
Capítulo Único
Este fic Ludociel x Meliodas está dedicado a mi amiga maria_neko_sama, quien hoy cumple años.
Linda, espero que te guste💛
An Airad
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Advertencia, este one-shot contiene suculento yaoi y escenas sexuales explícitas.
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Las circunstancias, motivos, razones o lo que fuera que hubiese ocurrido para que entre ellos naciera ese hermoso sentimiento habían sido difíciles de explicar, incluso para ellos. Ese par se había enamorado perdidamente sin darse cuenta y ni siquiera podían asimilarlo también.
Ludociel y Meliodas habían escondido su romance por mucho tiempo, el necesario como para que nadie, ni siquiera Nerobasta o Elizabeth sospecharan. Si bien, las dos mujeres habían sido rechazadas rotundamente por ambos, ellas se aferraban a la idea de que a como diera lugar, ellos terminarían cediendo ante sus encantos femeninos y sus enormes dotes, los cuales Ludociel y Meliodas se los pasaban por el arco del triunfo, ya que las mujeres no eran lo suyo.
Cuando deseaban verse, el rubio se las arreglaba para ir a escondidas con su amado a una parte lejana del bosque de las hadas. Una a la que ambos solo tenían acceso gracias a la ayuda de Gloxinia, él único que conocía su secreto.
—Llegas tarde —espetó Ludociel, algo molesto detrás del rubio.
—Lo siento, tuve un problema en el camino —explicó el más bajito intimidado.
—Comprendo, cada vez es más difícil poder vernos aquí —dijo el arcángel con voz triste rodeando el pequeño cuerpo de Meliodas.
—Ludociel... —la voz del rubio resonó en aquel lugar, el cual estaba rodeado por varios árboles que no permitían el acceso por aire y la única manera de entrar era usando uno de los rojos cabellos del rey de las hadas, el cual les había dado a ambos para que pudieran entrar a esa enramada oculta.
—¿Sí? —el arcángel apenas pudo responder, pues tenía miedo de lo que su amado le fuera a decir.
—Si lo nuestro se llega a saber algún día y nuestra relación corriera peligro, no dudes en negarlo aunque duela. No quiero que nadie te juzgue por meterte con un sucio demonio como yo —la voz del chico era triste, pero imponente.
—Pero Meliodas, yo no podría... —el rubio lo interrumpió.
—No te preocupes por eso, si tienes que lastimarme física o verbalmente sólo hazlo. Sé que será duro, pero no quedará de otra. Actúa como si fuéramos enemigos, así como lo éramos al principio —replicó.
—No te prometo nada —contestó el peli negro en voz baja, dolido por sus palabras.
—Bien, entonces déjame animarte un poco. Te ves bastante abrumado—dijo el rubio con una cálida sonrisa deshaciendo el abrazo, para después tomarlo de la mano guiándolo hasta un lecho de flores, allí donde siempre se demostraban su amor y se entregaban en cuerpo y alma.
—De acuerdo —el arcángel se vio bastante animado y se dejó llevar por el más bajito.
Meliodas lo tumbó al suelo sin tanto esfuerzo y comenzó a quitarle cada pieza externa de su armadura e hizo a un lado las túnicas que adornaban su pulcra figura fornida, dejándolo solamente con la armadura amarilla que cubría sus brazos, torso y piernas.
—Siempre me ha costado un poco desnudarte —admitió el rubio mientras contemplaba a su amado sin las túnicas encima.
—Y a mí me toma tiempo el tener que vestirme nuevamente —rio y llevó una de sus manos a un muslo del chico para pronto moverla de arriba a abajo disfrutando de la suavidad de su ropa y la dureza de los músculos de su pierna.
—Me encanta cuando acaricias mi cuerpo mientras te desnudo —comentó el chico despojando la parte superior de la armadura.
—Lo sé, por eso lo hago —afirmó con un suspiro.
—Ludociel, si mi vida corriera peligro y la de tu hermano también. ¿A quién salvarías y a quién dejarías morir? —el arcángel se sorprendió bastante ante la inesperada pregunta y se quedó sin palabras. No sabía qué debía responder a eso, así que lo evadió de la forma más torpe.
—Vamos cielo, no preguntes cosas tan descabelladas —esbozó una sonrisa nerviosa.
—Contéstame Ludociel —pidió mientras terminaba de desnudarlo.
