿contra quién va la bronca? —pregunté con recelo—, ¿contra Jordan o contra mí?
Lola bajó un escalón cuando comenzó a lloviznar. Me apresuré a guardar el ukelele dentro de la chaqueta peluda y subir el cierre mientras oía a Farrah soltar palabrotas como camionero.
Me eché encima la capucha.
—Contra los dos, porque ambos son unos imbéciles. —Me enseñó el dedo del medio y continuó bajando con brincos pese a estar enfadada. Quizá fuera tan pequeña que se había acostumbrado a andar así y ya no se daba cuenta—. Me hacen enfadar. Los odio —refunfuñó.
Miré a la pelirroja, impresionado, y luego a Lola, antes de seguirla.
—¿No irás a hablar con él?
—No, que se pudra.
—Él sí quiere hablar contigo —mencionó Farrah antes de adelantarse.
Los dos miramos la puerta de entrada, donde Jordan se encontraba refugiándose de la lluvia. Llevaba las manos metidas en el bolsillo de su chaqueta del equipo y lentes de sol, posiblemente para esconder su ojo morado.
Lola se adelantó para llegar a donde él estaba y me detuve. No quería formar parte de esa discusión.
Farrah pasó a mi lado y aprovechó la cercanía para revolverme el cabello en un gesto cariñoso cargado de ironía. Las gotas del césped me salpicaron las piernas cuando ella pasó sus botas y la vi alejarse hacia el costado del edificio, como si buscara rodearlo en lugar de entrar.
Me apresuré a seguirla.
—¿A dónde vas? —pregunté en cuanto la alcancé.
Ella había subido el gorro de su abrigo y las puntas del cabello salían por los costados de su cuello y rostro.
Abracé el ukelele con temor a que se cayera.
—A perderme por ahí.
—Pero las clases...
—Marco. —Se detuvo en seco y fijó sus ojos en los míos—. Creo que deberíamos tener una de esas charlas de mierda en la que definimos nuestra relación.
Intenté mirarla a los ojos, pero era muy difícil. No tenía idea de lo que ella estaba esperando de mí y no quería generar drama. Esas cosas sólo me gustaban cuando les pasaba a otras personas.
—¿Podemos, por favor, simplemente hacer como si no nos conociéramos?
Para sorpresa mía, fue Farrah quien lo sugirió. Eso era exactamente lo que buscaba, pero...
—Bueno, no lo sé. —Me rasqué la nuca y la miré, inseguro—. Podrías literalmente matarte y yo sería el responsable. Tendría que pagar tu funeral, ir a alguna misa...
Farrah me entrecerró los ojos.
—¿Eres imbécil o tus padres son primos?
No me dio tiempo de preguntarle a qué se refería, porque se apartó de mí y continuó caminando. La vi pegarse a la pared y refugiarse en el techo de la galería mientras andaba, y por un momento quise seguirla. Existían tantas cosas que desconocía sobre ella, pero también tenía un asunto pendiente a un par de metros.
Resoplé e hice mi camino de regreso a la puerta de entrada. Lola y Jordan ya no se encontraban allí, pero no fui capaz de aliviarme ni un segundo cuando oí la voz de la rubia desde el pasillo.
—¡Si tantos problemas te damos Marco y yo, entonces termina conmigo!
«No, mierda».
Me asomé desde la puerta y los encontré a algunos casilleros de distancia. El pasillo estaba lleno de estudiantes por culpa de la lluvia, pero todos aparentaban mantenerse al margen mientras guardaban silencio y evitaban hacer contacto visual con ellos. Me imaginé que sería cuestión de segundos para que algún profesor apareciera.
Tener un crush por Jordan no significaba que quisiera que terminara con Lola. La quería a ella más que a él y, por muy cursi que sonara, debía ser una mierda de persona como para alegrarme por lo que estaba sucediendo.
—¡Hazlo!
La rubia había apoyado la palma de la mano en uno de los casilleros mientras observaba a Jordan sacar cosas del suyo. Noté que el muchacho se sacó los lentes de sol y el morado de su ojo se había tornado un poco más verdoso.
—¡No quiero terminar contigo...tonta! —cerró el casillero con un poco de fuerza.
—¡A lo mejor yo sí!
Debía hacer algo. No podía dejar que se prendiera la mierda.
—¿Marco?
Me volví de inmediato. Papá se acercó a mí y se limpió las suelas con el trapo del suelo una vez que entró a la galería. Tenía el cabello un poco mojado y la chaqueta echada sobre sus hombros para proteger el bolso en el que guardaba trabajos y su portátil. Supuse que había cruzado la cancha desde el edificio de los laboratorios.
—¿Qué haces ahí?
Vacilé un momento, pero era mejor si papá los separaba antes de que se generara más caos.
—Lola y Jordan están discutiendo —le informé—. Haz algo.
Él se acercó a la puerta, extrañado, para corroborar mis palabras.
—¿Y por qué estás escondido?
—Bueno...
Los gritos de la pareja me interrumpieron.
—¿Te estás acostando con Marco?
—¡Sí, Jordan, me estoy acostando con Marco!
***
Holi ¿Cómo están?
Hoy tengo ganas de jugar ¿Qué les parece si dejo preguntas al final de los capítulos?
¿Qué piensan que va a pasar en el próximo capítulo?
¿Qué le regalarían a cada personaje?
Marco
Farrah
Jordan
Lola
Marnie
El profesor de teatro a.k.a. Vincent.
Besitos.
Bai <3
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