Eternidad 🔞
En las semanas siguientes pareció haber un acuerdo sin palabras en el que ese momento no podía ser mencionado por ninguno de los dos. El anterior esclavo accedió a los baños compartidos un día especialmente caluroso, esperando que la frustración de los últimos tiempos se escaparan con el agua sucia. Lamentablemente Acacio se encontraba ahí. Su ropa estaba a medio poner y el jabón se deslizaba con libertad por sus brazos.
-No sabía que estabas ahí, vendré más tarde...
-No es necesario chico, hay espacio de sobra para los dos y el día está a punto de terminar, es mejor hacerlo ahora y ahorrar incomodidad.
Lucius asintió meditativo, fácilmente se quedó sin capas y notó como el agua fresca lo rodeaba en el estanque de piedra con un suspiro.
La mirada del otro se quedó clavada en su persona, pero no podía evitar notar que el sentimiento detrás había cambiado. Su experiencia con los hombres era limitada pero reconoció donde se desviaban los pensamientos de su antes odiado adversario.
Como si la conexión de ambos fuera una cuerda que se extendiera en múltiples sentidos para atraerse sin remedio, Acacio se acercó aún más y lo que quedaba de las telas cayó al suelo.
Su dedo acarició el hombro de Hanno con delicadeza experta, hasta que llegó a sus rizos castaños extendiendo la loción predilecta de Narcisos por todo su cuello y nuca.
Se inclinó de modo que la nariz ganchuda del general rozó la de su protegido, abrumado por la anticipación. La voz se oía afectada y raspaba en los bordes.
-Sabes que no deberíamos hacer esto... sería una ofensa a los dioses de todo punto.
El joven hizo caso omiso y su mano subió por su muslo marcado hasta rozar tentativamente su hombría, que ya cobraba vida.
-Ya hace mucho que los dioses nos dejaron solos.
Las palabras fueron susurradas en la boca del contrario y la compuerta se abrió, el soldado entró en el agua situándose a horcajadas en el regazo de Lucius.
El tiempo pareció haberse parado, las caderas al poco se movieron sin control y el aire antaño limpio se llenó del aroma de su unión.
-Sabes como llevar a un general, ¿chico?
La frase vino acompañada de un suave mordisco en su mentón. A lo que Lucius soltó un quejido lastimero.
-Acacio...
-Si voy a sentirte dentro de mí, bien podría ser Marcus para ti...
Asintió de forma desenfrenada mientras su ahora amante se hundía de forma lenta y deliberada. Lo que le resultó fácil a pesar de sus paredes apretadas. El general rió de forma diabólica.
-¿Crees que es la primera vez que pienso en ti en mis momentos de aseo?
Esa afirmación vino acompañada de una danza de deseo desinhibida, el mayor marcó un ritmo que evitaría continuar en la cuestionable nube apartada de la realidad que ambos crearon. Su sexo rozando el vientre del chico.
Los besos se volvieron desordenados hasta tal punto que se apoyaron en la frente del otro para poder respirar, estallaron casi al unísono, abrazados juntos hacia el éxtasis.
Los ojos claros de Lucius lo absorbieron como nunca lo sintió antes en años de viaje, sabían que los problemas solo habían hecho comenzar.
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