✨Prólogo✨
El cielo nocturno de la ciudad estaba cubierto por nubes que ocultaban la luna, pero el barrio del "Sótano Carmesí" no necesitaba su luz. Allí, el resplandor de los neones rojizos, verdes y púrpuras pintaban las calles con una atmósfera de desenfreno y peligro.
En el callejón detrás del club nocturno, JiMin se balanceaba despreocupadamente sobre un barril de metal oxidado, con su pistola recargada sobre su regazo. Su cabello rubio con los bordes teñidos de rojo y azul eléctrico que comenzaba a deslavarse, caía en mechones desordenados que enmarcaban un rostro decorado con un maquillaje caótico: ojos delineados en negro, labios pintados de rojo brillante y una pequeña estrella dibujada bajo uno de sus ojos. Vestía una chaqueta de cuero desgastada con un enorme "Boom!" pintado en la espalda, pantalones de vinilo ajustados y botas altas que resonaban con cada movimiento.
El desastre que había provocado dentro del club aún hacía eco en su mente. Pocos minutos atrás, JiMin había decidido que el ambiente estaba demasiado aburrido para su gusto. Y, ¿qué mejor manera de animar una fiesta que con un pequeño alboroto? Entre disparos, risas histéricas y alguna que otra explosión improvisada, había dejado a los guardias del lugar tirados en el suelo mientras él salía por la puerta trasera, tarareando una canción pop que no salía de su cabeza.
-La próxima vez pongan buena música...-dijo burlándose antes de desaparecer en medio de la noche.
Mientras sostenía un cigarrillo entre sus dedos, escuchó el ruido sutil de unos pasos acercándose. No era alguien común; el sonido era demasiado calculado, demasiado frío y elegante.
-¿Quién anda ahí? -preguntó JiMin, sin voltear del todo, aunque una sonrisa ya se dibujaba en sus labios. Preparado para quien sea que fuera a encontrar...
Una risa grave, lenta y profunda resonó en el callejón, haciendo eco entre las paredes de ladrillo.
-Vaya, vaya...-resonó en medio del callejón. La voz era como terciopelo rasgado, llena de burla y un toque de amenaza, pero sumamente suave y placentera-. Parece que alguien ha estado jugando en mis territorios...
JiMin finalmente giró la cabeza, encontrándose con un hombre que parecía salido de una película de terror elegante. Vestía un traje perfectamente ajustado de color negro, con una camisa negra abierta lo suficiente como para revelar tatuajes que serpenteaban sobre su clavícula.
Su cabello, negro con los bordes de color verde fuerte y peinado hacia atrás, brillaba bajo la luz de los neones, pero lo más llamativo eran sus ojos: dos pozos oscuros llenos de locura y confianza desmedida.
-¿Y tú quién eres, guapo? -preguntó JiMin, dejando caer el cigarrillo y aplastándolo con su bota en cuanto saltó del barril de un solo movimiento.
El hombre inclinó ligeramente la cabeza mientras una sonrisa torcida se esbozaba en su rostro.
-Yo soy el dueño de este pequeño caos que llamas ciudad. Pero puedes llamarme Yoongi...
JiMin soltó una carcajada, girándose por completo y tomando su pistola.
-¿El dueño del caos? Cariño, creo que acabas de conocer a tu competencia.
Yoongi dio un paso más cerca, sacando una navaja del bolsillo interno de su chaqueta y haciéndola girar entre sus dedos con una facilidad desconcertante.
-¿Competencia? -preguntó con voz burlona, observándolo con curiosidad-. Eres más... estúpido de lo que esperaba al confrontarme de esta manera...-dijo burlón.
El rubio inclinó ligeramente la cabeza y mordiéndose el labio, respondió.
-Bueno, cuando uno vive para el caos, no hay nada que temer. ¿O sí? -se aproximó hacia el con un movimiento fluido, sosteniendo la pistola como si fuera un accesorio más de su estilo, mientras avanzaba un paso hacia Yoongi.
La tensión entre ellos era como una cuerda tensada a punto de romperse. El callejón, iluminado por los neones parpadeantes, parecía contener el aliento. Yoongi lo observó con sus ojos oscuros, afilados como cuchillas, y una sonrisa apenas contenida que prometía más de lo que decía.
-¿Y qué harás con ese juguete? -preguntó Yoongi, señalando con la barbilla la pistola en las manos de JiMin. La navaja seguía girando entre sus dedos con una precisión casi hipnótica.
JiMin dio una carcajada ligera y ladeó la cabeza.
-Oh, no te preocupes, guapo. Esto no es para ti. A menos que me des una razón para usarlo. -Se detuvo justo frente a él, inclinando la cabeza para mirarlo directamente a los ojos. Sus labios pintados de rojo formaron una sonrisa burlona-. O tal vez quiera usarte para algo más divertido.
El pelinegro dio otro paso, acortando la distancia entre ellos hasta que apenas un par de centímetros los separaban. El aroma a tabaco y algo metálico emanaba de él, mezclándose con el perfume dulce y químico de JiMin.
-¿Divertido? -murmuró Yoongi, dejando de jugar con la navaja y deslizándola entre los pliegues de su chaqueta-. Cariño, no tienes idea de lo que significa esa palabra hasta que yo te lo muestre.
JiMin sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando escuchó la voz gruesa del peligro tan cerca de él, sin embargo, no se apartó. En cambio, inclinó un poco más el rostro hacia él, dejando que sus narices casi se rozaran.
-Entonces, ¿qué estamos esperando? -susurró.
Yoongi soltó una carcajada baja, gutural, mientras llevaba una mano a la cintura de JiMin, tirando de él apenas lo suficiente para que sus cuerpos casi se tocaran.
-Oh, me encanta cuando los juguetes no saben cuándo están en peligro.
JiMin se rió suavemente, llevando una mano al pecho de Yoongi, mientras sus dedos jugaban con los bordes de la chaqueta.
-Peligro... es mi segundo nombre...
De repente, un ruido metálico resonó al fondo del callejón, interrumpiendo el momento. Ambos giraron la cabeza al mismo tiempo, tensándose como si estuvieran listos para atacar. Un gato salió corriendo entre las sombras, derribando un par de latas vacías, pero ninguno de los dos se relajó.
-El murciélago anda cerca -dijo el pelinegro con molestia, como si hablara consigo mismo.
JiMin rodó los ojos, retrocediendo un paso mientras volvía a tomar su pistola.
-Tsk, siempre arruinando la diversión.
Yoongi lo miró con una sonrisa que era casi un desafío, pero también una despedida implícita.
-Nos veremos pronto, muñequito. Y la próxima vez, prometo que no habrá interrupciones...
JiMin se inclinó teatralmente, como si hiciera una reverencia. Para luego regalarle una sonrisa coqueta, seguido de un guiño.
-Más le vale no decepcionarme, señor YoonGi...-el mencionado sonrió pícaramente.
-Tenlo por seguro...
Sin decir más, desapareció entre las sombras con la misma elegancia con la que había llegado. JiMin lo vio marcharse, mordiendo su labio inferior mientras una sonrisa maliciosa se formaba en su rostro.
El caos los había unido, y aunque esta noche cada uno se perdiera en la oscuridad, sabían que no era un adiós. Era solo el comienzo de su juego retorcido y del romance tóxico que terminaría por acabarlos...
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