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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐒𝐄𝐆𝐔𝐍𝐃𝐎: contrabando

Hannam the Hill, Seúl, Corea del Sur – junio de 2022

La vida de casados no siempre es como uno se espera. Hay parejas que en el noviazgo funcionan bien, están juntos por tres o cuatro años conociéndose, riendo bajo las sábanas, haciendo promesas y compartiendo secretos, todo va bien. Hasta que llega el matrimonio, y quizá sea la rutina, el estrés del día a día, o la realización de que la responsabilidad es más grande que tú y que no estás listo para afrontar la vida como tal y dejar atrás la ventana para la inmadurez que hace que el matrimonio se acabe. O quizá, que cuando conoces a tu pareja bajo este contexto te das cuenta de que no es como lo pensabas. Que las mañanas junto a ellas no siempre van acompañadas de el canto de los pájaros y un día soleado.

Marlon no sabía de esto, ni siquiera cuando se casó y aún llevando un año casada con Kim Taehyung sabía de esto, ¿cómo hacerlo? Si por las mañanas despertaba con una cama vacía y dormía abrazada de una almohada que la acompañaba en la oscuridad de la melancolía.

¿Pero de qué podía quejarse? Si Taehyung compró un departamento en el último piso de una de las torres departamentales más exclusivas de Seúl, con la mejor seguridad y la privacidad que solo el dinero y la influencia pueden comprar. Eligieron ese departamento por la luz que entraba cuando las cortinas estaban abiertas. El departamento tenía tres habitaciones con acabados de lujo y candelabros de cristal, todo a cuenta de Taehyung. No es como que ella no pudiera permitírselo, pero..., quizá trató de compensar por algo.

¿Sería su lejanía? ¿O el precio a pagar por estar tan lejos de alguien en quien confiar?

Vió por el ventanal los edificios de la residencia que siempre parecían tan solos, sin vida alguna. Seúl no se comparaba a Los Ángeles, o eso creía. A pesar de llevar poco más de un año ahí, lo único que conoce de la ciudad es su departamento y el súper que está en el edificio de al lado. Incluso el parque frente a ella solo lo conoce de vista.

Taehyung siempre buscó que ella se sintiera en casa, pero su departamento en Corea no se parecía en nada a su hogar al otro lado del océano. Y tampoco quería que fuera así. Quería quemar los cimientos de esa casa y los recuerdos que tenía en ella. Pero..., se encontraba en un conflicto. No estaba segura si alguna vez aquel fue su hogar o si Corea del Sur alguna vez lo será.

Se dice que el hogar es donde está el corazón, pero el de ella se la pasa trabajando, viajando, ocupado, lejos. No recuerda la última vez que él estuvo en casa por más de tres días.

Mordió sus labios, un nuevo hábito provocado por la ansiedad y el aburrimiento. Comenzó a rascar uno de sus dedos sin ninguna razón en particular. Miró su celular libre de notificaciones, después volteó a la cocina, en específico al refrigerador de vinos de Taehyung. No tiene permitido tomar, pero él no está para decirle que hacer. Está sola. No regresará en unas horas ni la encontrará ebria. Su corazón comienza a latir con fuerza, la necesidad de alcohol en su sistema persistente como de costumbre.

—Solo un poco —susurró para sí misma, como si alguien la pudiera escuchar.

Sacó una botella de vino, y tuvo la tentación de tomar directamente de ella. Pero no lo hizo, se sirvió en una copa y lo bebió con cuidado. Miró la botella y su contenido alcohólico era muy bajo, pero tuvo que conformarse. Sabía que ahora, tenía la posibilidad de sentirse más tranquila, por lo menos hoy. Y dormiría bien.

Taehyung le hizo un favor al casarse con ella y llevársela de Hollywood y América. Aunque ni siquiera recuerda como pasaron las cosas después del incidente, solo que todo pasó muy rápido y que era feliz. Se decía todos los días que era feliz. Él es un buen hombre. No hay quien la pueda amar como él.

¿Cómo fue que las cosas terminaron así?

Su rutina consistía en despertar a medio día, comer algo si le apetecía, y el resto del día, tejía, veía la tele o solo dormía. Intentó ver televisión coreana para aprender algo del idioma, pero su método no funcionó. Taehyung prometió enseñarle, pero con su apretado horario claro que nunca sucedió. Contratar clases privadas estaba fuera de la conversación.

Miró su celular y notó que no tenía ninguna notificación. Hubo un tiempo en el cual éste nunca dejaba de sonar, incluso cuando tardaba días en responder. Todos querían su atención, peleaban por ella. Y como olvidar la vez que sonó más, el día que anunció al mundo que dejaba la actuación y el ojo público para dedicarse a sí misma, les dijo que no sabía cuando regresaría, pero aseguró que estaba agradecida.

"¿Es real la noticia?" "No puedes irte así" "¿Qué hay de los contratos y las películas?" "Espero te vaya bien, espero trabajar contigo pronto" "Dios, no" "Es lo mejor. Gracias por confiar en mí. Seremos felices juntos. Te amo"

Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo.

