DESERT MOON
Sencillo de:
Dennis DeYoung
Album:
Desert Moon
Año:
1984
Autor:
Dennis DeYoung
Extrañamente ese día la calle estaba desolada, el atardecer era muy nostálgico; pareciera que el planeta entero se ensañaba en hacerle aún más grande la tristeza que arrastraba a paso lento aquel hombre que se dirigía a la plataforma de madera a la orilla del río. Se notaba que había llorado recientemente y por mucho tiempo.
Caminaba con la mirada perdida, a pesar del calor vestía un traje elegante en color negro, la chaqueta la llevaba cuidadosamente sobre su brazo, su camisa blanca remangada a los codos, desabotonada hasta el centro y la corbata negra desanudada, colgando las puntas en cada uno de sus extremos.
Al llegar a su destino, buscó soporte en uno de los pilares de la plataforma para poder sentarse con sus pies sobre el agua sin tocarla. Colocó la chaqueta a un lado, terminó de quitarse la corbata y la colocó sobre esta y por último se quitó los zapatos y los calcetines, dejando al desnudo sus pies.
Aun le quedaban minutos al astro rey para ocultarse en el horizonte, la escena de aquel hombre solitario y con semblante triste era iluminada con colores fulgurantes en tonos naranja, rosa, amarillos y pequeños destellos rojos. Si se retratara, esta sería la mejor postal que haría alusión a la palabra "soledad".
La mente de aquel hombre lo remontaba a bellos recuerdos y cada uno era coronado con una sonrisa melancólica.
Recordó que aquí vivió una infancia muy feliz y su adolescencia a pesar de ser muy difícil también se vio llena de alegría.
Se acordó que desde niño siempre en vacaciones de verano se divertía con su vecino que era dos años mayor que él, recordó como después de haber jugado entraban corriendo ambos a la casa de la abuela del menor, quien les cocinaba viandas deliciosas y los consentía con dulces postres. Una de las escenas que vinieron a su mente fue aquel día que se quedó viendo fijamente a los ojos de su amigo y le dijo *¡Tú no tienes color en tus ojos, son taaaaaan negros!* Y ciertamente, los ojos y el cabello de su amiguito eran de un color negro intenso, casi como el petróleo y su piel ligeramente de un color dorado bronceado. Recordó también que por su curiosidad había hecho que su compañero en el juego y las travesuras se sonrojara por primera vez, cuando se colocó tan cerquita a su rostro y le dijo *¡Si tienes un pequeñito color azul allí en el fondo!... ¡Ooooohhhhh, son mis ojos que se reflejan en los tuyos!*, todo esto ocurría ante la expectante mirada de su abuela, la que reía por sus ocurrencias. Ante ese recuerdo, sonrió dulcemente.
Los recuerdos de su niñez poco a poco se fueron quedando rezagados y dieron paso a los de su adolescencia. Recordó que con su amigo ya siendo jóvenes poco a poco fueron encontrando mucha afinidad en sus gustos, el tipo de películas que gustaban, la música, las materias que estudiaban, las proyecciones que tenían hacia el futuro, ambos querían ser abogados. Todo encajaba, todo era afín y todo seguía igual, su abuela seguía consintiéndolos y mimándolos tanto. Cuantas veces por estas mismas calles y en este mismo muelle ellos se juntaban a platicar horas y horas hasta que la noche llegaba y veían aparecer a la confidente Luna que desde lo alto veía como en cada uno de sus corazones iba germinando aquel bello sentimiento.
Para entonces su sonrisa estaba cargada con un poco menos de tristeza. Recordó que en esa misma plataforma de madera, la cual ya había sido restaurada algunas veces, su amigo, su primer y el único amor de su vida le había dado su primer beso, al principio fue sorpresivo, aun así producto de la excitación de sentir por primera vez los labios de la persona que era dueña de su corazón sin que éste lo supiera, el abrió sus labios y se permitió sentir la dulzura de la boca del contrario. Los movimientos de ambos eran torpes hasta el punto de dar pequeños choques entre sus dientes, tal vez debido a la poca experiencia que tenían, casi nula se diría. Cerró sus ojos y sonrió como bobo al recordarlo.
Cuando el recuerdo de la primera entrega se asomó a su mente, llevó las manos a los lados de su rostro mientras entre inhalaciones y exhalaciones profundas decía *¡Dios, fue todo un desastre!*. Y realmente había sido un desastre porque lo habían hecho sin ninguna experiencia y a la carrera en la habitación que él ocupaba en la casa de su abuela y esta podía regresar en cualquier momento y sorprenderlos. Aun así sonrió, porque si de algo estaba seguro es que el amor que él sentía por ese ser y que surgió desde que eran niños lo acompañaría hasta el día de su muerte y aunque intentaron ocultarlo y aunque jamás fueron sorprendidos por su abuela, ésta lo sabía, los conocía demasiado bien a ambos.
