La gente gritaba asustada en el corazón del coliseo, ambos se encontraban de rodillas, se negaban a continuar, la esclavitud que la ciudad ejerció sobre ellos había durado demasiado.

El emperador mandó a los guardias ponerse en posición con sus arcos, no había mucho tiempo. Lucius se acercó lo máximo posible al general hasta rozar su oreja y habló con la respiración jadeante por los esfuerzos asumidos en la contienda. 

-Tenemos que salir de aquí ya, en el otro lado hay un trozo de madera reforzada con hierro y tornillos que yo mismo desprendí, salimos corriendo y la usamos para protegernos ambos.

El hombre miró con incredulidad pero asintió, sosteniendo el brazo de su hijastro. El otro reaccionó con un leve beso en la frente para distraer la atención de la multitud de la conversación.

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El plan fue según lo pensado y ambos sobrevivieron, aunque el general resultó gravemente herido debido a una flecha que se desvío del resto, dejándolo incapacitado temporalmente.

Las multitudes se alzaron ante la injusticia de ese día, Lucius lamentó la muerte de su madre pero logró guiar al ejército de Acacio contra el de su anterior mentor y traficante de esclavos, por fin reclamó lo que era suyo y como prometió las decisiones volvieron al senado.

El general se encontraba aún débil postrado en una cama y languideciendo por la pérdida de Lucilla que no estuvo en condiciones de evitar. El antiguo esclavo se sintió responsable, por lo que sin esperarlo se vio visitando y cuidando de su antaño enemigo cuando su nueva posición como miembro fuerte del gobierno de Roma lo permitía.

-Quien iba a decir que los hombres más fuertes son los peores pacientes.

El hombre ya estaba perdiendo la paciencia ante la bravuconería del contrario, que se negaba a dejarse ayudar. El mayor arrugó las cejas bajo el paño que limpiaba su sudor.

-No soy ningún niño para ser tratado como tal, tuve heridas peores, no mucho más, pero si.

El chico se río entre dientes.

-Nadie iba a creer esas afirmaciones mirándolo así, general (esa insolencia le ganó una mueca de disgusto y los ojos en blanco).

-Una vez me vi ensartado por una lanza, lo más difícil fue quitar una astilla dentro que produjo infección, imagina un fin así para un héroe de Roma, asesinado por un trozo de madera, algo usado para limpiar vulgares dientes descuidados.

Una carcajada llenó la habitación, el soldado no se inmutó, pero un brillo descarado se mostró en su mirada oscura por primera vez en mucho tiempo mientras se mordía el labio, desde luego los meses serían difíciles pero quizás valdría la pena.