Después de esa noche, las palabras de Taehyung resonaba constantemente en su cabeza. No era la primera vez que usaba esas palabras con ella, pero fue la primera vez que ella lo sintió profundamente en su interior. El resto lo recuerda poco. De pronto estaban viviendo juntos en Seúl, relativamente juntos.

No suele salir mucho. En una ocasión intentó ir al parque del frente, aún no pisaba pie en él cuando uno de los residentes la reconoció. Así que él le pidió que limitara sus salidas del edificio. No le agradaba que saliera, tenía miedo. Además, le dijo que sería muy peligroso andar sola. Desapareció por completo del ojo público, y nadie sabe dónde está, así que una foto de ella vale mucho. Ella sigue sus sugerencias al pie de la letra, a final de cuentas, él la salvó del hoyo en el que estaba, la salvó de los reflectores y la guardó en la oscuridad. Si no hubiese sido por él, no sabe que hubiera pasado. Dejó de hablar tanto con sus amigos de L.A., él los consideraba falsos, y cazadores de fama. Quizá esa es la razón por la cual su teléfono ya no suena y está vacío. O quizá si eran falsos y se han olvidado de ella.

Como si estuviera rogando por ello, su teléfono sonó.

Observó el número en la pantalla y tragó. Consideró no contestar, el alcohol había mareado su cabeza y Taehyung podría notarlo en su voz. Pero también sabía que si no contestaba...

—¿Hola?

Se escuchó silencio en la línea, Marlon tragó una vez más y comenzó a respirar con pesadez, ¿si decía su nombre en la pantalla, ¿verdad?

—Cariño —Escuchó su voz y no pudo evitar sonreír.

—Tae... —dijo en susurro de una voz enamorada.

Las ojeras bajos sus ojos eran prominentes, más que hace un año a pesar de dormir más, pero no dormía mejor. Su cara era más pálida por la falta del sol y sus pómulos marcados por la perdida de peso. Su apariencia es diferente a la de hace un año, pero su reacción al escucharlo sigue siendo la misma de siempre.

Le contó que veía la televisión, aunque era mentira. Y él le contó lo emocionado que está ante la posibilidad de regresar antes a casa y tener un día extra libre.

—Estoy algo cansado, pero si duermo todo el vuelo quizá tenga suficiente energía para que la pasemos juntos..., quizá podamos intentar ir a cenar.

—Sí —Marlon sonrió—. Eso estaría bien.

—¿Tu estás bien, cariño mío?

—Sí, ¿por qué no lo estaría?

—Te extraño demasiado. No puedo esperar a estar en casa —Se escucharon voces al fondo, Taehyung respondió en coreano y Marlon no logró entenderlo, pero ya presentía que no hablaría con él por mucho tiempo—. Lo siento, Mar, me tengo que ir, te amo —dijo y finalizó la llamada antes que pudiera responder.

Siguió tomando hasta que se quedó dormida en el sofá y despertó horas después cuando no quedaban rastros de sol.

La ventana aún seguía abierta y ella observaba el cielo de la ciudad. En Seúl no se veían las estrellas. En aquellas colinas el silencio solía ser más fuerte de noche. No era como en Georgia. En su lugar natal se escuchaban los búhos y la corriente del río cuesta abajo, pero en esta ciudad, en esta ciudad solo se escuchaba su respiración y el extractor de la cocina.

Frunció el ceño cuando se dio cuenta de que pensaba en Georgia y se preguntaba por qué lo hacía. Ha pasado mucho tiempo desde que dejó la granja en la cual creció y por diez años residió en Los Ángeles. En el último año ha vivido en Seúl, no tiene caso pensar y añorar un lugar que está tan lejano.

Quizá se debía a que allí solía ser feliz. En Los Ángeles pensó que era feliz, pero con el tiempo se dio cuenta que era satisfacción. Una felicidad superficial.

Seúl, por su parte, era una supuesta felicidad desconocida. De verdad, no tenía ni idea de cómo catalogar su estadía en el lugar. Recordaba haber sido feliz cuando llegó, pero ahora no lo sabía. Desconocía si se debía al lugar, a la cultura, al matrimonio..., a él. Quizá solo estaba cómoda. Pensó en no darle más vueltas al asunto, sin él no sabría en que lugar estaría porque con él conoció la calidez y la vida tranquila y lo que era ser verdaderamente querida.

Pero no quería pensar en ello. Pensar se había vuelto desagradable hace tiempo. Solo le provocaban dolores de cabeza y remolinos internos. Lo mejor era dejárselo todo a él. Aunque no suele estar presente, él se ocupará mejor. Él sabría qué hacer y cómo hacerlo.