Suspiró profundamente y sintió que su cuerpo se estremecía por el recuerdo de aquella tarde en que su amigo apresurado le contaba que con su familia se mudarían de ciudad, ya que él iría a estudiar a la Universidad y sus padres habían decidido estar más cerca de él mientras culminaba sus estudios. Ese día en la sala de su casa casi se declaraba la tercera guerra mundial, porque no pudo contener las emociones que se alojaron en su interior, la desesperación, la tristeza, la angustia de no verlo más y por ese motivo el sentimiento que existía entre los dos y que iba mucho más allá de la amistad, fue revelado ante ambas familias.
Entre estremecimientos que daba su cuerpo, imposibles de controlar, recordó cada uno de los rostros de sus padres y de los padres del joven que había robado su corazón, también como éste último al ver que sus padres se ponían de pie por puro instinto se había colocado en resguardo frente de él, no porque existiera una amenaza de agresión hacia ambos, sino porque ante la reacción de familiares no sabían cómo debían actuar. Los cuatro adultos, estaban parados unos frente a otros gritando, la paz que antes había reinado en esa sala se había esfumado.
Su cuerpo volvió a estremecerse al revivir este tan amargo y penoso episodio; pero volvió a sonreír llevándose su mano al pecho como tratando de contener la emoción al recordar la forma tan autoritaria que su abuela se había colocado en medio de ambos bandos y con voz firme les decía:
-No serán los primeros, ni tampoco los últimos. Los conocen bien, sus hijos siguen siendo los mismos que hasta hoy han amado. Deben estar agradecidos, porque sea como sea, ellos han encontrado lo que todo padre anhela que encuentren sus hijos, encontraron "la felicidad" uno al lado del otro.-
Y después de esas palabras, sin que se hubiere declarado guerra fue firmada de forma simbólica la paz. Costo en un principio que sus padres entendieran, pero por lo menos poco a poco fueron comprendiendo que ese amor existiría a través el tiempo y a pesar de sus objeciones.
Para entonces ya casi oscurecía, en el horizonte solo había una pequeña línea de luz solar que se reflejaba sobre el agua. Su tristeza volvió a aparecer y unas cuantas lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas, la pena por la perdida de esa persona a la que amaba tanto era muy grande.
El Sol ya se había ocultado totalmente, la Luna que ya aparecía se reflejaba sobre el agua y sus rayos de luz sobre la imagen del hombre iluminándola en plata. Nuevamente volvió a recordar la noche que con su primer y único amor se despedían porque el partiría a otra ciudad a estudiar su carrera universitaria. Las promesas de amor, los besos, el abrazo que fue eterno y la entrega de sus cuerpos sin temor a ser descubiertos, porque realmente no les importaba. Justo esa noche y para hacer mucho más grande su pena, cercano a ellos se escuchó una triste canción que hablaba de una luna desierta y una dolorosa despedida, melodía que jamás olvidó.
Sus lágrimas volvieron a brotar al recordar que después de haberse despedido, fueron los brazos de su abuela los que lo recibieron con cariño y entre arrullos, caricias y palabras de aliento le ayudó a encontrar alivio. Recordó también que fue su abuela quien le ayudó en los estudios y a prepararse para poder optar a una beca en la Universidad y así poder realizar su sueño de convertirse en abogado.
Llevó sus brazos alrededor suyo para procurarse un poco de abrigo, cuando escuchó esa voz tan familiar acercándose a su lado:
-¡Steve, amor, sabía que estarías aquí!.-
Steve posó sus ojos y vio como Paul llegaba con pasos rápidos a su lado, se sentó detrás de él, Paul había crecido mucho en estos años y el cuerpo de Steve se veía tan delicado ahora que estaba rodeado por los brazos y piernas de Paul.
Paul lo abrazó con tanto cariño, tomó el mentón de Steve y empezó a colmarlo de besos en su rostro y en sus labios.
Al poco tiempo a la pareja se sumaron Colin y Bryan, quienes habían acompañado a sus amigos para dar los últimos honores a la abuela de Steve, que durante todo este tiempo cuido, protegió y amo incondicionalmente a su nieto y a Paul.
Las dos parejas continuaron sentadas en la plataforma y los tres mayores contaban a Bryan quien no había tenido el gusto de conocer en vida a Elizabeth, sobre las anécdotas y vivencias que habían tenido al lado de esa gran señora, a quien horas antes habían despedido en la que sería su última morada.
Doloroso.... FIN.
Registro: 1606018041180
Safecreative.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro