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Nuevas Perspectivas

Los días pasaron entre vendas y ungüentos. En cuanto el hombre pudo levantarse lo primero que exigió fue entrenamiento y Lucius no iba a negarse, reconocía que él también anhelaba la adrenalina del combate.

Los golpes que asestaba Acacio era elegantes pero potentes a pesar de la edad, algo digno de ver y un conocimiento que merecía la pena atesorar, al cabo del rato todo fue sudor y regocijo, era claro que ninguno cedería pronto. La atmósfera cambió cuando el chico se agarró a la fina tela que el otro portaba en la mitad superior, haciendo que se rompiera, por lo que ambos estaban en igualdad de condiciones, con la piel expuesta a la deslumbrante luz del sol.

Era la primera vez que una imagen así se presentaba, no de él estando sano, y las cicatrices en el pecho tonificado recién descubiertas produjeron un efecto hipnótico en el hombre joven. Cosa que el otro aprovechó sin dudarlo.

El general lo lanzó al suelo usando su hombro, antes de que pudiera pensar en levantarse se sentó sobre sus caderas y las manos sostenidas arriba de la cabeza.

Su oponente enseñó los dientes como animal. Prácticamente se expresaba con bufidos. 

-Te rindes, ¿Chico?

El hombre asintió ante la incomodidad de la posición actual, la cercanía agudizaba los sentidos. El rostro a centímetros del suyo se antojaba recio, mandíbula apretada y tez curtida, el ideal de una persona de su clase, la suavidad era para los nobles. El olor a metal de sus habituales protecciones desaparecidas impregnó las fosas nasales, a estas alturas era una segunda naturaleza. 

-Pensé que te habían enseñado mejor, seguiremos practicando, la impetuosidad no sirve de nada sin canalizarla adecuadamente.

Lucius cubierto de arena miró como su nuevo mentor desaparecía en la lujosa morada, preguntándose que le había sucedido. 



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