—Oh Meliodas, no salvaría a ninguno. Ambos son fuertes. No habría necesidad de hacerlo —dijo el arcángel un poco nervioso por la reacción de este, pero enseguida rectificó —Sólo bromeo, es obvio que te salvaría a ti. Mi hermano sabría arreglárselas solo —la expresión dura del rubio cambió a una de satisfacción, pues estaba conforme con lo que este había dicho.
—Buena elección, cielo —le dijo mientras tomaba su enorme miembro con una de sus pequeñas manos.
El arcángel gimió tan pronto el demonio comenzó a tocarlo. Ya lo tenía completamente a su merced. Le encantaba tener a aquel peli negro de esa forma. Le gustaba recordar cuando antes tenía que luchar contra él, no podía siquiera creer que ahora fuese su amante y que ahora sólo lucharan por llegar al clímax.
—¿Qué tal se siente? Apuesto a que te mueres de ganas por meterlo dentro de mí —dijo el rubio con una sonrisa picaresca.
—Se siente delicioso. Puedo sentir cómo cada parte de mi cuerpo disfruta de la agilidad de tus manos... No quiero terminar aún, pero creo que no podré soportarlo por mucho tiempo —aseguró.
—Ludociel... me hace tan feliz tenerte de esta manera. Agradezco demasiado que hayas correspondido mis sentimientos —manifestó el demonio, dándole unas lamidas a su enorme masculinidad.
—Y yo agradezco que te hayas fijado en mí —el arcángel lo tomó de las manos y luego con la mirada le indicó que se le subiera encima.
Meliodas se posicionó encima de este y lentamente fue introduciendo aquello dentro suyo.
<<¿Acaso todos los arcángeles la tendrán así de grande?>>, pensó mientras aquello entraba lentamente en su interior, por fortuna estaba acostumbrado a eso y el dolor ya era mínimo.
En cuanto se acostumbró a tenerlo allí dentro, se acostó sobre su amado y empezó con un delicioso movimiento que al peli negro hizo gemir enseguida.
—Te mueves muy bien —apretó su trasero con ambas manos para ayudarle al rubio a moverse aún más rápido.
—¡Ah! Espera... Terminarás partiéndome si continuas así —se quejó y las paredes de su interior lo apretaron más.
—Oh vamos, no es para tanto. Siempre me pides que sea rudo. No veo porqué deba ser blando ahora —dijo mientras soltaba su agarre y se dedicaba a acariciarle la espalda para que se relajara.
—Lo lamento, es que no me siento tan bien como esperaba —murmuró mientras seguía con aquellos suaves movimientos.
—No tienes porqué disculparte. Entiendo que últimamente la situación con tu padre esté peor que antes. Así que sólo disfruta del momento y olvídate de eso, ¿de acuerdo?
Meliodas asintió y suspiró hondo tratando de relajarse, pero era imposible, pues sus pensamientos no lo dejaban tranquilo y no lo harían hasta que hiciera lo que tenía en mente, algo atroz que su padre le había encomendado para ascender en el trono, pues Zeldris estaba haciendo más méritos y se estaba ganando el aprecio de su padre, por lo tanto, debía hacer aquello lo más pronto posible.
<<Zeldris no es digno del trono>> pensó, mientras movía sus caderas y jugaba con las tetillas de Ludociel, quien ignoraba por completo los inquietantes pensamientos del rubio.
—Ah... Un poco más rápido —pidió el arcángel, mientras palmeaba con fuerza los enrojecidos glúteos del demonio.
Meliodas estaba casi al límite, apenas había empezado, pero ya se encontraba al borde del clímax. Su cuerpo estaba caliente y con algo de sudoración, pues era el único que estaba dando todo de sí.
—Ludociel... Creo que voy a terminar encima de ti —murmuró, mientras apoyaba ambas manos sobre el torso del arcángel y su trasero golpeteaba con fuerza la pelvis de él.
—Hazlo, no te preocupes por eso—con una de sus manos tiró de su cabello y Meliodas emitió un fuerte jadeo.
—¡Ludociel! —pegó un grito placentero y pronto aquel tibio fluido cayó encima del marcado abdomen del arcángel.
—Es mi turno ahora —murmuró, dejando salir toda su semilla en el apretado interior del demonio.
