1. La primera fiesta (Parte 1)
Las hermanas Jung siempre fueron unidas desde pequeñas pero aquella mañana puede que haya sido el desencadenante de la grieta que se abrió paso entre ambas.
Krystal recordó que esa mañana corrió hacia la escuela tan rápido como alma que lleva el diablo puesto que había perdido el bus. Una vez más estaba llegando tarde.
Faltaban unos pocos minutos para que toque la campana de inicio de clases. Sin embargo aquél pasillo, que conducía hacia su salón y dónde se encontraba la salida del baño de mujeres, estaba vacío.
Su afán por llegar a clase a tiempo le impidió ver que alguien estaba saliendo por la puerta del baño para dirigirse también a clases.
En una milésima de segundo, sintió que su cuerpo chocó contra algo o más bien alguien y su mochila medio abierta había dejado caer unos cuantos útiles y libros que contenía.
Sus rodillas ardían por el golpe que se había dado y escucho un quejido de la persona con la que había chocado. Al levantar la mirada sus ojos se abrieron de par en par y juraba que todos los pelos de su cuerpo se habían erizado.
—Lo siento muchísimo —Fue lo único que llegó a decir Krystal antes de que una ola de chillidos de desatará.
—¡¿Por qué mierda corres en el pasillo como si estuvieras en preescolar?!
Kyungri se reincorporó con ayuda de sus amigas que maldecían a Krystal, arregló su falda y cabello y pateó con enojo uno de los libros que se encontraban en el suelo.
Entre las chicas que acompañaban a Kyungri, Jessica miraba a su hermana con enojo.
La pelinegra y Jessica son mejores amigas desde que las Jung se mudaron a Seúl hace 5 años. Por su larga amistad y confianza entre ambas, Kyungri sabía perfectamente que Krystal Jung era nada más y nada menos que la hermana menor de su mejor amiga. Pero a pesar de saberlo, a la pelinegra no le interesaba actuar amable con la menor ya que nunca se llevaron bien.
—¿Qué no ves por dónde caminas? —Dijo Jessica— ¿Te encuentras bien Kyungri?
Jessica ni siquiera miró a su hermana al decir eso.
Al quedarse sola, la castaña juntó sus cosas y fue a enfermería con furia en su paso. Una vez más su hermana mayor no le daba ni la mano para ayudarla y simplemente fingían que eran desconocidas en el instituto.
No era la primera vez que le sucedía algo como esto pero sintió en el fondo que está fue la gota que rabalsó el vaso.
Necesitaba por primera vez en su vida sentirse libre para ser y decir lo que quisiera. Quería por lo menos una vez probar un poco de la atención que recibía su hermana a diario.
Con cuidado pasó un pintalabios granate por sus labios. Sus ojos ahumados por la pintura negra resaltaban unos ojos gatunos que robarían la mirada de cualquiera.
Para asegurarse que esto sólo durara una noche y que nadie en el instituto la reconociera, se colocó una peluca de cabello rojo como las cerezas. Había comprado el día anterior un vestido en la tienda de segunda mano del cuál nadie sospecharía su procedencia.
Se miró al espejo de cuerpo completo y su figura que había estado escondida por un uniforme unas tallas más grande, resaltó entre los cientos de lentejuelas del vestido.
Y por primera vez se sintió poderosa, que podía ser quién quisiera solo por una noche y mañana todo sería como si nada hubiera pasado.
Que equivocada se encontraba Krystal al pensar que esto no traería consecuencias en su vida.
Cada respiro que damos, cada vez que damos un paso, cada mañana cuando decidimos levantarnos y cada decisión que tomamos trae consecuencias en nuestra vida, y la de otros.
No sería la excepción para Krystal Jung.
El deportivo amarillo rugió por última vez antes de bajarse y ya podía sentir las miradas de las personas que se encontraban fuera de la enorme mansión perteneciente al eterno amor platónico de su hermana, Park Jimin.
Las puertas de la mansión estaban abiertas y dentro podían distinguirse luces de distinto matiz. Entró en una gran habitación que, probablemente antes de ser convertida en una pista de baile, fue una sala de estar. Al final de la pista de baile se encontraba el dj y la gente eufórica bailaba, la mayoría con bebidas en sus manos. Krystal quedó perpleja al ver la enorme cantidad de gente que había en esa habitación. Aunque las luces eran tenues pudo reconocer a gente de su instituto.
La sala de estar conectaba con dos habitaciones de menor tamaño. En la habitación que se encontraba hacia la izquierda se encontraba situada una barra de bebidas con varios bar tender sirviendo a incontable cantidad de personas. En el cuarto de la derecha, un enorme sofá se encontraba acompañado de sofás individuales con varias parejas besandose o gente simplemente charlando. En dicha habitación se encontraba una amplia escalera blanca con columnas griegas a cada lado.
Krystal comenzó a caminar entre la gente, las miradas de varios hombres se posaron en su corto vestido y sus estilizadas piernas.
Dirigiéndose a la barra, por dentro insegura y fingiendo seguridad por fuera, temía que alguien la reconociera a pesar de llevar todo ese maquillaje y peluca.
A unos metros de la barra, alguien conocido pasó junto a su lado. La chica que la había maltrato esa mañana, Park Kyungri, pasó a su lado con una bebida en cada mano. Sus miradas se cruzaron por un instante pero la pelinegra no reconoció a Krystal y siguió su camino hacia uno de los basquetbalistas estrella de su colegio, Kim Jongin.
El pulso de la ahora pelirroja Krystal se normalizó. Con paso seguro, llegó a la barra y pidió un daiquiri.
Disfrutando de su bebida, comenzó a mirar a los invitados de la fiesta. Sus ojos felinos intimidantes se encontraron con una mirada profunda. Un par de ojos marrones afilados que rebosaban de seguridad y su postura corporal demostraba altanería.
El jóven de chaqueta negra, se encontraba a unos metros de ella en la barra con un vaso de whisky entre sus manos, examinando a la pelirroja.
Krystal no podía ver bien su rostro debido a la poca o nula iluminación que había. La única luz que se encontraban en esa zona provenía del cartel rojo neon detrás de la barra. Podían leerse las palabras Bon Appetit. A Krystal le pareció muy irónico ya que servían bebidas alcoholicas y no precisamente comida.
La pelirroja terminó de beber su daiquiri y al girar la vista hacia su izquierda, el jóven ya no se encontraba ahí.
Con parsimonia se encaminó hacia la pista de baile.
Se llevó una enorme sopresa al ver quién estaba bailando ahí junto a unos amigos.
Al principio dudosa, se dirigió hacia él para saludar.
—¡Hoseok! -Gritó entre la multitud Krystal para llamar la atención de su primo.
El castaño tuvo que mirar dos veces para saber que le hablaban a él.
—¡¿Krystal?! —respondió sorprendido de verla— ¿Qué haces aquí? ¿Viniste con Jessica?
—No, estoy sola. Peleé con Jessica esta mañana —La menor desvío la mirada aún enojada al recordar lo que sucedió en la mañana.
—Oí que Jess aún finge que no eres su hermana, ¿Es cierto?
—Es verdad. Se avergüenza de mi y se enoja si le hablo en público.
—Ay pequeña...Que mierda, no deberías dejar que te haga eso —el castaño se cruzó de brazos disgustado— Por cierto, ¿Qué le hiciste a tu pelo? Me recuerdas a Mushu de Mulán. Con el pelo rojo y el seño fruncido -Dijo entre risas.
—Callate cabayo tonto, es una peluca.
El mayor fingió estar ofendido.
—¡Hey! Ni se te ocurra llamarme cabayo de nuevo, enana, o sino,¡Deshonor!, ¡Deshonor sobre toda tu familia!, ¡Deshorada tu!, ¡Deshonrada tu vaca!
Ambos partieron de risa.
Luego de varios minutos más de risas y charlas, Hoseok volvió con sus amigos acompañado de Krystal y comenzaron a bailar.
Bailaban frenéticos y el ambiente se volvía más pesado a medida que la pelirroja aceptaba bebidas de Hoseok y sus amigos. Pasaban las horas y ella consumía bebidas que jamás había probado en su vida. Algunas bebidas coloridas, otras con fruta y algunas más pesadas que las anteriores.
Cerró los ojos y comenzaba a marearse pero sin embargo se dejó llevar por la música; que ahora pasaba una canción con un compás más lento que los anteriores.
Sintió unos brazos alrededor de su cintura, bailando sincronizadamente con ella. Krystal se dejó llevar, los amigos de su primo habían bailado junto a ella toda la noche entre risas y ninguno se había sobrepasado.
Sintió una respiración en su cuello y el muchacho que se encontraba bailando detrás de ella apegó su cuerpo mucho más al de ella.
Krystal se sentía incómoda y se separo lentamente para ver a la persona que se encontraba detrás de ella. Se llevó una sorpresa al encontrarse con ese par de ojos de mirada profunda.
El muchacho con una sonrisa ladina se acercó a su oído para hablar.
—No he podido dejar de mirarte en toda la noche, hermosa. -El roce de sus labios en el oído de ella hizo que se le erizara la piel.
Él posó su mano en su cintura y se acercó lentamente.
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