Se levantó de su sofá y abrió el ventanal que daba a un amplio balcón. De la maceta sacó una bolsa de plástico con una caja de madera que contenía cigarros y un encendedor dentro de ella. No podía salir a comprarlos por su cuenta y Taehyung nunca ha sido partidario en su hábito. A veces se preguntaba por qué los escondía ahí si él nunca estaba de todas formas. Quizá por el miedo de que contaminaran dentro. Probablemente podría dejarlos en el cuarto de invitados y Taehyung jamás lo sabría.

Encendió un cigarrillo y satisfizo su adicción, acompañándola con el resto de vino en su copa. Tiene veinticinco años y sus acciones son las de un alma rota.

Contó cuanto tabaco le quedaba, no era mucho y su proveedor personal también estaba de gira con Taehyung. Y esa era otra cosa de lo que él tampoco sospechaba, que uno de sus mejores amigos, Jeon Jungkook es quien provee la nicotina a su amada. Ambos comparten el mismo vicio y él se los lleva al departamento como si de contrabando se tratara. Fue un milagro verlo en la azotea (uno de los únicos lugares a los que podía ir en el edificio). Lo encontró escondido, consumiendo el tabaco como si fuera un adolescente.

—Creí que les prohibían fumar —Le dijo la pelinegra asustando al que tenía cabello rubio en ese momento.

Ese día la tarde estaba bastante nublada, había una tormenta pronosticada para la media noche, nadie pensó que fuera a suceder, puesto que todas las lluvias previstas para días anteriores pasaron de largo.

Jungkook y Marlon nunca tuvieron una amistad previa a ese encuentro a pesar de que tenían la misma edad, unos meses de diferencia y mucha historia que comparar. Él siempre consideró que Marlon era más seria en privado de lo que se presentaba en las cámaras, por eso y otras cosas, nunca buscó hablarle. Y claro, es la esposa de su mejor amigo. Por eso mismo la presencia de Marlon...

—Uhm, lo- lo siento —habló nervioso a punto de tirar el cigarrillo, pero ella lo detuvo.

—Está bien, será un secreto —Sonrió de lado—. ¿Puedo?

Jungkook le pasó un cigarro, ella lo puso entre sus labios y él lo encendió con el mechero plateado. Dio la primera calada y sintió como el placer provocado por la nicotina inundaba su cuerpo.

—Ahhh, cómo te necesitaba —Soltó el humo y rápidamente dio otra calada más profunda—. Eres un salvador.

Jungkook sonrió y continuó con su acción.

—No sabía que fumabas.

—A Taehyung no le gusta, por eso y otras cosas lo dejé —murmuró.

—¿Te regresé a la adicción? —preguntó juguetón.

—Nunca se fue, querido —respondió Marlon con una sonrisa.

—Una vez me vio haciéndolo —dijo Jungkook.

—¿Y qué te dijo?

—Que le diría a nuestro mánager si no me detenía. Yo me asusté mucho y lo dejé por un tiempo, tal vez una semana. Pero la ansiedad volvió y esta vez más fuerte así que regresé a él. Taehyung probablemente estaría muy decepcionado —Dio otra calada y soltando el humo continuó hablando una vez más—. Pero ni eso me detiene.

Marlon solo sonrió y continuaron con lo suyo viendo como las nubes se volvían cada vez más oscuras. Ella le preguntó dónde los conseguía, él le dijo que a veces los compraba él, pero la mayor parte del tiempo un amigo se los compraba para reducir el riesgo de ser descubierto. No recuerda muy bien como llegaron a esa parte de la conversación, pero Marlon terminó rogándole que le comprara un paquete de vez en cuando.

—Te puedo dar esta, pero...

—Mira, considéralo un intercambio, tu me traes una cajetilla cada semana o dos y yo guardo el secreto —le dijo con astucia. El que era menor por unos meses levantó la ceja.

—Que astuta, señora Marlon, pensé que guardarías el secreto porque somos amigos —Fingió estar ofendido.

—Nada en la vida es gratis —se encogió de hombros—. Y no me digas señora —Él solo sonrió. Marlon era más agradable de lo que imaginó.

Jeon Jungkook miró al cielo buscando que decir y pensando qué hacer, pero terminó accediendo al poco tiempo.

—Trato —Jungkook sonrió de lado mientras se daban la mano cerrando un pacto que duraría todo el año que Marlon tenía en Corea.

Jungkook pensó que sería más fácil que ella fuera por su cuenta, que probablemente no la reconocerían tan fácil como a él, pero también pensó que el problema debía ser que ella no habla coreano y no cuestionó nada más.

Hoy, Marlon veía una tormenta acercarse, y disfrutaba de esos cigarrillos como si cada uno fuese el último que tendría en su existencia. Se preguntó que pasaría si Taehyung entrara en ese momento y la viera hacer algo que le prohibió, ¿se decepcionaría?, ¿se enojaría?, ¿acaso le gritaría? Esperaba que nunca sucediera porque, aunque se lo cuestionara, sabía bien cual era la respuesta. 

Nota: Editado (2023)

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