Meliodas se dejó caer encima de su amado en cuanto sintió que este ya había terminado. Él era el más exhausto y jadeaba intentando contener el aliento.
—Eso fue... Asombroso —afirmó el rubio depositando un corto beso en los labios del peli negro.
—El asombroso eres tú, la próxima vez deja que yo sea quien haga todo —murmuró el arcángel mientras acariciaba la espalda sudorosa de este, agradecido por haber sido complacido de esa manera.
—De acuerdo —contestó el rubio, pensando en que quizá ese día jamás llegaría.
Luego de su encuentro, el arcángel volvió a la base de Stigma, donde lo esperaba impaciente una peli rosa.
—¡Señor Ludociel, lo hemos estado buscando toda la noche. Creímos que le había sucedido algo! —dijo la diosa bastante preocupada.
—Estoy bien, solo fui a dar un vuelo nocturno —respondió éste, sin dar más detalles al respecto.
—Pero al menos le hubiese avisado a su hermano Mael. El pobre estaba muy desesperado y...
—Vale, vale, ¿y dónde está él? —la calló de inmediato.
—Eso era justamente lo que iba a decirle —dijo la mujer nerviosa sin saber qué palabras usar para informarle aquella noticia.
—Pues dilo de una vez —el arcángel se vio bastante impaciente y molesto.
—Él fue a buscar a ese demonio.
—¿Qué? —exclamó el arcángel estupefacto, tomando a Nerobasta de los hombros.
—Sí, él dijo que iría tras el demonio de cabellos rubios —declaró la chica algo sorprendida por su reacción.
—Mierda, otra vez ese estúpido actuando por su cuenta —murmuró separándose de ella —Bien, iré de inmediato por él. Es innecesario crear una guerra en un momento tan crucial como este —afirmó antes de emprender el vuelo.
Cuando Ludociel arribó a un paraje bastante lejano al bosque del Rey Hada, luego de ser guiado por el poder mágico de su hermano menor, divisó a lo lejos la figura de este, quien se encontraba rodeado de unas bonitas flores blancas y rojas.
Mael estaba acostado en el suelo, algo que no le sorprendía mucho, pues a veces holgazaneaba y dormitaba en cualquier sitio que le relajara y más si éste tenía una linda vegetación.
El arcángel caminó hasta él a paso lento para no despertarlo, planeaba llevarlo entre sus brazos de regreso a Stigma, pero había algo que no cuadraba. ¿Por qué mierda Mael dormía en aquella zona peligrosa donde se encontraba un portal hacia el purgatorio? Entonces el peli negro lo entendió todo. Mael no estaba dormido y mucho menos estaba rodeando de flores rojas.
Ludociel quedó de piedra cuando quedó cara a cara con su hermano o mejor dicho con lo que quedaba de él.
—Grandísimo imbécil —murmuró dolido, con lágrimas cayendo por sus mejillas, mientras se arrodillaba y se aferraba al cuerpo de su hermano.
—Te dije que no me tentaría el corazón si nuestra relación estaba en peligro —espetó alguien frente al arcángel, mientras éste sostenía entre sus brazos el frío cuerpo de aquel infortunado peli plata.
Ludociel alzó su vista y miró a Meliodas todo cubierto de escarlata.
—¿Nuestra relación? —dijo el arcángel entre dientes sumido entre el odio y el dolor, apretando el cuerpo de su hermano contra el suyo. Apenas podía contener las ganas de abalanzarse contra él. Ludociel se sentía traicionado y con el corazón roto, no sólo por haber perdido a su hermano, sino también por haber confiado en ese despreciable ser mentiroso por tanto tiempo —No sé de qué hablas —agregó con algunas lágrimas resbalando sobre sus enrojecidas mejillas.
—No tienes porqué hablarme de ese modo tan cruel. Después de todo, ya te diste cuenta de que tu hermano no podía arreglárselas él sólo —dijo el rubio antes de desaparecer por el portal que lo llevaría nuevamente al purgatorio, dejando atrás a un desconsolado arcángel que no se detendría hasta vengar la muerte de su querido hermano menor.
Luego de este acontecimiento, el cuerpo de Mael desapareció de su sepultura y tras ello surgió un nuevo demonio de entre las sombras; Estarossa, el segundo hermano de Meliodas, cuyo rostro y cabello eran similares a los del difunto arcángel Mael...
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